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8: Aruani





Armin, con los nervios aún a flor de piel, tomó las llaves de su auto mientras sostenía el teléfono con una mano, a la espera de la respuesta de su mejor amiga al otro lado de la línea.

¿Hola? –La voz de Mikasa sonó distante.

–Mika, soy yo –comenzó Armin, intentando sonar casual a pesar del creciente pánico en su voz–. Ya voy de salida.

Hubo un breve silencio antes de que la pelinegra respondiera.

–Lo siento, te lo compensaré, lo juro.

–Sí, sí, como sea... solo quería recordarte sobre el plan –refunfuñó Armin.

–Entendido, jefe. Estaré al pendiente del celular. Solo envíame un S.O.S y te llamaré. Pero ¿qué tengo que decir?

–No sé, que mi gato murió, lo que sea.

–Pero tú no tienes gato –señaló Mikasa antes de soltar un suave quejido; se escuchó un fuerte golpe al otro lado de la línea.

–Compraría uno si me salva de una situación peligrosa –protestó el rubio mientras entraba a su auto.

–Sabes que probablemente ella se dé cuenta de eso, ¿verdad?

–Lo sé –Armin hizo una mueca–. En ese caso, correré. Correré hasta que no la vea... luego me mudaré a Marley y me cambiaré el nombre a Patricio –la suave carcajada de su amiga al otro lado de la línea lo hizo relajar un poco–. Deséame suerte.

–No la necesitas, sé que la vas a pasar bien.

–Sí... eso espero –habló Armin con desánimo mientras encendía su auto y se dirigía a la casa de los Leonhart.








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Armin temblaba nerviosamente al pararse frente a la puerta de la casa de Annie. A pesar de la tranquilidad de la tarde, la ansiedad lo envolvía como si estuviera a punto de enfrentarse a un tornado. Minutos después de llamar a la puerta, esta se abrió lentamente, dejando a Armin estático mientras recorría con la mirada a la joven que había aparecido.

Las personas murmuraban sobre la rubia, catalogándola como una chica problemática. Vestía siempre de negro y parecía ser parte de una pandilla. Si Armin no hubiera escuchado esos rumores y la estuviera viendo justo en ese momento, pensaría que era otra persona completamente diferente. Annie llevaba un ceñido vestido blanco de tiras, una falda suelta hasta la mitad de los muslos, su cabello recogido en un elegante moño, y su piel lucía casi al natural, con un leve brillo en los labios en lugar del agresivo maquillaje habitual.

Armin se sorprendió al notar el rostro sonrojado de la chica. Quizás nunca la había visto directamente debido al pánico hacia Annie, quien siempre miraba con desprecio a todos. Sin embargo, en ese momento, se dio cuenta de que realmente era preciosa, como un bello ángel.

– ¿Hola? –saludó Annie al notar que Armin no decía palabra alguna.

–Uh, hola Annie –respondió Armin, rascándose la cabeza en gesto incómodo–. ¿Estás lista?

–Sí, claro –Annie tomó una bocanada de aire antes de estirarse hacia el perchero para tomar una cazadora de mezclilla y cubrirse del frío, luego tomó su bolsa–. Bien, salgamos.

El ambiente era incómodo; los chicos nunca habían cruzado palabras, y forjar una conversación no era sencillo. Armin guió a Annie hasta su auto y le abrió la puerta del copiloto.

Ahora, ¿qué haría?

Había pensado en llevarla a comer una hamburguesa, escribirle a Mikasa y zafarse de la cita, pero Annie se había arreglado para una verdadera cita, y él no quería resultar grosero. Además, teniéndola en frente, no sentía tanto miedo, y, de hecho, podía notar que era realmente preciosa. Sería un idiota completo si desperdiciaba la oportunidad de salir con alguien así.

–Entonces, ¿a dónde iremos? –preguntó Annie en un hilito de voz.

¡Demonios!

–Bueno –piensa rápido, piensa rápido, piensa rápido–. No sé si quieras ir al mirador... la vista es preciosa y podríamos ver el atardecer juntos.

