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26

Naomi se sintió un poco mejor con las visitas que recibió. Como el jefe le había dicho, no se encontraba sola, había muchas personas que le ofrecían su amistad. Hasta Amelie, en la distancia, le había mandado un mensaje al enterarse por el jefe que ya había salido de la situación delicada y le mandaba mucha energía positiva para que se terminara de recuperar pronto. Ese pequeño gesto la hacía sentirse acompañada y querida, por eso tenía que tomar la decisión de ponerse firme y salir adelante a pesar del temor que le daba enfrentarse a la realidad. Solo de esa manera iba a conseguir avanzar con su rehabilitación, que comenzaba en la tarde. Y a su vez, tenía que dejar la ansiedad de lado. Algo muy complicado. Quería hacerlo bien y en poco tiempo, no solo porque quería recuperar su voz y transmitir todo aquello que sentía, sino que también quería evitar cualquier preocupación a sus allegados.

Luego de un pequeño almuerzo, una enfermera la acercó hasta un ventanal que había en uno de los pasillos de la clínica para que disfrutara del sol. Estaba sentada en la silla de ruedas, perdida en los recuerdos, cuando sintió una mano sobre el hombro. Un médico había ido a buscarla para iniciar con las sesiones que le iban a ayudar a recuperar el habla. Como su problema en las cuerdas vocales se debía más a lo emocional, la solución no era fácil, pero todo dependía de cómo ella iba a reaccionar al tratamiento.

La primera sesión fue positiva, y una sonrisa de alivio se dibujó en su rostro. La regresaron a la habitación, la cual había cambiado a una normal, pero con todas las comodidades necesarias, tanto para el paciente como las visitas que fueran a cuidarla. Gioia se había encargado del detalle. Quería la mejor atención para ella y cuidarla como su mayor tesoro.

Una vez que la ayudaron a meterse en la cama, una voz familiar pidió permiso para entrar a la habitación. La enfermera se giró para saber quién entraba. Al conocerlo, le dedicó una sonrisa y lo hizo pasar sin ninguna queja. Naomi estiró su cabeza para ver por detrás de la chica y sus ojos se cruzaron con los de Gianluca, que se sonreía por encontrarla despierta y, aparentemente, en buenas condiciones.

—Los dejo tranquilos. Pero no te esfuerces mucho por hablar —la enfermera le indicó antes de retirarse y le dejó un cuaderno y una lapicera para que se comunicara a través de la escritura. Se retiró, sin dejar de observar a Gianluca con una gran sonrisa, entre contenta por ver a su artista favorito y pícara, como si una idea hubiera cruzado por su mente.

—¿Cómo te sientes? ¿Bien? —Una vez que quedaron solos, Gianluca se acercó hasta la camilla y se sentó en el borde para estar lo más cerca posible. Naomi le esquivó la mirada y asintió con la cabeza—. Supongo que te recuerdo a aquella noche... o al miserable de mi abuelo. Sin embargo, no tienes de qué preocuparte, no te haré daño —Acercó más su rostro y le regaló un pequeño y cariñoso beso en la frente, por lo que Naomi levantó la vista con las mejillas sonrojadas—. Me pregunto si habrás sentido todos los besos que te di —bromeó y recibió una mirada seria—. Mejor no digo nada, no vaya a ser que alguien me escuche y se ponga celoso. —Miró hacia los costados, como si fuera a encontrarse con Elian, ante la mirada confundida de Naomi—. Me porté bien, así que no tienes por qué enojarte. Sé muy bien que no te gusta mi personalidad de galán, pero se me hace difícil —se lamentó—, porque hablar contigo una vez más y verte recuperada me dan ganas de abrazarte y no soltarte nunca.

Naomi lo seguía mirando, sin estar muy segura de lo que oía hasta que lo entendió y prefirió esquivar el tema al agarrar el cuaderno para escribir una pregunta. Se lo colocó delante de la cara para que tomara distancia.

