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O23 | venganza

Capítulo XXIII. Una oportunidad para descubrir la verdad.

Martes 30 abril, 2019.

ivan's pov

Bajé a la cocina y busqué la comida de Coco para después servirla en su plato.

—Espero que con esto dejes de romperme las pelotas —lo acaricié mientras lo veía comer las croquetas.

Una vez me aseguré de que no le faltara nada más volví a subir con la intención de retomar la partida de counter que estaba jugando.

Me detuve antes de entrar a mi habitación cuando escuché un ruido de algo quebrándose.

—¿Mamá, estás bien? —pregunté pegando mi cabeza a la puerta de su habitación.

Giré con cuidado el picaporte al no obtener una respuesta de su parte, y abrí la puerta lentamente.

Estaba sentada en su tocador, con muchos productos de maquillaje rodeándola. Me acerqué lentamente y miré su rostro a través del reflejo del espejo.

Mi corazón se comprimió y sentí un nudo en mi garganta al observar el moretón que tenía en su ojo y el color rojo de su mejilla.

Levantó la cabeza y con los ojos llenos de lágrimas me miró.

—Ivan... —dijo como pudo, le era difícil hablar.

Me quedé inmovil en mi lugar, ella dijo algo que no logré escuchar. Sentía que todo a mi alrededor se tornaba oscuro, mi corazón quería salirse de mi pecho y mis oídos escuchaban cada vez menos.

Hace mucho que esto no pasaba.

Hace mucho que él no la lastimaba.

La última vez que vi a mi madre así... la última vez que él la golpeó fue cuando tenía quince años, y le juré a ella que él no la volvería a tocar mientras estuviera conmigo.

¿Qué sucedió?

—Ivan —se levantó y se acercó a mi.

—¿Dónde está? —pregunté sin animarme a ver sus ojos.

—En su oficina —tartamudeó—. Escuchame, no digas nada... por favor —suplicó tomando mis manos.

—¿Qué te sucede? —me alejé de ella—. ¿Acaso disfrutas que te lastime? —pregunté incrédulo, no podía creer lo que estaba diciendo.

—¡Claro que no! —gritó—. No lo disfruto para nada, hijo... pero no tengo otra opción.

—Siempre hay otra opción.

—No, Ivan, no la hay —negó con la cabeza mientras que de sus ojos comenzaban a salir lágrimas—. No para mi.

Si la hay.

Siempre hay una solución al problema. Siempre hay una forma.

Aunque no sea la más correcta, aunque tenga que ensuciarme las manos.

No me importa.

Salí de la habitación cerrando la puerta con fuerza y bajé rápidamente a la cocina. Coco seguía comiendo.

Busqué en alguno de los cajones una herramienta de utilidad. Cuando la encontré, la tomé con cuidado, asegurándome de no lastimarme.

Volví a subir.

Mi respiración se aceleró, el cuchillo se movía en mi mano temblorosa. Me acerqué con cuidado hasta la puerta, sintiéndo mi mundo hacerse más pequeño con cada paso que daba.

Mi mano libre sostuvo el picaporte.

Los segundos se hicieron eternos antes de decidirme a girarlo.

Una vez lo hice, lo observé por el pequeño espacio entre la puerta y el marco. Estaba sentado en el escritorio mientras anotaba algunas cosas en una pequeña agenda.

A su lado habían miles de documentos sueltos, junto con una pila de carpetas de distintos colores.

Apreté el cuchillo, intentando calmar mis nervios. Había algo que me impedía abrir la puerta por completo.

Había algo que me decía que estaba mal lo que quería hacer.

La cerré, y apoyé mi cabeza sobre la misma rendido. Mi mano aflojó el agarre haciendo que el cuchillo terminara en el suelo.

Posteriormente mi cuerpo también lo hizo.

Maldije internamente por no ser lo suficientemente fuerte. No podía porteger a mi mamá.

Una mano se apoyó en mi hombro y, sabiendo de quién se trataba, me di la vuelta para abrazarla.

Su calidez invadió cada rincón de mi ser, causando que la paz me llenara por unos momentos.

