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Capítulo 1

Una fuerte corriente de aire chocó con las armaduras de los caballeros que resguardaban las puertas del gran castillo de Lionés, apuntaron sus lanzas al ente que había provocado aquella corriente, encontrándose con un joven rubio de baja estatura y cabello revoltoso, a sus espaldas lograban apreciarse unas gigantescas y prominentes alas oscuras, los ojos de aquel rubio eran tan oscuros como la misma noche. Aquel ser de apariencia engañosa era alguien firme e implacable.

Los caballeros bajaron sus armas ante el conocido postrado frente a ellos, se inclinaron en una reverencia para recibir al importante chico que caminaba hacia la entrada, haciendo desaparecer esas grandes alas y una marca que resaltaba en su frente, volviendo sus ojos oscuros a unas hermosas esmeraldas.

El invitado sonrió abiertamente, dejando desbordar lo despreocupado que era ante seres tan inferiores a él. Ya no había necesidad de su frialdad asesina.

Aquel que caminaba por los pasillos del castillo como dueño del lugar, aquel que recibía miradas de sumo respeto, aquel que lograba intimidar a cualquiera con su simple presencia, aquel al que respetaban por su increíble nivel; ese al que todos conocían como el primogénito del gran y temible rey de los demonios, como el antiguo ser que tenía una sed insaciable de sangre, en el que la ira dominaba sus siete corazones; Meliodas.

Después de la batalla final surgida por la famosa guerra santa escrita en la historia de toda Britannia; demonios entre diosas dieron su golpe final, como resultado de eso el golpe critico de los demonios predominó y les dio la victoria absoluta, y como maniobra final, esta tenebrosa raza que aseguró del total exterminio de la raza celestial. Rey Demonio contra la Deidad Suprema, el único triunfador fue el monarca demoniaco. Desde hace quinientos años los demonios habían recibido el respeto que se merecían por su increíble poder, alzándose así ante las cuatro razas restantes; sin embargo, desde que la guerra terminó no ha habido conflictos entre ninguna raza. Todo había quedado en paz, claro, siempre y cuando se respetara a la raza demoniaca. Desde entonces Meliodas ya no era el demonio ruin que conocían, pero igual le temían y a la vez veneraban.

Pero el fin de aquella guerra no garantizaba la paz definitiva, siempre habría violencia incluso en sus propias razas. Una razón para derramar sangre.

Meliodas entró sin más a la sala del trono del castillo, encontrándose con la reina del país de Lionés, Elizabeth Lionés. Una hermosa mujer dotada, de lacio cabello albino y unos hermosos ojos azueles que cautivaban a cualquiera. Con una sonrisa encantadora recibió a su invitado, este se acercó sin permiso a la reina, arrodillándose y besando el dorso de su refinada mano. Ambos se dedicaron una mirada llena de deseo, pero en verdad resistían abalanzarse hacia el otro. La razón por la cual no lo hacían eran más que claras, el anillo en el dedo anular de la albina lo decía todo.

Justo se abrieron nuevamente las puertas de la sala, dejando ver a un albino fornido, de largos cabellos y una mirada azulada bastante cautivante. Una vez fijó su vista en el rubio arrodillado frente a la mujer, una mirada indiferente se mostró mientras se aproximaba. El nombre de aquel ser era conocido como Mael.

Meliodas se levantó y miró unos segundos a Mael, ambos poseían indiferencia absoluta hacia el otro. Ciertamente no se agradaban, pero resistían por las formalidades que ambos deben sostener.

Mael tomó a Elizabeth de la mano y la levantó de aquel trono, mostrando su lugar ante el rubio.

—Meliodas, inoportuno como siempre —dice mordaz Mael, sin molestarse en saludar al demonio frente a él.

—Mael, tan aburrido y estirado como te recuerdo —dijo de vuelta Meliodas, mostrando una sonrisa burlona para su contrario.