—¿Ganaste la última ronda?

Fue directa. Ya sabía del tiempo que había pasado, pero nadie le había contado cómo había terminado el programa. Necesitaba saberlo, sin importarle que hablar del trabajo le causara estrés.

—¿Te importa mucho? —inquirió, divertido por la reacción. Naomi asintió muy segura y lo obligó a que respondiera y dejara el coqueteo para otro momento—. Lo hice perfecto y fue gracias a que esa noche tenía conmigo una parte de ti. —De abajo de su camisa sacó la cadenita de la que colgaba la estrella de plata que le había regalado—. Sinceramente, no podía cantar, no tenía ganas ni motivos para hacerlo, hasta que Elian me recordó lo que vales y con eso las palabras que me habías dicho en la última presentación que hice mal. —Hizo una pausa para pensar y agregó—: La canción estuvo dedicada a ti.

"¿En serio?", escribió.

—Sí, porque me di cuenta de que tienes una misión conmigo. Intentas ayudarme sin prejuicios, aunque al principio lo hiciste —se sonrió—, pero seguro era porque te di una mala impresión el primer día que nos vimos. En cambio, para mí, conocerte fue lo mejor que me pasó. Si realmente no estás a mi lado, siento que no valgo nada. Tú me das fuerza, así que espero que me perdones por haberte hecho quedar mal delante de todos. No hay duda de que eres mi musa.

—Claro que te perdono.

Sin darse cuenta, su voz salió casi natural, y se sorprendieron tanto ella como Gianluca. Se tocó la garganta sin poder creerlo. ¿Cómo era posible que se hubiera escuchado su voz? ¿La primera sesión ya había dado resultados? ¿O las palabras confortables la ayudaban a recuperarse?

—Entonces, como agradecimiento por ser mi inspiración y como regalo por recuperarte tan pronto, escribiré otra canción y con ella ganaré la final del concurso —dijo Gianluca muy animado—. Prométeme que estarás ahí para escucharla y colocarme un merecido diez.

—Lo prometo —respondió bajo, con temor a que su voz no saliera, y levantó su dedo meñique para hacer la promesa.

—Gracias por confiar en mí.

Unió su dedo con el de ella e hizo una sonrisa cómplice. Con lentitud se arrimó a darle otro beso, pero Naomi distinguió qué tipo de beso era y se apartó con cuidado para no ser grosera y rechazarlo de manera brusca.

Gianluca mantuvo la sonrisa sin quitarle la vista de encima, sabía que no debía pasarse, pero su deseo de demostrarle lo que sentía era demasiado fuerte para ocultarlo. Naomi comenzaba a estar incómoda, sin saber qué hacer con la poderosa mirada que tenía. Sus ojos claros la hipnotizaban y le mostraban con transparencia el amor que sentía por ella.

Naomi esperaba que la apartara enseguida, ya que ella no podía alejarse más. La cama y la pared la limitaban. Su corazón latía a mil, haciendo que su rostro comenzara a sonrojarse. En ese momento recordaba a la perfección la noche que Gianluca se había confesado, creyendo que en esta oportunidad ocurriría lo mismo. La única diferencia era que ya no lo odiaba como antes. En realidad, le caía bien y podía decir que llegaba a apreciarlo, pero sin estar segura si era el mismo sentimiento que él tenía hacia ella.

—¡Cuidado con lo que haces! —La voz potente del jefe resonó en la habitación e hizo sobresaltar a Naomi, que no se lo esperaba, ya que había creído que no vendrían hasta tarde a visitarla—. Ni se te ocurra ponerle un dedo encima. —Avanzó a paso firme

—Me trata como si fuera a abusar de ella. —Se puso de pie, molesto por ser interrumpido y quedarse con las ganas de saber si hubiera podido sentir los delicados labios de su musa.

