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Capítulo 10: Layton.

Teddy pasó el brazo por el hombro de Nix amistosamente y dejó, juntando ambas cabezas, que Kai les colocase la medalla del segundo puesto. Los flases de las cámaras de los periodistas provocaban que la joven se marease un poco, sin embargo, la felicidad invadió su casi esquelético cuerpo y permitió que su entrenador les tomase una fotografía a ambos ganadores.

Las mejillas de ambos muchachos permanecieron pegadas un largo tiempo, atrapados en medio de una ola de admiración y aplausos. Nix, como si la realidad la golpease en medio de tanta euforia, se cuestionó la moral de todos los presentes. ¿Estarían festejando de aquel modo si fueran conscientes de que era una mujer? Teddy pareció darse cuenta y se incomodó cuando uno de tantos espectadores exclamó el nombre del líder de Optilium.

Kotren Mask.

La adolescente siempre se había imaginado al gobernador como un hombre alto y con un aspecto terrorífico, al fin y al cabo la influencia de este en el país era magnífica, todos hablaban de él como si fuera un héroe. Tal vez, por aquel pensamiento, tuvo que analizarlo varias veces para poder asegurarse de que era el mismísimo jefe de Optilium. Al contrario de su creativa imaginación, Kroten era tan pequeño que apenas superaba el metro y medio, su calvicie brillaba ante los rayos de sol y sus gafas de montura amarilla ocultaban unos ojos pequeños y sumamente negros. El bigote solo le daba un aspecto más ridiculo.

El rubio colocó una mano en la cintura de su compañera, echandola hacia atrás como si quisiera protegerla de algo. Nix frunció el ceño, sin comprender la acción del todo.

Kroten aplaudió, silenciando a todos los presentes, y se dirigió hacia los ganadores. Le dió la mano al muchacho del primer puesto y, seguidamente, se acercó a ambos con una mirada intensa.

—Tú—Señaló a Nix. Teddy apretó aún más el agarre, queriendo calmarla de alguna forma. Pero, por el contrario, la muchacha no parecía asustada. —. ¿Cómo te llamas?

—Bruno, Bruno Selander—El joven contestó por ella, llenando el aire de una extraña confusión e incomodidad.—. Es mudo, señor.

El líder levantó una de sus cejas y asintió sin dejar de admirarla. A Nix le pareció que quería conocer todos sus secretos y, sabiendo que aquello era totalmente imposible, se asustó por dudar de si podía leerle la mente. Le extendió una mano con amabilidad y Kroten la atrapó entre su cayosa, casi despellejada, mano.

—Eres el claro ejemplo de que el gobierno de Optilium es eficaz en las personas— giró su regordete cuerpo hacia la estupefacta multitud y alzó los brazos como si acabase de presenciar un milagro— . ¿Lo habéis visto todos? ¡Bruno! ¡Bruno es la viva imagen de nuestro gobierno!—bramó—. La bondad y humildad que habita en su pequeño cuerpo es todo obra de la influencia de Optilium.

Nix se agobió, aturdida por la absurdas palabras que salían por la boca del gobernante. Tuvo la necesidad de arrancarse la gorra y dejar a la vists su largo cabello, callando de esa manera aquella asquerosa hipocresía, sin embargo, no muy lejos de donde estaba, consiguió reconocer un rostro demasiado familiar que le impidió actuar.

Habían pasado cinco duros y agotadores años, aún así, Nix nunca dejó de soñar con el hombre que le estaba devolviendo la perpleja mirada. Teddy consiguió sostenerla antes de que sus rodillas golpearan la tierra del suelo.

Layton.

El famoso pintor la observó con detenimiento, como si después de todo aquel tiempo le costase reconocer a la pobre chiquilla que había destrozado. El sudor cayó por la frente de la deportista y se estremeció al recordarlo todo una vez más.

—¿Se encuentra bien?—Cuestionó uno de los periodistas al apreciar la palidez de la muchacha. Esta apartó los ojos de Layton, intentando salir de su propia pesadilla e, incapaz de hacerle frente a sus miedos, notó como una arcada subió por su garganta.

La comida revuelta de su estómago salió expulsada de su boca y se deslizó por la chaqueta de cuero de Kraten. La exclamación de la gente creó un estado de confusión en Nix, quien tardó en percatarse de lo que había hecho. Se llevó la mano a la boca, sintiendo como el pánico explotaba en su interior. Teddy no reaccionó con los ojos como platos.

—¡Lo siento muchísimo!—Kai corrió hacia Kraten y con uno de sus pañuelos intentó limpiar el desastre. El líder, soportando la furia que le recorría en aquellos momentos, negó para no alborotar más el espectáculo.

Por otro lado, Nix ya se había marchado corriendo.

Se perdió en la dirección contraria del lugar y buscó un baño con desesperación. No quería estar expuesta al peligro, se sentía tan desprotegida que notaba como la ansiedad florecía en su interior. Entró en el cuarto de baño más próximo y su mirada se encontró con varios adolescentes hablando animadamente. Evitó sus palabras, recordándole que era el chico que había vomitado encima de el líder, y se introdujo en uno de los cubículos mientras se tapaba los oídos.

Le costó respirar, notando el pecho muy pesado, y tembló. Pequeños recuerdos pasaron por su mente, angustiandola, y sus mejillas se empaparon de todas las lágrimas que había estado reprimiendo.

Odiaba volver a sentir sus manos y que el olor de pintura vieja regresase a sus fosas nasales. Se sentó mareada en la tapa del inodoro y se abrazó a si misma como si pudiera evitar cualquier tipo de daño. De un momento a otro, en medio de sus silenciosos sollozos, la cabellera rubia de Teddy se introdujo en el pequeño espacio.

Nix levantó la mirada, haciendo un íntimo contacto visual con el preocupado muchacho, y se sorprendió cuando la tomó de la mano. Teddy acarició sus nudillos y apretó los labios con pesar. La joven tuvo la sensación de que él estaba intentando calmar su sufrimiento, desgraciadamente de una forma inútil porque aquel trauma ya no se podría borrar de su vida.

—No me gusta verte llorar.—Confesó arrodillandose frente a ella y dejando a un lado su actitud fría y burlona.

Nix se limpió las lágrimas con los dedos temblorosos y suspiró al no poder detener el terror que la estaba consumiendo.

—¿Me he metido en un problema?—Consiguió hablar y se avergonzó cuando su voz sonó quebrada. Teddy negó sin abandonar su mano y sacó un pañuelo del bolsillo, ayudándola a deshacerse de la húmedad de sus mejillas. Aquel tacto provocó que a la joven se le revolviese aún más el estómago.

Se perdió en la inmensidad del mar marrón de su iris y en él encontró la protección que anhelaba desesperadamente.

—Gracias, Teddy.—Sonrió dulcemente, aún sin abandonar el cosquilleo de sus extremidades y el miedo de volver a cruzar miradas con Layton.

El nombrado vaciló unos segundos antes de envolverla entre sus largos y musculosos brazos, reconfortandola. Nix, por primera vez en mucho tiempo, pensó en lo afortunada que se sentía por pertenecer a aquel lugar. Apoyó el rostro en el pecho del mayor y cerró los ojos, tranquilizandose con su respiración.

Se quedaron en aquel estrecho lugar, aferrandose mutuamente en medio de un mundo tan peligroso como hermoso. Las caricias de Teddy en el brazo de la chica provocaron una serie de descargas eléctricas en ambos.

Haber visto a Layton después de tantos años, había provocado algo extraño en Nix. Las noches se volvieron angustiosas y aterradoras, no obstante, no habló con nadie al respecto.

