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A las seis en punto, la casa comienza a despertar con el resonar de una campana y, como siempre, la mayoría de los niños ignoraba el sonido, deseando disfrutar unos minutos más en sus acogedoras camas. La atmosfera en aquella habitación tenía una tranquilidad especial, rota únicamente por los pasos apresurados de una joven de cabellera anaranjada que subía por las escaleras del hogar.

—¡Despierten! —grita Emma con su entusiasmo contagioso—. ¡El desayuno nos espera!

Los sonidos de gritos, risas y hasta llantos llenaron la habitación común, una sala grande con literas alineadas contra las paredes. Algunos niños aún luchaban por ponerse los zapatos, mientras otros, más despiertos, ya corrían escalera abajo para ir al comedor.

Mine se levantó algo adormecida, sintiendo aún el cansancio de la noche anterior. Se había quedado despierta más de la cuenta, leyendo junto a Ray uno de los pocos libros nuevos que habían traído a la casa. Se aseó rápidamente y bajó por las escaleras para encontrarse con los demás niños.

En ese hogar vivían 38 niños, todos de diferentes personalidades, edades y etnias. A pesar de sus diferencias y saber que no compartían la misma sangre, Mine los veía como su familia.

—Buenos días, Mine —saludó Norman, un chico un poco más alto que ella y de cabello blanco que llevaba una gran olla con comida en sus manos.

—Buenos días, Norman —respondió ella con una sonrisa, luego giró la cabeza hacia Ray, quien estaba apoyado contra el marco de una puerta con un libre en la mano—. Buenos días para ti también, Ray.

—Buenos días, saludó él, esbozando una leve sonrisa—. ¿Dormiste bien?

—No mucho. Quedarme despierta hasta tarde no fue una buena idea.

—Y aun así, no parabas de decir: «Un capítulo más y ya».

Mine hizo un puchero, lo cual provocó que Ray soltara una ligera risa. De repente, sintió unos pequeños brazos rodear sus piernas. Miró hacia abajo y encontró a Conny, una niña de cabello rubio y expresión dulce.

—Buenos días, Conny —dijo Mine, acariciando el cabello de la pequeña—. Y, por supuesto, buenos días a nuestra Little Bunny.

—¡Buenos días, Mine! —respondió Conny con una sonrisa, antes de correr hacia los demás.

Mientras Mine la veía alejarse, otros brazos la rodearon, esta vez de forma más completa. Alzó la mirada y se encontró con Isabella, la mujer que todos en la casa llamaban «Mamá».

—Como siempre, te llevas bien con todos aquí —dijo Isabella, con un tono cálido y suave—. Me alegra ver que eres buena en tantas cosas, Mine.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Mine al oír esas palabras. Su mirada se desvió hacia los niños que preparaban el desayuno. Amaba a casa uno de ellos, como si fueran sus propios hermanos.

«Mi querida mamá y mis queridos hermanos», pensó Mine. «¿Qué importa si no estamos relacionados por sangre? No hay nada más valioso que esta familia». Para Mine, esa casa lo era todo, un lugar lleno de risas, amor y compañía.

En todos esos años, nadie en la casa cuestionaba la realidad en la que vivían. Sus vidas seguían una rutina perfecta y tranquila.

—Justo a tiempo —dijo Isabella, agitando una campana para anunciar que el desayuno estaba listo.

—¡Gracias por la comida! —dijeron todos los niños al unísono, con la misma educación de siempre.

Todos los días parecían ser demasiado perfectos. Las camas lujosas, la comida que parecía gourmet y los uniformes impecables que todos vestían formaban parte de su vida diaria. Pero había ciertos detalles que Mine no podía dejar de notar: los números de identificación que llevaban tatuados en el cuello y la interminable secuencia de exámenes diarios a los que se sometían.

Isabella les explicaba que esos exámenes eran un sustituto de la educación convencional, al que Mine no solía cuestionar. No le importaban mucho las pruebas, pero sabía que a Isabella le complacía cuando ella obtenía puntajes perfectos, lo cual hacía que valiera la pena el esfuerzo.

Después de los exámenes, el tiempo de juego era lo más esperado. Los niños corrían libres, llenos de energía, disfrutando del gran jardín que rodeaba la casa.

—¿Jugarás, Ray? —preguntó Mine, acercándose a él mientras Emma preparaba el juego de siempre con los demás.

—No. Yo paso —respondió Ray, sentándose bajo la sombra de un árbol con su libro en mano—. Ve tú, diviértete.

—Está bien —dijo ella, un tanto resignada, y se acercó a Emma—. Ray no jugará.

—Tch... Debería molestarse en jugar con nosotros de vez en cuando —bufó Emma.

—¡Muy bien! ¡Yo empezaré a contar! —exclamó Norman, levantando la mano para que todos lo vieran y se prepararan para el juego de las escondidas.

El jardín y el bosque que rodeaban la casa eran como su pequeño mundo privado. El césped verde, lleno de árboles, caminos de tierra y escondites perfectos para sus juegos. Desde que eran pequeños, trepar árboles y jugar a las escondidas habían sido sus pasatiempos favoritos. Pero había dos lugares a los que no se les permitía acercarse: la puerta que conducía al exterior y la valla que marcaba los límites del bosque. Nadie se había atrevido a desafiar esas reglas, excepto por aquella vez...

Mine recordó cómo, en una ocasión, ella, Norman, Emma y Ray se habían aventurado en secreto hasta la puerta. Estaba desierta, bloqueada y completamente abandonada. Ninguno de ellos comprendió por qué estaba allí ni qué se escondía más allá.

—¿Qué quieres hacer una vez salgan de aquí? —preguntó Emma ese día, con una sonrisa llena de esperanza.