—Te estás aprovechando de una convaleciente. —Lo miró serio y le hizo un gesto con la mano para correrlo del camino, mientras que Naomi se dejaba caer relajada sobre los almohadones, aliviada por no tener que responder a la romántica escena.

—Diga lo que quiera... Usted es insoportable... Aún no entiendo cómo es que con su personalidad tan infantil es dueño de un prestigioso circo. —Se cruzó de brazos.

—¿Te molesta? Entonces, no me hables y vete. —Alzó las cejas.

—No pienso irme. Yo estaba aquí primero y usted debería respetar el turno para entrar.

—Lo iba hacer hasta que vi cómo la acechabas. Tenía que salvarla de tus garras.

Naomi se cubrió la cara por completo con la frazada para no verlos ni escucharlos discutir. Lo que menos necesitaba era que la alteraran con tonterías, además de que le daba vergüenza saber qué hubiera pasado si el jefe no llegaba a tiempo. ¿Habría tenido un beso de Gianluca? Si era así, estaba segura de que le hubiera traído muchos problemas en el futuro.

—¿Ya ve? La está molestando. —Gianluca señaló a Naomi, que aún permanecía escondida—. Ella estaba tan bien... y hablando —le remarcó para que supiera del logro que había obtenido—, pero ahora seguro arruinó todo.

—Deja de culparme —lo interrumpió—. Te dejaré un tiempo más con ella, pero ojo con lo que haces.

Se retiró de la habitación para no parecer un vigilante, aunque dentro suyo se moría por controlarlo, ya que desde que lo había visto entrar al hospital tenía el presentimiento de que no podía confiar en él.

—¿Estás bien? —la llamó para quitarle con cuidado la sábana. Naomi lo miró sintiendo que su vergüenza se notaba a miles de kilómetros—. No te preocupes, no te presionaré para que me respondas. Solamente quiero que sepas cuánto te aprecio y, aunque me hayas dicho que es muy pronto para decirlo, quiero que entiendas que en este poco tiempo pude conocerte mejor y no hay duda de que tienes mi corazón.

Naomi lo escuchaba atenta, mientras que en su pecho quería explotar una emoción fuerte. Sus ojos se cubrieron de lágrimas. Las palabras de Gianluca eran muy hermosas. Sin embargo, se sentía mal porque no era capaz de demostrarle el mismo amor.

—Espero que las lágrimas sean de alegría. —Se sonrió melancólico y le acarició la mejilla—. No quiero hacerte sentir mal... nunca.

—Gian... —habló sintiendo dolor en la garganta a causa de la angustia.

—No te esfuerces. —Le pasó el cuaderno para que lo escribiera ahí. Por más que hubiera podido hablar, era mejor que se controlara.

—Espera... —No quería que la interrumpiera. Fuera como fuera, se expresaría con su voz. Quería que él supiera lo importante que era para ella—. Hagamos otra... promesa. —Extendió su mano con el dedo meñique levantado—. Pase lo que pase... —Su voz se iba apagando nuevamente, lo que la ponía nerviosa por miedo a no poder decirlo.

—Dilo despacio... Yo te escucharé igual.

—Nunca te... alejes de mí —terminó la frase e insistió acercando su mano hasta él, esperando que aceptara la promesa.

—¿Sabes una cosa? —preguntó sin levantar la mano—. No hace falta prometerlo.

Naomi abrió grandes sus ojos y pensó que Gianluca se había enojado por el pedido que le había hecho.

—Porque, por más que no me lo pidas..., nunca me alejaré. —Levantó la mano y se sonrió, contento de saber que era importante—. Pero, si te deja tranquila que lo sellemos, así será. —Entrelazó su dedo y sintió cómo nacía una conexión especial entre ambos.

Naomi también la percibió y se preguntó qué era esa sensación extraña que la invadía. Era cálida y placentera, y alteraba su corazón, que moría por encontrar la respuesta al gran interrogativo que giraba desde hacía bastante tiempo en su cabeza: ¿Qué significaba realmente Gianluca para ella?


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