Soy feliz solo con ella, no necesitamos a nadie más.

Él tiene que irse.

—Ivan... lo intentaste de nuevo —musitó.

—Lo sé, y quería hacerlo —hablé en el mismo tono—. ¿Qué es exactamente lo que me detiene?

—Que no sos un asesino.

Sollocé escondiéndo mi cabeza en su pecho.

Cerré los ojos intentando no pensar en nada. Pero entonces el recuerdo de aquella noche apareció.

« —Si tu fueras un psicópata ¿a quién matarías primero? —preguntó de la nada.

—A mi papá —respondí sin pensarlo »

No soy un asesino.

𓆝 𓆟 𓆞 𓆝

kiara's pov

—Malditos mocosos de mierda, los voy a encontrar aunque sea lo último que haga —murmuré caminando entre los pasillos y revisando cada habitación de la casa.

Esos dos van a pagar por lo que hicieron. Si creen que pueden romper mi figura coleccionable de Spiderman y salir como si nada están muy equivocados.

Una leve risita se escuchó. Me detuve abruptamente y intenté adivinar de dónde provenía ese sonido.

Instintivamente mi vista se posó en la puerta que había debajo de las escaleras. En ese pequeño espacio oscuro, lleno de telarañas y insectos asquerosos, mi mamá solía guardar las cosas que no tenían un uso.

Era nuestro cuarto de almacenamiento.

Acerqué mi oreja a la puerta de madera blanca que se camuflaba con la pared que sostenía la escalera para intentar escuchar si había alguien adentro.

—Está afuera —escuché un susurro.

Sonreí con malicia y me alejé de ahí. Tenía que planear mi venganza, así tal vez aprendan a no entrar a mi habitación sin mi permiso.

Apagué todas las luces de alrededor para que estuviera más oscuro, luego busqué la llave de la puerta.

Esto sería muy divertido.

Con cuidado de que no escucharan, introduje la llave en la cerradura y le puse seguro a la puerta para que no pudieran salir.

Luego, con mi teléfono busqué algún sonido siniestro muy sutíl, y lo pegué a la puerta.

—¿Qué es ese ruido? —reconocí la voz de Lucas.

—No sé, no veo nada. Está muy oscuro todo —esta vez habló Cassie—. Tengo miedo, Lucas.

—No seas cagona —evité con todas mis fuerzas reirme—. Seguramente Kie ya se fue, vamos.

El pomo de la puerta giró, pero no se abría.

Estaban encerrados.

—Cass, no abre la puerta —dijo asustado.

—¿Cómo que no? Seguro lo estás haciendo mal —habló mi hermana.

—¡Sé cómo abrir una puerta! —exclamó ofendido—. Alguien nos encerró aquí.

—Dejame intentarlo.

La puerta temblaba cuando intentaron abrirla, pero por más que se esforzaban no lograban salir.

—¡Kiara, si sos vos, no es gracioso! —tapé mi boca con mi mano y me fui de ahí sin hacer ruido.

Llegué hasta la cocina en donde mi mamá hablaba tranquilamente por teléfono. Esperé a escuchar lo que estaba diciendo para saber si era una llamada importante de su trabajo o si simplemente estaba hablando con algún familiar.

—Estaba en búsqueda de una niñera —se giró a verme cuando se percató de mi presencia—. Y vos sos la mejor opción, ya conoces a Cassie y a Lucas, no te causaran ningún problema —me acerqué y me senté en una banqueta a su lado—. Entoces nos vemos mañana.

Luego de despedirse colgó la llamada.

—¿Acabo de escuchar la palabra "niñera" en tu conversación?

—Sí, así es.

—¿O sea que estás dudando de mis capacidades para cuidar y controlar a ese par de pulgas? —la miré con los ojos entrecerrados.

—No es eso, es que no vas a poder cuidarlos mañana.

—¿Por qué? ¿A dónde vamos mañana? —pregunté acercándome hasta ver su teléfono.

Ella colocó un dedo en mi frente para apartarme y evitar que viera la pantalla.

—Habrá una conferencia en la empresa donde trabaja tu papá. Cassie y Lucas son muy pequeños para ir.