—Me encantaría conocer el mundo junto a Ray —respondió Mine, sonriendo—, claro, también con ustedes, Norman y Emma.

—¡Montaremos una jirafa! —dijo Emma, entusiasmada.

—Buena suerte con eso —comentó Ray, con su habitual tono sarcástico.

—No creo que podamos abrir esta puerta desde este lado —dijo Norman, observando detenidamente el mecanismo de la puerta—. ¿De qué nos estarán protegiendo?

—«Son extremadamente peligrosas, así que debemos mantener la distancia» —recordó Ray las palabras de Isabella—. Claramente, es una mentira.

—¿Eso crees? —preguntó Emma, con curiosidad.

—Tch... qué decepcionante. Volvamos antes de que nos descubran —dijo Ray.

Aquel día, Mine se había quedado mirando a través de la valla, intrigada por una flor de color rojo intenso que parecía florecer al otro lado. Era un mundo que no conocía, pero que siempre la llamaba.

De vuelta en el presente, mientras jugaban a las escondidas, Mine volvió a caminar hacia el borde del bosque, cerca de la valla. Una vez más, allí estaba la flor roja. Esta flor aparecía cada vez que uno de los niños se iba, una señal que solo ella parecía notar. Se acercó un poco más, estiró su brazo y la tomó suavemente con su mano derecha.

Mine observó la flor cuidadosamente, tratando de encontrar algo distinto en ella. Sin embargo, todo era igual, por lo que no tardó en alejarse de allí y ocultarse en algún lugar para que Norman no la encontrara fácilmente. Se agachó para acomodarse cuando sintió una mano ligera sobre su hombro.

—Te encontré —dijo Norman, tocando suavemente su hombro—. Deberías cambiar tu escondite, siempre es el mismo.

—No es cierto —respondió ella, mientras sostenía la flor roja en su mano—. Esta vez usé esto para ocultarme.

—Lo cual atrajo más mi atención —dijo, soltando una risa, aunque su mirada se pasó en la flor—. De todos modos, ¿de dónde la sacaste? Por aquí no hay flores de ese tipo.

—La encontré por allí...

—¿Por allí?

—Sí... Por allí...

Norman frunció el ceño al darse cuenta de que Mine había ido al límite del bosque, cerca de la valla.

—No deberías de ir allí. Menos sola —advirtió, con un tono más serio—. Siempre debes de estar con uno de nosotros, ¿recuerdas?

—Lo sé, lo sé... —suspiró Mine, tratando de quitarle importancia—. Luego escucho tus regaños. Ahora ve a buscar a Emma, seguro es la última que falta.

Norman le sonrió, acariciándole la cabeza antes de alejarse. Mientras lo veía irse, Mine no pudo dejar de mirar la flor roja en su mano. ¿Qué significado tenía aquella flor?

Regresando con los demás que habían sido atrapados por Norman, Mine se acercó a Ray y se sentó a su lado, quien seguía inmerso en su lectura.

—Perdiste —comentó sin apartar los ojos del libro—. Aunque duraste un poco más que la última vez. Seguro Norman te dio ventaja.

—No es verdad —replicó ella, haciendo un puchero—. Mira, es una flor bonita, ¿no?

Ray levantó la mirada de su libro para observar la flor que Mine sostenía. La miró por unos segundos, analizando sus pétalos de rojo intenso, y luego volvió a concentrarse en su lectura.

—Conozco algo más bonito —dijo finalmente, con una leve sonrisa que dejó a Mine intrigada.

Antes de que Mine pudiera preguntarle a Ray a qué se refería con «algo más bonito», Emma llegó corriendo, agotada y despeinada, lanzándose a los brazos de Mine.

—¡Me atrapó otra vez! —exclamó, con una mezcla de frustración y tristeza—. ¿Cómo es que Norman es tan bueno en esto? Nunca me supera en las carreras, pero en este juego... ¡Siempre me gana!

Mine acarició la espalda de Emma con suavidad, calmándola.

—Ya, ya... confío en que algún día lograrás vencerlo.

—¿Eso crees? —preguntó, apartándose levemente para mirarla. Al ver su asentimiento, su rostro se iluminó con una sonrisa radiante—. ¡Tu confianza en mí me hace muy feliz!

Norman apareció poco después, caminando con la calma que lo caracterizaba.

—Mine es la única que puede hacer que Emma se anime en cuestión de segundos —comentó, acercándose a ellas—. Es encantador tenerla con nosotros, ¿no?

—¡Nunca cambiaría a Mine por nada! —exclamó con entusiasmo—. Es la mejor del mundo, junto a Mamá.

Norman sonrió y asintió, mientras dirigía una mirada a Ray, que había dejado de leer momentáneamente.

—¿Y tú, Ray? —preguntó Norman, arqueando una ceja, esperando su respuesta.

Ray, quien había mantenido una postura relajada, bajó lentamente su libro y miró a Mine directamente a los ojos.

—Nunca la cambiaría —dijo, con una sonrisa pequeña pero sincera.

Aquellas palabras hicieron que Mine sonriera ampliamente. Sus amigos eran todo para ella, y momentos como ese le recordaban lo afortunada que era de tenerlos a su lado. Aunque en el fondo, sabía que esa felicidad no dudaría para siempre. Un día, inevitablemente, todos tendrían que abandonar la casa. Sin embargo, Mine, Norman, Ray y Emma habían prometido encontrarse en el exterior cuando eso sucediera.

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N.A: La historia de Ray está de regreso. Esta vez con mejor redacción (espero) y un poco más de contenido entre la relación de Ray y Mine (antiguamente la rayis).

Espero que les guste, no olviden comentar y votar para animarme a seguir actualizando. :D

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