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EXTRA 3: Sin remedio









En medio del bullicio del receso entre clases, Jean, Reiner y Connie se encontraban enfrascados en una competencia poco convencional: ver quién podía escupir más lejos. Reiner, con una mueca de determinación, lanzó su saliva con fuerza, seguido de cerca por Connie, quien procuraba superar la distancia alcanzada por su amigo. Mientras tanto, Eren y Armin, absortos en un libro que yacía entre ellos en el suelo, se encontraban junto a ellos. Armin, sin apartar la vista de las páginas, extendió una mano hacia Eren ofreciéndole una goma de mascar con una sonrisa amistosa.

–Eren, ¿quieres un poco? –Preguntó Armin, desviando momentáneamente su atención del libro.

Eren asintió con agradecimiento y tomó la goma de mascar. Mientras masticaba, observaba con perplejidad la escena que se desarrollaba frente a ellos. La competencia de escupir llegaba a un punto álgido cuando Connie y Reiner discutían acaloradamente sobre quién había lanzado más lejos. Eren, con un gesto de disgusto, intervino.

– ¿No creen que eso es un poco desagradable? – Señaló levantando las cejas con incredulidad.

Jean, quien había estado observando la interacción con desdén, intervino con tono burlón.

– ¿Tienes miedo de participar en un juego de hombres, Eren?

El castaño frunció el ceño molesto.

–No se trata de miedo, se trata de tener un mínimo de respeto por uno mismo y por los demás – argumentó Eren.

Armin, que hasta entonces había estado en silencio, decidió sumarse a la conversación.

–Eren tiene razón, esto es simplemente de mal gusto.

Reiner, sin embargo, mientras rodaba los ojos, habló con fastidio.

– ¿Desde cuándo te volviste tan aburrido, Armin? Esto solo es un juego para pasar el rato.

Jean, desafiante, miró a Eren.

– ¿Tienes el coraje de superar los récords o solo eres un cobarde?

Eren chasqueó la lengua y mirando fijamente a Jean, aceptó el desafío con determinación.

–Está bien, Kirstein, veremos quién puede llegar más lejos.

–Por favor, Eren, no seas desagradable –riñó Armin–. No tienes por qué hacerlo.

– ¡Cállate, Armin! Deja que se pruebe a sí mismo –señaló Jean, y Eren resopló.

–No tienes por qué preocuparte, solo lo haré una vez para que este idiota sepa que no le tengo miedo a nada –aseguró Eren, poniéndose en pie–. Las damas primero –indicó, señalando a Jean, quien frunció el ceño antes de carraspear y escupir lejos.

Armin hizo una mueca de asco mientras negaba.

–Por favor, Eren, no hagas esto –pidió nuevamente.

No obstante, ignorando a su mejor amigo, Eren repitió la misma acción de Jean antes de inclinarse hacia atrás para tomar impulso y escupir lo más fuerte posible.

– ¡Detente! ¡Detente que viene alguien! –Advirtió Reiner, pero fue demasiado tarde; el escupitajo de Eren salió volando por los aires.

– ¡¡¡Mi cabello!!! –Gritó Mikasa, y Eren hizo una mueca.

– ¡Demonios! Dime que no es la voz de...

– ¡Sí, es Mikasa! –Jean maldijo con horror–. Nos va a matar –afirmó Jean.

–Va a matar a Eren –aseveró Reiner.

– ¡Te dije que no lo hicieras! –Gruñó Armin, poniéndose en pie–. Qué bueno que arrojaste el chicle antes de escupir –agregó con sarcasmo. Eren palideció por completo y Armin lo miró con horror –. Escupiste el chicle antes de hacer eso, ¿verdad? –Preguntó Armin.

– ¡No! ¡Soy demasiado joven para morir! –Musitó Eren, aterrado, antes de correr para empacar rápidamente el libro en su mochila e intentar huir, pero ya era muy tarde, pues justo cuando bajaba las escaleras, se encontró con Mikasa, quien lo miraba con una expresión de odio.

Mikasa estaba furiosa, su rostro enrojecido de ira y sus ojos destellaban con una intensidad que dejaba claro que estaba a punto de estallar. Eren, al verla así, sintió un pinchazo de terror y culpabilidad en su pecho. Sabía que había metido la pata y que debía arreglar las cosas antes de que la situación empeorara.

–Tranquila, Mikasita, tranquila, déjame ayudarte –pidió Eren con voz calmada, extendiendo las manos hacia ella con un gesto de paz.

Mikasa lanzó un gruñido, pero antes de que pudiera acercarse, Sasha, quien estaba detrás de ella, Reiner y Armin intervinieron, deteniéndola para evitar que se lanzara sobre Eren.

– ¡¡¡Eres un completo idiota, Eren Jaeger!!! –Gritó Mikasa furiosa mientras se retorcía en las manos de sus captores, que se negaban a soltarla.

–Eren, necesitas calmarla –reprendió Armin con un gesto preocupado.

–Sí, sí, lo haré. Oye, Mikasita, tranquila, por favor, todo va a estar bien –afirmó Eren antes de acercarse a ella con cautela.

Intentó despegar el chicle de su cabello azabache, pero solo logró empeorar las cosas, haciendo que se pegara aún más.

– ¡Maldición! –Murmuró Eren, sintiendo la desesperación crecer en su interior.

– ¡¡¡Suéltame, idiota!! ¡¡Suéltenme, que lo quiero matar!! ¡¡Eren, quítame las manos de encima!! ¡¡Estás haciendo un desastre!! –Vociferó Mikasa con histeria.

Sasha, Reiner y Armin continuaban sosteniéndola para evitar que se descontrolara por completo.

– ¡Tengo una idea! –Exclamó Eren con entusiasmo.

Rápidamente, se dirigió hacia la mochila de Reiner, que se encontraba tirada en el suelo, y de allí extrajo unas tijeras antes de cortar el cabello untado de Mikasa. Sasha y Reiner se sorprendieron de la acción, mientras Armin miraba a su mejor amigo con horror.

– ¡Oh mierda! –Exclamó Sasha.

–Demonios, Eren, intenté ayudarte –musitó Reiner con desespero.

Sasha y Reiner compartieron una mirada antes de asentir y soltar lentamente a Mikasa.

–Te lo mereces –afirmó Sasha.

–Yo creo que me voy, no me gusta ver la sangre derramada de un amigo –dijo Reiner, mientras le quitaba las tijeras a Eren y las guardaba en su mochila antes de alejarse del lugar junto con Jean.

Mikasa parecía estar en estado de shock, sin creer que Eren le hubiera cortado el cabello. Armin abrazó a la chica por la cintura para intentar detenerla; no obstante, no tuvo la fuerza suficiente, por lo cual solo bastó un empujón de Mikasa para liberarse de Armin antes de arrojarse sobre Eren.

Su puño conectó con la mejilla del chico antes de enviarlo contra la pared.















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–Tengo tantas preguntas que realmente no sé por dónde empezar —habló Grisha, inclinándose hacia adelante para observar a Mikasa, Eren y Armin, quienes se encontraban en la sala de espera de su consultorio. Junto a los chicos estaban Axel, Bianca, Carla y el abuelo de Armin. Grisha se rascó la cabeza antes de fijarse en el rubio.

—Supongo que empezaré por ti, ¿estás bien?

–No... —musitó, abrazándose a sí mismo–. Creo que me partí el brazo.

—Entiendo. ¿Y cómo pasó?

—Intenté detener a Mikasa para que no golpeara a Eren, pero ella me empujó y caí por las escaleras —admitió a regañadientes.

—Claro —Grisha tragó grueso antes de llamar a una de las enfermeras para que se llevara a Armin a hacer una radiografía. Cuando el chico desapareció junto con la enfermera y su abuelo, Axel se fijó en Mikasa.

—¿Por qué Armin tenía que detenerte para que no golpearas a Eren?

–Creo que es obvio —gruñó la chica, señalando su cabeza—. Por si no has notado que algo pasó en mi cabello.

—Yo lo noté —admitió Grisha—. Solo esperaba que mi hijo no fuera responsable de ello —Grisha suspiró con pesadez—. ¿Eren?

–Papá... solo estábamos jugando.

–Está bien —Axel se sentó junto a Eren y lo abrazó—. Creo que necesito más detalles.

Eren les relató la historia. Grisha fruncía el ceño con desaprobación mientras Axel lucía divertido.

—Eren, eso es asqueroso, con o sin víctimas. No tenías por qué estar escupiendo en la escuela —riñó Grisha.

–Ni en ningún otro lugar —espetó Carla con furia.

—Bien, no apruebo los moretones en tu rostro, y probablemente en tu cuerpo. Pero supongo que fue la reacción de Mikasa después de que le cortaras el cabello —señaló Grisha.

—¡Solo intenté solucionar las cosas!

–¡Esa no es una solución, imbécil! —Gritó Mikasa completamente furiosa.

—Y encima la golpeaste, mira los moretones que tiene —se quejó Carla.

—No la golpeé —rezongó Eren—. Solo... la empujé para que dejara de golpearme, y ella chocó contra una pared.

—Chicos, esto no puede seguir ocurriendo —gruñó Bianca—. Un día de estos se van a terminar matando. ¿Hasta qué punto va a llegar su rivalidad?

—No te preocupes, eso no seguirá pasando —afirmó Carla con tristeza.

—¿En serio? —Bianca resopló mientras rodaba los ojos—. Porque lo dudo bastante. La única forma en la cual estos dos dejarían de discutir es si estuvieran separados.

—Efectivamente —habló Grisha.

—¿A qué te refieres? —preguntó Eren, confundido.

—Me refiero a que me han ofrecido un trabajo muy bueno en el hospital central de Sina, y no solo a mí, sino también a tu madre. Lo había estado pensando mucho, pero después de esto...

Carla suspiró.

—Si ustedes continúan respirando el mismo aire, se van a terminar matando.

— ¿Estás diciendo que nos vamos a mudar? –preguntó Eren con incredulidad mientras Mikasa lo miraba sorprendida.

—Exactamente –confirmó Grisha mirando a Carla–. Es una oportunidad única para nosotros, y creo que es lo mejor para todos.

—Pero, ¿y mis amigos? –inquirió Eren, mirando a sus padres con preocupación.

Axel suspiró y besó la frente de Eren.

—Entiendo que sea difícil mudarse a otro lugar, pero esto podría ser lo mejor para tu familia. Por favor, no les pongas las cosas difíciles a tus padres –intentó animar Axel.

Eren asintió lentamente, sintiendo un nudo en la garganta antes de observar a Mikasa con resentimiento.

— ¡Esto es tu culpa! ¡Eres una tonta! ¡Si no me estuvieras atacando todo el tiempo, no tendríamos que mudarnos! ¡Eres un animal salvaje!

— ¡Esto no tiene nada que ver con ella! –reprendió Grisha–. Es una decisión de adultos y es para ofrecerte a ti y a tu hermano una mejor calidad de vida.

—Pero, ¿y mis amigos? –gruñó Eren, mientras lo acariciaba suavemente.

—Por favor amigo, sé comprensivo –pidió Axel.

Eren rezongó mientras se cruzaba de brazos, completamente furioso. Grisha lo miró con preocupación antes de girarse hacia una enfermera para pedirle que revisara a Mikasa, preocupado por su bienestar. Mientras tanto, condujo a Eren a su consultorio para examinarlo más a fondo.

Bianca miraba a Carla con tristeza.

—Te voy a extrañar tanto –susurró Bianca mientras abrazaba con fuerza a su mejor amiga–. Por favor, tenemos que mantenernos en contacto.

Carla le devolvió el abrazo con firmeza.

—Por supuesto que sí, Bi. Siempre seremos las mejores amigas. Además, todavía nos queda una semana aquí. No pienses que te vas a librar tan rápido de mí.















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La brisa fresca de la mañana soplaba suavemente, alejando las pocas nubes que por allí se hallaban. El día estaba radiante, con el sol iluminando en todo su esplendor. Era un día simplemente hermoso; no obstante, los ánimos estaban bajos mientras la familia Jaeger se preparaba para un nuevo comienzo. Con cajas apiladas y muebles embalados, el bullicio de la mudanza llenaba el aire. Axel y Grisha cargaban las últimas cajas hacia el auto de Grisha, intercambiando palabras de despedida y promesas de mantenerse en contacto.

En medio del ajetreo, Armin, con los ojos enrojecidos y la mirada perdida, se aferraba a Eren con fuerza. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas mientras sollozaba sin consuelo.

– ¡No quiero que te vayas! –Murmuró el rubio entre sollozos, aferrándose desesperadamente a su mejor amigo. Eren, con la misma angustia reflejada en sus ojos, devolvía el abrazo con intensidad.

–Yo tampoco quiero irme –admitió Eren con la voz entrecortada por la emoción. La idea de dejar atrás a su amigo y todo lo que conocía le resultaba simplemente insoportable.

Mientras tanto, Bianca envolvía a Carla en un cálido abrazo. Las mujeres se aferraban la una a la otra, compartiendo el peso del dolor por la separación que se avecinaba.

–Los extrañaremos tanto... –susurró Bianca con la voz temblorosa por la tristeza.

