Capítulo 4: El surgir de mi día a día-Parte 4
Lunes, 1 de enero, 2019. Son las 7:48 p.m.
Cuando Kaleb ya no encontraba sentido a nada, algo cambió. Los policías llegaron, armados, pero algo estaba fuera de lugar. Kaleb los observó con una mirada profunda, algo en ellos le resultaba extraño. Uno de los oficiales sostenía algo en la mano, un tatuaje, una marca inconfundible: el símbolo de Los Krakens. En un abrir y cerrar de ojos, Kaleb se levantó con una velocidad mortal, derribando a uno de los guardias al suelo.
Vianey, desde su posición, observaba detenidamente, y uno de los policías la tomó bruscamente por las esposas, llevándola hacia un cuarto privado.
Un estruendoso BOOM resonó por todo el edificio. Kaleb reconoció inmediatamente el sonido. ¡Un ataque de bombarderos! La memoria de aquel ataque terrorista de hace nueve años lo golpeó con fuerza. El pánico lo paralizó por un momento, pero la voz del policía lo trajo de vuelta a la realidad.
—Policía: ¿Qué está pasando?
En su desesperación, Kaleb gritó:
—Kaleb: ¡No lo ves! Son Los Krakens. ¡Tenemos que salir de aquí antes de que exploten todo el edificio! ...¡Espera! ¿Qué pasa con Vianey?
Mientras tanto, en el baño de la delegación con un delincuente que tenía puesto un uniforme de policía, con una sonrisa lasciva se acercaba a Vianey. El ambiente estaba impregnado de una sensación nauseabunda.
—Delincuente: Vamos, preciosa, quítate la ropa. Sé que con esas esposas aún puedes quitarte los pantalones.
—Vianey: Bueno, si eso quieres... Pero antes déjame pedirte algo: Si vas a hacer esto, al menos... dame un beso. Un beso, mínimo, no? - dice con cara de malcriada.
El delincuente, sin pensarlo, se acercó para tocarla, y en un instante, Vianey susurró con una mirada gélida:
—Vianey: ¡Qilin!
En ese momento, una bestia mítica emergió del cuerpo de Vianey, y con ferocidad, mordió la cara del delincuente, arrancándosela de cuajo. La violencia del ataque dejó al hombre atónito, mientras Vianey aprovechaba para darle una patada certera en la ingle.
Qilin, la bestia, utilizó su ácido corrosivo para liberar a Vianey de las esposas. La joven, temblando de rabia, se levantó, su mirada llena de desprecio hacia el hombre caído.
—Vianey (pensando): Si hay algo que odio en este mundo, es que la gente crea que soy débil. Pero nadie sabe de dónde vengo. Nadie sabe lo que he tenido que soportar. Y, sinceramente, ni siquiera importa. El mundo no cambiará, lo sé. Sólo me queda sobrevivir.
Mientras tanto, los miembros de Los Krakens avanzaban por las instalaciones. Habían masacrado silenciosamente a los policías en el piso superior, dejando tras de sí un rastro de cuerpos sin vida. Neutralizaron sus armas y rompieron cuellos sin piedad.
En la celda, Kaleb suplicaba por su libertad, pidiendo que le quitaran las esposas, pero el policía, con los nervios a flor de piel, las dejó caer y huyó.
—Kaleb: ¡Espera! ¡Vuelve aquí, cobarde de mierda!
El sonido de una nueva explosión sacudió el lugar, el miedo se apoderó de Kaleb, pero no se rindió. Gritó con furia:
—Kaleb: ¡Ojalá te maten, maldito cabrón!
Vianey, mientras tanto, ocultaba el cuerpo del pandillero en el baño y corría para escapar antes de que el edificio se viniera abajo. En su prisa, se topó con Kaleb, que ya luchaba por mantenerse consciente. Con el aire cargado de humo y las heridas destilando sangre, Kaleb ya no podía más. Pero cuando vio a Vianey acercarse, no pudo evitar sentirse agradecido, a pesar de todo.
Vianey, sin mirarlo, empezó a liberar a Kaleb de las esposas. Se disculpó con un tono de arrepentimiento, pero él, con una mirada distante, no respondió. Solo agradeció, aún en silencio.
—Kaleb (pensando): Este mundo me ha dado la espalda tantas veces... no hay nada en mí que valga la pena. Pero, al menos ahora tengo algo más por lo que luchar.
Justo en ese momento, Los Krakens llegaron al pasillo, y Kaleb no dudó ni un segundo. Abrió paso para enfrentarlos, dispuesto a pelear, pero todo comenzó a flotar. El aire perdió su peso, las paredes, las mesas, incluso los cuerpos, todo flotaba. El líder de la pandilla, Edwin, se presentó, y Kaleb se dio cuenta de que ese poder de manipular la gravedad podría ser su mayor desafío hasta el momento.
—Edwin: No buscamos dinero, buscamos igualdad. Los policías, esos bastardos, son los que mantienen el sistema de opresión. ¡Los vimos en las cámaras! ¡Te dejamos morir, Kaleb, pero ahora tú y tu amiga están en nuestras manos!
—Vianey: Ha sido tu compañero el idiota... pero yo sé defenderme. Ahora, ¡bájame de aquí!
—Edwin (con una sonrisa burlona): Si quieren sobrevivir, únanse a nosotros, a nuestra causa.
—Kaleb: ¿Unirme a ustedes? ¡Ni loco!. Prefiero a que me sometan varios viejos pervertidos, antes que aliarme con ustedes.
-Vianey: Ewww - lo mira con asco por lo que dijo.
-Kaleb: Obvio no prefiero eso, solo era de joda.
Aumentando la gravedad, Kaleb y Vianey cayeron bajo el peso de objetos pesados, las heridas de Kaleb se abrieron, y la sangre comenzó a flotar en el aire. Pero Vianey, con un gesto de determinación, invocó a Qilin, la bestia, para protegerla.
—Vianey: ¡Qilin, ahora!
Una capa de agua envolvió a Vianey, protegiéndola de los escombros que caían. Mientras tanto, Kaleb no dejaba de desafiar a Edwin.
—Kaleb: ¡Malditos! ¿Qué creen que ganan con esto?
Edwin, al ver la resistencia de ambos, intentó negociar, pero Kaleb no estaba dispuesto a ceder.
—Kaleb (gritando): ¡Lo único que quiero es que me dejen en paz! ¡Ahora me verán!
Kaleb se teletransportó, esquivando los disparos, y con una velocidad asombrosa, comenzó a atacar, mientras Vianey se encargaba de los demás miembros de la pandilla. Un enfrentamiento feroz donde sólo quedaba un objetivo: la supervivencia.
Pero Edwin, en su desesperación, activó de nuevo su poder, y la gravedad aumentó aún más. Kaleb, herido y casi al límite, se preparaba para lo peor. Sin embargo, en un último movimiento, Kaleb usó el vidrio que había recogido y rompió la burbuja de ácido que Vianey había creado.
—Kaleb (con voz fría): Calladito me das menos estrés... Y no intentes moverte, porque este ácido puede desintegrarnos en segundos.
Edwin intentó reaccionar, pero fue demasiado tarde. Kaleb le rompió el cuello antes de que pudiera defenderse.
La burbuja explotó en ácido, pero cuando el humo se disipó, solo quedaba el cadáver de Edwin. Vianey miró a su alrededor, buscando a Kaleb, pero no lo encontraba.
—Vianey: ¿A quién buscas?
Kaleb apareció de repente, flotando a su lado, tan tranquilo como siempre.
—Kaleb: No lo dije antes, pero puedo repeler la gravedad. Solo lo hice hacia afuera, así que la explosión no nos alcanzó.
Vianey, sin poder evitarlo, sonrió.
—Vianey: Eres un idiota bien listo.
Finalmente, Kaleb descendió y cayó al suelo, exhausto, con sus heridas punzantes. Vianey, sin pensarlo, lo levantó y lo puso sobre su hombro, decidida a llevarlo a un lugar donde pudieran curar sus heridas.
—Kaleb (con una sonrisa cansada): Si nos preguntan por las heridas... les decimos que fuimos asaltados, ¿vale?
—Vianey (con una sonrisa de complicidad): Como sea... aunque costó un buen dinero. Pero no importa. Uno de esos Krakens tenía una fortuna en su cartera.
—Kaleb: Para ser tan masculina... eres sorprendentemente amable. Tal vez podamos conocernos mejor.
—Vianey (mirándolo con sarcasmo): Mejor démonos prisa, antes de que lleguen los refuerzos. Tus heridas son peores que las mías, y como mi celular se rompió en la pelea... ya sabes.
—Kaleb: Tienes razón. Y tu bestia es muy útil para alguien como tú.
Ambos, con una extraña complicidad naciendo entre ellos, caminaron hacia hospital pero por primera vez en mucho tiempo, no estaban solos.
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