Capítulo 14: Traidora.
El ataque de ansiedad de Nix marcó un antes y después en su vida. Con él había llegado a la cima de sus problemas y necesitaba un cambio. No quería ser más aquella niña asustada que vivía pérdida en un mundo de mentiras, deseaba tener su propia perspectiva de la vida y alejarse de Optilium en cuanto consiguiera una oportunidad.
Y la resistencia podría ayudarla más de lo que pensaba.
Pasó el resto de semanas acudiendo a las reuniones secretas junto a Jonan y Tom, actuó como su padre adoptivo le pidió, primero escuchando y más tarde dando su opinión sincera. El tiempo hizo que se diera cuenta del increíble lavado de cabeza que tenía, las cosas que había pensado que eran lo mejor para su vida comenzaban a desmontarse por sí solas.
La sociedad deseaba ser libre.
Y ella también.
Aunque la vida se empeñase en dañarla.
Las cosas en el instituto no mejoraban, habían pasado de ignorarla, tras plantarle cara a Anna, a tirarle papelitos con la misma palabra: traidora. Nix trataba de no prestarles atención y miraba por la ventana, suplicando que todo terminase de una vez.
No le gustaba odiar a nadie, pero Anna se esforzaba demasiado en enfadarla. No obstante, todo cambió cuando, tras quedarse limpiando el aula, descubrió lo que la rubia soportaba sobre su espalda.
Anna tenía demasiadas amigas y, ante los ignorantes ojos de cualquier aldeano, podía considerarse la mujer modelo de Optilium: rica, hermosa, dispuesta a convertirse en una gran esposa y sobretodo, lo que la educación más remarcaba en las muchachas, virgen.
Nix siempre había tenido un complejo con aquello, tras los abusos de Layton a una temprana edad, perdió la pureza que conservaban sus compañeras como un tesoro. Nadie lo sabía, sin embargo, desde que le quitaron la custodia al pintor el orfanato le había dejado claro que nadie iba a quererla por ello.
Que tenía que tener la boca cerrada.
Tal y como la rubia lo estaba.
Las luces del instituto estaban completamente apagadas y tan solo la anaranjada luz del atardecer iluminaba los largos pasillos del instituto. Nix era la última en marcharse para barrer la basura del suelo, por lo que, en completo silencio y acompañada de sus profundos pensamientos, se dedicó a hacer su trabajo.
Todo estaba tan tranquilo que no se preocupó por la hora y, al dejar la escoba en la habitación de limpieza, pasó por delante de una de las aulas. Sus oídos captaron unos suaves jadeos que salían del interior y, siendo víctima una vez más de su curiosidad, se asomó por la pequeña rendija de la puerta.
Su respiración se detuvo al reconocer a la dueña de aquellos sonidos, rota, semidesnuda y abrazandose a si misma mientras que un profesor le sacaba fotografías con una cámara. Nix apretó los puños, sin ser capaz de marcharse y dejarla allí sola.
Abrió la puerta sin temor y, sorprendiendo a ambos, caminó rápidamente hacia el hombre, quien se echó hacia atrás en un autoreflejo. La adolescente, actuando conforme su rabia la invadía, tomó su cámara fotográfica y la lanzó contra la pared, rompiendole en pedazos.
—¡Eres un pervertido!—Le gritó.
—¿Estás loca?—El profesor la empujó hacia atrás, furioso por que hubiera destrozado algo tan caro como aquello.
Anna se vistió rápidamente, temblando de miedo y vergüenza. Nix se alejó de él para que no la tocase y fue hacia la aterrorizada joven. La abrazó para hacerle saber que estaba allí. No le importó todo el daño que le había hecho, ciega por la empatía.
—Si te vuelves a acercar, voy a denunciarte.—Amenazó con el agobiado llanto de la rubia sobre su cuello.
—¿Y quién os creerá?—La risa del señor las asustó. Anna se aferró más fuerte a la morena mientras que Nix le sostuvo la mirada al adulto para demostrarle que no le tenía miedo. El hombre caminó hacia ambas y con fuerza tomó la larga coleta de la morena, echándole la cabeza hacia atrás con rabia.
—Sueltame.—Le pidió sin acobardarse. Sabía a la perfección que su agresividad era su defensa contra el miedo y no iba a permitir que nadie sufriera lo mismo que ella. El dedo del mayor acarició sus labios, con aquella superioridad que caracterizaba a Layton. Nix le escupió directamente al rostro, ganándose un puñetazo directo a la mejilla.
Los golpes ya no le dolían, ya nada la detendría.
—Zorras, asquerosas.—Las insultó limpiandose con la manga de su traje, las fulminó con los ojos y salió de allí para no meterse en ningún problema.
Los fuertes pasos se hicieron cada vez más silenciosos y, una vez completamente solas, Nix tomó la barbilla de su compañera para poder mirarla a la cara.
Le causó una fuerte impresión verla tan destrozada, su cara se encontraba completamente humeda y sus labios rojos e hinchados, su inusual vulnerabilidad afectó a la morena.
—No te preocupes, Anna.—Habló con suavidad, intentando que dejase de temblar.
—Déjame en paz—se apartó nerviosa, ante los atentos ojos de la contraria, tomó la tarjeta de memoria de la cámara y la introdujo dentro de su vestido-. Ten la boca cerrada o te prometo que hago de tu vida un infierno.
Nix, totalmente perpleja por su reacción, dejó que se marchase. Se quedó unos minutos allí, notando como poco a poco su mejilla dolía, y gruñó por lo bajo. Anna seguía siendo la misma.
Tomó su mochila y se marchó de allí lo más rápido que pudo. Sus pensamientos se dispararon, cada día que pasaba sentía que el peligro crecía. Al fin y al cabo, nadie estaba seguro en un país que disfrutaba del sufrimiento de los demás.
Evitó la plaza de camino a casa, aquel lugar no era el mismo desde los fusilamientos. Robert ya no llevaba su guitarra y la música había desaparecido por completo. Suspiró al pensar en el pelirrojo. Sus ojos claros solían admirarla en medio de las reuniones, atento a ella como si quisiera decirle algo. Por otro lado, Teddy intentaba mantenerse alejado.
Su relación había cambiado desde que la encontró en la habitación de Layton y Nix, sabía casi a la perfección, que el de ojos rasgados no era consciente de lo que ocurría entre ellos.
No se dió cuenta de dónde la llevaban sus pies hasta que Gaya apareció ante ella, leyendo en la entrada de su pobre hogar. Se saludaron con una tímida sonrisa y la mayor se sentó a su lado.
—¿Cómo estás?—Le preguntó la más joven mientras dejaba a un lado el libro y la miraba directamente a los ojos.
—Creo que bien—contestó jugando con los cordones de sus desgastadas botas, en el fondo recordó la mirada asustada de Anna y se le revolvió el estómago—. ¿Teddy está trabajando?
El rostro de Gaya esbozó una divertida sonrisa y negó.
—Estoy aquí, Nix.—El deportista salió del hogar, no sin antes fijarse si alguien los estaba mirando, y le hizo un gesto a la joven para que entrase con él.
Nix se levantó y lo siguió hacia la cocina, totalmente en silencio. El lugar estaba vacío y se podía apreciar la música de una vieja radio, reconoció la balada inmediatamente. Como siempre, por Layton.
—Es peligroso que vengas hasta aquí, los soldados están más atentos que nunca.—Murmuró Teddy mientras se hacía un café. Esa noche iba a trabajar más que nunca y esperaba estar bastante despierto.
—Quería verte.—La muchacha confesó, sentándose en una silla y frotándose los muslos con los guantes por el frío.
Teddy se giró para poder mirarla, frunció el ceño al ver una de sus mejillas roja e hinchada.
—Siempre te metes en líos... ¿Qué ha pasado esta vez?—Caminó hacia ella y sin que lo detuviera acarició aquel dolorido lugar. Nix notó una pequeña descarga eléctrica, confundida por el contraste de su actitud fría y la preocupación que escapaba de sus poros.
Dudó en contárselo, aunque Anna fuera desagradable con ella, sería rastrero revelar lo ocurrido.
—Me resbalé.—Se encogió de hombros y sonrió nerviosa por su mirada. Teddy apartó los dedos de su mejilla y tomó aire, sin creerla.
—¿Por qué querías verme?—Cambió de tema, aún sin alejarse de ella.
—Necesitaba asegurarme si aún...—Nix suspiró, armandose de valor—estás enfadado conmigo. Por lo de... Por lo de tu jefe.—Le costó hablar de él, aquello sólo lo hacía en su mente, para ella misma.
Teddy pareció vacilar unos segundos, recorriendo el delgaducho y pequeño rostro de la adolescente, su expresión era tan dura que Nix pensó que le iba a insultar.
—¿Qué eres para él? Sé que no trabajas en el prostíbulo y Jonan es demasiado hombre como para venderte.—Su voz fría la estremeció, la menor apartó la mirada y se abotonó mejor el abrigo en un gesto nervioso.
—Me adoptó cuando tenía diez años—el nudo en su garganta cambió su tonalidad seria a una temblorosa —. Le quitaron la custodia un año más tarde...—no quiso continuar, pero la confusión en el rostro de su amigo le hizo pensar que ya era hora de no quedarse callada—Yo pensaba que me quería, me compraba todo lo que deseaba, me llevaba de viaje y me enseñó muchísima cultura. Pero... Una noche tuve una pesadilla y me acosté en su cama —el corazón de ambos comenzó a latir muy fuerte, Teddy ya no mantenía una postura rígida y demandante, si no que en aquel momento estaba apunto de llorar con ella—, comenzó a acariciarme en lugares que no quería y no se lo negué porque pensaba que era normal, que trataba de darme el amor que siempre había necesitado.
—Nix—la llamó cuando agachó la mirada y se abrazó a sí misma—, no tienes que contarmelo si no estás preparada.
La joven sonrió tristemente al escucharlo y se levantó hasta quedar cerca de su rostro.
—Fui a la mansión porque lo ví en la carrera, me acordé y no conseguí mantenerme fuerte. ¿Te doy asco por ello?—El dolor en su voz creó una sensación de angustia en el mayor, quien era incapaz de romper el contacto visual con la joven.
—¿Cómo podría sentir asco por ti?—Susurró con lágrimas en los ojos, enredó las yemas de sus dedos en el largo cabello de Nix y se mordió el interior de la mejilla, conteniendose.
—Gracias por todo, Teddy.—Agradeció y colocó la cabeza en el arco de su cuello, aspirando el olor a menta de su ropa. El mayor se quedó inmóvil, asimilando todo.
Nunca sentiría asco por ella.
Jamás.
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