Capítulo 6: Pasado.
Jonan apretó fuertemente los labios, el dolor de su corazón y el temblor de sus manos dejaron a la vista que no estaba de acuerdo con las nuevas normativas de su trabajo. El hombre no era capaz de destruirle la vida a las personas que se atrevían a desafiar las normativas de Optilium.
Desde que la guerra comenzó, su puesto como policía había estado amenazado por el gobierno. La libertad de expresión se desvaneció conforme los meses fueron pasando y, él, aferrado a su propia moralidad, trató de ayudar a los necesitados de la mejor forma que podía. Al principio solo habían sido unos cuantos documentos falsos, otras veces, con la ayuda de varios miembros de la resistencia, conseguía un gran número de identificaciones ilegales que permitían una nueva vida a todos aquellos que la necesitaban. Era un hombre entregado a los demás, le encantaban las caras de satisfacción de sus cliente secretos y soñaba con poder hacer algún día lo mismo. No obstante, sentía que algo no se lo permitía.
La situación en el país empeoraba gradualmente, las restricciones se volvían más y más opresoras y tenía miedo de que su familia pudiera verse afectada en el camino hacia la libertad.
Bella, su pequeña niña, ya era lo suficientemente vulnerable ante los ojos acusatorios del gobierno. Era discapacitada y aquello estaba mal visto. No obstante, gracias a los trabajos extra que Jonan hacía por Optilium, la jovencita se encontraba protegida de cualquier acto en su contra.
En la comisaría no había nadie más que él y unos cuantos papeles que se arrugaban bajo sus dedos. La clara luz de la lámpara de su escritorio iluminó la fotografía de una mujer de aspecto famelico, sus ojos azules y grandes se clavaban en Jonan, como si estuviera juzgandolo silenciosamente.
Amanda Leblanc.
Leyó el nombre una y otra vez, recordando fugazmente su adolescencia. Amanda y él habían tenido un apasionado romance en aquella época, el amor que sintieron acabó destruido bajo las cenizas de un hogar bastante lejano de aquella aldea. Ambos se tuvieron que unir a diferentes matrimonios, alejándose por obligación y extrañandose en la oscuridad de la noche.
Kat y él apenas se querían, trataban de evitar el contacto físico y dormían separados por una cortina invisible de incomodidad. Debían seguir juntos por orden de Optilium y sus hijos, por lo que intentaban adaptarse a esa infeliz vida.
A estas alturas, querido lector, te estarás preguntando si Jonan conocía a Nix antes de adoptarla.
En efecto.
Ambos amantes no habían dejado de verse en todos esos años. Amanda dejó de vivir con Kyle, quien tras el nacimiento de Nix la abandonó por otra mujer más joven, y se encargó de robar para poder darle de comer a su bebé. Jonan intentó ayudarla siempre que podía, ahorrando un dinero extra para enviarselo, no obstante, la joven madre rechazaba los donativos cegada por el orgullo.
Los malos hábitos y la delicuencia acabaron con la vida de Amanda. El incendio no había sido un accidente, el dolor en el pecho de la mujer fue mucho más fuerte que sus ansias por vivir y, tras darle a su pequeña hija un cóctel de pastillas para dormir, prendió fuego a su hogar. Suicidándose.
Jonan se enteró días después y para aquel entonces ya fue demasiado difícil encontrar a Nix sin levantar sospechas de su relación.
Suspiró, acariciando con las yemas de sus dedos la fotografía, y encendió un cigarrillo.
Daría todo por volver a verla.
Nix colocó los codos sobre el alfeizar de la ventana del aula, el atardecer se abría paso en el cielo y sus tonos anaranjados hacían un contraste cálido con el césped verde de los campos deportivos del instituto. Sonrió, el frío se marchaba poco a poco y la primavera llegaba como un rayo de esperanza. Amaba aquella época del año, la calidez del temporal y las flores la ponían de buen humor.