Ambos se miraron de manera fulminante, siendo interrumpidos por la dama que estaba entre ellos.

—por favor, basta —ordenó Elizabeth antes de que pudiera desatarse una fuerte discusión entre ambos. Miró a Meliodas y le sonrió, claro, con intenciones ocultas—. Meliodas, llegas justo a tiempo, en estos momentos íbamos a almorzar, ¿gustas acompañarnos?

—para mí un placer, Elizabeth. Justo me rugen las tripas por el hambre —dice rascándose la nuca y sobándose la panza, una risita salió de su boca al ver la mirada de desagrado del hombre frente a él.

Se dirigieron al comedor en un silencio abrumadoramente incomodo que ya solía hacerse costumbre. En la gran mesa se encontraron a una mujer azabache de hermosa figura que hipnotiza a cualquier hombre, que no pasaba desapercibida gracias a su reveladora vestimenta; una mirada dorada, que mostraba una imperceptible superioridad en esos momentos. Mientras los esperaba bebía con calma una copa de vino, manteniendo una sonrisa en sus pintados labios.

—Merlín, que sorpresa verte aquí —dijo Meliodas en cuanto la azabache estuvo en su campo de visión. Ella lo miró y se cruzó de brazos con una mirada curiosa.

—digo lo mismo. ¿Acaso el capitán de los Diez Mandamientos al fin tiene un poco de tiempo libre? —inquirió Merlín alzando una ceja.

Los tres individuos que recién llegaban tomaron sus asientos, los monarcas a la cabeza y los invitados a los costados.

—después de la guerra ha habido menos trabajo, lo sabes. Es mejor así, ahora no tengo que preocuparme por cosas irrelevantes para mí —dijo Meliodas encogiéndose de hombros—. ¿Tú por qué estás aquí? Es raro que Escanor no esté aquí contigo y tu compañero de laboratorio, Gowther, tampoco esté —dijo pensante, preguntándose la causa.

—es sencillo —empezó Merlín dejando su copa sobre la mesa—; Escanor y yo nos separamos, y respecto a Gowther... simplemente no estaba a la altura de estar a mi lado como colega de laboratorio. Ambos no son más que obstáculos para mi sed insaciable de conocimiento —dijo con un tono más frio, tensando a Elizabeth y sorprendiendo a Meliodas por la inesperada noticia, más le sorprendía lo relajada e indiferente que ella se mostraba por el tema.

El silencio reinó en la sala, lo único que se escuchaba era el ruido de los utensilios siendo puestos frente a los individuos por las sirvientas del castillo, e inmediatamente después de que ellas se fueron entró el aparente chef seguido por sus ayudantes que traían la comida ya servida.

Un sabroso aroma llegó a cada uno de los presentes, no esperaron más para probar bocado, quedando fascinados por el adictivo sabor del almuerzo. Meliodas miró al chef y sonrió realmente contento por ser recibido con tan sabrosa comida.

—¡No esperaba menos de ti, Ban! —exclamó Meliodas. El de mirada rubí y cabellos albinos sonrió de forma presuntuosa al rubio, puso una mano en su pecho de manera orgullosa.

—por supuesto, Meliodas. Este ni siquiera es el mejor plato que he hecho en mis días de cocinero —dijo orgulloso de ser bendecido con habilidades culinarias únicas que cualquier otro chef envidiaría. Era el mejor chef conocido en toda Britannia.

La confianza desbordaba entre ambos.

—excelente trabajo, Ban —felicitó Elizabeth quedando encantada por el embriagante sabor.

—valió la pena invertir en ti —dijo Mael sin mirar al chef, solo concentrado en su comida.

Merlín solo asiente al estar de acuerdo con cada opinión. Solo quiere estar pendiente a su almuerzo.

Mientras ellos almorzaban y halagaban al chef estrella, en la entrada del castillo, los mismos guardias que habían recibido al rubio holgazaneaban, ya que había tanta paz no creían que llegara alguien quien perturbara dicha paz. Ambos estaban a punto de caer ante el sueño que empezaba a invadirlos, después de todo el trabajo de guardia no era tan entretenido; pero chillido apenas audible proveniente del pueblo los puso en total alertan. No sabían porque, pero el aire a su alrededor empezaba a tornarse más pesado de lo usual, como si el peligro se acercara a ellos. Con las piernas temblando como gelatina y sus manos sudando bajo los guanteletes que tenían puestos, agarraron con fuerza sus lanzas y las apuntaron al frente hacia la inminente llegada de algo catastrófico.

A paso lento, entre las miradas de espanto de los civiles del pueblo de Lionés, un ente rojo con unos oscuros y profundos ojos dejaba huellas de sangre al paso. Su piel no era roja como se percibía a la lejanía, era sangre la que bañaba la figura que avanzaba indiferente, dejando gotas de sangre caer de sus ropas. Era una imagen horripilante. Los niños que lo veían se espantaban y salían corriendo lejos de ese ente, deseando que no fuese tras ellos; mientras los adultos se quedaban estáticos ante tal vista, sin saber cómo reaccionar, eso sí, estaban horrorizados.

Los guardias sintieron la sangre helada, tragaron duro ante el aura a muerte que traía consigo aquella persona; pero pese a su miedo cruzaron sus armas para evitar el paso de aquella, esperando no tener que enfrentarla, porque no la conocían, pero ya sabían que saborearían la inminente derrota.

—por... por favor... no dé ni un paso más... —dijo entrecortado uno de los caballeros, sintiendo como el miedo lo hacía alucinar con la muerte a las espaldas de la persona.

El otro caballero no pudo articular palabra alguna, estaba tan asustado que en cualquier momento podría orinarse en ese mismo lugar. Era inevitable no sentir miedo por alguien que ni siquiera repara en su actual apariencia y no parece importarle nada.

Justo el individuo vio sus intentos de retención como algo inútil, no le importaba en lo más mínimo seguir ordenes de ellos, ni siquiera prestaba atención a sus suplicas humillantes. Sin mucho esfuerzo le arrebató las lanzas a una velocidad increíble y las rompió sin más en sus narices. No esperó otro segundo para continuar su camino, dejando a unos caballeros muertos de miedo en el suelo, claro, aquel ser no les había tocado ni un pelo.

<<Está... en el comedor real. Siento otra presencia...>> —pensó aquella persona siguiendo el trayecto hacia pensado lugar.

Por supuesto unas sirvientas que pasaban justo por ahí no tardaron reparar en su presencia y su apariencia. Gritaron a todo pulmón, asustadas por aquel ser tan perturbador. Pareciera que toda la paz sembrada con el paso de los años es arruinada por aquella persona por tan solo existir. Las personas en el comedor no tardaron en reaccionar a esos gritos, los hombres fueron los primeros en salir a revisar el problema, justo en el camino se encontraron la causa de tanto escándalo.

Los tres hombres quedaron boquiabiertos por tal imagen, no sabían que decir, pero no dudarían en enfrentar a ese individuo; cuando las damas llegaron, Elizabeth se asustó tanto que no pudo evitar gritar horrorizada, su piel palideció más de lo que estaba; mientras Merlín ni se inmutaba de la apariencia del recién llegado, solo sonreía de manera forzada ante el aparente mal entendido.

Meliodas estaba listo para dar el primer golpe, pero para su sorpresa la persona bañada en sangre se arrodilló frente a ellos. La incertidumbre empezaba a reinar en todos excepto en la maga.

—mi señora, el trabajo que me han encomendado ha sido completado —dijo aquella persona. Su voz era suave como la de una mujer, pero se denotaba la frialdad e indiferencia.

Merlín se mostró frente a ellos, quedando a tan solo un metro de la fémina ante ella.

—explica la razón por la cual has llegado de esta forma tan desagradable —exigió ella con frialdad y molestia.

—los bandidos se habían resistido a mí, me vi en la obligación de matarlos a todos. Le aseguro que no quedó ninguno —informó la chica, sin si quiera mirar a los ojos a la mujer a la que había llamado ama, solo veía sus pies, tal como ella se lo había ordenado tiempo atrás.

Elizabeth suspiró aliviada de que no sea ningún enemigo, pero aún seguía perturbada por la imagen que traía aquella muchacha; los hombres igual se aliviaban por no tener que luchar y armar un alboroto. El único que no conocía a la mujer arrodillada era el rubio lleno de incertidumbre.

—¡Merlín, esto es sumamente desagradable! ¿Cómo se le ocurre aparecerse en el castillo viéndose de esa manera? ¡Es inaceptable! —habló molesta Elizabeth por tal molestia. No soportaba la falta de disciplina de la maga ante la fémina ensangrentada.

—concuerdo con Elizabeth —apoyó Mael viendo indignado a la azabache—. Es mejor que aprendas a disciplinar a tus ratas de laboratorio. Esta falta no se tolerará nuevamente —sentenció sin más, yéndose junto a Elizabeth del lugar para evitar seguir viendo esa imagen.

Meliodas había quedado sorprendido en como Mael se había referido a la desconocida, pero comprobó era real al no recibir negación por parte de su amigo albino y la azabache.

—entendido, su majestad —murmuró con molestia ella por tal humillación—. Levántate de inmediato, nos vamos a tu habitación a hablar muy seriamente —ordenó la mujer a la chica, esta obedeció sin dudar. Y sin más se fueron de allí.

Ban suspiró molesto.

—no puedo creerlo, seguro que ya ni tienen apetito para comerse lo que preparé. Que desperdicio —dijo decepcionado por el momento tan inoportuno.

—tranquilo, yo si comeré lo que preparaste. Como dices, sería un desperdicio si no lo hiciera —aseguró el rubio, animando a su amigo, quien puso una sonrisa de oreja a oreja. Se quedó pensante por tal imagen y la identidad de aquella chica, apenas y logro ver los oscuros ojos de la fémina—. Oye Ban, ¿Quién es ella?

Ban borró la sonrisa de inmediato al pensar en eso.

—ella... —murmuró— Merlín llegó hace unos meses con ella como compañía, al principio no entendía la relación que tenía con ella y tampoco cuál era su verdadera identidad, pero a medida que pasaban los días me di cuenta —empezó sintiendo lástima por aquella chica—. Para ser preciso, ella es la esclava de Merlín; y según sé, ella no tiene nombre —respondió sin más. Dejando impactado a Meliodas.

No negaba que lo que había escuchado era sumamente cruel, por una parte, no podía creer que Merlín haya sido capaz de llegar a tales extremos por su ambición por el conocimiento; pero por otra parte sabía que Merlín era totalmente curiosa, y que pasaría cualquier límite con tal de conocer lo que ella aún desconoce. Era un monstruo ambicioso.

Pero sentía que el origen de aquella mujer desconocida era un misterio que querría conocer Meliodas, como pensaría ella ante el término que usaban para referirse a su persona; pero descubrir todas esas cosas implicaba relacionarse con ella, y no estaba del todo seguro en hacerlo. Notaba que a nadie le daba ni una pizca de gracia o dicha la presencia de aquella mujer. También notó la tétrica presencia que cargaba.

Pero el destino aguarda cosas sorprendentes.


Hola! Espero que todos estén muy bien!

Primer capítulo, espero realmente lo disfruten muuucho!

Quisiera saber sus opiniones sobre cada personaje, también si tienen dudas con respecto a algo. todo eso lo aprecio muchísimo!

Bueno, sin mas que agregar, nos leemos en el siguiente capítulo. 

Se cuidan mucho!!!

Bye bye!

:3

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