Deslizaré cartas bajo tu puerta,

selladas con mis besos sangrientos, 

y mis lágrimas aciagas.

Firmadas con todo mi cariño, 

que por más puro que sea,

siempre te recuerda

a todos los años que pasamos juntos, 

aterrados y escondidos,

huyendo del peligro.

Que te recuerda a todas las caricias prohibidas,

robadas lejos de la mirada crítica 

de una sociedad que nos detestaba.

Te escribiré poemas en cada sobre, 

aunque no me dirijas la palabra. 

Infinitos versos, en múltiples colores.

Te los dedicaré todos. 

Y me sentaré afuera de tu habitación,

perdiendo la razón, con mi roto corazón

muriéndose en mis manos,

rogando por tu calor.

Te esperaré sentado, 

llorando, desesperado,

hasta que salgas de tu escondite,

hasta que vuelvas a mi lado.

Sé que mil y una veces te he fallado.

Pero quiero recuperar el tiempo arruinado.

Así que te haré la Diosa de mi mundo;

la lluvia que riega a mi prado, 

el viento que mueve montañas,

la brisa que besa los árboles,

el olor de la tierra mojada;

serás todo para mí,

y te veneraré a diario.

Te convertiré en mi mundo, 

con el movimiento de un lápiz.

Te escribiré mil poemas,

si te sientas a mi costado.