Minerva.

Estaba en una habitación desde que llegamos aquí me dejaron encerrada aquí, mire por todos lados, pero era un segundo peso, aunque pudiera abrir una ventana la caída seria dolorosa, aunque no mortal. No había nada que pudiera usar para defenderme como tal, por lo que solo me había quedado usar una navaja de afeitar que encontré en uno de los gabinetes.

Escuché la puerta abrirse y me puse contra la pared alzando la navaja de afeitar.

—No des un paso más.

—¿o qué? ¿Usaras eso para lastimarme? —note que dejo una charola cerca de la cama —come antes de que te lastimes con eso —también lo vi dejar ropa limpia en la cama —date un baño y descansa.

—Tu no me dices que hacer —el olor a estofado caliente hizo gruñir mi estomago —no comeré nada que tú me des.

—Lastima nuestra cocinera es lo mejor —tomo la cuchara y dio un gran sorbo a la comida —creo que iré por más para mí.

Se acerco hacia mí, pero antes de que yo moviera el brazo me inmovilizo contra la pared, haciéndome soltar un pequeño gemido por el arma caer al piso, sin duda es más fuerte que yo.

—Y es mejor que te cambies princesita, porque si te encuentro con ese estúpido uniforme, no prometo que mi control sea tanto como el de hoy.

Escupí su rostro perfecto, el solo negó con la cabeza, me soltó y tomo con un par de sus dedos mi saliva de su mejilla para lamerla con descaro mientras salía de la habitación llevándose la navaja con él además de mi cordura con esa estúpida acción.

Como dato curioso 

Minerva es la diosa de la sabiduria en roma asi que como la diosa de la guerra.