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Capítulo uno


Giovanni

Somos de una generación criada entre sueños que íbamos a cumplir a esta edad. ¿Pero dónde están esos sueños cuando estamos despiertos? Más que sueños, expectativas. Ser mayor de edad, salir de fiesta, beber alcohol -por fin- de manera legal, sacarse el carnet de conducir, ser más independiente. Estudiar algo que te guste o estudiar algo. Trabajar está bien, pero sin estudios no llegamos a ningún lado. Hacer amigos nuevos, fugaces. Tener una relación, ¿cómo vas a tener diecinueve años y no tener pareja? Sentir que los años escurren como arena entre los dedos. Diez años más y nos casamos, tenemos hijos, trabajamos con el bajo propósito de llegar al salario mínimo a fin de mes.

Suelto un suspiro. Es la tercera vez en el día que pienso en ello, supongo que es mi imperio romano. Es triste, muy triste, estar a punto de cumplir veinte años y no estar feliz por ello. Encontraba con rapidez la felicidad en otros, pero no en mí. Me sentía feliz cuando Damiano nos invitaba a cenar, cuando Frigdiano se interesaba por mí sin necesidad de fingir, cuando mamá sonreía, cuando Lyordi me hablaba de los libros que leía y cuando en el aire se sentía la humedad. Eran momentos de felicidad breve, pequeñas burbujas de jabón que explotaban antes de que alguien les acercara el dedo. La vida eran meras expectativas inalcanzables, un juego en el que todos parecían saberse las reglas excepto yo.

La luz de las farolas iluminaba mi camino pero no lograba iluminar mi estado de ánimo. De lejos se escuchan risas, conversaciones animadas, el bullicio de la gente que esperaba con ansias a que llegara el viernes para poder salir con sus amigos a disfrutar del ambiente y compartir en compañía, quizá una botella de vodka, quizá una de ron.

Entré a la cafetería sin mirar la pizarra de las ofertas y con la mente llena de ruido. Ly ya estaba sentado en un banco al fondo del establecimiento, con los auriculares en las orejas y la cabeza agachada mirando para el libro que tenía entre las manos. Sonreí casi de manera involuntaria.

—Vas a tener problemas de espalda a los treinta como no vayas adaptando una nueva postura para leer —dije a modo de saludo mientras le quitaba uno de los auriculares y lo llevaba hacia mi oreja.

Sonaba Mahmood, pero tuve que esperarme al estribillo para saber que se trataba de su tema Zero. Tarareé un poco esa parte mientras esperaba a que mi amigo terminase de leer el capítulo, tenía esa manía de terminárselos siempre, para él era pecado dejar un capítulo a medias.

—Tú vas a tener problemas en la cara antes de los veinte como sigas metiéndote conmigo, Gio —se burló, tomando su teléfono para detener la canción.

—¿Vas a pegarme... en la cara? No seas aburrido, atrévete a algo más exótico.

—O erótico —alzó sus cejas.

—Hay otras formas de decir que me quieres azotar el culo —fue mi turno de burlarme.

Una carcajada se escapó de sus labios. Yo era feliz con escucharlo reírse. Era de esas personas que tenían una risa escandalosa cuando algo le hacía gracia de verdad, que llamaba la atención de los que estaban a su alrededor.

—Hablando de tus veinte, ¿ya sabes lo que vas a hacer para tu cumpleaños?

Odiaba mi cumpleaños.

Típico pensamiento de adolescente reprimido que no le gusta ser el centro de atención y no quiere que le canten antes de soplar las velas.

En mi caso era porque cada número que sumaba significaba otro año más perdido. La idea de entrar en mis veinte me llenaba de temor.

—No sé si quiero celebrarlo...

—¡Oh, vamos! —exclamó—. Es tu cumpleaños, tenemos que celebrarlo.

—Tú solo quieres un motivo para salir de fiesta, ¿verdad? —me crucé de brazos haciéndome el ofendido.

—Te prometo que es por ti —reprochó en un tono divertido—. Tal vez podríamos ir de viaje, una escapada de un fin de semana o así.

La idea resonó en mí. Sonaba bien. Mientras hablábamos, la presión que sentía comenzaba a ceder un poco. Tal vez no había que tener todo resuelto a los veinte. Siempre había imaginado que a esta edad tendría una vida establecida, un camino claro hacia el futuro, pero el futuro se construía desde el presente y tenía que ir solucionándolo de a poco.

Capítulo de descubrimiento.

—¿Y si hacemos una lista de cosas para hacer antes de los veinte? —propuso.

—No es justo, yo tengo poco tiempo.

—¡Eso lo hace más interesante! —chilló mientras cogía una servilleta y un subrayador, un chico que resuelve—. Besarse con una chica y con un chico.

—¿Por separado o a la vez?

—Ambos, beso de tres —asintió escribiendo—. Bañarse desnudo en el mar, tatuarse algo en la nalga derecha, ir a un club sexual... ¡Tú tienes que leerte un libro!

—Esas ideas son un poco...

—Tomar clases de guitarra, comprar una chaqueta que no sea de cuero —señaló la mía mientras sonreía de manera descarada—, apuntarte a un curso de cerámica, ya puestos a entrenar los dedos con lo de la guitarra también las manos, ¿no?

—Bueno, quizá deberíamos de...

—¡Es perfecto! A ver, ¿qué más? Ir a un festival  pero de música que no conozcamos y bailar hasta que amanezca.

—Odio bailar, sabes de sobra que se soy muy malo moviéndome.

Hizo un gesto para restarle importancia, a estas alturas dudaba incluso de si me estaba escuchando porque parecía estar muy concentrado en lo suyo. Al terminar, dobló la servilleta y la gurdó en mi bolsillo guiñándome un ojo.

—Guárdala bien, como la pierdas voy a hacer una muchísimo peor.

Sabía que no bromeaba, Lyordi era de esos.

Esa servilleta, aunque sencilla, representaba un nuevo comienzo, una puerta abierta a experiencias inesperadas. Cuando finalmente nos despedimos, una sensación de ligereza me acompañó. Estaba listo para lo que viniera.

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