Carla asintió, incapaz de controlar las lágrimas que brotaban de sus ojos. La idea de despedirse de sus amigos y dejar los recuerdos atrás era desgarradora. Desde que se habían graduado de la universidad, habían vivido juntas. Carla fue la primera en casarse y, sin embargo, se había mudado a la casa junto a la de su amiga. Después de la boda de Bianca con Axel, esta última había conseguido una casa cercana. Habían criado a sus hijos como hermanos, aunque parecía difícil de creer por lo mal que se llevaban. Nunca se habían separado. Siempre habían sido familia, y ahora era una familia que se distanciaba.

Mikasa observaba la escena con cierta distancia, sintiendo un nudo en la garganta mientras se despedía de Zeke, quien la miraba con cariño mientras la abrazaba con fuerza.

–Cuídate, por favor –pidió Zeke con ternura mientras le acariciaba el corto cabello azabache–. Y no sufras más por tu cabello, eres hermosa, siempre serás la niña más bella de todas. Con el cabello largo o corto, eres sumamente preciosa. Nunca lo olvides, ¿sí?

Mikasa asintió, luchando por contener las lágrimas. Zeke siempre había sido un apoyo para ella, un hermano mayor que la había protegido y cuidado cuando más lo necesitaba. Lo abrazó con fuerza, sintiendo un profundo agradecimiento por tenerlo en su vida y un inmenso dolor por perderlo. Pero mientras se despedía de Zeke, una voz cortante interrumpió aquel tierno momento.

–Mikasa, es hora de que te despidas de Eren –ordenó Bianca mirándola con firmeza.

Mikasa tragó saliva, sintiendo un nudo en el estómago. No quería enfrentarse a Eren, no después de todo lo que había sucedido entre ellos, pero sabía que no tenía opción; su madre lo exigía y no podía desobedecerla. Con pasos pesados, se dirigió hacia donde se encontraba Eren, quien la observaba con una mezcla de resignación y desdén.

–Eren –murmuró ella, sintiendo cómo las palabras se atascaban en su garganta.

–Mikasa –respondió Eren con la misma frialdad en su voz.

El silencio pesado llenó el aire mientras se miraban el uno al otro, cada uno cargando con el peso de los años de discordia y desagrado.

–Es hora de despedirse –intervino Carla, rompiendo la tensión del momento.

Mikasa cerró los ojos por un instante, luchando por encontrar las palabras adecuadas. Sabía que esto era lo último que tendría con Eren, la última oportunidad de decir algo significativo antes de desaparecer de su vida para siempre.

–Espero no volverte a ver nunca más, Eren –afirmó Mikasa con fastidio mientras se cruzaba de brazos.

– ¡Mikasa Ackerman! –Reprendió Bianca con horror.

–Y yo espero que mueras lenta y dolorosamente –aseveró Eren con fastidio.

– ¡Eren Jaeger! –Reprendió Carla con horror–. Definitivamente ustedes nunca van a cambiar.

– ¿Ya podemos irnos? –Preguntó Eren con molestia, antes de darse la vuelta y alejarse para dirigirse hacia el auto.

Axel y Grisha observaban la escena con incredulidad desde cierta distancia, manteniendo un intercambio de miradas que denotaba complicidad entre ellos. Grisha suspiró exasperado, sacudiendo la cabeza ante la innecesaria disputa entre Mikasa y Eren.

— ¿Hasta cuándo crees que van a seguir así? —Murmuró casi para sí mismo.

—Probablemente ni cuando sean novios —respondió Axel con una ligera sonrisa irónica.

Grisha frunció el ceño, girándose hacia su amigo con curiosidad.

— ¿Por qué estás tan empeñado en eso? ¿Acaso crees que hay alguna posibilidad de que Mikasa y Eren terminen juntos? —preguntó.

Axel soltó una risita como si la idea fuera algo evidente.

—No pueden odiarse más de lo que se odian. Lo único que cambiará su relación es que terminen amándose —afirmó.

Grisha negó con la cabeza, incrédulo.

—Eso no tiene sentido alguno, Axel.

—Lo entenderás cuando veas que terminan juntos —respondió Axel con firmeza—. Y cuando eso pase, recordarás estas palabras mías.

Grisha sacudió la cabeza una vez más con una sonrisa escéptica.

—Estás loco, Axel.

—Quizás esté loco —concedió Axel, encogiéndose de hombros—. Pero estoy seguro de que verás que tengo razón.

Grisha continuó observando en silencio mientras Mikasa y Eren se alejaban en direcciones opuestas, preguntándose si las palabras de su amigo tenían algo de cierto o simplemente ya había enloquecido. Aunque, si tenía que apostar, lo haría por la segunda opción.



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