El suceso con el líder de Optilium había sido tan cómico que los periodístas y la televisión sólo hablaban de ello. Por otro lado, a la adolescente no le hacía gracia en absoluto. ¿Por qué no podía borrar aquella mirada indiferente de su mente? Aún no lo superaba y aquello se vió reflejado cuando una tarde se sentó frente al ordenador de la sala de informática del instituto para buscar información de su antiguo padre.

No se sorprendió cuando leyó los titulares. Seguía siendo igual de famoso e importante que antes. De solo ver su asquerosa imagen en Internet las ganas de devolver volvieron a ella. Incoscientemente, intentó encontrar alguna noticia sobre el abuso y el juicio, no encontró nada más que un sospechoso vacío de noticias en aquellos años.

Suspiró con mucho dolor de cabeza y, tras un tiempo de investigación, el anuncio de su nueva exposición de arte apareció ante su cansada vista. Leyó la ubicación y se frotó la barbilla al percatarse de que aquel lugar no estaba muy lejos. Como si su cuerpo actuase solo imprimió el folleto.

Le dio el dinero a la mujer que se encargaba de la imprenta y esta la miró con una agradable sonrisa.

—¿Te gusta el arte? Layton es un increíble pintor. —Admiró devolviendole el cambio junto al folleto. Nix no contestó, molesta, y salió del lugar con el papel bajo su brazo.

Estuvo pensando en ello durante toda la semana, y cuando llegó la noche del evento, se escapó del hogar en medio de la penumbra. Nix no conseguía actuar con normalidad, actuando de una forma casi impulsiva y poseída. Le robó dinero  a Jonan sin pensar en las consecuencias y tomó un autobús hacia el centro de la ciudad.

Tardó un largo rato en encontrar la inmensa mansión de Layton. No obstante, consiguió divisarla en medio de las personas que iban, al igual que ella, a la famosa exposición.

Estuvo apunto de salir corriendo en la dirección opuestas varias veces, agobiada por la inmadurez de sus actos. Pero, algo muy dentro de su roto corazón, quería estar allí y verlo una vez más. Pagó la entrada en el portal decorado por rosas rojizas y entró como si fuese una pesadilla demasiado real.

Se acordaba de todo a la perfección, los primeros cuadros colgados en el pasillo que daba al lujoso salón y las esculturas blancas de mujeres antiguas. Apretó los labios fuertemente cuando llegó a la sala principal, al contrario de  las mujeres presentes, no llevaba ningún traje de gala, sino que, enfundada en un pobre y desilachado vestido, parecía sacada de otra realidad completamente diferente.

Las personas de las ciudades no se parecían en absoluto a la de las aldeas. No tenían la misma pobreza y mucho menos se morían de hambre o frío. Notó como el nerviosismo se hacía presente en su delgaducho cuerpo y alzó la mirada para apreciar los cuadros. ¿Cómo alguien tan terrorífico podía crear cosas tan hermosas?

Una mano tocó su hombro y, dando un pequeño saltito, se giró para poder apreciar a la persona que la había tocado. Layton la miró con los ojos llenos de perplejidad. La adrenalina batalló contra las ganas de huir de la joven, sin embargo, sus pies no respondieron. Sus ojos verdes le recorrieron el pálido rostro, como si fuera una maquina de reconocimiento. Nix notó como las lágrimas se agolparon en las cuencas de sus ojos.

—¿Eres Nix? ¿Mi hermosa Nix?—Su voz tan reconocible la golpeó como una fuerte bofetada.

Se suplicó a si misma que negase y se marchase, estaba en peligro, no tenía por que volver a esa dura vida.

—Sí.—Afirmó, en aquel momento no era ella.

Layton le dió la sonrisa más tenebrosa que había visto en su vida. Nix pasó la noche allí, defraudandose a sí misma y permitiendo una vez más que jugaran a su costa.

Al fin y al cabo, entre las sábanas de seda y el lujo de la riqueza del pintor, reconocía que tenía un grave problema.

Y este era ser igual de dependiente que Amanda.

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