Libertad
¡Bienvenido/a a esta nueva historia!
Antes de empezar, dejo mi típico bla-bla-bla, pero esta vez en versión resumida:
1) Todos los derechos reservados, no se admite copia. ¡Sé original!
2) Esto es un borrador. Siempre uso guión largo, pero Wattpad los cambia a su antojo; lamento si no te sale el correcto. Por favor, si ves algún error importante házmelo saber.
Hoy (23 de enero) es el Día Internacional de la Libertad, así que he escrito esto -así, rápido y corriendo en mi descanso de veinte minutos en el trabajo aunque no lo he publicado hasta ahora porque tenía que hacer una portada y una sinopsis y como que no podía ya que estaba trabajando- porque, sí, me apetecía hacer algo en cuanto me he dado cuenta.
¡Vamos con la lectura!
🔸🔸🔸
Libertad no es sólo un nombre de mujer, sino mucho más.
La libertad es una situación, algo necesario en nuestras vidas. Es algo que sentimos y nos hace felices. Es un anhelo que todos hemos tenido alguna vez.
La libertad, definitivamente es incorpórea e intangible, pero está ahí. O queremos creer que lo está, al menos.
La libertad es algo que anhelamos para nosotros y también para nuestros seres queridos, porque sabemos lo importante que es y lo mucho que algunos la desdeñan, porque si no la tienes es que estás a merced de otra persona.
La libertad es familia de la felicidad y tienen una muy estrecha relación; si tienes una, también la otra. Mas, en ocasiones, hay quienes se empeñan en evitarlo.
Un precioso cabello plateado danzaba con el viento mientras su portadora daba vueltas de aquí para allá, pensando en el significado y el valor de todo eso. ¿Qué tan poco importante era como para que hubiese gente que no la respetase?, se preguntaba.
-Es que no lo entiendo -soltó-. ¿La libertad, para esas personas, qué es? ¿Una broma?
-No, hermana. Es importante, pero la quieren para ellos mismos, no para los demás. Esto lo sé de primera mano.
-¡Pues no me parece justo!
-Lo sé, pero cada persona es única y, por mucho que se parezcan, no podemos esperar que todos valoren las mismas cosas -le explicó-. Esa es la gracia de la humanidad, la diversidad en todos los aspectos.
-Pfff... ¡Ni la propia humanidad valora eso! -Se burló otra de las hermanas.
Se encontraban en una amplia sala muy luminosa, escasamente amueblada y desprovista de excesos y lujos. Era una familia bastante numerosa y todos tenían algo que los hacía especiales a ojos de los demás, pero ninguno de ellos era ostentoso ni soberbio. Les gustaban las cosas sencillas, tanto en la vida como en lo material. Así eran los padres, así se lo inculcaron a sus hijos. O, al menos, así era como debía ser. Si algo habían comprobado con el paso del tiempo, era que no hay ser vivo que no guarde algún secreto o arrepentimiento; por eso, ya nunca daban nada por sentado.
La familia se componía de padre, madre y seis hijos, tres varones y tres féminas. La más pequeña de los seis, seguía dando vueltas realmente indignada a pesar de los intentos del pequeño de sus hermanos varones por calmarla. Su padre la observaba divertido, pues siempre le había agradado presenciar escenas como aquellas que, según él decía, evidenciaban la individualidad y el crecimiento de sus retoños. La madre, con ojos brillosos en una mezcolanza de orgullo y lástima, divagó en recuerdos al tiempo que la analizaba. Sabía que estaba molesta, pero le quedaba mucho por aprender sobre la vida.
El mayor de los hermanos se aproximó a la menor y la abrazó fuertemente, haciéndole llegar todos sus buenos deseos y la paciencia que lo caracterizaba.
-¿Qué es lo que has visto que tanto te ha molestado? -Quiso saber.
-Una tribu africana, hermano. ¡Los han sometido como esclavos! -Contó con lágrimas brotando de sus ojillos-. Y personas encerradas en casa por quienes se suponen las quieren. ¡Es injusto!
-Comprendo -respondió mientras le acariciaba el cabello.
-Tú tienes que poder hacer algo, hermano. ¡Seguro puedes!
-Ojalá pudiera, pero sabes que no es así. Conoces el funcionamiento de las cosas.
La pequeña meditó sobre aquello, pero seguía sin estar convencida.
-Lo que es terrible es que yo no pueda solucionarlo -espetó rabiosa, dando un fuerte pisotón.
Después, se sentó frente al gran ventanal y permitió a su mirada perderse en la lejanía, allá donde lo terrible sucedía; personas esclavizadas en pleno siglo veintiuno, mujeres sometidas en sus hogares, niños armados en guerras luchando por los temas equivocados, armarios repletos de secretos y anhelos, y así, más y más, sin fin.
El velo con el que sus ojos se cubrían cuando miraba todo aquello, se desvaneció poco a poco y se quedó llorando en su butacón, repleto de cojines de todos los colores.
Dos grandes manos se apoyaron en sus temblorosos hombros mientras susurraban sobre su cabeza: «yo no puedo hacer nada, tú tampoco, pero juntos somos invencibles».
-Deseo...
-Dime, hermana.
-Gracias -dijo, incrementando su llanto-. No se qué haría sin ti...
Una de sus hermanas se agachó frente a ella y colocó sus manos sobre sus rodillas.
-Tú no debes estar así de hundida, haces todo lo que puedes.
-No, hermana, ¡estoy fallando!
No había forma de tranquilizarla y el estampado colorido del sillón comenzaba a perder brillo. Aquello, era una mala señal.
-Todo llegará, pequeña. Sabes que los procesos son largos. Y no en vano, a todo cerdo le llega su San Martín -enunció burlesca, guiñando un ojo.
-¿Harás algo, Justicia? -Inquirió con leve emoción.
-Siempre que te mantengas fuerte y no te dejes hundir, porque has hecho todo lo que podías.
Sus ojos refulgieron y los colores del asiento volvieron a lucir intensos y fuertes. Justicia le tomó la mano izquierda y, al mismo tiempo, la derecha la tomó el otro hermano. La última de sus hermanas, su favorita, se colocó junto al ventanal y le mandó un beso desde allí. La menor sintió que se le inflaba el pecho y las lágrimas dejaban de brotar de sus ojos.
-Así me gusta. Estoy orgulloso de ti -comentó su hermano.
-¡Qué tontito eres, ese es tu trabajo!
-Bien, Libertad -habló su madre-. Ahora que estás más tranquila, no te dejes apagar de nuevo. Ellos te necesitan fuerte y a paso firme, si dudas o retrocedes perderán las esperanzas y sabes que, tras ello, habrá un desastre.
La pequeña asintió, mucho más centrada de lo que cabría esperar. Entonces, su padre recitó una oración que a ella la fascinaba y que un poeta escribió hace un tiempo:
«En la bandera de la libertad, bordé el amor más grande de mi vida».
Aquella frase, a ella le provocaba mil sensaciones y, en aquel momento, le dio la respuesta a su pregunta.
¿Que qué es la libertad?
Es algo por lo que jamás rendirse y que debe atesorarse.
Algo por lo que enfrentarse a los opresores.
Algo de lo que estar orgullosos.
Algo que desear fervientemente y ser felices al lograr.
Algo que es un derecho que no se debe arrebatar.
La libertad es algo incorpóreo, intangible e invaluable, por lo que escribir y luchar hasta el último aliento si es necesario.
Eso, es la libertad.
🔸🔸🔸
Luego revisaré si ha encajado todo bien. ¡Dejadme vuestra opinión!
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