Capítulo 1
Jimin sonrió ampliamente al ver a un par de niños correr tomados de la mano, jugueteando entre los árboles de cerezo del parque. Hacía mucho que no tomaba este camino y todo parecía tan diferente. El paisaje era tan único que se sentía fuera de lugar; había familias haciendo picnic y una que otra pareja aquí y allá.
El ambiente era tan cálido que le dieron ganas de regresar a casa y traer su lienzo para dibujar y plasmar en una imagen todo lo que veía. Sin embargo, siendo realista, ni siquiera podía recordar la última vez que había dibujado al aire libre, o mejor dicho, ya no recordaba cuándo había sido la última vez que dibujó algo. Temía que sus habilidades se hubieran esfumado y que no pudiera recrear la pintura deseada.
Siguió su camino cuando un ligero y fresco viento movió su flequillo color azabache, despeinándolo un poco. Eso lo hizo sonreír y levantar los brazos, estirándose para sentir un poco más de la frescura de esa preciosa mañana. Por muy increíble que pareciera, se sentía animado al escabullirse de su casa sin nadie siguiéndolo, sin ningún chofer; le hacía sentir libre.
Sería lindo poder hacer esto más seguido, tomarse un día libre y poder correr descalzo en el césped o dormir bajo uno de los árboles de cerezo.
Tomando una última respiración profunda, miró el reloj en su muñeca. ¡Mierda!, su tiempo se estaba agotando. Se suponía que debía estar en el supermercado comprando los ingredientes para la cena de su esposo.
¿Dónde había dejado la lista?
Empezó a buscar entre sus bolsillos la hoja de papel donde había escrito todo, cuando un repentino y fuerte grito lo asustó. Fue demasiado tarde cuando se percató de lo que pasaba, pues un hermoso y elegante samoyedo corría a toda velocidad hacia él, arrastrando su correa. Trató de evitar ser arrollado por el hermoso animal, lo que hizo que pisara mal, se enredara con la correa del perro y cayera de bruces al suelo.
En ese momento, el perro frenó su carrera y comenzó a olfatearlo, con las orejas agazapadas y gimiendo como si le estuviera pidiendo disculpas, o eso pensó Jimin.
—¡Sakura! ¡Niña mala, te dije que no corrieras! —escuchó la voz de un hombre acercándose a él con una mueca apenada—. Lo siento mucho, ¿te hiciste daño? —preguntó preocupado de inmediato.
Jimin sabía que debía tener el tono más alto de rojo que existía en la faz de la tierra. Primero, porque era vergonzoso ser derribado por un perro en un parque público y, segundo, porque le dolía bastante su trasero por la caída, pero trató de disimular.
—Oh, no te preocupes, estoy bien —murmuró entre dientes.
—¡Lo siento tanto! —volvió a exclamar el hombre, agachándose a su altura.
Solo en ese momento Jimin miró el rostro del desconocido. Era un joven muy atractivo, de ojos oscuros y con el cabello un poco largo. Tenía una cámara colgada al cuello y no pudo evitar que sus ojos se perdieran en los del joven por un momento.
Fue como tener un déjà vu. ¿Lo había visto antes? Jimin lo dudaba; él no salía mucho, pero por alguna razón inexplicable, su corazón latía a toda prisa, y no era exactamente por el susto del incidente con el perro.
Un pensamiento llegó a su mente en ese instante: ¿Era este el hombre que vio en su sueño esta mañana? Era poco probable. No puedes soñar con un desconocido y luego encontrártelo en la calle, ¿verdad?
El chico también lo miró por un largo rato antes de tenderle la mano.
—Ella no se porta así, realmente no sé qué le pasó hoy —dijo el castaño.
Jimin espabiló un par de veces para entender que el joven hablaba de la samoyedo, que ahora se encontraba sentada en sus patas traseras mirándolo.
—Está bien, no fue nada —respondió, tomando la mano del castaño, que era mucho más grande que la suya.
Pero cuando se puso de pie, un dolor agudo en su tobillo lo hizo jadear.
—¿Te duele? —interrogó el castaño, pasando un brazo de Jimin por encima de sus hombros.
Jimin hizo una mueca.
—Solo cuando lo afirmo, creo.
—¡Dios, lo siento de verdad! —murmuró el chico—. ¿Crees que puedes llegar hasta la banca? —preguntó señalando una cerca de allí.
Jimin asintió, aunque no estaba muy seguro de ello. Se sentía un poco apenado estar tan cerca del guapo joven, además de tener esa rara sensación en su pecho. Paso a paso lograron llegar y el pelinegro tomó asiento.
—Permíteme —dijo el castaño, arrodillándose de inmediato para ayudar a Jimin a sacarse el calzado con delicadeza.
El castaño revisó con cuidado mientras Jimin se quejaba de dolor.
