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|Capítulo 22|

Cada día que pasaba, todo se volvía cuesta arriba. Desde la última discusión con Samantha, las cosas no le estaban saliendo del todo bien en otros ámbitos, y a pesar de que el sexo ayudaba en algunas ocasiones, solo era una solución momentánea; y aquello llevaba a que Steven se sintiera frustrado, además debía de sumarle que aquel chico extranjero seguía rondando a su novia. Muchas veces había sentido la necesidad de golpearlo y sacar toda aquella ira que estaba reprimiendo, pero siempre se encontraba Byrne o Ivanov para detenerlo; aunque no sabía cuanto tiempo mas iba aguantar todo.
Además los exámenes eran cada vez mas complejos, temiendo en que en cualquier momento sus calificaciones y estatus bajasen de forma abrupta. Y por ello, es que comenzó a necesitar cada vez mas las anfetaminas, llegando al punto de consumirlas día por medio procurando que  aquello, no afectase su rendimiento en el rugby.

Ese día las nubes anunciaban un día nublado y frío, y es que el otoño se estaba dando paso entre el término del verano. Steven que se encontraba escribiendo en su cuaderno, levantó su mirada y la posó en la pizarra, para terminar de anotar las últimas palabras del esquema que había realizado en plena clase.

—McFadden…—él poso su mirada en su compañera—¿Me prestarías tu cuaderno para fotocopiar tu esquema?, esta muy completo.

—Si, no hay problema Anderson.—respondió observándola, lo que provocó una pequeña sonrisa tímida en ella.

—Gracias—musitó— en la siguiente clase te lo devuelvo.

—Claro.—Dijo entregándole el cuaderno.

Adam quién se encontraba al otro lado de Steven, lo observó con las cejas alzadas esperando alguna respuesta o explicación de algo que, al parecer se había perdido.

—¿Qué?—inquirió McFadden en el momento en que la clase había terminado.—habla de una maldita vez, Byrne.—dijo con exasperación y el ceño fruncido a la vez que guardaba sus cosas y colgaba su mochila en uno de sus hombros.

—¿Desde cuando te atrae Anderson?—preguntó a la vez que salían de la sala.

Steven se detuvo y lo observó como si estuviera loco. Habría esperado cualquier otra pregunta de parte de su amigo, pero aquello de verdad era una estupidez.

—¿Qué mierda de pregunta es esa?, no me atrae Anderson.—dijo observándolo para luego comenzar a caminar a paso firme.

—Mas bien, Anderson le atrae Steven—acotó Ivanov quién caminaba tras ellos—la observé desde mi puesto, y puedo asegurar, que ella siente atracción de ti, McFadden.

—Bueno..—dijo caminando de espaldas y observando a sus amigos—siempre sucede eso, soy el mas guapo de Oxford—sonrió con suficiencia, para luego voltear y seguir caminando de forma normal.

—Anderson no esta del todo mal—agrego Byrne.

—¿Acaso quieres seguir multiplicándote?—inquirió Steven observando a su amigo con una ceja alzada.

—¿Por qué dices eso?—preguntó confundido Ivanov observando a sus dos amigos.

Steven dejó de caminar y cerró los ojos, tratando de disimular su rostro de haber hablado de mas. Observó a Adam quién le devolvió una mirada de advertencia.

—Nunca se me ha dado el humor—se encogió de hombros—en fin, debo irme—dijo observando su reloj.

—Claro—musitó Adam.

—Recuerda que en veinte minutos tenemos la siguiente clase—Dijo Ivanov apuntándolo con su dedo índice mientras se alejaba lentamente en dirección opuesta junto a Adam.—Envíale saludos a Smith.—rió.

—Sí, claro.—ironizó—Nos vemos.

Steven tomó la dirección opuesta a sus compañeros, a la vez que saludaba a algunos conocidos en los pasillos. Se dirigía a los laboratorios, Samantha tendría clases durante toda la mañana en ese lugar, y durante la tarde tendría con el señor Akinnon y Holmes respectivamente.

Durante ese poco tiempo, McFadden se había puesto algo mas posesivo con Samantha, al punto de saber su horario de clases y buscarla cada vez que podía. Por que desde lo sucedido, se sentía inseguro, creyendo que en cualquier momento lo abandonaría y eso, no lo podía permitir.

Siguió su camino por los pasillos de piedra, sin dejar de saludar a los conocidos. Al llegar al laboratorio, escuchó algunas risas femeninas, una la conocía muy bien. Al abrir, observó como su novia besaba el esqueleto de cuerpo completo que tenía el laboratorio. Al verla, enarcó una ceja para luego hablar y hacer notar su presencia.

—Vaya forma de divertirse, Smith.
Samantha se giró de forma brusca por lo que tropezó con el esqueleto y por poco cae junto a el si no fuers por la rápida reacción de Steven.

—Gracias—murmuró con sus mejillas sonrojadas.

Tanto Rose como sus demás compañeras los observaban divertidos. Aunque Rose, no le agradaba del todo Steven, intentaba siempre llevarse de forma cordial con el rubio. Tanto Stevenson como las demás, guardaron sus cosas y dijeron:

—Iremos a comprar, ¿Quieres algo?—preguntó Stevenson a su amiga.

—No, estoy bien. Gracias—respondió aun con sus mejillas sonrojadas.

—Bien, volvemos en diez.

Samantha asintió y sus amigas salieron dándole privacidad a la pareja. Al momento en que la puerta se cerró, Steven se acercó a ella, abrazándola de la cintura y atrayéndola de forma posesiva a él.

—De seguro Stevenson ira donde Markus, así es que serán mas de diez, bueno solo si tus demás amigas se entretienen por ahí—dijo con una sonrisa seductora.

