La verdad
LUCY
No podía creer lo que había vivido aquella noche. Leo me había roto tantas veces que ya no podía aguantar lo que estaba viviendo. Había visto a Bruno y se le habia escapado. Mis lagrimas salieron tan facil que Maurizio, quien manejaba a toda velocidad, me secó las lagrimas con sus manos enormes y dedos que parecían troncos. El era mi consuelo en ese momento. Tal vez no me amaba, pero, al menos no era un idiota... o no uno como Leo.
—No llores por el Lucy, no merece tus lagrimas. Ningún hombre que te haga llorar merece tus lagrimas, ¿capisci? —dijo en un italiano muy perdido. El castellano habia barrido su italiano. El mio tampoco era bueno, porque me había criado en españa toda mi vida, pero digamos que, sabía lo suficiente como para saber que estaba harta de los sicilianos.
Tomé su mano y agradecí que fuera amable en ese momento.
—Capito.
Al llegar a casa, quise tomar un baño asi que fui a la ducha. Maurizio tambien se desvistio pero se quedó en la puerta.
—¿Cómo llegaste al sinner? —su membro me ponía nerviosa, y en general, el.
—Un alma piadosa me llevó a donde tu estabas, no debo llorar por ningun hombre pero mi esposo, me abandona despues de casi morir. Y ¿sabes qué?, no tengo humor para esto. Me daré una ducha y me iré a dormir.
justo me di la vuelta, Maurizio tomó mi muñeca y me colocó contra la pared. Su mirada no era fuerte, sino, suave.
—No soy tu enemigo, estoy de tu lado —su miembro estaba justo encima de mi monte de venus—, quiero saber, ¿quien te llevó al sinner?
sus labios se acercaron a los mios, mientras pensaba, ¿qué diría Leo si me viera ahí traicionandolo?, el lo habia hecho con Ana, seguía con ella a pesar de todo el daño que me había hecho. Yo era mujer, quería ser amada, quería que me valoraran de una buena vez por todas, y quería a mi hijo de vuelta.
—Un chico coreano, ¿qué te importa?
—Me importa, porque sé quien es es coreano —tomó con sus manos mi mandibula—, ahora, ¿te dijo algo en especial? ¿algo que yo, tu esposo amado, deba saber? —sus ojos penetraban los mios, así como su miembro tocaba ya mi vagina.
Cerré mis piernas y traté de safarme de él. Pero lo hice con suavidad y el entendió que necesitaba mi espacio, así que me soltó.
—No puedo seguir con esto —mi voz se quebró a lo ultimo—, el...pudo haberlo salvado y simplemente no lo hizo.
Maurizio, que siempre había estado a la defensiva, se volteó y me vio ducharme en silencio. Tendió la toalla cuando acabé y me abrazó. Pensé que iba a intentar recriminarme, o hacerme el amor a la fuerza, pero solo me abrazó y me dió un beso en la frente. Me cargó y me colocó en la cama. Se agachó para verme, preguntándose que había pasado en mi pasado que me hacia llorar tanto. Y yo me preguntaba si porfis confiar en el.
– ¿ Vas a contarme? Juro guardar el secreto.
–¿ Prometes ayudarme? – estaba envuelta en una toalla, ambos desnudos, y su olor a hombre siciliano era fuerte, y aún así, me gustaba.
Me sonrió y me dió su meñique, así que solté una carcajada. Y el río conmigo.
– No te burles, mis hermanas siempre me hacian prometerles algo con el meñique , así que, no romperé mi promesa.
Entrelace mi meñique con el de el y suspiré.
– Tengo un bebé Maurizio. Y es de...– Maurizio tapó mi boca y abrió los ojos de par en par. Me hizo señales de que no dijeras más nada.
Fue a su teléfono y lo colocó debajo de la ropa sucia. Eso me hizo dudar de el. Y me miró como si supiera, que ya no iba a contarle.
–Lucy, aquí no estamos seguros. Pero – se acercó a mi y susurró –, ¿ que le paso a tu bebé?