—Se está inflamando. Creo que lo mejor es llevarte a un hospital para que te hagan una radiografía.
—No es necesario —dijo Jimin, mordiéndose el labio inferior.
—Claro que lo es. Fue nuestra culpa que te cayeras —afirmó el chico.
—De verdad no...
—¿Qué pasó? —preguntó otro hombre, acercándose a ellos.
El castaño hizo una mueca.
—Estaba tomando una foto cuando Sakura se soltó y empezó a correr, y te hizo caer y lastimarte el tobillo. ¿Puedes llevarla contigo a casa? Debo ayudar a...
El castaño miró a Jimin.
—Jimin —dijo él bajito.
—Debo llevar a Jimin al hospital —afirmó el castaño, quitándose la cámara del cuello y entregándola a su amigo.
—No es necesario —repitió Jimin, mordiéndose el labio inferior.
—Sí lo es. Mira, se está hinchando. Apresúrate a hacerlo, yo llevaré a Sakura a casa —dijo el otro chico de cabello rubio, tomando la correa del animal.
—Afortunadamente, el hospital solo queda a un par de cuadras —le dijo el chico y, sin previo aviso, cargó a Jimin en brazos al estilo princesa—. Soy Jungkook.
Jimin abrió los ojos azules, sorprendido de ser cargado.
—Puedo caminar —afirmó, sonrojado.
—Te lastimarías más. El hospital no está lejos —contestó, empezando a caminar.
¡Jimin ahora sí que estaba avergonzado! ¿Iba a ser llevado de esa manera al hospital por un completo desconocido?
¡Trágame tierra! Pensó.
Jimin sabía que había subido unos kilos en los últimos años, pero Jungkook parecía no verse afectado por eso y no hablaron nada en el camino.
¿Pero de qué podían hablar?
Llegaron a emergencias y Jungkook le explicó a una enfermera que Jimin se había lastimado el tobillo. Después de un par de revisiones y una radiografía, el médico les dijo que solo era una torcedura. Con un vendaje, analgésicos y no afirmar el pie por un par de días sería suficiente.
—Realmente lo siento. Sakura es una buena chica, pero hoy supongo que estaba un poco hiperactiva —seguía disculpándose Jungkook.
—Está bien, no te preocupes —le dijo Jimin con una pequeña sonrisa—. Los accidentes pasan.
—¿Puedo hacer algo más por ti? —preguntó Jungkook—. ¿Ibas a alguna parte?
—Solo a comprar unos ingredientes, pero lo puedo hacer después. Muchas gracias por traerme —dijo sinceramente.
—No tienes que agradecer. No podía simplemente irme y dejarte allí —expresó Jungkook una vez que estuvieron fuera del hospital.
Jimin no podía evitar sentirse incómodo porque su brazo estaba alrededor de los hombros de Jungkook y el brazo del castaño alrededor de su cintura para que pudiera caminar sin afirmar el pie.
—Creo que debo tomar un taxi a casa —informó en voz baja.
—Está bien, te ayudaré con eso —le dijo Jungkook, sonriéndole y haciendo señas a un taxi que pasaba.
El auto se detuvo y, con cuidado, Jimin subió.
—Jimin, espera —exclamó Jungkook antes de cerrar la puerta del coche.
—¿Sí? —preguntó Jimin, confundido.
Jungkook sonrió.
—Ya que mi mascota y yo fuimos la causa de que estés así... ¿podría tener tu número?
Jimin abrió los ojos sorprendido.
Jungkook se rascó la cabeza.
—Es para saber cómo sigues y, si tienes alguna molestia, hacerme cargo de los gastos médicos —trató de explicar.
Jimin se mordió el labio inferior de nuevo. Era un hombre casado; dar su número de teléfono a un desconocido no estaba bien, pero si Jungkook estaba sinceramente preocupado, sería descortés no hacerlo.
—Claro —murmuró.
Jungkook sacó su celular del bolsillo y se lo entregó a Jimin para que anotara su número.
—Espero que te mejores. Te escribiré para saber cómo sigues y, de nuevo, disculpa —dijo Jungkook.
Jimin asintió.
—Estaré bien —dijo antes de cerrar la puerta del auto y ordenar al conductor que avanzara.
El pelinegro tomó un suspiro. Ahora tenía que buscar la forma de explicarle a Youngjae esto.
Jimin estaba seguro de que su esposo se enojaría si le decía que había salido sin chofer y, por eso, ahora tenía una molestia en su tobillo.
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Hola, mis amores del corazón. Yo aquí de nuevo, su loquita Potter. Bueno, no sé qué les parezca esta idea. Es algo nuevo, debo admitir. No suelo escribir sobre que Jungkook o Jimin tengan parejas, pero espero que le den una oportunidad a la historia y vean cómo se desarrolla.
Su loquita Potter les ama demasiado.
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