Un silbido la sacó de sus pensamientos y, frunciendo ligeramente el ceño, se asomó hacia abajo. Reconoció de inmediato los rizos rojizos del muchacho, moviéndose naturalmente con el viento, estaba sentado en el sillín de su bicicleta y le sonreía con aquella dulzura tan característica suya. Nix enrojeció y se inclinó un poco más para saludarle.
—Baja.—Le pidió Robert. La menor no lo pensó dos veces. Tomó todas sus pertenencias y las metió dentro de su mochila. Descendió por las vacías escaleras y, una vez en la parte trasera del jardín, se acercó a él.
—¿Qué haces aquí?—preguntó curiosa. El muchacho se encogió de hombros y rió.
—Tu hermana me comentó que estudiabas en este lugar...—Confesó y le quitó la mochila. Nix abrió los labios para quejarse, sin embargo, Robert se la colocó en la espalda.—Seguro que pesa demasiado para ti, puedo llevarte a a algún lado si quieres.— Sugirió entusiasmado.
—Nunca he montado en bici.—La joven se mordió el labio nerviosa y no muy convencida.
—No te vas a caer si te agarras fuerte.—Volvió a insistir, hicieron un breve contacto visual y Nix sonrió tímidamente. No entendía porque le atraía tanto la situación. La adolescente colocó las manos en los anchos hombros del pelirrojo y apoyó los pies en los hierros laterales de las ruedas traseras.—¿Lista?—Murmuró.
—Sí.
Robert comenzó a pedalear fuera del recinto, el agarre de Nix se volvió más fuerte conforme el camino se tornaba desigual, subiendo cuestas y bajando por ellas. No quería asustarla, y menos hacerle daño, por lo que fue lento.
La menor rió, divirtiéndose por el viaje, los rizos de Robert le hacían cosquillas en la barbilla y se percató de que tenía un característico olor a mandarina, le encantó.
Tras un largo rato de pedaleo, llegaron al lago del bosque, el hielo y la nieve se habían marchado, dando lugar a sus cristalinas y tranquilas aguas. Nix analizó el paisaje, emocionada por apreciar lo hermoso que se veía todo.
—Ya que sé que eres nueva en la aldea, me hacía mucha ilusión enseñarte este lugar.—Robert detuvo la bicicleta, dejando que bajase la primera. La miró y no pudo evitar apretar los labios ante lo bonita que se veía fascinada.
Se aclaró la garganta cuando Nix lo pilló admirandola y, revolviendose el cabello, apartó la mirada.
—Es muy bonito.—La menor confesó. Robert asintió y caminaron hasta el pequeño embarcadero. Se sentaron en el borde, silenciosos, y dejaron que sus pies colgasen hasta casi tocar el agua.
—Tus heridas se están curando.—Analizó el joven mientras que, delicadamente, posicionaba un dedo en la mejilla de Nix, esta, extrañamente, no se apartó con el contacto. Parecía una estupidez, pero, sentía que podía confiar en él. —¿Han vuelto a pegarte?—Le preguntó con una genuina preocupación.
La menor negó y dejó que su mirada viajase hacia el rostro pecoso del mayor. Debía reconocer que era bastante guapo.
—¿Y tu brazo?—Nix desvió la conversación, tratando de tranquilizar su nerviosismo.
—Ya se está cerrando la herida.—Se tocó el lugar con una mueca de indiferencia. —. Me sorprendió bastante que supieras detener hemorragias. ¿Dónde lo has aprendido?
—Mi madre me enseñó cuando era muy pequeña. No la recuerdo mucho, pero, le gustaba que aprendiera cosas de supervivencia.—se encogió de hombros y sonrió al pensar en ella. Ronald asintió, algo extrañado por las palabras de la joven.
Los padres que pertenecían a la resistencia solían enseñarles aquellas maniobras a sus hijos, aterrorizados por que algún día ocurriese algo si ellos no estaban presentes. No le dijo nada, tratando de no incomodarla.
—La extrañarás mucho...—La voz de Robert se volvió triste, empatizando con su historia. Nix balanceó sus colgantes pies y llevó un mechón rebelde de cabello hasta su oreja.
—Sí, bastante.—Murmuró y, de repente, un silbato los interrumpió. Giraron la cabeza alarmados, encontrándose con un guardia de alto cargo. Nix se acobardó cuando caminó hacia ellos con la expresión seria.
—¿A caso no sabéis que está prohibido hablar con el género opuesto?—Su tono amenazante los asustó. Nix fue la primera en levantarse, avergonzada por haber roto una norma.
El soldado la recorrió de pies a cabeza con una mirada extraña, provocando que la incomodidad se adueñase del cuerpo de la estudiante. Apretó los labios al recordar al pintor y comenzó a entrar en pánico.
—Lo siento mucho—Robert comenzó a hablar e imitó a Nix, manteniendo la distancia.—. Nos vamos ya...
—No, a ella la llevo yo a casa.—El adulto pasó una mano por los hombros de la inquieta joven, Nix presionó las uñas contra la palma de su mano, tensando todos sus músculos. La joven le lanzó una mirada miedosa al pelirrojo, suplicandole con los ojos que no se atreviera a dejarla allí.
Robert vaciló unos segundos, agobiado por el momento, y negó con la cabeza. El guardia levantó una ceja con soberbia y sorpresa.
—Le prometí a su padre que la acompañaría a casa—Se aproximó a ellos y la alejó bruscamente del adulto. La lucha de miradas entre ambos aterrorizó a la joven, preocupada por que ocurriese algo malo.—. Le han asignado un prometido y hoy vendrá a conocerla, más vale que esté intacta, si no, Optilium se molestará mucho. ¿No?
El hombre pareció decepcionado unos segundos y asintió cruzandose de brazos. Nix se apegó aún más a Robert, buscando algo de protección. El joven se percató de ello y le agarró la mano para tranquilizarla.
—Que lástima, tan solo ibamos a divertirnos un rato.—Rió carente de humor y tomó las mejillas de la asustada adolescente, la fuerza que empleó en el agarre las enrojeció.
Robert, en un acto de rabia y preocupación, lo empujó hacia atrás con fuerza. Nix emitió una fuerte exclamación cuando el puño del guardia se estampó contra el pómulo pecoso del muchacho, quien cayó al suelo por el impacto. La estudiante se agachó corriendo hacia él, atemorizada, y el mayor volvió a atacarlo con una patada directa a su estómago.
—Chico estúpido.—Las carcajadas del soldado enfurecieron a Nix. —¿Crees que no tenemos las listas de los compromisos?—Rápidamente, elevó a la chica como si fuera una simple pluma y tiró de ella hasta su vehículo.
Nix chilló, revolviendose con fiereza contra él. Robert se incorporó sangrando y corrió hacia ambos. Forcejeó con el mayor, desesperado por detenerlo. Se llevó varios golpes, no obstante no dejó de luchar por arrebatarsela.
Entonces, como si alguien hubiera escuchado sus plegarias, el pequeño coche de Jonan se detuvo frente a ellos. El guardia detuvo sus acciones ante la presencia de su jefe y la soltó inmediatamente. Nix cayó al suelo, jadeando a causa del pánico. Por otro lado, Jonan sacó su arma apuntando sin expresión alguna al soldado.
—Jefe...
—¿Qué le ibas a hacer a mi hija?—La furia y el asco en su tono lo aterrorizó.
Robert la alejó de ellos con el corazón en la garganta y la abrazó, buscando la forma de detener su llanto.
—Yo... ¡Yo no lo sabía!—Exclamó sin escapatoria.
Jonan gruñó a la vez que lo acorralaba contra el vehículo. Tomó las esposas de sus bolsillo y se las colocó sin tener que emplear la fuerza.
—Robert, llevala a casa, yo iré enseguida.
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