Y entonces, cuando ya todo llegaba a su fin,

cuando el cuento ya se estaba por acabar,

cuando el amor ya no podía subsistir, 

decidí darme la vuelta y enfrentarme al terror

de querer a la muerte, de entregarle mi amor.

Un sentimiento de serenidad me cubrió

como una manta cálida, 

cuando sentí su mano pálida 

acariciarme la mejilla, mientras su mirada

anegada por las lágrimas, con cariño me observaba.

La besé apasionada, la besé desesperada.

No quería reconocer mis sentimientos.

Y mi alma fracturada, oscurecida, cansada, 

no quería ser llevada por sus brazos

a una nueva patria.

No quería rendirme. No quería ceder el control.

Pero me enamoré de ese fantasma, 

y por eso mismo yo no tuve otra opción. 

Me entregué resignada, a mi dulce fantasma.

Sabiendo que moriría, por ella embelesada.

Y cuando todo terminó, cuando mi boca la soltó,

sentí mi alma flotar, libre y liviana, sin dolor.

La sentí abandonar la materia, la sentí ignorar el pavor

de aquella experiencia extraña,

a la que siempre le tuve terror. 

La muerte me mató con un beso.

La muerte me libertó. 

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Nota de la autora: Escribí esto después de ver el final de Agatha en Todas Partes y salir a caminar, porque esos dos últimos episodios me destrozaron :D