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EPÍLOGO











–Ey, tranquila, todo va a estar bien – susurró Eren, inclinándose hacia adelante para hablarle suavemente a su esposa junto al oído–. ¿O acaso no estás lista? – Preguntó, divertido, mientras observaba cómo la chica ajustaba nerviosamente la toga que llevaba puesta encima.

–Claro que sí, es solo que ahora vamos a ir al mundo real y la universidad es bastante diferente.

–No creo más difícil que trabajar, estudiar y lidiar con...

–¡Oiga, par de idiotas! ¿Quieren callarse? – Gruñó Ymir con suavidad–. ¡Ya casi nos llaman! – Espetó con irritación.

Eren le plantó un suave beso en la nuca a Mikasa antes de volver a acomodarse en la silla. La ceremonia prosiguió con pompa hasta el momento en el que llamaron a la facultad de periodismo para que comenzaran a recibir sus diplomas. El decano Zackley tomó el micrófono mientras observaba a los estudiantes con orgullo. Después de decir unas palabras y tras los aplausos seguidos a estas, comenzó lo verdaderamente importante: uno a uno, los nombres de los graduandos resonaban en el salón, marcando el final tras años de estudios.

Petra Ral, con una sonrisa radiante, fue la primera en ser llamada, seguida de Isabel Magnolia, quien saludó con entusiasmo al recibir su diploma. Llegó entonces el momento esperado para Mikasa. Con paso firme y determinado, se acercó al estrado donde el decano le extendió su diploma con orgullo. La chica lo recibió con una mezcla de emoción y gratitud antes de girarse hacia el público. Inmediatamente ubicó el rostro que deseaba ver: el pequeño Axel, sentado en las piernas de su tío Levi, aplaudía y gritaba con emoción observando a su madre con aquel diploma. Mikasa le arrojó un beso antes de dirigirse nuevamente al asiento en el que Eren, ignorando todo protocolo, abrazó a su hermosa esposa por detrás antes de besarle sonoramente la mejilla. Ymir, a su lado, chasqueó la lengua e hizo una mueca de asco. A continuación, el decano anunció el nombre de Jorge Pikale, quien avanzó con un paso seguro para recibir su diploma entre los aplausos de sus compañeros. Finalmente, llegó el turno de Eren, quien esperaba con ansias su momento de gloria. Con el corazón latiendo con fuerza, Eren se dirigió al estrado sintiendo la mirada de todos los presentes sobre él. Con una sonrisa nerviosa, recibió su diploma antes de, al igual que había hecho su esposa, dirigir la mirada hacia su pequeño. No obstante, se sorprendió al no verlo allí. La conmoción fue enorme cuando sintió cómo alguien abrazaba fuertemente sus piernas. Eren agachó la mirada antes de sonrojarse completamente mientras observaba al pequeño Axel estirando sus manos para recibir un abrazo de su padre. Eren no lo dudó antes de agacharse para tomar en brazos a su hijo y, tras disculparse con los maestros, se dirigió nuevamente hacia su asiento sin importar la presencia del niño, que se negaba a estar lejos de su padre.

El decano, tras pedir disculpas por aquel espectáculo, felicitó a todos los jóvenes que se graduaban aquel día. El auditorio estalló en una ovación de alegría y emoción. Eren y Mikasa se abrazaron con fuerza, sintiendo al pequeño entre sus brazos, quien no paraba de felicitar a sus padres, completamente emocionado y orgulloso.








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— ¡Te dije que lo cuidaras! —Gruñó Mikasa, tomando uno de los bocadillos de la barra de comidas.

—Claro, es mi culpa por no sostenerlo, y no la de ustedes por engendrarlo —soltó Levi con sarcasmo, ganándose un golpe en cada brazo por parte de Carla y Bianca.

—Ten mucho cuidadito, que estás hablando de mi nieto —reprendió Bianca. Levi acarició su brazo.

—Sí, y yo soy tu hijo.

—Sí, pero estoy vieja y tú no me has dado ningún nieto.

—Mamá —Levi rodó los ojos—. Ya te dije que Hange y yo todavía no estamos listos.

—Creo que el mundo nunca estará listo para un mini Levi —señaló Zeke burlón, ganándose una mala mirada de Levi.

—¿Y cuándo nos darás un mini Zeke? –Sonsacó Carla.

—Cuando esa belleza acepte salir conmigo —Zeke señaló a Yelena, la cual se encontraba conversando amenamente con Grisha y Armin.

—¿Te sigue rechazando? —Preguntó Mikasa, en tono burlón.

—Y yo le sigo suplicando cada día, es un ejercicio mental que sirve para debilitar mi autoestima —se burló Zeke divertido, y Mikasa rodó los ojos.

—Sigue intentando, a Keith solo le costó veinte años conquistar a Faye, pero ahora están felizmente casados... quizá a ti te cueste menos —señaló Carla en medio de suaves risitas.

Zeke lanzó una sonora carcajada, pero antes de que pudiera decir algo, Eren llegó a su lado refunfuñando.

—Casi no se duerme —se quejó—. Por cierto, Levi, eres una terrible niñera —reprendió Eren, abrazando a Mikasa, que le dio una mala mirada— ¿Qué pasa mi amor?

— ¿Por qué corrió hacia ti y no hacia mí? —se quejó—. Él te quiere más.

—Cariño, no es eso —intentó tranquilizar Carla—. Axel te adora.

—¡Pero siempre prefiere a Eren! —refunfuñó Mikasa, cruzándose de brazos.

—Es porque eres la mamá.

—Exacto, yo lo cargué, él solo se...

— ¡No lo digas! —Gruñó Levi—. Por favor, no necesito los detalles mórbidos.

—Bueno, como sea, él no me quiere.

—Eres la mamá —repitió Bianca—. Siempre lo estás regañando por las cosas que hace.

—O por las cosas que no hace —señaló Carla—. Mientras que Eren es quien siempre está jugando con él y lo mima.

—No es que no te ame —afirmó Zeke apoyándose en su hombro—. Es solo que te tiene miedo, a veces eres muy dura con él.

—Mi amor, él te ama —aseguró Eren, susurrando junto a su oído—. Es solo que tú tienes el papel de la madre responsable y centrada, y yo soy el papá divertido que te desautoriza descaradamente. —Mikasa le lanzó una mala mirada a Eren, pero antes de que pudiera pronunciar palabra alguna, él la atrajo hacia su cuerpo para besarla con suavidad—. Es una broma; seguramente intentó correr hacia ti, pero solo se pudo zafar de su tío amargado hasta que estuve en el escenario. No tienes por qué preocuparte.

Mikasa suspiró haciendo un puchero mientras sentía un ligero toque de envidia hacia la relación de Eren con su pequeño. Sabía que Eren era un padre amoroso y dedicado, pero a veces le resultaba difícil no sentirse un poco excluida cuando Axel mostraba claramente su preferencia por él.

—Lo sé, solo es que... —comenzó Mikasa, pero Levi la interrumpió chasqueando la lengua.

—Mira, tonta, ya sé que te preocupa mucho que el pequeño parezca preferir a Eren sobre ti, pero eso es estúpido —reprendió Levi con su tono de voz cargado de seriedad y reproche.

—No tienes por qué estar celosa, mi amor. Axel te adora —afirmó Eren plantando suaves besos en el cuello de su esposa—. Siempre que sales con Annie y Sasha, él llora y espera impaciente a que llegue su madre.

—Además, cariño, es normal que los hijos varones se lleven mejor con su padre —afirmó Carla antes de señalar a Zeke y Eren—. Como ejemplo: ¿Quién fue la primera persona que se enteró de que Zeke se había ganado una beca en la universidad? —preguntó.

Zeke hizo una mueca mientras se sonrojaba.

—Papá —admitió a regañadientes.

—¿Y quién se dio cuenta primero de que Eren estaba enamorado? —Sonsacó la mujer y Eren hizo una mueca.

—Papá —respondió avergonzado.

—¿Cuál de los dos se enteró primero dónde estaban ustedes cuando huyeron? —continuó Carla—. Y por cierto, mantuvo el secreto por varios meses —añadió.

Mikasa desvió la mirada.

—Grisha —contestó con un hilito de voz.

—¿Lo ves? Y no hice drama por eso.

Zeke se cruzó de brazos mientras arqueaba una ceja, mirando con diversión a su madre.

—Le pediste el divorcio a papá y dijiste que no lo querías volver a ver jamás.

Carla alzó su dedo índice en gesto de advertencia.

—Ese no es el tema... además, lo disculpé dos días después —rezongó.

—¡Ja! —soltó Mikasa—. Así que entiendes.

—Es muy diferente que Grisha me haya ocultado ese secreto, a que tu bebé haya salido corriendo a los brazos de Eren.

—Bueno, eso es agua pasada —afirmó Eren antes de elevar el mentón de Mikasa—. Mikasa, mi amor, nuestro pequeño te adora. Y ustedes tienen una conexión única, así que no tienes por qué estar preocupada, ¿entiendes?

—Ajá, sí claro —la chica hizo un puchero mientras se cruzaba de brazos, por lo cual Eren sonrió suavemente mientras rodaba los ojos.

—Ay, Mikasa Ackerman, sigues siendo terca —se burló Eren tirando levemente del labio inferior de Mikasa con sus dientes, antes de besarla con necesidad.

– ¡Bueno, ya basta! ¡Están en público! –Reprendió Bianca–. Y Mikasa, tienes que relajarte – gruñó, colocando una mano reconfortante sobre el hombro de su hija–. Recuerda que Levi siempre fue inseparable de Axel; es algo completamente normal. Así que no te preocupes –señaló irritada antes de rodar los ojos–. Ahora, chicos, mi pequeño Axel está durmiendo, así que disfruten de su fiesta. Han trabajado mucho para poder estar aquí. Mika, deja de pensar en tonterías.

La joven suspiró dramáticamente antes de asentir y relajarse un poco más. Quizás estaba dramatizando un poco la situación.

Eren acarició con delicadeza el cabello azabache de su hijo, sintiendo el latido tranquilo y constante de su corazón mientras lo cobijaba y se deshacía del abrazo que el pequeño tenía firmemente en sus piernas. La suave voz de Eren resonaba en el silencio de la habitación mientras cantaba una delicada nana para profundizar el sueño de su hijo. Mikasa permanecía en el umbral de la puerta, observándolos con ternura, sus ojos grises brillando con amor y orgullo. Al percibir su presencia, Eren le dedicó una sonrisa cálida antes de depositar un suave beso en la frente de su hijo y salir de la habitación, cerrándola con cuidado para no despertarlo. Se acercó a Mikasa y la abrazó con ternura, sintiendo el reconfortante calor de su cuerpo.

–Aún estás preocupada –susurró Eren, su aliento rozando suavemente el cuello de Mikasa–. No tienes por qué estarlo.

Mikasa correspondió al abrazo mientras sus manos se deslizaban por el ahora largo cabello castaño de su esposo. Se separaron lo suficiente para mirarse a los ojos.

– ¿Y si no me quiere?

–No estás hablando de Axel –señaló Eren, y Mikasa mordió levemente su labio antes de negar la cabeza.

Eren suspiró con pesadez, entrelazando sus dedos con los de Mikasa mientras se dirigían hacia su habitación. Al llegar, cerraron la puerta con seguro antes de que Eren la llevara hacia la cama y se sentara con ella en el borde de esta.

–No tienes por qué preocuparte, seguro que te amará –afirmó Eren, acariciando delicadamente el todavía vientre plano de ella–. Te amará tanto como Axel y yo lo hacemos.

– ¿Y si lo hago mal? –Preguntó Mikasa con temor.

Eren suspiró antes de ayudarla a acostarse en la cama, arrodillándose a un lado para besar suavemente su vientre.

–Mika, mi amor, no lo estamos haciendo mal con Axel –susurró Eren–. Eres la mejor madre de todas–. Has trabajado duro para hacerlo.

–Eren –farfulló Eren acariciando suavemente el cabello de su esposo–. No podría haberlo hecho sin ti a mi lado.

–Y seguiremos estando juntos –afirmó Eren antes de plantar un suave beso sobre el vientre de Mikasa–. Él te amará.

–Podría ser una ella –señaló la joven con diversión.

– ¿Tú lo crees? –Preguntó Eren, su voz cargada de ilusión.

–Eso creo. Al menos, me gustaría –Mikasa resopló rodando los ojos–. Porque no puedo tener otro chico. No sé cómo le hizo Carla. Tú Zeke son insoportables.

Eren lanzó una suave carcajada.

–Por favor, tú nos adoras. Los hermanos Jaeger somos los mejores.

–Me quedo con el menor de ellos.

Eren sonrió abiertamente antes de treparse por encima de ella para acorralarla entre sus brazos, sus manos le acunaron delicadamente el rostro.

– ¿Por cuánto tiempo? –Preguntó mientras sus labios plantaban suaves besos por todo el rostro de su esposa.

–Por todo el tiempo que tú me quieras –afirmó ella, mientras sus piernas le rodeaban la cintura.

Eren lanzó un suave gruñido antes de asentir.

– ¿Cuánto tiempo crees que tengamos antes de que Axel se despierte y pida su vaso de leche tibia?

Mikasa lanzó una suave carcajada antes de mirar su reloj de muñeca.

–Un rato más, quizá.

–Bien, entonces creo que es hora de mi regalo de graduación –afirmó Eren, mientras sus dedos se dirigían hacia los tirantes del vestido de la chica para comenzar a deslizarlo fuera de su cuerpo. Mikasa completamente sonrojada, sonrió con picardía.

–Bien, pero que sea rápido –señaló divertida, mientras comenzaba a deshacer el nudo de la corbata de su esposo antes de sellar sus labios con un beso cargado de dulzura y pasión, prometiéndose que juntos podrían superar cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino.




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