—¿Conferencia? —asintió—. ¿De qué o qué?

—Sobre un nuevo producto que lanzaran al mercado —me explicó—. Al parecer es algo super importante, y asistiran la mayoría de socios con sus familias. Además será la excusa perfecta para celebrar el éxito que ha tenido la empresa en los últimos años.

Esa información resonó en mi cabeza. Una conferencia era una oportunidad perfecta para obtener la información que nos faltaba. Podría infiltrarme durante el evento y acceder a la oficina de Carlos. Necesitaba encontrar esos archivos clave, el documento mencionado en el contrato y cualquier otra prueba de las actividades ilegales de la empresa.

—¿Entonces irémos a la empresa? —pregunté emocionada.

—Que sí, Kie —sonrió—. Supuse que querías ir. Tu papá me dijo que últimamente andabas re interesada por su trabajo.

—Solo es por curiosidad —me excusé—. En su momento también te preguntaba todo acerca de tu trabajo.

—Ya lo sé —respondió regresando la atención a su teléfono—. Será un evento muy elegante.

La ropa era lo que menos me preocupaba en este momento.

—¿Finalmente podré conocer la oficina de papá? —sonreí.

—No lo sé, se supone que esa área no estará disponible para los invitados —pensó por unos segundos—. Aunque vos sos su hija y él no es un simple invitado, podrías pedirle que te de un tour de las instalaciones, aunque no entiendo por qué tanta emoción.

—Simple curiosidad —repetí.

—Ajá —me miró con desconfianza—. La cena está casi lista, ¿podrías decirle a tus hermanos que vengan a comer?

Abrí los ojos de golpe y salí corriendo al recordar que seguían encerrados.

Cuando le quité el seguro a la puerta y la abrí, observé sus caras enojadas.

—En mi defensa, se lo merecían —fue lo primero que dije.

Sin molestarse en hablarme salieron y fueron a la cocina. En donde seguramente me acusarían con mamá.

Ellos pueden hacer algo malo y nunca les dicen nada. Las ventajas de ser los hermanos menores es que siempre les creeran a ellos.

Rodé los ojos y subí hasta mi cuarto.

Me lancé de espaldas en mi cama y busqué el contacto de Ivan en mi teléfono.

"hola, slenderman"

Esperé unos cuantos segundos pero no respondía.

Estaba segura de que él no sabía acerca de la conferencia, no parece estar muy al tanto de lo que pasa en la empresa de su papá. Pero necesitaba que él asistiera. Era mi único apoyo en estos momentos.

Observé ofendida las flechas azules que indicaban que había recibido y leído el mensaje. Pero minutos después de hacerlo seguía sin responder.

Me dejó en visto.

"¿No vas a contestarme?"

Otra vez lo vió, pero no respondió.

Decidida a hablar con él, salí de mi pieza y me dirigí hasta el patio. No era tan bueno lo que quería hacer pero, si él podía aparecerse en mi casa en cualquier momento, ¿por qué yo no?

Apoyé mis manos en la cerca y tomé un impulso que me ayudó a pasar al otro lado.

Esta vez no me caí a la mierda.

—¡Ivan! —llamé, esperando a que tal vez se le ocurriera mirar a través de su ventana.

No pasó nada.

Con cautela, me acerqué a la puerta corrediza y la deslicé. Entré a la casa asegurándome de que nadie estuviera observando antes de subir a su habitación.

—Ivan —toqué la puerta.

Nadie respondió.

¿Será que no está en su casa?

Para salir de la duda decidí abrir la puerta. Y vaya sorpresa me llevé.

Ivan estaba sentado en el borde de su cama, con su teléfono en la mano.

Fruncí el ceño algo enojada, ¿por qué nunca respondió? Tuve que infiltrarme en su casa como si fuera una ladrona para poder hablar con él.

—A la próxima al menos respondé —hablé ingresando a su pieza y cerrando la puerta detrás de mi.

—Perdón —musitó sin molestarse en mirarme.

—Oye... —me acerqué con cuidado y observé nuestro chat en su teléfono. Preocupada, me agaché y coloqué mis manos en sus rodillas para tener equilibrio—. ¿Qué tenés?

