Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

9: Perogrullada







–Eren, por favor, no te enojes conmigo –suplicó Armin, siguiendo a Eren con paso rápido mientras el castaño se dirigía hacia el estacionamiento.

– ¡No! ¡Basta! –gritó Eren con irritación–. ¡No puedo creer que no me hayas dicho nada! –exclamó con los ojos entrecerrados–. Lo supiste desde el principio, ¿no? ¡Ella lo hizo a propósito! –El chico apretó los puños mirando hacia su alrededor, por suerte no había nadie por allí–. ¡Me dejó ganar! ¿No entiendes?

Armin frunció el ceño, confundido.

–Pero, Eren, ¿por qué te importa tanto? Ganar es ganar, ¿no?

Eren se inclinó hacia adelante, mirando intensamente a su mejor amigo.

– ¡Porque me tuvo lástima! No hay forma de que ella haya hecho eso sin razón. Ella me odia, ¿no ves que esto no tiene sentido?

Armin ya lo había pensado. Mikasa nunca le explicó por qué lo hizo y para él no tenía sentido que ella hubiera cedido algo tan importante como ganar aquella competencia. Después de todo, su mejor amiga le había dicho que estaba muy ilusionada con ser la reina de los bailes y la única forma de conseguirlo era ganar aquel festival deportivo, porque no había forma en la que Eren la nominara, no con el odio profundo que se tenían. Sin embargo, el rubio, como siempre, trató de encontrar las palabras adecuadas para calmar la tormenta que siempre había entre sus mejores amigos.

–Eren, sé que Mikasa y tú no se llevan bien, pero tal vez solo estaba siendo amable. Mikasa no es tan mala como piensas, y no creo que lo hiciera para fastidiarte.

Eren lanzó un grito totalmente frustrado.

– ¡Ya la conoces! ¡Mikasa no da puntada sin dedal! Siempre me ha superado en todo, y ahora quiere hacerse la noble, ¿¡y me deja ganar!? ¡No puedo aceptar eso! –Espetó, abriendo bruscamente la puerta de su auto para arrojar su mochila dentro.

El rubio se acercó a su mejor amigo y posó una mano sobre el hombro de Eren.

–No sé cuál es su motivo, y no logro entenderla –admitió Armin, rascándose la cabeza–. Pero estoy seguro de que no lo hizo para perjudicarte.

Eren bufó, apartando bruscamente la mano de su mejor amigo de su hombro.

–No necesito compasión de nadie, menos de Mikasa Ackerman –espetó el chico antes de entrar en el auto y salir rápidamente del estacionamiento, intentando comprender por qué demonios aquella pelinegra, que juraba odiarlo, lo había dejado ganar.












❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿












– ¡Maldita niñita mimada! –Eren renegó mientras se dirigía malhumorado a la cocina.

Allí encontró a su hermano, quien, al verlo entrar, le dio un fuerte abrazo y un beso en la frente.

―Aquí está mi pequeño campeón. ¿Cómo te sientes? ¿Todo va genial? ¿Y cómo va la escuela? ¿Ya tienes novia? ―preguntó Zeke entusiasmado.

―Bueno, desde que gané el festival, todo está estupendo. Creo que ya olvidaron el incidente de la foto. Y... hay una chica que me gusta, creo que la invitaré al baile.

– ¡Te lo dije! Sabía que todo iba a estar bien. Naciste para triunfar, pequeño ―Zeke le revolvió el cabello a su hermano menor mientras observaba cómo éste preparaba algunas palomitas de microondas y servía dos vasos de refresco. El rubio sonrió emocionado―. ¿Harás noche de cine con Mikasa? ―preguntó entusiasmado.

―Puaj –Eren hizo cara de asco–. No, por supuesto que no. Pero Armin y yo veremos una película ― señaló, y Zeke hizo una mueca.

―Qué extraño, creí que Mikasa estaba en la habitación.

―Lo está, pero si quiere algo, que venga ella misma a buscarlo, no soy su esclavo ―Zeke le dio un suave golpe en la cabeza a Eren, observándolo mal.

– ¡Eso no está bien! ¡Sé un caballero! ―rezongó, sirviendo un tercer vaso de refresco para la chica―. Llévaselo.

– ¿Al menos puedo escupir en él? ―preguntó Eren con amargura. Zeke le dio una sonrisa de cariño mientras sacaba las palomitas del microondas una vez estallaron, y negó, poniéndolas en un bol para acomodar todo en la bandeja y que a su hermano menor le fuera más fácil llevar todo a su habitación.

―No, pero puedes decirle que lo hiciste ―sugirió y Eren sonrió abiertamente antes de despedirse de su hermano.

Le encantaba ver esa sonrisa; Zeke la tenía desde el momento en el que Eren había ganado aquel festival. En verdad, había hecho las cosas bien. Había derrotado a esa princesita. Lo había conseguido. Él la había humillado frente a toda la escuela y...

– ¡Así que sí dejaste ganar a Eren!

―Gracias, capitán obvio ―gruñó Mikasa, y Eren se detuvo en el umbral de la puerta mientras fruncía el ceño―. Por favor.

– ¿Tanto te afecta que las personas sepan que lo dejaste ganar?

¿Ella lo había dejado ganar?

No, no, no, no, no, no.

Sí, claro que sí. Ella había tenido mucha ventaja en el muro de escalar... Eren se había rendido, pero como por milagro del cielo, Mikasa se había lastimado y no había podido seguir la competencia. Por un segundo a Eren se le había cruzado esa idea por la cabeza, pero la había desechado casi inmediatamente, porque se suponía que ella lo odiaba.

¿Qué ganaría dejándolo ganar?

Absolutamente nada.

Él había conseguido ese triunfo por sus propios méritos. ¿O no?

― ¡Ya te dije que no solo va a decir esa estupidez! ―rezongó Mikasa furiosa―. Peor aún, las personas van a creer que me gusta Eren Jaeger. ¡Qué asco!

‹‹¡Espera un momento!››

Eren casi deja caer la bandeja llena de comida y bebidas.

¿Por eso lo había hecho? ¿Mikasa estaba secretamente enamorada de él? ¿Por eso lo había dejado ganar? Pero... ella siempre era tan desagradable. ¿Lo quería? Bueno, al fin y al cabo, las chicas son extrañas. Tal vez era una forma de coqueteo que tenía la pelinegra ¿Por eso se había puesto tan nerviosa cuando por broma le guiñó un ojo en la competencia?

–Mika...

―Armin –la voz de la pelinegra había sonado dura―. Me felicitaste por dejar ganar a Eren y me dijiste que había sido un acto muy noble. Si de verdad te pareció tan noble, entonces haz esto por mí y no arruines lo que hice. ¿Cómo crees que se sentirá Eren al enterarse de que lo dejé ganar?

Mal. Se sintió terriblemente mal.

¿En serio, aquella chica que tanto lo irritaba le había cedido ese premio para llamar su atención?

―Está bien, la llamaré al llegar a casa ―respondió Armin con molestia.

Eren no entendió aquella frase. ¿De qué demonios estaban hablando? ¿A quién iba a llamar? ¿Qué sucedía?

Confundido, Eren entró a la habitación. Su mirada se posó en Mikasa y Armin. La pelinegra abrazaba fuertemente a su mejor amigo. ¿En verdad Mikasa estaba enamorada de él? Siempre había creído que ella y Armin tenían algo especial, pero aparentemente, las cosas no eran así... ¿Mikasa... lo quería a él?

Era un enigma para Eren. La confusión se apoderaba de sus pensamientos mientras intentaba descifrar la situación que se desenvolvía ante sus ojos. El gesto de Mikasa, ese abrazo tan íntimo con Armin, no encajaba con la imagen que tenía de su relación. Algo había cambiado, y Eren estaba determinado a entenderlo.

Apenas cruzó la puerta, la tensión en el ambiente se hizo palpable. Sus amigos parecían ajenos a su presencia, inmersos en una conexión que él desconocía por completo. La atmósfera cargada de incertidumbre le obligaba a buscar respuestas, y sus ojos inquisitivos escudriñaban la habitación en busca de pistas.

Mikasa se apartó de Armin al notar la mirada penetrante de Eren. La expresión de ambos revelaba secretos guardados bajo llave. Las palabras de Armin resonaron en su mente, sumando más interrogantes a su confusión.

¿Por qué le había cedido el premio? ¿Había algo más detrás de ese gesto aparentemente desinteresado?










❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿

















La noche avanzaba, y él se encontraba en su cama incapaz de conciliar el sueño. El insomnio mantenía a Eren despierto, mientras las palabras de Armin y Mikasa resonaban en su cabeza, formando un laberinto de pensamientos.

En la cama de al lado, la pelinegra dormía tranquila y silenciosamente. Él la observó de reojo antes de suspirar con pesadez. No le sorprendía demasiado el hecho de que Mikasa hubiera dejado que ganara el festival deportivo, pero pensar que lo hizo por lo que sentía hacia él lo desconcertó por completo. Estaba bien, detestaba a esa chica, pero eso no significaba que quisiera romperle el corazón.

¿En qué momento Mikasa se había fijado en él?

Incapaz de soportar más la intriga, se levantó de la cama en silencio. Sus pasos resonaron en el pasillo desolado. Eren decidió salir al patio trasero de su casa. La noche era fresca, y la luz de la luna iluminaba tenuemente el jardín, creando sombras danzantes en los rincones. Se tiró en el césped bajo el gran manzano que había allí, mirando al cielo estrellado mientras intentaba organizar sus ideas.

Mikasa enamorada de él era una idea difícil de aceptar. Su relación siempre se había caracterizado por el conflicto y la rivalidad. Se odiaban abiertamente, y Eren no podía dejar de recordar las veces que Mikasa lo había fastidiado con su actitud mandona y caprichosa. ¿Era una especie de extraño coqueteo que Eren no entendía?

Mikasa no solía ceder sin motivo aparente; Eren tenía muy claro que la chica siempre había estado obsesionada con ganar el festival deportivo. Entonces, ¿por qué le permitió ganar a él? Mikasa siempre se destacó por ser la más decidida y competitiva de todos. Lo que acababa de hacer iba en contra de su naturaleza.

¿Podría ser que Mikasa estuviera enamorada de él?

La idea sonaba absurda, incluso inconcebible. Eren sintió un escalofrío al considerar la posibilidad de que Mikasa guardara sentimientos secretos. Cerró los ojos e intentó organizar sus pensamientos, repasando cada interacción, cada mirada, cada gesto con ella. ¿Había algo más allá de la fachada de desprecio?

Se esforzó por recordar su desdén hacia ella, las veces que la consideró mandona y caprichosa. Sin embargo, esas percepciones parecían desvanecerse. Eren volvió a pensar en el día del festival deportivo, con Mikasa cayendo como un peso muerto y agarrándose el tobillo mientras gritaba de dolor. Ahora sabía que lo había fingido. ¿Había sido un acto de amor encubierto?

Eren se sumió en sus pensamientos, reflexionando sobre la posibilidad de que Mikasa, en lugar de buscar la victoria para sí misma, había dejado que él ganara como un gesto de afecto. Los recuerdos de las interacciones entre ambos cobraban nuevos matices, y la perspectiva de que Mikasa pudiera estar enamorada de él se volvía cada vez más plausible.

La confusión y la sorpresa se mezclaban en la mente de Eren mientras exploraba esta nueva idea. Se preguntaba si, detrás de la aparente dureza de Mikasa, se escondía una capa de vulnerabilidad y afecto hacia él. Aunque la posibilidad lo desconcertaba, también sentía una extraña sensación de calidez en su pecho.

Un suspiro se deslizó entre los labios de Eren mientras se esforzaba por desentrañar el complejo rompecabezas emocional que se desplegaba ante él. ¿Eran tan intensos los sentimientos de Mikasa como para hacerla renunciar a su orgullo? Se preguntaba qué haría él en una situación similar. La memoria lo llevó de vuelta al momento en que le había confesado a su hermano que le gustaba una chica; había sido una verdad a medias. Historia Reiss siempre lo había seguido desde que ganó el festival... no, incluso antes. En los pasillos, ella le dedicaba una sonrisa tímida, no perdía la oportunidad de entablar conversación y se sentaba a su lado. Siempre estaba cerca.

Definitivamente, Historia era muy encantadora. No podía afirmar que estaba enamorado de ella, pero le parecía atractiva. Ahora, como rey del baile, había considerado la posibilidad de acercarse a ella y pedirle que fuera su reina, pero la sombra de Mikasa se cernía sobre esa idea.

La pregunta sobre si lastimaría a Mikasa oscureció sus pensamientos.

¿Y por qué le importaría si Mikasa sufría? Sin embargo, en el fondo, se dio cuenta de que no quería herir a la pelinegra. Después de todo, Mikasa Ackerman era la hija de los mejores amigos de sus padres. ¿Qué diría su madre si se enterara de que Eren había herido a Mikasa? Seguramente se enojaría.

"Ni siendo el último hombre y ella la última mujer del planeta, podría enamorarme de Mikasa Ackerman", le había afirmado a Armin en alguna ocasión. Sin embargo, ¿era esa aseveración completamente veraz?

"Es muy hermosa", le había asegurado Armin.

Eren frunció el ceño, reflexionando sobre esas palabras.

¿Realmente lo era?

Desde sus días de infancia, no comprendía por qué Mikasa optaba por llevar el cabello corto después de que él pegara un chicle en él. Aunque siempre la molestaba por ello, debía admitir que ese corte le sentaba de manera impecable, realzando su elegancia. Los ojos grises de Mikasa emanaban serenidad, revelando al mismo tiempo su determinación y fortaleza. Su piel, suave como la seda, merecía elogios. Mikasa irradiaba una luz tenue que capturaba la atención de cualquiera que posara la mirada en ella.

