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34

Era temprano cuando Naomi salió con cuidado de la cama para no despertar a Elian. Ahora que todo parecía acomodarse, se daba cuenta de que iba cargando energía para continuar hacia adelante con sus obligaciones. Desayunó enseguida, sin esperar a que Elisa o Elian se levantaran. Quería salir hacia el parque, donde últimamente encontraba la inspiración para componer sus canciones. Ya faltaba poco para el encuentro con Gioia y necesitaba terminar la letra, por más que ya no era una obligación.

Sentada en uno de los bancos de piedra, comenzó a darle un final a la última estrofa que le quedaba para terminar con la canción. Cuando encontró las palabras justas, colocó las notas de la melodía y comenzó a cantarla desde el principio, mientras recordaba los consejos de su terapeuta para lograr una buena voz sin esforzar las cuerdas vocales. Para su asombro, se oía demasiado bien, y continúo cantando hasta mejorar los acordes que no llegaban a sonar bien.

Los aplausos tomaron por sorpresa a Naomi y, al abrir sus ojos, se encontró rodeada de espectadores. Se emocionó al recibir una devolución tan cálida.

Se puso de pie para darle las gracias a cada persona con una leve reverencia, como si se encontrara en el escenario del Circo, y, alentada por ellos, se animó a continuar cantando otras canciones a capela.

El pequeño público no quería dejar de oírla y menos al ver que era demasiado amable y abierta con la gente. No importaba en qué idioma cantaba, la música los unía para disfrutar de un grato momento, por lo que muchas más personas se acercaron a apreciarla.

Después de unos cuantos minutos de buena música, Naomi regresó a la casa con una alegría inmensa, ansiosa por contarle a Elisa y a Elian lo que había vivido en el parque. Hacía mucho tiempo que no se sentía tan eufórica por dar un show. Estaba tan emocionada por volver a vivir una experiencia fuerte con la música y su querido público que parecía que la energía y sus buenos ánimos invadían su cuerpo de manera extrema y se transformaban en la seguridad que necesitaba para darse cuenta de lo talentosa que era y que jamás tendría que haber bajado los brazos.

Los días pasaron, motivada por los minirecitales que daba cotidianamente en el parque, mientras Elian no dejaba de grabarla para mandarle al jefe los videos, así como también a Elisa, que ya había regresado a su país después de que la licencia llegara a su fin. Quería compartir el cambio rotundo que Naomi había tenido en sus ánimos. Volvía a ser la chica alegre que disfrutaba de la música y regalaba al mundo su mágica voz. A su vez, estaba la buena noticia de que el mismo terapeuta afirmaba que las cuerdas vocales estaban recuperadas y no había necesidad de seguir con el tratamiento.

Naomi se sintió aliviada. Ya no tenía miedo de fallar ni de perder su voz. Al contrario, estaba lista para presentarse delante de Gioia, no solo para descubrir quién era, sino también para entregar su pedido, que estaba más que preparado; y muy dentro suyo ansiaba que en algún momento alguna productora quisiera ayudarla a publicar sus obras.

Luego de un largo viaje en coche, una mansión imponente de tres pisos se alzó en medio de la campiña italiana. Elian conocía el lugar, pero Naomi estaba asombrada al ver dónde vivía Gioia. Era una construcción del siglo xix, decorada en estilo neoclásico, rodeada de arbustos, lo que le daba mucha vida.

Elian tocó el timbre después de que Naomi lo siguiera, sin dejar de mirar a su alrededor. Estaba fascinada con el paisaje y quedó más atónita cuando un mayordomo les abrió la puerta y con una reverencia los hizo pasar. Naomi no estaba acostumbrada a tanta formalidad, y menos a tanto lujo.

—Señorita, Gioia se encuentra aquí dentro —explicó el hombre mientras avanzaban por la amplia sala de estar, decorada con candelabros y pinturas de época—. Pidió que, cuando lo vea, no dude en expresar lo que siente su corazón, que no se reprima para nada, porque él entenderá todos los sentimientos que pueden llegar a invadirle cuando cruce la puerta.

—¿Acaso es algo malo? —Sin darse cuenta, retrocedió unos pasos, nerviosa por la advertencia que había recibido.