Los ojos de Annie brillaron entusiasmados mientras asentía emocionada y Armin dejó de exhalar una bocanada de aire que ni siquiera sabía que estaba conteniendo. Bien, había dicho lo correcto.

–Entonces... ¿cómo has estado? –preguntó Armin al notar el silencio incómodo mientras conducía. Annie le lanzó una mirada rápida antes de suspirar.

–Te molesta lo que hice, ¿verdad? – preguntó Annie.

– ¿Qué?

–Ya sabes... me imagino que Mikasa te habrá contado lo de...

–Oh sí... – Armin guardó silencio por un largo rato antes de dejar escapar una suave carcajada. Annie lo miró con una ceja arqueada.

– ¿De qué te ríes? –preguntó a la defensiva.

–Es que... extorsionaste a mi mejor amiga para que yo te invitara a salir –señaló Armin divertido –. Es extraño... y algo tierno –admitió.

Annie cubrió su rostro con sus manos, sintiéndolo arder.

–Estoy segura de que piensas que soy patética, ¿verdad?

–No estoy feliz de que hayas extorsionado a Mikasa –afirmó Armin con seriedad–. Está algo preocupada, pero... –el joven suspiró mientras se encogía de hombros–. Es algo tierno... tenía miedo, ¿sabes? Tú me tenías algo asustado... es que... siempre eres tan ruda... creí que odiabas a todos, incluyéndome... es muy impresionable que hayas recurrido a esto para acercarte –Armin le dio una suave sonrisa a Annie–. Aunque la próxima vez podrías invitarme a salir tú misma... ya sabes, acercarte... como una persona normal –observó a Armin.

Entre sus dedos, Annie lo observó avergonzada.

–Entonces, ¿habrá una próxima vez? –preguntó ilusionada.

Armin sintió sus mejillas arder profundamente mientras fijaba su vista en la carretera. Al final, sus dedos tamborilearon contra el volante.

–Esa pregunta te la responderé cuando acabemos esta cita.

Annie no pareció muy feliz por aquella respuesta; sin embargo, era lo más lógico, por lo cual asintió pensativa.

–Está bien, me parece un trato justo.








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El cielo comenzaba a teñirse de tonos cálidos cuando Armin y Annie llegaron al mirador. Armin estacionó su auto y, con gesto cortés, abrió la puerta para Annie antes de ofrecerle su mano. La chica tomó la bolsa de comida que habían comprado y juntos se dirigieron al lugar perfecto donde el sol se despedía del día, con una paleta de colores que pintaba el horizonte para dar paso al crepúsculo.

Se sentaron en el capó del auto de Armin, las piernas colgando mientras disfrutaban de las hamburguesas que habían comprado. El ambiente estaba lleno de una mezcla de nerviosismo y anticipación, pero la vista espectacular del atardecer actuaba como un lienzo que suavizaba cualquier tensión residual. Una suave melodía resonaba desde las bocinas del vehículo, creando un ambiente tierno y romántico. Armin observó a Annie con disimulo mientras ella disfrutaba de la hamburguesa. La brisa suave mecía sus cabellos dorados, haciendo que el ambiente se sintiera aún más íntimo. Después de un momento de silencio cómodo, Armin decidió romperlo.

–Así que, ¿qué te parece el lugar? –Preguntó nervioso. Annie levantó la mirada del horizonte y le dedicó una suave sonrisa al rubio.

–Es precioso. Gracias por traerme aquí –musitó con las mejillas coloradas.

Armin sintió alivio y una pequeña dosis de confianza. Parecía que su elección había sido acertada. Se sumergieron en una conversación ligera, compartiendo risas y experiencias. Cada segundo que pasaba, estaban más cómodos el uno con el otro. La atmósfera se volvía relajada. Entonces, como si recordara algo importante, Annie dejó de reír y se volvió hacia Armin con seriedad.

–Sobre lo de antes... no quise extorsionar a tu amiga, pero miré mi oportunidad y realmente quería salir contigo. Pero si estás enojado... –Armin la interrumpió levantando una mano.