—No lo sé —habló bajito, casi ni pude escucharlo—. No sé qué hacer, Kiara.

Mi pecho se comprimió, no sabía por lo que estaba pasando pero me preocupé mucho al ver el tono de su voz y sus ojos hinchados.

—¿Querés contarme? —me levanté para sentarme a su lado.

—No puedo hacerlo... no volverá a ser lo mismo.

—¿Por qué? —consulté—. Sos mi amigo, podés contarme lo que sea y prometo que no voy a juzgarte por eso —muy despacio, llevé mi mano hasta la suya y entrelacé nuestros dedos.

Eso captó su atención de inmediato.

—¿Estás segura? —asentí con una leve sonrisa—. ¿No vas a odiarme después?

—¿Por qué te odiaría, Ivan?

—Porque soy una mala persona... —susurró viéndo nuestras manos.

—No, eso lo dudo mucho —mi dedo pulgar se movió acariciando su piel suave. Intentando transmitirle que estoy con él sin importar por lo que sea que esté pasando—. ¿Qué te hace pensar que sos una mala persona?

Apretó levemente mi mano, como si estuviera debatiéndose internamente en si contarme o no.

Suspiré entendiéndolo y recosté mi cabeza en su hombro.

—Si no querés decirme ahora no lo hagas —con mi mano libre acaricié su brazo—. Pero si tenés algún problema o algo que no te deje dormir, podés contar conmigo. Aunque a veces cueste admitirlo, uno siempre necesita ayuda, Ivan. Y no está mal desahogarse.

No respondió, pero si le dió un leve apretón a mi mano, dándome a entender que me había escuchado.

Perdí la noción de cuanto tiempo estuvimos así.

—¿Para qué me necesitabas? —levanté la cabeza para mirarlo cuando escuché la pregunta.

—Oh... es que no sé si sabes pero mañana habrá una conferencia en la empresa de tu padre —hablé dejando por un momento lo que había sucedido hace un rato.

—Lo sé —asintió—. ¿Vos también asistirás?

—Sí —medio sonreí—. ¿Sabes qué significa eso, no?

Él miró a un punto fijo, pensando por unos momentos para posteriormente negar con la cabeza. Resoplé rendida.

—Que podemos conseguir los documentos, Ivan —expliqué con obviedad—. Y así podremos probar que Carlos es un...

Mi voz se fue apagando a medida que formulaba la oración, cuando me di cuenta de que estaba hablando de más.

—¿Un qué? —preguntó interesado.

—Eh... —balbuceé nerviosa.

Olvidé contarle a Ivan lo que había hablado con Diego dos días atrás.

Ups.

Tomé un poco de aire y organicé la información en mi cabeza de manera que sonara lo más sutíl posible.

—Yo... tengo que contarte algo —asintió invitándome a continuar—. Tu padre no es la persona que crees, en realidad es un ladrón disfrazado de empresario que lleva más de dos años siendo parte de actividades ilegales como el lavado de activos, no sé si el podría estar involucrado en los asesinatos y eso es lo que vamos a hacer vos y yo cuando accedamos a los archivos secretos —solté con rapidez.

Que sutíl, bien hecho, Kiara.

La cara de Ivan era totalmente inexpresiva y carente de alguna emoción. Como si fuera algo que esperaba escuchar.

—¿No vas a decir nada? —pregunté cuando el silencio nos invadió.

—¿Cuántos años de cárcel le darán si lo descubren? —levanté las cejas sorprendida.

—Bueno... depende de en cuántas actividades esté involucrado —hablé segundos después—. Por ejemplo, solo por el hecho de utilizar la empresa para lavar dinero estaríamos hablando de una condena de diez a treinta años de prisión.

Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro. La curiosidad de saber por qué se notaba tan emocionado de la nada creció en mi interior.

Se acomodó en su lugar y tomó una bolsa de doritos que estaba en la mesita de luz, la abrió y tomó uno para después llevarselo a la boca.

Luego de comer un par más volvió a hablar:

—Entonces, ¿cuál es tu plan, Holmes?

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