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Capítulo 16: Primeros amores.

Teddy se arrastró por todo el despacho, incapaz de poner un pie en el suelo. Las heridas de su espalda ardían y sentía como si llevase la ropa pegada en vez de puesta. Por otro lado, Layton permanecía sentado en una silla, dibujando y disfrutando de los jadeos del rubio. La actitud impasible del adulto, aterrorizó al agonizante muchacho; aquella frialdad era digna de un psicópata.

Colocó una mano en el filo del escritorio y se impulsó para colocarse de rodillas. Necesitaba marcharse de allí cuanto antes y advertir a la resistencia de que debían detener sus acciones. El pintor rió, regresando su mirada hacia él, y volvió a acariciarle el cabello, contrastando la rabia con la dulzura de sus dedos.

-¿Conoces a Amanda Leblanc?-Le preguntó en un susurro. Teddy se estremeció y negó con debilidad.-Ella es la razón por la que encontré a Nix en el orfanato.

Sonrió al verla en la tienda de música. El padre de Robert se había marchado a la ciudad, como solía hacer cuando peleaban, y tenía que llevar el negocio él sólo. Los días allí eran tan aburridos que la presencia de Nix se sentía como un rayo de luz en medio de la tormenta. Se miraron entre los discos de vinilo, separados por varias estanterías y unidos por el ritmo de sus corazones. El pelirrojo se mordió el labio inferior cuando la joven se sonrojó notablemente, se veía realmente hermosa.

Dejaron que la única clienta del lugar se marchara y, una vez solos, se reunieron en la parte más alejada de la tienda. Dónde nadie pudiera espiarlos. Las estanterías ocultaban sus cuerpos y creaba una pequeña salita, decorada con un largo sofá y una mesa blanca.

Robert posicionó un dedo en sus carnosos labios, indicándole que no hiciera ruido, y tomó dos cascos de la estantería. Se acercó a Nix, tanto que la estudiante se puso nerviosa por la cercanía, y, acomodándole el largo cabello, se los puso sobre sus oídos. La muchacha le regaló una tímida sonrisa cuando la música inundó sus sentidos. El mayor la imitó, colocándose unos él también.

Nix fue incapaz de romper el contacto visual con el músico, experimentando el mismo sentimiento de calidez que aquel día en la plaza. Estaban tan cerca que podía notar su respiración sobre sus mejillas, acariciándolas. Las manos de Robert se posicionaron sobre sus estrechas caderas, atrayéndola aún más cerca y dejando que las puntas de sus narices se tocasen.

La sensación de tranquilidad cambió a una tensa, luchando con las ganas de romper más barreras y cometer algo tan ilegal como tierno. No consiguieron atreverse, meciéndose al ritmo de la balada que transmitían sus auriculares.

-Eres preciosa. -Susurró el de cabellos rojizos, Nix no consiguió escucharlo y rió por las cosquillas que sentía en todo el cuerpo. Robert admiró aquel gesto, embobado.

Sus emociones cohesionaron en su interior e, incapaz de conterlo, posicionó los dedos en su delgada nuca, atrayéndola aún más cerca. Los labios de ambos jóvenes se acariciaron sin llegar a presionarse. Nix acabó con la diminuta distancia y lo besó con toda la dulzura del mundo. Dejándose llevar por primera vez por lo que realmente quería.

Dejó de pensar en Optilium, en su madre y en el miedo que sentía cada vez que trataba de vivir libremente. Ahora, le parecía más importante centrarse en los suaves y acogedores labios de Robert. Aunque besar no era algo nuevo para ella, lo vivió como si fuera su primera vez. El pelirrojo no lo hacía con suciedad, él trataba de cuidarla y de amarla como era debido.

Se alejaron cuando necesitaron tomar aire, las manos de Robert siguieron aferradas a Nix, sin querer alejarse. Se analizaron con cariño, la joven volvió a sonrojarse y se emocionó por la mezcla de melodías y sentimientos. Se quedaron en esa posición durante un largo tiempo, bailando y abrazados.

-Me gustas mucho, Nix.-Le dijo a la vez que le apartaba el casco con cuidado. La nombrada apoyó la barbilla en su hombro y cerró los ojos, a ella también le gustaba y mucho.

Teddy caminó por las frías calles de Winterseint, tambaleandose. El dolor de su cuerpo lo mantenía caliente, no obstante, nada le producía más agonía que sus pensamientos. Las palabras de Layton lo conducía a una locura extrema, clavándose en la profundidad de su magullado pecho.

No quiso volver directamente a casa, su estado podría asustar a su familia. Además, él no podía confesar nada de lo que le habían hecho en la mansión. La paliza se quedaba corta con la confesión de Layton.

Amanda no era una santa, en absoluto. Nix acabaría más destrozada si llegase a conocer los trapos sucios de su difunta madre y todo... Por dinero. Apretó los puños con fuerza y se limpió las lágrimas con la manga de su chaqueta. Quería protegerla. Necesitaba hacerle saber que, mientras él viviera, nada podría hacerle más daño.

Se dirigió hacia la tienda de música de Robert, sumido en sus lamentaciones y apunto de desfallecer en la nieve. Las luces estaban encendidas, pero el cartel indicaba que se encontraba cerrada. Apoyó las yemas de los dedos contra la vitrina, dejándola manchada de sangre.

Su respiración se cortó al ver salir de una pequeña habitación a Nix con una agradable sonrisa, entrelazando los dedos con Robert, y notó como su corazón se rompía más que la piel de su espalda. Estaba tan preciosa así de alegre que dudó en si debía pedir ayuda. Se desmayó antes de actuar, el ruido de su cuerpo desplomándose contra la fría entrada alarmó a los jóvenes.

La adolescente soltó una exclamación al reconocerlo y corrió en su auxilio. Robert la ayudó a entrarlo, perplejo por la gravedad de sus heridas. Mientras que el pelirrojo lo llevaba al sofá, Nix, temblorosa, se encargó de bajar las persianas. Fue hasta la sala con rapidez, sus ojos examinaron el estado de Teddy y sintió como algo en ella se hacía añicos.

Robert lo acostó en el sofá, boca arriba para no herirlo más, y le sacó la camiseta. Sus grandes cortes y hematomas aparecieron ante sus horrorizadas miradas. Nix se arrodilló ante él con las lágrimas cayendo por sus blanquecinas mejillas y le acarició el cabello.

-Necesito que me traigas agua templada, jabón y unas gasas, Robert.-Le pidió, soportando el llanto. El pelirrojo asintió y salió rápidamente de allí, dejándolos solos.

Se encargó de cuidarlo mientras Robert regresaba con el botiquín, sin dejar de pasar los dedos por su pelo y asegurándole que todo iba a ir bien. Sabía que no la escuchaba, aún así, necesitaba decirlo en voz alta. Los parpados rasgados de Teddy se levantaron lentamente, relajándose con el tacto de la estudiante y apreciando la genuina preocupación de su rostro.

-Nix...-Intentó incorporarse, no obstante, la muchacha se lo impidió.

-Vas a abrir más tus heridas. -Le explicó, dándole una sonrisa tranquilizadora. El rubio se quedó analizándola en completo silencio, tuvo la necesidad de confesarle lo hermosa que le parecía, pero, en ese instante, Robert volvió a aparecer con el botiquín y un pequeño cubo de agua.

La joven lo curó como si supiera a la perfección todos los pasos y, junto a una extrema delicadeza, los impresionó.

Nix era especial.

Y tal vez por eso, ambos muchachos se habían enamorado de ella.

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