– No te diré nada, ¡ tú me estás mintiendo!
– ¡ joder! ¡ No! Lucy, – empecé a retorcerme para escapar pero Maurizio me.tranquilizo– Lucy, tu padre y el mío...nos escuchan. – dijo finalmente.
Aquello me hizo enfuerecer pero ....
–¿ mi padre?
– Tu padre no está muerto. El es bueno desapareciendo, ¡ Se supone que no deba decirte! Me pueden colgar por esto. Pero tú me estas contando algo delicado y yo...te debo una.
Me levanté de golpe y dejé la toalla caer. El miró mis desnudes tambaleando un poco. Ya no sabía si era gay o no. Pero quería respuestas.
– Habla.
– Ok, pero no aquí.
Me tomó de la mano y fuimos a la lavandería. Luego prendió la secadora la cuál hacia mucho ruido.
– Tu padre fingió su muerte para que Irina dejara de buscarlo. Siempre está escuchando todo, planeo nuestra boda, me da dinero para que te mantenga y..– me miró de reojo – y quiere que te mantenga alejada de Leo. ¡ pero nadie puede saber esto Lucy!
Mi reacción de alegría al saber que el no había muerto, me hizo abrazarlo, y a pesar de su olor fuerte, seguí en sus brazos que también tocaron los.mios.
– Ahora...– me alejó –¿ de quién es tu bebé? ¿ dónde está?
Me mordí el labio porque no sabía si debía contarle, pero ví en sus ojos sinceridad.
– Es de Leo. Pensaba que era de Gio, mi medio hermano, pero ....una corazonada me decía que era de el. Y si preguntas, apenas di a luz, Joana Lombardi junto a Gio, me.lo arrebataron.
Vi como cerraba sus puños. Sus rubias cejas se unieron mientras colocaba sus manos en mis hombros.
Levantó mi mentón
– Esos Lombardi, la van a pagar caro. ¿Que tan mierda debes ser para arrebarle su hijo a una mujer? , hey – dijo cuando empecé a llorar –, no, nada de llorar Lucy. Te prometo que iré tras ellos y te ayudare a buscar a ...
– Bruno.
Alzó sus cejas.
– Es nombre jefe de mafia.
Dijo mientras miraba mi desnudez. La secadora sonaba y el momento empezó a.ponerse tenso.
– Mierda, quiero follar pero...
Me seque las lágrimas, riéndome un poco de sus palabras.
–¿ pero..?
– A ver Lucy, me acabas de contar de tu bebé perdido, y que pensabas era producto de un incesto. ¿ Cómo puedo follar con eso en la mente? – miró al suelo e hizo una expresión Extraña–, menos mal no es hijo de ese canalla de Gio.
Yo me rei de eso. Porque la verdad, tenía razón. Aunque yo también quería...hacer el amor. Follar era una palabra cavernícola. Así que con mi pie, toque su miembro. Sabía lo que el podía hacer con eso, y me sentía mal queriendo amor cuando mi hijo estaba perdido, pero, no bebía, no fumaba, al menos debía dejarme llevar por el deseo carnal. Maurizio me miró como un depredador. Si rostro, golpeado, me indicaba que quería poseer mi cuerpo en tranquilidad. Se acercó y aproveché de tocarlo con una mano. Yo sé apoyé en la secadora mientras el besaba mi cuello y mi escote.
– Lucy, si sabes que soy gay, ¿no? –susurró tocandome en la entrepierna. Con su dedo índice, apretó mi clítoris, y mi humedad la.espacio por mis labios. Luego me miró y relamio sus dedos. Los colocó en mi boca luego. – pero sabes bien.
Yo hiperventilaba. Me encantaba que me tocara, porque el, era...suave. Toqué su pecho, y coloqué mis manos en su mandíbula, con suavidad. En su cuello habían marcas de asfixia, las que Leo había dejado. En su rostro habían golpes de los puños pero el parecía aguantar el dolor.
– Soy tu esposa. Te ordeno que me...– no quería decirlo, me estaba convirtiendo en una de ellos, mierda– folles duro.
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