La lluvia Santiaguina
Estalla el rayo sobre la copa de un árbol.
El resplandor del relámpago nos ciega.
Pero a pesar de la violenta tormenta,
del rugido de los truenos,
del silbido de los vientos,
no me alejo de ti,
por ningún momento.
La lluvia cae, como duras piedras.
Rebotando sobre nuestros hombros y cabezas.
Cae y me moja entera.
Pero no logra enfriar
el deseo que me hierve las entrañas
cuando te miro a los ojos, cara dama.
No logra eliminar de mí el deseo
que siento al oírte, al sentirte,
sostenerte.
Las gotas se deslizan por tu piel fría.
Yo junto tu silueta con la mía.
Aumento la intensidad de mi mirada.
La distancia entre nosotras es acortada.
Tu rostro se une al mío, y de la nada,
¡otro maldito rayo estalla!
¡Pero qué más da! ¡Te sigo besando!
¡Te sigo amando bajo la lluvia helada!
¡Probándote que te adoro, al permanecer pegada
a ti, bajo el aguacero que se cae
sobre el grisáceo y urbano valle
en el que existe Santiago!
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