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Capítulo 4: Soledad, música y una nota.

El miedo fue una de las razones por las que Nix no delató a sus agresoras. Al llegar a su nuevo hogar, con el rostro hinchado por los golpes y un dolor punzante en su irritada garganta, las miradas de la familia se clavaron en ella. La preocupación se esparció en el aire conforme Nix mentía sobre lo sucedido.

-Me caí por las escaleras.-Se excusó, ocultando las ganas de llorar tras una torpe sonrisa.

Evitó las preguntas durante toda la cena, inventando secas respuestas sobre lo ocurrido. Kat decidió no cuestionarla más, mientras que por otro lado, Jonan mantuvo un brillo extrañado en el iris.

Esa misma noche, Nix salió del cuarto de baño con el cabello húmedo y las heridas recién curadas. Sus pies descalzos cruzaron el pasillo y, justo antes de entrar en su dormitorio, escuchó el suave carraspeo del herido. Giró el rostro para poder encontrar la mirada preocupada de Robert y se quedaron callados por unos segundos.

Nix se percató de que no habían intercambiado ninguna palabra desde que lo había curado. El pelirrojo le regaló una bonita sonrisa, haciendo que sus ojos se hicieran más pequeños de lo que ya eran.

-Sé que no te has caído- el herido rompió el silencio. Nix vaciló, sorprendida por sus palabras.-. Debes plantar cara, Nix.-Le aconsejó mientras se acercaba un poco a ella.

La repentina cercanía la puso nerviosa, no obstante, el joven se quedó a una distancia segura. Nix apretó los labios sin romper el contacto visual. Había algo en él que le daba curiosidad. Tal vez era el hecho de que formaba parte de la resistencia, o, también, podía ser la extraña seguridad que presentaba en aquellos momentos. Todos sabían que las mujeres y los hombres tenían mal visto hablar si no eran familia.

Optilium se encargaba de concertar los matrimonios. Así todo era más seguro.

-Ellas son más fuertes que yo...- confesó avergonzada.

-¿Estás segura?- el muchacho apoyó el hombro contra la pared y suspiró.- Para mí sus acciones solo demuestran debilidad.

Nix frunció el ceño, sin llegar a comprender su punto de vista. ¿Cómo podían ser debiles si se habían reído de su sufrimiento? La risa de Robert la sacó de sus pensamientos.

-Hazme caso, no te sientas más pequeña que ellas. Parecen tontas pero en realidad saben cuando atacar para sentirse fuertes.-El herido llevo su mano hasta un mechón rebelde de la menor y con una tierna mirada, una que Nix no había visto nunca, se lo acomodó tras su oreja.

Las mejillas de la adolescente se volvieron de un rojo intenso, incapaz de reaccionar ante el amistoso acto. Robert rió al notar el nerviosismo de la joven y, murmurando un dulce buenas noches, entró en su dormitorio.

El corazón de Nix revoloteó mientras giraba el pomo de la puerta y se adentró en la habitación que compartía con Bella. La rubia leía un libro en su cama, su rostro estaba completamente serio y sus dedos golpeaban en un gesto nervioso la tapa del objeto. Levantó la mirada en cuanto se percató de su presencia.

-¿Te duele mucho?-Le preguntó con preocupación.

-No-Nix mintió a la vez que se arropaba con las sábanas, esta vez no le dió la espalda a Bella y la observó leer.-. Bella ¿Crees en las palabras de Optilium?- Demandó insegura. La nombrada cerró el libro y se recostó en la misma posición que su hermana.

-¿Creer?-Suspiró, su iris azul se perdió en un punto aleatorio de la habitación.-Nunca lo he pensado, la verdad.-Se encogió de hombros y se retiró el flequillo de la frente.-¿Tu lo haces?

-Últimamente no sé que pensar- confesó y se giró, dandole la espalda.-. Buenas noches Bella.

-Buenas noches, hermana.

Robert ya no estaba cuando Nix se despertó. Había deseado, incoscientemente, verlo durante el desayuno, no obstante, el pelirrojo solo dejó una pequeña nota de despedida dándole las gracias por haberlo ayudado. La desilusión le duró toda la mañana y, esta, comenzó a mezclarse con el dolor de sus hematomas. Tenía el rostro más hinchado, además, sentía un punzante dolor de estómago.

Dió las gracias de que aquella mañana no hubieran clases, así al menos, podía evitar a sus compañeras. Estudió con Bella hasta que llegó la hora de comer, Jonan había llegado bastante temprano de trabajar y les trajo unas empanadas de carne que disfrutaron con gusto.

Una vez que tuvieron los estómagos llenos, el adulto llamó a Nix para que le hiciera un pequeño recado. La muchacha aceptó la petición y, en cuestión de minutos, se arregló para ir hasta la plaza central del pueblo. En su corta estancia con los Lakes jamas había escuchado mencionar a la tía Joe por lo que se sorprendió cuando su padre le entregó una caja con comida para ella.

El frío le golpeó el rostro en cuanto puso un pié en la nieve. Sus manos, enfundadas en unos viejos guantes, sujetaban las asas de la cesta. Caminó por las asfaltadas calles, fijándose bien en las direcciones y tratando de hacer el mínimo contacto visual con los guardias.

Los militares le daban miedo, su rostro serio siempre le había transmitido una gran inseguridad y, conforme maduraba, este sentimiento crecía gradualmente en su pecho.

Tenía pocos recuerdos de su infancia, no obstante, la figura militar estaba presente en uno de ellos. Vagamente, recordaba a su madre, entre sus dedos sujetaba su habitual cigarro y entablaba una conversación con un hombre trajeado que reía siniestramente. Quería seguir indagando en aquella escena, pero su mente parecía haber borrado el momento.

Soltó un suspiro y tomó la nota que le había dado Jonan para asegurarse que la destartalada casa que tenía enfrente era de Joe. Tocó a la puerta de madera varias veces, pero nadie salió de esta. Nix desvió la mirada hacia la cesta y decidió quedarse allí hasta que alguien apareciese.

Las horas pasaron y el sol comenzó a descender dando lugar al a un hermoso y rojizo atardecer. La joven se sentó en un escalón de la vivienda y examinó la calle en busca de alguna persona. Nadie se asomaba por allí. Dio por finalizada su espera cuando la sirena que avisaba del toque de queda llenó la aldea.

Se marchó y, algo perdida, consiguió llegar a la plaza principal. Estaba bastante transitada y los puestos de comidas se acomodaban en los laterales, ofreciendo sus mejores platos. El humo que escapaba de las cocinas llenó sus fosas nasales, su estómago rugió. Deambuló por el lugar y, sin poder evitarlo, se detuvo ante un pequeño corrillo que disfrutaba de la música de una guitarra. Se hizo paso entre ellos, queriendo admirar el espectaculo, la figura del joven que tocaba el instrumento se quedaba estática tras una funda llena de monedas.

La melodía se clavó en su corazón, disfrutando con el alma el ambiente tranquilo que creaba. Por primera vez, después de tantos años, notó como la felicidad y la emoción se adhería a sus poros. Las personas tarareaban la canción con tranquilas sonrisas en sus sucios rostros, todos la sabían menos ella.

El muchacho levantó la mirada sobre su gorra y Nix, encantada con el panorama, lo reconoció. Los rizos rojos caían hasta sus ojos claros y rasgados, su sonrisa tan pura como un ángel alegraba a los espectadores y su brazo, vendado bajo su suéter, agitaban las cuerdas.

Se miraron sobre los hombros de la multitud y la adolescente notó algo extraño en su estómago.

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