A pesar de sus comentarios anteriores, Eren se encontraba contemplando la posibilidad de que sus sentimientos hacia Mikasa fueran más complejos de lo que admitía. No podía ignorar la belleza que había descrito Armin, pero también había algo más que le atraía, tal vez eran esos destellos de valentía que veía en sus ojos grises. Aunque Eren se resistía a aceptarlo, la verdad podía estar oculta incluso para él mismo.

¿Realmente era hermosa?

Recordaba cómo los chicos se volvían para mirarla cuando caminaba por la escuela con su uniforme de animadora. Eren se sorprendió al hacer lo mismo más de una vez. Mikasa se movía con gracia, como si cada uno de sus pasos estuviera coreografiado en una danza invisible.

La joven era delgada y atlética, y sus labios rosados siempre esbozaban una sonrisa, a menos que él la observara, claro está.

—En verdad es hermosa —musitó Eren, sonriendo de lado mientras recostaba su cabeza contra el tronco del árbol.

Una sensación cálida lo invadió al percatarse de la belleza de Mikasa. ¿Cuándo esa molesta chica se había convertido en una mujer tan hermosa? Aquello lo había señalado su hermano mayor durante la cena de reencuentro, pero para Eren, ella seguía siendo la misma niña molesta de siempre.

No obstante, el castaño hizo una mueca al darse cuenta de lo que acababa de pensar. La transformación de Mikasa no era solo física; también era evidente en su actitud y presencia. El tiempo no solo había esculpido sus rasgos, sino que también había forjado una madurez que no pasaba desapercibida. Quizá ella era mandona, amargada y demasiado perfeccionista, pero también era lista, talentosa y muy audaz.

Las memorias de su infancia se entrelazaban con la realidad presente, creando un tapiz de contrastes que Eren no podía ignorar. Recordaba las travesuras y las peleas infantiles, pero ahora se enfrentaba a una Mikasa que irradiaba una elegancia natural... a una Mikasa que lo veía como un hombre, y un hombre al que quería lo suficiente como para renunciar a su orgullo y título de ganadora invicta.

¿Acaso creía que Mikasa era hermosa? ¿Qué significaba eso? ¿A él le gustaba ella? ¿No se suponía que se odiaban?

Eren se hallaba sumido en un mar de pensamientos, incapaz de discernir la verdad detrás de sus sentimientos. No podía precisar cuántas horas habían transcurrido, pero el amanecer comenzaba a iluminar el horizonte, tiñendo el cielo con tonos cálidos. Con el nuevo día despertando a su alrededor, Eren decidió enfrentarse a Mikasa y desentrañar el enigma de sus emociones. Necesitaba respuestas y claridad.

La ironía de la situación no escapaba a Eren; después de todo, ¿no se suponía que ambos se odiaban? Ya no estaba seguro de eso, pero sí tenía claro algo: debía enfrentar a Mikasa y preguntarle qué sentía ella por él. Si lo que pensaba era cierto, bueno, tomaría una decisión después.












❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿












Eren fruncía el ceño intensamente mientras la pelinegra se secaba las lágrimas de sus ojos, intentando recobrar el aliento. Incómodo, él la interrumpió:

— ¡Deja de reírte, idiota! —rezongó Eren, completamente molesto.

Sentándose en el borde de la cama, cruzó los brazos. No obstante, Mikasa continuó riendo durante un largo rato; su estómago le dolía y apenas podía respirar.

—Es la cosa más estúpida que has dicho en toda tu vida —se carcajeó otra vez—. ¿Enamorada de ti, Eren? –Una nueva oleada de risotadas escapó de los labios de la chica—. Pensé que sabías diferenciar entre la realidad y tus fantasías egocéntricas. Pero esto ya es el colmo.

—Entonces, ¿¡por qué demonios me dejaste ganar en el festival deportivo!? Y ni siquiera te molestes en negarlo, porque te escuché a ti y a Armin hablar sobre eso. Dijiste que las personas iban a saber que te gusto.

—¿Qué? —Mikasa frunció el ceño, intentando descifrar de qué demonios estaba hablando él. De repente, su rostro se iluminó al recordar la conversación que había tenido con Armin. La pelinegra bufó—. Dije que las personas iban a pensar que me gustas, no a saberlo.

—¿Qué diferencia hay? —preguntó Eren, irritado. Mikasa lo observó con fastidio.

—Una cosa es lo que no quiero que piensen las personas y otra es tu ego diciendo que estoy perdidamente enamorada de ti, cuando jamás perdería mi tiempo con alguien como tú.

—Entonces, ¿de qué iba la conversación que sostenían Armin y tú ayer?

—Bueno, si insistes con el tema, te lo diré: resulta que Annie Leonhart se dio cuenta de que no estoy herida en el tobillo y que, efectivamente, te dejé ganar. Así que me está extorsionando; tenía que conseguirle una cita con Armin o le diría a todos lo que hice.

– ¡Ahí está, me dejaste ganar el festival! ¿No es una señal de lo que sientes por mí?

Mikasa levantó una ceja, mofándose de Eren.

—A ver, idiota, ganaste porque estaba harta de escuchar tus quejas. Fue un gesto de solidaridad hacia mí misma para no soportar tus lloriqueos, aunque ahora me arrepiento. Es evidente que ese triunfo se te subió a la cabeza como para creer que yo podría fijarme en ti.

Eren frunció el ceño mientras apretaba los puños. Algo en las palabras de la chica lo hirió de forma incomprensible. Aunque ella le había dicho cosas así con anterioridad, en ese momento, se sentía tan herido que quiso gritar de frustración.

El aire se cargó con la tensión de los dos jóvenes, lanzándose miradas de mutuo desprecio.

–Entonces, solo para asegurarme, ¿no sientes nada por mí? –rezongó Eren, casi con decepción. Mikasa, con gesto de superioridad, se burló una vez más de él.

–Eren, déjame aclararte las cosas; no hay posibilidad alguna de que me fije en ti. Eres irritante, egoísta y, para colmo, un creído.

–Eres una idiota.

–Y tú, un patán.

–Eres infantil.

–Y tú, un mal perdedor –espetó la chica furiosa.

– Tonta.

– ¡Bobo!

– ¡Infantil!

– ¡Tarado!

De los gritos pasaron a los golpes con almohadas. Mikasa era fuerte y empujó a Eren contra el colchón de una de las camas. Eren cayó con dureza e hizo una mueca.

—Eres un idiota. ¿Cómo se te ocurre siquiera pensar que podría fijarme en alguien como tú, imbécil?

—Sí, sí. Bueno, me alegra, porque no me gustaría tener detrás de mí a una lunática.

Mikasa se subió al regazo de Eren para golpearlo con fuerza usando la almohada. Era como si lo estuviera viendo por primera vez; el corazón de Eren latía con fuerza mientras sus ojos seguían cada detalle de la expresión furiosa de Mikasa mientras lo golpeaba con la almohada. Sus ojos grises ardían de furia, sus cejas delgadas fruncidas, su cabello caía graciosamente y de manera desordenada sobre su rostro mientras ella intentaba golpearlo con más fuerza. Su pequeña nariz estaba fruncida, y sus labios apretados.

"Demonios, incluso enojada es hermosa".

Eren tragó saliva cuando la realidad lo golpeó. Le gustaba, definitivamente le gustaba Mikasa Ackerman, esa chica molesta que siempre lo sacaba de quicio. Le gustaba más de lo que su razón podía entender.

—Demonios, esto es un desastre —rezongó Eren, tomando a Mikasa por la cintura para bajarla de su regazo.

Las mejillas de Mikasa se sonrojaron profundamente al notar el contacto del chico y le mostró los dientes.

—¡Suéltame ya mismo!

—Entonces, bájate. ¡Idiota!

—Eres un imbécil.

—Y tú, una niñita tonta —gruñó molesto consigo mismo. ¿Por qué demonios le gustaba? Era la persona más molesta de todas. No, quizás solo estaba confundido.

— ¡Nunca debí dejarte ganar!

—Tienes toda la razón. Ahora ya no eres una princesita; eres una perdedora que será recordada por haber fracasado de la forma más humillante de todas.

—¡Te odio, idiota! —gruñó Mikasa, poniéndole la almohada en el rostro y quitándole completamente el aliento.

Mikasa, dotada de una fuerza considerable, mantenía sus manos firmemente aferradas a la almohada para asfixiarlo, mientras él afirmaba sus dedos a la cadera de ella. Aunque él sabía que podía apartarla de encima, no deseaba lastimarla. Además, el tacto de sus manos sobre la cintura de ella le resultaba reconfortante. Sin embargo, a medida que la falta de aire se volvía más evidente, Eren comenzó a forcejear para liberarse.

En ese preciso instante, cuando la situación parecía intensificarse, intervino su mejor amigo. Si no hubiera llegado a tiempo, Eren habría enfrentado un desenlace opresivo a manos de esa pequeña psicópata.




Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro