Dinos más sobre tí
Ahora sin malentendidos encima, era la oportunidad perfecta para poder presentar con formalidad a la nueva compañera, Genoveva ahora era formalmente parte de su monasterio y parroquia en la catedral de la ciudad.
- Por favor Genoveva, dinos sobre tí ¿Porqué entraste a un convento? Ciertamente es algo noble, pero es curioso, si te pusieras un vestido costoso y te cubrieras el cabello, cualquiera creería que eres la hija de un noble -La pregunta y comentario de Fray Niño les hizo reír.
- Sinceramente, el convento es lo que considero mi hogar y vocación, incluso nací ahí.
- ¿Naciste? ¿Tu madre era...? -Sor Cocina lucía preocupada por el posible comentario despectivo que podría salir de ello, pero la joven lo negó rápidamente.
- ¡Oh no! Nada de eso -Las expresiones de todos parecieron calmarse un poco- Las hermanas nunca me han ocultado la historia, me dijeron que mi madre llegó allí cuando estaba a punto de dar a luz, perseguida por algún mal que solo Dios conoce, las monjas la recibieron dándole asilo en sagrado, y gracias a ellas y por gracia de Dios nací completamente sana.
- Santo Dios... -Dijo Fray Dolores- Pues... Que bueno que ayudasen a tu madre ¿Pero qué le sucedió?
- Las hermanas me contaron que ella falleció un par de meses después de mi nacimiento, me dejó algunos bienes para mi futuro, y otros que fueron donados al convento como agradecimiento por cuidarnos, a ella durante ese tiempo y a mí por toda la vida que he pasado allí.
- ¿Y cómo es ese lugar? -Preguntó Sor Amiga.
- El convento está unido a lo que en el pueblo llamamos "Casa de Vida y Muerte", allí llegan las mujeres que van a dar a luz o aquellos que han sido abandonados por sus familiares, por eso el convento recibió el nombre de "Mártires en Vida", claro, ha sido así desde hace mucho, me han contado que desde los años en los que la Madre Superiora anterior era aún una novicia, más joven que yo incluso, y eso que ella se retiró al fallecer, ella tenía noventa y ocho años cuando el Señor se la llevó.
- Eso me recuerda algo, no hemos preguntado por tu edad ¿Cuantos años tienes? Te ves jovencita aún.
- Diecisiete, es más, los cumplí el mes pasado.
- ¡Pero si eres pequeñísima comparada con Fray Niño!
- Soy el más joven con cuarenta y dos años -Se rió el hombre- Los demás son más cercanos en edad.
- Todos tenemos entre sesenta y setenta años -Explicó Sor Amiga- Y aunque estemos viejos, aún podemos seguir, mientras tengamos fuerzas cumpliremos nuestro deber.
Compartieron risas, y al percatarse del sonido de las campanas, se vieron apresurados a los rezos de la tarde, por lo que tuvieron que dejar las conversaciones y echar a correr inmediatamente, no podían retrasarse en nada, o todos los superiores les echarían la bronca.
Y a la que más le temían era a la de la Madre Superiora.
Con el pasar de las horas, llegó la hora de la comida, mismo procedimiento de siempre, sentarse en orden, orar y comer en silencio, nada emocionante.
Y ciertamente, el resto del día siguió como si nada.
Solamente el día.
Porque en horas de la noche la situación era otra.
Genoveva se encontraba reunida con la Madre Superiora y el Sacerdote en la iglesia una vez que todos los demás se habían ido a dormir.
- Entonces tengo que quedarme en vela esta noche.
- Me temo que sí, todas las noches asignamos a alguien diferente para vigile por las noches, llegó a suceder en el pasado que venía gente a pedir asilo, pero tristemente no había nadie lo suficientemente despierto que pudiera responder a su llamado -Explicó el sacerdote- Y no podíamos permitir que siquiera sucediendo.
- Entiendo perfectamente, puedo manejarlo.
- Bien dicho Genoveva, que el Señor recompense tu devoción, nosotros tenemos que irnos a descansar -La Madre Superiora le sonrió amablemente antes de darle un par de palmadas en el hombro- ¿Sabes como se abre la puerta verdad?
- Sí Madre, no se preocupe, que tengan buenas noches.
- Muy bien, entonces nos vamos, como la iglesia es fría a estas horas, en uno de los rincones hay un espacio para hacer algo de fuego junto con una manta, debería ser suficiente.
- Gracias por el aviso Padre, le daré uso de ser necesario.
Finalmente sin extender más la conversación, ambos superiores se retiraron en dirección a los dormitorios, mientras que ella simplemente se sentó en una de las bancas con un candelabro alto, lleno de velas encendidas a su lado, mientras un pequeño libro le hacía de compañía.
Algo que agradecía a su formación religiosa era que la habían formado a nivel escolar como a cualquier otra mujer que pudiera contar con semejante privilegio, aunque eso la señalara de rara ante otras mujeres que por diversos motivos no pudieran hacerlo, ella no sería la primera ni la última que gracias a sus creencias podía educarse en lo que quisiera, sabía leer, escribir, contar y lo más importante, podía pensar por si misma, sin la necesidad de que otros le dijeran qué opinar, aunque algunas veces eso implicara guardarse su opinión... O suavizarla mucho, con tal de mantener la paz.
Al pasar de la primera hora, el frío empezaba a afectarle, así que se adelantó a buscar en la esquina que el padre le había indicado, era una manta gruesa y por ende pesada, y apenas envolverse en ella sintió el alivio de aquel calor reconfortante, así que sin más, simplemente fué a sentarse de nuevo, retomando la lectura donde la había dejado.
No era la mejor a la hora de quedarse despierta hasta tarde y desvelarse, pero si se mantenía ocupada, con el esfuerzo suficiente podría hacerlo, aunque quisieran decírselo con sutileza, ella entendía que no toda la gente que pedía asilo podía vivir hasta el día siguiente, era triste y a su vez una realidad, mucha gente vivía y moría todos los días, desde bebés hasta ancianos; nadie podía saber con certeza cuando le tocaría partir al reino de los cielos, así que era algo que por muy doloroso que fuere, había que aceptarlo, pero si podían impedirlo dando refugio, entonces lo harían.
Debió haber pasado una hora o dos, casi tres, había leído una buena parte del libro cuando golpes en la puerta llamaron su atención, dejó todo a un lado para correr a abrirla, dándole paso a un joven de vestimenta un poco extravagante, aunque traía un sencillo calzado de cuero, usaba un pantalón algo ancho, una tela colorida de diseño peculiar en su cadera, y una camisa medio abierta, cabello largo y ondulado de un castaño oscuro casi negro que llevaba atado sobre su hombro y un pañuelo también colorido pero atado en su frente, además de un par de aros dorados que reflejaban la tenue iluminación de las velas, en la oscuridad del lugar, el tono moreno de su piel se notaba un poco más oscuro de lo que debería ser, además de que en comparación a ella él era de cuerpo grande, no solo por su estatura sino también por su contextura física, se le notaba cansado, y simplemente estaba tirado en el piso respirando con pesadez mientras ella cerraba la puerta.
- Hola... -Dijo ella con un tono amable, pero que denotaba cierta preocupación- Imagino que... Has venido a pedir asilo -Añadió mientras volteaba a verlo, apreciando un poco de sus rasgos varoniles, pero a la vez un poco delicados, casi como un contraste.
El joven aún jadeando asintió, seguramente habría estado corriendo desde hacía tiempo, su mano derecha sobre su abdomen, y la otra extendida en el frío piso.
- En ese caso no te preocupes, estarás seguro aquí hasta que lo que sea que te haya estado persiguiendo pase.
Le tomó unos momentos de seguir controlando su respiración para finalmente tomar una bocanada de aire y aguantarla para exhalar más tranquilo, su respiración aún pesaba un poco, pero ya sonaba mas estable- Gracias... Hermana... ¿Puedo saber... Su nombre? -Preguntó entre abriendo sus ojos para mirarla, sus irises tenían un color azulado, poco notable por la tenue iluminación que tenían cerca.
- Genoveva, Genoveva Vandelieri... ¿Cuál es el tuyo? Si vas a estar aquí, me gustaría saber como referirme a tí.
Sonrió levemente de un solo lado por un momento, tomándose unos segundos para respirar profundamente de nuevo y sentarse, ahora más calmado que antes- Zar... Zar Salazar.
Ella rió ligeramente por lo bajo, aunque inmediatamente se tapó la boca con vergüenza- Oh... No pretendía... No lo hice por burlarme es que...
El hizo un gesto con su mano, restándole importancia- No se preocupe, entiendo que la combinación puede resultarle extraña.
Pareció aliviada de que lo entendiera, pero finalmente un destello curioso apareció en su mirada- Tienes un nombre interesante... El título de un gobernante.
- Digamos que mi padre siempre ha sentido una gran confianza en que me aguardan grandes cosas, y perdóneme por alardear, pero considero que mi carácter es lo que mejor lo dice.
Pero ella solo rió de nuevo- Nuestros nombres pueden tener gran poder sobre nosotros, y como afrontamos la vida.
Ante sus palabras, la sonrisa de él se suavizó, en un gesto de apreciación- Es usted muy sabia... Suena a algo que mi abuela diría.
- Podré ser joven, pero crecí como una anciana -E inevitablemente, este comentario los hizo reír a ambos.
Aunque sus risas se vieron interrumpidas por unos fuertes golpes en la puerta, que claramente cortaron la atmósfera amigable entre ambos, ella se preocupó, pero él se tornó serio inmediatamente.
- ¿Venías con alguien más?
- No con alguien a quien quisiera ver...
Por su tono de voz, a ella no le costó entenderlo, aún no sabía casi nada de su actual ciudad, pero si algo era cierto, es que las autoridades allí, eran poco tolerantes con ciertas comunidades, esto la hizo fruncir el ceño, mientras los golpes seguían resonando con insistencia, por lo que determinada, frunció el ceño y respiró hondo.
- Me haré cargo, por favor ve hacia allá, hay una estufa donde te puedes calentar un poco.
- ¿Está segura que quiere hacer esto? Es peligroso y no puedo permitir que una d-
Ella alzó su mano en silencio- No te preocupes... Puedo hacerlo, mi ángel de la guarda permanece a mi lado.
Y sin esperar respuesta se dirigió a la puerta... Para ser tan pequeña, era muy valiente.
Valentía... Una cualidad encantadora.
.
.
.
Y bueno, de nuevo tarde pero más avanzada, ya era hora de traer al galan de regreso.
En fin, aquí les dejo referencia visual de él.
Hecho por mí, cuídense mis guapes.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro