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Capítulo 1: Winterseint.


Nix llegó a la aldea de Winterseint por la noche. Las estrellas brillaban sobre los puntiagudos tejados de las casas y la nieve provocaba que las botas de la muchacha se deslizasen torpemente de vez en cuando. El frío era descomunal, no obstante, la temperatura no parecía ser un obstáculo para los infantes que jugaban al fútbol en el barrio y, arropados por finas chaquetas, guantes desilachados y bufandas repletas de agujeros, reían sin cesar ante la seria mirada de los soldados que esperaban el toque de queda.

Jonan, quien sujetaba las pocas pertenencias de su nueva hija, la guió hasta una dimimuta vivienda. Esta se encontraba situada en el centro de la calle, pegada entre varios hogares de similar estructura. El adulto abrió la puerta de entrada provocando que un chirrido se escapase de ella, entraron en silencio y Nix, un tanto cohibida, analizó el decorado hogareño del recibidor.

La pintura de las paredes eran de un intenso color azul oscuro y los cuadros, los cuales reconocía por sus años conviviendo con el vil pintor, adornaban el pasillo. Un muchacho salió de la cocina y les regaló una bonita sonrisa de bienvenida, era mayor que ella, sin embargo, no superaba los dieciocho.

—Hola, soy Tom—Se presentó mientras tiraba de una pequeña silla de ruedas, la niña que estaba sentada en ella poseía unos ojos increíblemente azules y la admiró con cierta curiosidad—. Y ella es Bella, mi hermana pequeña.

La joven discapacitada no sonrió, extrañada por la seriedad de su nueva compañera. Nix asintió tímidamente y se respaldó tras la espalda de Jonan. No se sentía capaz de confiar en nadie. El padre se encogió de hombros ante sus confundidos hijos.

—Eres un poco tímida. ¿Verdad?—La madre de la familia, Kat, descendió por las escaleras que conducían al piso superior y se posicionó al lado de Tom. Nix asintió incapaz de hablar.—No pasa nada, preciosa— la tranquilizó mientras hacía que se quitase el abrigo— . Tu cena está preparada, supongo que estarás hambrienta.

La cena estuvo llena de preguntas por parte de su nueva familia. Nix no estaba aconstumbrada a aquel genuino interés, aún así, trató de ser lo más amable posible.  Quiso pensar que ellos eran los definitivos y no pudo evitar que la vulnerabilidad creciese en la boca de su estómago. Tenía mucho miedo.

El cansancio atacó su cuerpo poco tiempo después, por lo que Jonan tomó en brazos a Bella y le indicó a la agotada joven que los siguiese.

Su habitación era bastante pequeña. Consistía en dos camas separadas por un largo escritorio con sus respectivas sillas de madera, los armarios se situaban en el extremo izquierdo de la puerta, justo al lado de un gran ventanal que daba vistas a las demás ventanas del vecindario.

El mayor recostó a la niña en su cama con extrema delicadeza y, antes de salir, le guiñó un ojo tiernamente a Nix. La adolescente se quedó de pie un buen rato, colocando su maleta en el suelo y sacando de esta su camisón, por otro lado, Bella mantuvo su firme mirada sobre ella.

Se cambió intimidada, deshaciendose de su ropa hasta llegar a su vestido interior. Las quemaduras de su brazo izquierdo quedaron visibles. Bella apretó los labios al percatarse de su piel arrugada y desuniforme.

—¿Qué te ocurrió?—Preguntó sin poder apartar la mirada de aquel lugar.

Nix se avergonzó y se cubrió rápidamente con su camisón. Giró el rostro para hacer contacto visual con su compañera de habitación y, sentandose en la cama, le habló por primera vez.

—Me quemé cocinando.—Confesó mientras se introducía entre las sábanas, se recostó de espaldas a Bella y del calcetín sacó una pequeña fotografia. Apretó los labios notando un vacío familiar en el pecho, la imagen de su difunta madre le sonreía con dulzura, seguidamente, acarició su rostro de papel.

—Te debió doler...—La de ojos azules volvió a romper el incómodo silencio, empeñada en seguir hablando.

—Un poco.—Murmuró, no le gustaba recordar aquel día. A la familia Hillman nunca les había preocupado su bienestar, sino, el dinero que el orfanato les daba por "cuidarla".