—No lo creo. Rose terminó su relación con Markus.—respondió mientras rodeaba el cuello de él con sus brazos.

—Entonces, debería perderse camino de regreso —agregó con una sonrisa para luego besar el cuello de ella.

—¡Steven! —exclamó golpeando en el brazo, pero él solo la observó divertido —No puedes ser así.

—Así, ¿Cómo? ¿sincero para poder estar contigo?

—Podemos estar juntos después de clases. No es necesario hacer ese tipo de comentarios —agregó mientras caminaba hasta su puesto y ordenaba un poco sus cosas.

Steven la observó con el ceño fruncido. ¿Acaso ella ya no deseaba estar con él?. Tragó con dificultad de tan solo pensarlo. Caminó hasta donde se encontraba Samantha, la tomó del brazo de forma brusca e hizo que se girara. Smith lo observó confundida, para luego hacer una pequeña mueca de dolor, de nuevo le estaba presionando fuertemente.

—Escucha una cosa Smith —comenzó a decir sin soltarla aun —Si estoy contigo en estos momentos, es por que de verdad te quiero, ¿Comprendes?

—Steven mi brazo... —dijo con voz poco audible por el dolor de a presión que seguía ejerciendo él.

—¿Comprendes? —volvió a preguntar sin prestarle atención al dolor de su novia. Samantha por su parte arrugó levemente el ceño y asintió rápidamente.

Él la soltó, y tomó su bolso que había dejado sobre una de las mesas. En ese momento, Rose y sus demás compañeros de clases entraban al laboratorio y observaban a Steven; algunos con admiración por ver al capitán del equipo de rugby ahí y otros no de muy buena manera, sobre todo Rose al ver el semblante de Samantha cabizbajo. Steven ya se encontraba en la puerta, pero se detuvo y giró en dirección de Smith.

—Vendré por ti. —Dicho eso, salió de la sala dejando a Samantha preocupada por las actitudes que comenzaba a tener con ella.

Steven siguió su camino, dirigiéndose a los jardines y sentándose en un lugar apartado de la mirada de quienes transitaban en ese lugar. Se sentó en el césped y sacó un pequeño paquete que contenía anfetaminas. Tomó una y busco en su mochila la botella de agua que siempre llevaba consigo. Desde hace ya un tiempo, mas bien desde que aumento el consumo de aquella sustancia, llevaba consigo una botella de agua. Al principio las utilizaba solo para mantenerse despierto y estudiar, pero luego comenzó a tomarlas para sentirse un poco mejor consigo mismo y olvidar por un momento los problemas que pudiese tener, sobre todo cuando se trataba de Samantha. Sentía que su estado anímico aumentaba  (y lo hacia) provocando una falsa felicidad que era momentánea, al igual que la energía, el querer hacer miles de cosas y la concentración; con la droga solo le bastaba unos pocos minutos  y comprendía de forma rápida todos los contenidos de las clases. Pero también sabía que no podía consumirlas por siempre.

Dejó que su espalda se apoyase sobre el tronco del árbol, observó el cielo y como las nubes se deslizaban de forma tranquila y lenta, mientras que él, esperaba que su cuerpo comenzara a reaccionar ante lo consumido.
A veces odiaba su vida y solo quería desaparecer sin importarle las cosas que dejaría atrás. Pero luego pensaba en Samantha y como ella había llegado a él de forma inesperada, al igual que aquel sentimiento llamado amor. Aunque Steven nunca lo reconocería, sentía que estaba enamorado y lo había sentido por primera vez a sus veinticuatro años. Se tomó la cabeza y rascó su nuca mientras que una sonrisa se asomaba en sus labios.

—Estoy jodido—murmuró.

Poco a poco comenzaba a sentir los efectos en su cuerpo, sentía que el cansancio disminuía y la energía volvía a él con mucha mas fuerza. Podría correr miles de kilómetros y no se sentiría fatigado, pero aun así, se mantuvo quieto. Su presión comenzaba a aumentar, sus mejillas las sentía calientes y con ello su ritmo cardíaco. Eran sensaciones de las que ya estaba familiarizado, solo necesitaba un momento más y podría levantarse tranquilamente para dirigirse a su siguiente clase.
En ese momento su teléfono móvil sonó. Lo buscó entre el bolsillo de su pantalón y visualizo que era Adam.

—¿Qué sucede?—inquirió apoyando su cabeza en el tronco del árbol mientras cerraba los ojos.

—La clase esta por comenzar—dijo con tono preocupado—¿Todo bien?

Su amigo lo conocía bastante bien, pero él solo se limitó a sonreír para si mismo, para luego responder:

—Estaré en un minuto, literalmente—rió de forma fría—Nos vemos Byrne.

Sus mejillas ya no mas sentía tan calientes como al principio. Posicionó dos dedos bajo el lóbulo de su oreja, su presión poco a poco disminuía. Sonrió para si mismo y se puso de pie para comenzar a caminar hacia su siguiente clase del día.

Steven poco a poco comenzaba a tener un cambio interno que lo llevaba y seguiría llevando a tomar decisiones erróneas, pero alguien como él, con un trastorno que aun no era diagnosticado le sería difícil darse cuenta de ello. Para él, todo lo que hacía, pensaba y cada decisión que tomaba, estaba en lo correcto. Él nunca se equivocaba y por sobre todo, nunca sentía empatía por los demás. No, para McFadden aquellos ámbitos no existían, lo único válido era ser fuerte, y ser el mejor en todo ámbito. Por que para Steven McFadden, las ambiciones eran las motivaciones más fuertes que podría tener una persona.

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