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Capítulo 20: Presa.

Theo Gale abrió el maletero una vez que llegó a la pequeña ciudad y se encontró con el cuerpo, aún inconsciente, de su nuevo producto de venta. Sonrió ladinamente, no muy convencido de llevarla a su hogar. Según su mejor amigo, Kassiel, la joven acababa de escapar de Optilium y tenía la intención de encontrarse con su familia en el norte, por lo que, aquello sólo le traerías problemas a la larga.

La tomó en brazos delicadamente y abrió la puerta de su destartalada vivienda. El sonido de las risas de sus compañeros de oficio llegó a sus oídos y, sin dirigirles la palabra, recorrió la sucia y desordenada cocina hasta las escaleras del segundo piso. Clay, uno de ellos, pegó un trago de coñác y prestó atención a la desconocida muchacha.

—¿Nueva adquisición?—Se cruzó de brazos al unísono de las carcajadas de los demás. Su voz hizo que Theo levantase una ceja, molesto por la frialdad de su pregunta, siguió su camino y, una vez en la planta superior, se dirigió hacia una gran puerta de madera.

Dio varios golpes en ella con los nudillos, esperando a una respuesta. En cuestión de segundos, la cabeza de una adolescente pelirroja salió de la habitación, tapando con su delgado cuerpo el interior de esta, pasó la mirada por la joven incosciente y terminó de abrir la entrada. El hombre se introdujo en el dormitorio, haciéndose paso entre varias jóvenes que habitaban allí, y la acomodó en una de las camas.

—Avisarme cuándo se despierte.—Les ordenó, girándose sobre sus talones y con la intención de marcharse, no obstante, la misma chica que había abierto la puerta se colocó delante de él.

—Prometiste que no traerías a ninguna más.—La molestia escapó de su boca, agobiada por el poco espacio de la habitación y la cantidad de muchachas que vivían en ella.

Los ojos femeninos se posicionaron en la enfadada chica, quien parecía no temerle al robusto mafioso. El hombre la apartó bruscamente, sin prestarle atención a sus quejas, y abandonó el lugar. El silencio se instaló y, mientras dos de ellas se acercaban a Nix, una niña de unos nueve años corrió hacia los brazos de la pelirroja, fundiénsose en un fuerte abrazo.

—Ruby, no le hables así a Theo.—Una joven de cabello extremadamente rizado y castaño habló sobre las hojas del libro que estaba leyendo, sus ojos se escondían tras unas finas gafas y parecía la más madura entre las seis rehenes.

La nombrada apretó los labios con fuerza, arrodillándose a la altura de la más joven y abrazándola con fuerza, escondió el rostro en el hueco de su cuello e intentó calmar su respiración. Ya no soportaba aquella vida, quería escapar y marcharse tan lejos como pudiera.

—No lo aguanto más, Katia.—Suspiró con los ojos cerrados y un inmenso vacío en el pecho. La pequeña la tomó de las mejillas y se unieron en un íntimo contacto visual.

—Papá nos prometió que vendría a por nosotras...—Murmuró la menor, intentando calmar la desesperación de su hermana.

Ruby no le contestó, su progenitor no era más que un mentiroso que las había vendido por dinero. Aún sabiendo eso, no quería que Grace lo odiase. Le dio una pequeña sonrisa, regresando a su papel de hermana mayor, y la tomó en brazos para llevarla a la cama que compartían, justo enfrente de la nueva integrante. No pudo evitar llevar su mirada hacia ella con curiosidad y se sintió mal, nadie se merecía vivir sin libertad.

—Se está despertando—avisó Úrsula, sus ojos grises empequeñecieron al sonreirle a la alterada adolescente. Colocó una mano en su hombro en el momento que trató de alejarse, hiperventilando.—Tranquila, aquí estás bien.—Quiso ayudarla, sin embargo, Nix se apartó de su tacto, sin comprender nada.

Katia se levantó de su asiento y fue hacia ellas. Su mirada firme y seria provocó en la aterrorizada chica un sentimiento de desprotección que recorrió sus extremidades. ¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado?

Se llevó la mano al rostro, notando como las lágrimas lo recorrían. Había estado tan cerca de la libertad, junto a los Lakes... Sollozó. Todo era una cruel pesadilla.

—No te preocupes, todas lloramos cuando vinimos aquí.—La única que no había hablado, White, pálida como la nieve, se sentó a su lado y le acarició el cabello como si la conociese, el gesto la calmó un poco.

—¿Dónde estoy?—-Preguntó con la voz ahogada por el llanto, examinó el lugar; las paredes eran de piedras oscuras y la madera del suelo tenía algunos agujeros, por otro lado, el olor a humedad impregnaba sus fosas nasales.

—En tu nuevo hogar... Si es que lo podemos llamar asi.—Ruby bromeó pero, por la fulminante mirada de Katia, entendió que no era el momento indicado.

Katia puso la palma de su mano sobre la frente de Nix, notando la calentura de su fiebre. Suspiró y fue hasta la pequeña cocina que tenían en una esquina. Llenó un vaso de agua, regresando hasta el grupo, y le ofreció un poco. Las manos temblorosas de la castaña tomaron el objeto, tragando el fresco líquido.

—Hay que avisar a Theo de que estás despierta, querrá hablar contigo.—Úrsula caminó hacia la puerta y salió por esta. Nix no sabía quién era el dueño de aquel nombre, no obstante, no le transmitía nada bueno.

No se reunió con él hasta que le sirvieron la cena.

La carne que tenía frente sus ojos parecía caducada, además, el miedo y la angustia cerraba su garganta por completo. Levantó la mirada, fijándose en cada una de sus compañeras, comían con desesperación y en total silencio. Hizo una mueca, cortando un trozo y llevándoselo a la boca, una arcada subió por su boca al saborearlo y con un papel se sacó los restos de carne.

—¿No te gusta?—Un susurro masculino, hizo que pegase un pequeño saltito de su asiento. Las jóvenes se tensaron y no se atrevieron a levantar el rostro del plato.— Seguro que Optilium os daba mejor comida...—El hombre que la había comprado caminó hacia ella, la burla en su tono la estremeció.

Lo miró llena de furia en el momento que la obligó a levantarse, sin cuidado, y este la empujó hasta la salida del dormitorio. El pasillo estaba tan oscuro que no consiguió analizar el camino hasta el despacho de Theo. No puso resistencia, cohibida por el peligro, al fin y al cabo, era incapaz de conocer lo que podía hacerle si se revelaba.

El hombre cerró con llave la puerta de la pequeña habitación, provocando que Nix se quedase sin aire del terror. Mantuvo la mirada sobre sus zapatillas deportivas en todo momento.

—Seguro que estarás muy confundida—comenzó su explicación, su expresión cambió a una más relajada y se sentó en la silla de cuero que yacía a su lado—. Puedes estar tranquila, no somos unos violadores o asesinos... — Aseguró, rascando su corta barba, tomó una hoja de su escritorio y la leyó en silencio. Una sonrisa sorprendida apareció en su moreno rostro, Nix la analizó de reojo.—Hija de Kyle y Amanda Leblanc...

La joven frunció el ceño, atónita por que conociese a sus padres, Theo se fijó en su gesto y volvió a dejar el papel sobre la madera de su mesa.

—¿De qué los conoces?—Se avergonzó al sonar tan insegura, tenía miedo de que supiera lo asustada que estaba. Robert le había pedido que se mantuviera firme ante cualquier amenaza y, desde luego, aquella situación aumentaba su vulnerabilidad.

—Tu padre es un socio de este negocio. Es algo vago pero inteligente al hacer tratos...—Se quedó callado cuando Nix bufó. Por lo que se acordaba, Kyle era una persona deplorable, no lo recordaba mucho, aún así, en su memoria quedaron grabadas todas las veces que había humillado a su madre ante sus inocentes ojos. —¿Ocurre algo?—Cuestionó, analizando su mueca de asco.

—¿Él sabe que me tienes retenida en este basurero?— Masculló, armándose de valor. Theo soltó una divertida carcajada.

—Vaya, parece que he comprado a una pequeña princesita— se burló—. A tu padre no le importas en absoluto, te aconsejo que no lo tomes como si fuera una esperanza para escapar.—Sus palabras la afectaron, se sentía como un animal encerrado. Apretó los puños y se clavó las uñas contra la carne de sus manos, el calor la invadió, no había escapatoria. En su interior, suplicó que alguien estuviera buscándola.—Tu estancia puede ser tranquila o un infierno, eso está en tu mano, obedece a todo y no sufriras ningún tipo de daño. Yo mismo me encargaré de protegerte, no todos son tan buenos. Ah, y otra cosa: tienes derecho a un deseo.

Nix asintió, sumisa. Debía comenzar a pensar en su propia supervivencia, aunque, por dentro acababa de morir del todo. Se le revolvió el estómago, necesitaba hablar con los Lakes cuánto antes.

—Ya sé lo que quiero—contestó inmediatamente, Theo levantó una ceja y asintió para que continuase—. Permíteme llamar a mi familia por última vez, le prometo que no les diré nada de esto...

El hombre se mordió el labio inferior, pensativo. Acabó aceptando.

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