—Aquí te cuidaremos bien, Nix—Bella afirmó y seguidamente bostezó. La nombrada sonrió incoscientemente al escucharla y deseó poder creerla—. Somos algo pobres pero no nos falta de nada.—Prosiguió, apagando la luz.

La profunda oscuridad se adueñó del dormitorio.

Nix se esforzó en detener su temblor y cerró los ojos con fuerza. Sus miedos siempre aparecían cuando la luz se marchaba, siendo incapaz de escapar de los recuerdos. En su mente, él volvía a introducirse en su cama y la piel cayosa de sus manos le subía por el pequeño muslo.

—¿Puedes encender la luz, por favor?—Le pidió con la voz temblorosa minutos más tarde. Bella no se quejó y prendió una pequeña lámpara.—Lo siento, no puedo dormir con la luz apagada.—Se disculpó y se removió hasta poder mirarla directamente.—Si te molesta, puedes apagarla.

—No, no—negó y se apartó el cabello rubio de la frente—. Así está bien.-Rió.

Nix se sintió mejor.

Kat las despertó a la mañana siguiente con una cálida sonrisa. En su esqueletica mano sostuvo sus uniformes escolares mientras que con la otra apagó la lamparita que se había quedado encendida durante toda la noche. La nueva miembro de la familia se levantó rápidamente, aún un poco incómoda, y ayudó a la mujer a plegar la silla de Bella.

Se marcharon a la escuela juntas, la señora Lakes debía irse a trabajar en una de las mansiones de la ciudad por lo que no podía llevarlas. A Nix no le importó demasiado, al fin y al cabo, ella nunca había tenido a nadie que la acompañase, aún así, se preocupó por Bella. ¿Había tenido que conducir sola su silla de ruedas por las carreteras congeladas? Apoyó las manos en las manecillas, empujando, y le facilitó el camino hasta su destino.

—Gracias, Nix.—Agradeció sonriente.—Estoy aconstumbrada a hacerlo sola.—Informó, se colocó mejor los guantes y admiró a todos los jovenes que caminaban delante de ellas.

—Apartir de ahora te llevaré yo.—La adolescente indicó tratando de no caerse por el resbaladizo suelo.

La escuela apareció ante sus ojos media hora más tarde, la nueva estudiante subió a su compañera por las rampas especiales y siguió sus indicaciones hasta dejarla en la puerta de su aula. Una vez allí, se sonrieron amistosamente.

—Ten un buen día, hermana.—Bella le dio la mano, transmitiendole fuerza. Nix se estremeció al sentir el contacto físico.

—Igualmente.—Susurró fijándose en como entraba. Se colocó mejor la corbata y suspiró. Todo iría bien, se dijo.

Con la ayuda de Grace Hallan, su nueva tutora, encontró su respectivo salón. Los alumnos parecieron darle una agradable bienvenida, sin embargo, aquella simpatía les duró poco tiempo, más concretamente hasta la hora de la comida.

Nunca se esperó que Bella sufriera el odio de sus compañeros de clase.

Mientras que Nix comía en una esquina del patio junto a varias chicas, la menor de los Lakes leía apartada un libro de tapas verdes. La mayor le saludó entusiasmada por verla de nuevo e, incorporándose para ir hacia la rubia, notó como una de las chicas que la había invitado a almorzar con ella tomaba su mano.

—No vayas.—Le ordenó con el ceño fruncido. La recién llegada giró su rostro confundida.—Debes aprender con quien puedes juntarte, Nix.

—¿Qué?

—Nadie se acerca a Bella Lakes.—Prosiguió otra de ellas, clavandole sus ojos negros. Nix se deshizo del agarre de ambas y sonrió con superioridad.

—Yo hago lo que quiero.—Sentenció, tomó sus cosas rápidamente y caminó hacia la solitaria joven. La rubia analizó la situación sorprendida por su acción.

—Ya te has ganado una enemiga.—Susurró con una pequeña sonrisa.

—No quiero amistades así.—Se sentó a su lado y le arrebató el libro, sus acciones se volvieron más seguras.—Magia y estrellas.— Leyó, cambiando de tema.—¿Es bueno?

—Sí, supongo. He leído mejores.—Se encogió de hombros.

—Entonces deberás enseñarmelos.

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