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O16 | películas

Capítulo XVI. Siete o nueve vidas.

kiara's pov

Suspiré aliviada cuando llegó la hora de salida. Desde la mañana no había dejado de sentirme intimidada por Iván. Ahora que lo sabe, me preocupa aún más. Pero a su vez me garantiza que podré obtener más información.

—Hola, Kie —saludó Martina llegando a nuestro lado—. Hola, Ivo.

—A ella la saludás primero —acusó el pelinegro mientras abrazaba a la rubia.

—Las damas y las lindas son primero —se encogió de hombros—. ¿Qué pinta hoy?

—¿Qué pinta de qué? —preguntó Iván.

—Es viernes —dijo obvia—. Uh, ya sé, los invito a ver pelis en mi casa —propuso.

—¿Los? —repitió confundido—. ¿Vas a invitar a la boluda ésta también?

—Oye, ¿por qué tan agresivo? —lo miré enojada—. ¿Qué? ¿Tenés miedo de que tu mejor amiga te cambie por mí? —levanté una ceja—. Aunque no la culparía, soy más divertida que vos, Slenderman —bromeé.

El repentino cambio en su expresión me hizo arrepentirme de lo que había dicho. A este punto no sé si está jodiendo o si posta se molestó por lo que dije.

—No me digas así —ordenó—. Tengo un nombre, Iván —me recordó.

—Ya sé que te llamás Iván, pero te queda re bien mi apodo —contradije.

—Basta, no quiero que discutan por algo tan estúpido —Martina se ubicó en medio de ambos, acabando con la tensión que se había formado de la nada—. Pero ella tiene razón, Ivo. Te queda perfecto el Slenderman.

—Cierren el orto —su entrecejo se frunció y pasó uno de sus brazos por el hombro de la rubia, alejándola de mí.

Este chico es muy bipolar.

𓆝 𓆟 𓆞 𓆝

Entré a la casa después de Iván y Martina, saludé a su mamá, una señora de cabello rubio y ojos verdes muy hermosos, que se encontraba en la cocina, y luego de charlar por un rato, nos dirigimos al living.

—Hay una peli re buena para ver —habló buscando el control remoto—. ¿Ustedes pueden hacer el pororo?

—¿Qué mierda es pororo? —levanté una ceja.

—Así le decimos al pochoclo —explicó el enrulado.

—Ahh.

Con Iván nos dirigimos a la cocina e hicimos "pororo" para ver la película.

Cuando estábamos sirviendo en las tazas, escuché una discusión que cada vez se hacía más fuerte. Los pasos de esas personas se acercaban hasta que observé a un pibe y una chica entrar a la cocina. Callaron de golpe al observarme.

Eran totalmente parecidos, tenían la misma altura, el mismo color de cabello azabache, los mismos brillantes ojos verdes e incluso cuando fruncieron el ceño por mi presencia se veían iguales.

—Eh, hola —saludé. Sentí la mano de Iván posarse en mi espalda y empujarme un poco hacia adelante, invitándome a acercarme.

—Hola, ¿cómo estás? ¿Quién sos? ¿Y cómo te llamás? —preguntó la chica—. Disculpá los gritos, no sabíamos que había alguien desconocido en casa.

—Soy Kiara —me presenté.

—Yo soy Kamila —sonrió mostrándome su blanca dentadura—. Y este pelotudo se llama Rodrigo —lo empujó por el hombro para que hablara.

—Hola, soy Rodri —miró mal a Kamila para después cambiar su expresión a una más alegre al mirarme—. ¿Qué onda? —saludó a Iván—. ¿Qué hacen acá?

—Vamos a ver pelis, ¿les copa? —preguntó mientras que yo continuaba sirviendo los pochoclos.

—Nah, ni pinta —intervino la ojiverde y robó un pochoclo de la taza de Iván.

—Nunca cuenten con ella para ningún plan —Rodrigo la señaló.

—Cerrá el orto, enano —lo calló.

—¡Mido lo mismo que vos! —se defendió.

Esto me trajo un deja vu.

Ambos se pusieron espalda con espalda para ver quién medía más. Al final, gracias al voluminoso y rizado cabello de Kamila, le dio unos milímetros más de altura que a Rodrigo.

Él intentó mantener su posición de que eran igual de altos y luego de confrontarse salieron de la cocina discutiendo quién era el mayor en cuanto a altura.

—¿Son hermanos? —le pregunté a Iván una vez que no estuvieron.

—Sí, Martina es la mayor por un año de diferencia —asintió. Tenía sus codos recostados sobre el mesón y su cuerpo inclinado hacia atrás.

—Son idénticos —admití.

—Oh, sí, los hermanos Carrera, tan parecidos pero diferentes —suspiró—. No se llevan muy bien, como ya te diste cuenta.

—¿Carrera? —mi entrecejo se frunció.

—Sí, ese es su apellido.

« Leandro Carrera, vicepresidente comercial y cofundador de la G.E.A. »

Pero claro.

—¿Che, no venís? —Iván me llamó al darse cuenta que me había quedado en mi lugar.

—¿Eh? Sí, vamos.

Nos dirigimos al living donde Martina ya tenía todo listo para la película. Nos acomodamos en el sofá, Iván a mi derecha y Martina a la izquierda.

—Bueno, vamos a empezar —dijo Martina, encendiendo el televisor y poniendo la película.

La película comenzó y pronto nos encontramos absortos en la trama. Los hermanos Carrera hicieron una breve aparición, discutiendo sobre quién acompañaría a su mamá a hacer las compras del mes y terminando con Kamila empujando a Rodrigo luego de que le ganara en un piedra, papel o tijeras.

—Estos dos nunca cambian —comentó Martina con una sonrisa resignada—. Tengo que soportarlos todos los días.

—Parece que se divierten —dije, aunque no estaba segura de cuánto de esa diversión era genuina y cuánto era rivalidad fraternal.

El tiempo pasó rápidamente mientras veíamos la película. De repente, alguien llamó a Martina desde el pasillo.

—¡Marti!

—¡Cerrá el orto, pelotudo de mierda! —gritó Martina.

—Vení acá, porfa, no te quito tanto tiempo. Y no me grites la concha de tu... madrina.

—¿Quién es? ¿Rodrigo? —pregunté.

—Te dije que no se llevaban bien —susurró Iván para que solo yo escuchara.

—Sí, me di cuenta —respondí de la misma forma y continué viendo la pantalla—. Pero es normal, los hermanos son como... perros y gatos.

—Eu, Marti —volvieron a llamar.

—Dios, este pelotudo —la rubia rodó los ojos y juntó toda su fuerza de voluntad para levantarse del sillón.

Ignoré todo lo que estaba pasando a mi alrededor y me concentré en la película. El detective estaba a punto de descubrir quién era el asesino y entonces...

Lo mataron.

Mataron a la única persona que sabía quién era el asesino. ¿Cómo se dieron cuenta? ¿Lo estaban espiando? ¿Qué hubiera pasado si no lo hubieran matado? ¿Eso podría pasarme a mí si llego a descubrir quién es el asesino?

Dios, por eso odio ver películas.

Dejé el bote de pochoclos vacío en la mesita ratona y volví a recostarme, esta vez descansando mi cabeza en el hombro de Iván.

—¿Viste? Al final yo tenía razón, la curiosidad mató al gato.

—Ay, por favor, es una película —rodé los ojos—. Además, los gatos tienen nueve vidas, ¿o eran siete?

—Tengan las vidas que tengan, en algún momento la curiosidad será más fuerte y perderán todas.

¿A qué se refiere con eso?

—No quiero que tu curiosidad te haga involucrarte en cosas que te podrían hacer daño.

—Tengo que involucrarme, te recuerdo que mi viejo trabaja en la compañía de tu papá.

—Ambos estamos expuestos en ese caso.

—Sí, solo que a vos no te importaría que le hicieran daño a tu padre —me separé de él, su ceño se frunció—. Pero a mí sí, porque lo amo. Y si le llegaran a hacer algo, yo... —dejé la frase a la mitad cuando mi mente comenzó a crear todos los escenarios posibles.

—No le va a pasar nada a tu viejo —llevó su mano a mi hombro—. Y capaz tenés razón, a mí no me importa lo que le pase al mío. Pero sí me importa lo que te pase a vos.

Deslizó su mano hacia arriba y con su dedo pulgar acarició mi mejilla.

—¿Por qué lo odiás, Iván? —indagué con notoria preocupación—. ¿Qué te hizo?

Sus ojos inexpresivos me hicieron preocuparme más.

—Muchas cosas —respondió después de unos segundos en silencio—. Pero eso no te interesa.

—Sí me interesa —contradije—. Tal vez pueda ayudarte.

—Nada ni nadie puede ayudarme —negó con la cabeza—. Es un caso perdido, él nunca me quiso, ni lo hará en un futuro.

Problemas paternales.

—¿Te molesta si te pregunto algo más? —suspiró y volvió a su posición inicial, con sus ojos clavados en la pantalla del televisor—. Prometo no hacer más preguntas después de esto.

—Bueno, decime.

—Iván... ¿creés que... —tragué saliva antes de continuar—. ¿Tu papá sería capaz de matar a alguien?

Asintió levemente con la cabeza.

Tengo muchas preguntas.

Pero prometí que no iba a hacerlas.

Creo que tendré que averiguarlo por mi cuenta, no pienso hablar del tema con Iván sabiendo perfectamente que le incomoda.

—Hola, ha vuelto por quien lloraban —Martina regresó a la sala—. ¿Qué pasó? ¿Por qué esas caras? ¿Me perdí de algo?

Iván y yo negamos a la vez.

Lo mejor era mantener esto entre nosotros.

El resto del día no pasó nada interesante. Luego de ver la película en casa de Martina, regresé sola a mi casa, ya que Iván planeaba quedarse. Ella me invitó, pero rechacé la oferta. No podía quedarme, tenía muchas dudas que resolver.

Luego de la cena y que mis padres me bombardearan con preguntas acerca de mi relación con Iván, pude subir a mi lugar seguro, mi habitación.

maratón 4 / 4

último cap del mini maratón
espero que lo hayan disfrutado

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