—Claro que no, Naomi. —Elian la empujó con cuidado hacia adelante—. Entra, que yo estaré cerca de ti. Todo estará bien —la animó.

—¿Está lista? —preguntó el mayordomo, sosteniendo el picaporte de bronce.

—Supongo.

Con pasos inseguros, Naomi atravesó la puerta y puso su vista al hombre que tenía delante, mientras Elian la seguía por detrás, atento a su reacción. Estaba seguro de que sería algo muy fuerte cuando descubriera la verdad, pero esperaba que el encuentro saliera bien, no solo por Gioia, sino también por ella, que desde hacía unos días quería saber qué había pasado con el hombre que la había rescatado del encierro.

Gioia estaba sentado en un pequeño sillón de cuero marrón con su postura encorvada por la edad y su enfermedad que avanzaba sin piedad. Usaba su bastón de apoyo, mientras mantenía una sonrisa amplia, que resaltaba las expresiones del tiempo en su rostro. Él también estaba nervioso por descubrir qué haría Naomi. Sin embargo, mostraba calma para darle seguridad.

—Bienvenida a casa, Naomi —saludó con su voz anciana y sin usar el idioma italiano.

—¡No puedo creerlo! —Naomi se cubrió la boca con ambas manos y se quedó tiesa.

Negaba con la cabeza mientras las lágrimas rodaban por su mejilla, sin poder apartar la vista de él.

¿Estaba feliz? ¿O estaba triste? Era imposible que aquel hombre estuviera allí. No podía ser él. Estaba tan diferente, tan envejecido, que le causaba dolor, y se lamentaba por el tiempo perdido.

Cuando su cuerpo reaccionó, atinó a alejarse de la sala, pero los recuerdos vividos durante su niñez, la hicieron detenerse. Veía con claridad el primer encuentro, cuando había encontrado la luz y la esperanza en los ojos grises de ese hombre. Él había sido el primero en dedicarle una sonrisa, en aplaudirla por su buen trabajo y, por sobre todas las cosas, fue la primera persona que le demostró cariño, un bello sentimiento que había deseado sentir cuando escapó de su casa. Quería estar a su lado, sonreír, ser feliz, cantar y que la protegiera de la gente malvada. Sin embargo, la vida todavía tenía mucho para enseñarle, y la oscuridad se hizo presente para olvidarlo por más de diez años.

Los recuerdos volvieron a estallar en su cabeza como fuegos artificiales. Iba recuperando los fragmentos que se habían mantenido ocultos en su memoria. Sus piernas temblaron y su cabeza sintió un fuerte dolor, pero no podía dejar que la afectara. Tenía que enfrentar la verdad y dejarse invadir por la alegría de encontrarse con su salvador.

Sabía que podía estar enojada y decepcionada por haberse mantenido en secreto. Sin embargo, se sorprendió mucho al verla avanzar con pasos apurados hasta él para colgarse de su cuello en un fuerte abrazo.

Naomi liberó un pequeño llanto de alegría y, a la vez, de tristeza. Se aferraba al anciano con fuerza, para sentirlo cerca y quitarse la duda de si era real o no, y de si alguna vez la volvería a dejar.

Gioia le devolvió el gesto con cariño y relajó su cuerpo enfermo. Por primera vez podía quitarse el miedo que por años lo había torturado. Naomi tenía los mejores recuerdos de él.

—¿Por qué tuvimos que esperar tanto para vernos? —Con cuidado Naomi se separó En su rostro húmedo había una pequeña sonrisa que no podía disimular. Se alegraba de verlo, pero también tenía muchas preguntas quE hacerle y no sabía por dónde empezar—. ¿Por qué se alejó?

—Para ser sincero, nunca me alejé. —Le limpió la mejilla con cuidado—. Es cierto que no me di a conocer, pero estuve atento a tu vida siempre, para que nada te faltara.

—Pero... ¿qué pasó realmente? Luego del accidente... usted era mi único amigo... y desapareció. —Llevó una mano a su cabeza—. Aunque la culpa es mía... Yo lo olvidé. ¡Maldita cabeza! —Comenzaba a enojarse con ella misma. Si no lo hubiera olvidado, habría sido capaz de encontrarlo mucho antes, y no después de diez años.

—Naomi, cálmate. —Gioia extendió su mano para ayudar a que se levantara y se sentara a su lado. También le hizo un ademán a Elian para que se acercara y compartiera la charla, ya que se había quedado cerca de la entrada. Observaba todo con mucha congoja—. Intentaré explicártelo. La culpa no es tuya. Es más, cuando termine, podrás decidir si culparme o no. Pero, te diré la verdad, todo lo que he hecho ha sido por tu felicidad.

Naomi no dejaba de mirarlo. Quería encontrar una buena respuesta para entender por qué la persona que había compartido su pasión por la música había desaparecido de golpe y no había sido capaz de buscarla para hacerse recordar.

—El día que tuviste el accidente, había decidido regresar por ti. Te había abandonado por tanto tiempo que necesitaba con urgencia saber cómo te encontrabas. Tenía mucho miedo de descubrirlo. Conocía la violencia que tus padres ejercían contigo, pero no fui valiente para sacarte de esa maldita casa —habló de corrido, para que la angustia no le quitara la voz—. Por eso el mundo se me vino abajo cuando me encontré con el accidente. Me maldije tanto. Yo era el único que sabía de tus ganas de escapar y venirte conmigo. ¡Y no hice nada! —se lamentó.

—No se culpe. Yo no sabía nada de la vida. Por eso no supe cruzar una calle.

—Pero eso no justifica que no te haya sacado a la fuerza de ese lugar. Tendría que haberlo hecho para evitarte tantos problemas en el futuro.

—Hace poco recordé que cuando escapé quería encontrarlo porque me hacía sentir feliz. Usted me escuchaba y se preocupaba por mí. Si yo lo encontraba, iba a escapar de esa horrible vida —Naomi comentó con voz apagada, y apretó fuerte sus manos por la angustia que le causaba—. Sin embargo, todo se volvió oscuro y me olvidé de usted, como si jamás hubiera existido.

—Fue una pena grande. Recuerdo que, cuando fui al hospital, Elisa me advirtió que no recordabas tu nombre, a tus padres, dónde habías vivido y ni siquiera el motivo por el cuál habías terminado en el hospital. A pesar de saberlo, el dolor que sentí al verte con la mirada fija sobre mí no pude soportarlo, ni mucho menos al saber que me tenías miedo.

—¿Miedo? —preguntó dudosa, ya que aquel día no lo recordaba para nada.

—Apenas me acerqué para darte un abrazo, te alejaste asustada. Intenté calmarte, pero fue peor. Comenzaste a gritar y me dijiste que no te golpeara, lo que me hizo suponer que tus recuerdos estaban confundidos y que en ese momento me veías como la persona que te había lastimado. —Hizo una pausa—. Para no causarte más daño de lo que ya habías vivido, me alejé, pero no del todo, porque no quería abandonarte. No podía hacerlo.

Con un ademán llamó al mayordomo para que le acercara un sobre grande y de color marrón. Cuando lo agarró, lo abrió, sacó un par de papeles y se los pasó a Naomi para que los leyera.

—Una vez que tus padres hicieron el trámite para dejarte en adopción, me puse de acuerdo con Elisa para que pasáramos a ser tu nueva familia. —En el certificado de consentimiento, aparecían los nombres de sus progenitores y el de ella, además de la fecha del trámite. Sus padres se habían apartado ni bien había tenido el accidente—. Los dos estábamos muy interesados por ti. A pesar de las circunstancias en las que te conocimos, te tomamos mucho cariño y queríamos protegerte para que conocieras la felicidad y vieras que la vida no se trataba de estar encerrada en un cuarto, sufriendo agresiones.

—Entonces... ¿usted sería como mi padre? —preguntó con duda y asombro. Siempre había creído que Elisa era la única responsable de su cuidado, jamás creyó que tendría un papá que también quisiera hacerse cargo de ella.

—Lo seré siempre y cuando estés de acuerdo con ello. —La miró con una sonrisa melancólica. Por más que estuvieran los papeles que indicaran que era su tutor, no la iba a obligar a que lo aceptara como un padre—. No habré sido el mejor por no haber estado a tu lado, pero créeme que a mi manera hice que tuvieras una crianza saludable y tranquila. Nunca dudé en hacer realidad tu deseo. Pero, a pesar que de a poco fui llevándote por el camino de la música y te presenté cada oportunidad que estaba a mi alcance, fuiste tú quien hizo un esfuerzo para superar las barreras que aparecían. Sé muy bien que no te fue fácil ir a una academia y relacionarte con las personas. Lo mismo cuando tuviste la audición en el Circo y casi pierdes la oportunidad de ser parte del elenco. Pero, bueno, además del salvador que tenemos aquí —le regaló una sonrisa a Elian—, también demostraste que, a pesar de las adversidades, uno puede alcanzar lo que se propone.

—Me alegra saber que usted también está en la lista de las personas que me ayudaron a hacerme más fuerte para superar las dificultades que se me presentaban. —Esbozó una pequeña sonrisa por descubrirlo.

—¡Qué bueno que me consideres importante! —respondió con alivio—. Me dejas tranquilo porque, a medida que fuiste avanzando en tu carrera, sabía que se estaba acercando el día en que tuviéramos que volver a vernos, lo que me daba mucho miedo, hasta hace menos de una hora. —Soltó una risa nerviosa—. Por más que nos estuvimos comunicando por carta, me atormentaba saber que no sería lo mismo cuando estuviéramos uno enfrente del otro. Me preguntaba qué iba a pasar cuando me vieras y descubrieras que Gioia no solo era el anciano que te había obligado a cumplir un contrato, sino que también era quien de pequeña te visitaba a través de una ventana.

—¿No pudo haber sido de otra manera? —lo cuestionó—. Yo nunca lo hubiera rechazado. Es más, cuando leí su primera carta, me llamó la atención la forma en que me hablaba, porque era muy cercano. Sé que en un momento dudé de quién podía ser, pero el miedo desapareció cuando continué recibiendo sus cartas, mostrándome su amabilidad, y con eso mis ganas de conocerlo aumentaron. Tendríamos que habernos visto mucho antes, no después de tanto tiempo de estar aquí.

—Tienes razón, Naomi, Mi salud no ha sido la mejor. Tengo días en que caigo en cama y no puedo levantarme. Así que no solo era el temor de descubrir tu reacción, sino que me faltaba la fuerza para mantenerme de pie.

—¿Qué es lo que tiene?

—Esto lo hizo el estrés y la tristeza por tomar muchas decisiones equivocadas en la vida, pero no te preocupes. No hace falta decirlo. —No la quería preocupar con la verdad—. Solo quiero que sepas que este viejo se arrepentirá de por vida por no haber sido valiente. Tendría que haber dejado mis temores y mostrarte realmente quién era. —Sacó otra hoja del sobre—. Naomi..., ¿estás enojada conmigo por haberte guardado el secreto?

—No, estoy como shockeada. Es muy fuerte lo que me dice. Jamás creí que podíamos tener una relación tan cercana..., es más..., ¿es cierto lo que me está contando? —Dudaba por sus temores de que todo fuera un sueño—. Mamá también lo ocultó muy bien

—Es todo real. Y si Elisa lo guardó bien, es porque yo se lo pedí. Quería que tuvieras una infancia tranquila, y ella, una vida junto a su pequeña. —Le pasó la hoja que había sacado—. Aquí puedes saber más de la historia para que te quites las dudas que tengas. —Con el dedo le señaló los datos que allí estaban escritos—. Yo fui quien te puso el nombre de Naomi. Quería hacer referencia a la persona hermosa que eres con tu amabilidad, tu delicadeza y tu voz extraordinaria. —Bajó el dedo hasta el próximo dato que aparecía. Era su verdadero nombre y también aparecía el nombre de Elisa Mattiussi.

Con atención, Naomi leyó el nombre completo de Gioia y quedó sin aire por lo que acababa de leer.

Con desconcierto, levantó su vista para entender lo que estaba escrito.

—Su verdadero nombre es Gael ¿Manna? —No solamente ella se encontraba perpleja, sino que también Elian quedó desconcertado al oír la pregunta.

—Sí —respondió sin dudarlo con una sonrisa—. Soy el hermano mayor de Antonello.



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