–No te preocupes por eso... no lo vuelvas a hacer –advirtió elevando uno de sus dedos–. Pero estoy disfrutando el momento, y aunque no estoy feliz de que hayas asustado a mi mejor amiga, me alegra haber tenido la oportunidad de salir contigo.

Annie asintió agradecida por la comprensión y el perdón de Armin.

Continuaron charlando, dejando atrás cualquier rastro de incomodidad. El sol se hundía lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosados. En un momento, Armin soltó una suave risita al notar que la punta de la nariz de Annie se había manchado con salsa de tomate de la hamburguesa. Estirando uno de sus dedos, la limpió con delicadeza. Annie sintió una corriente eléctrica y quedó totalmente enmudecida, mientras su rostro se teñía de un profundo escarlata. Armin la miró con ternura mientras tomaba una de las servilletas y se limpiaba el dedo.

El sol finalmente se escondió por completo, dejando un cielo salpicado de estrellas. Armin y Annie se quedaron allí, disfrutando de la quietud.

–Creo que ha sido una cita bastante agradable –comentó Armin, rompiendo el silencio.

Annie lo miró de reojo antes de asentir.

–Sí, lo ha sido.

Armin sonrió y, sin pensarlo demasiado, se acercó para darle un suave beso en la mejilla. Dejó sus labios sobre la tersa piel de la chica por un rato antes de separarse. Annie parpadeó sorprendida, pero le devolvió la sonrisa.

–Entonces, ¿qué dices sobre responder la pregunta de antes? –preguntó Annie con timidez. Armin rió suavemente y le guiñó un ojo.

–Definitivamente es un sí. Claro que va a haber una segunda cita –aseguró Armin antes de tomar la mano de Annie y plantarle un suave beso en el dorso.

Se quedaron allí, juntos bajo el cielo estrellado, disfrutando de la compañía del otro. Armin jamás en su vida había estado tan feliz de que Mikasa lo hubiera obligado a hacer algo que, en un principio, temía.










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Tras despedirse de Annie en la puerta de su casa, con la promesa de una nueva cita, Armin se encaminó hacia la residencia de su mejor amigo. Ansiaba compartir con Eren y Mikasa lo extraordinario de aquella noche, llena de risas y conversaciones amenas; simplemente, había sido una velada estupenda. Sentía gratitud hacia Mikasa por insistir en que asistiera. Al llegar a la casa Jaeger, la madre de Eren le abrió la puerta con una suave sonrisa al verlo.

–Oh, Armin querido, qué bueno que estás aquí, llegas justo a tiempo.

– ¿Justo a tiempo? –preguntó divertido el rubio–. ¿Para qué?

–Hace un rato escucho unos ruidos extraños desde la habitación de Mikasa y Eren, pero ni siquiera quiero ir a ver qué demonios está pasando, ¿crees que podrías...?

Armin le respondió con un saludo militar.

–Por supuesto, iré ya mismo a lidiar con esos chicos problema.

Carla le acarició la mejilla a Armin antes de sonreír y asentir agradecida. El rubio corrió escaleras arriba y se encaminó hacia la habitación de los chicos. Al llegar a la puerta, escuchó un ruido extraño y un fuerte golpe. Se encontró con un escenario totalmente inesperado: Mikasa estaba sentada sobre el regazo de Eren, mientras que él la tomaba de la cadera. Hubiera sido una escena interpretada de forma erótica si Mikasa no tuviera una almohada sobre el rostro de Eren, intentando ahogarlo, mientras él forcejeaba para liberarse. Armin quedó atónito por un momento antes de reaccionar.

– ¿¡Qué demonios está pasando aquí!? –gritó con histeria, tomando a su mejor amiga por la cadera para bajarla del regazo de Eren. El castaño tosía y trataba de recuperar el aliento–. ¿¡Puedes explicarme por qué intentabas asfixiar a Eren!? –preguntó Armin incrédulo.

Mikasa se cruzó de brazos, fulminando al ojiverde con ira.

– ¡Es un imbécil desagradecido!

Eren se enderezó, frotándose el cuello y lanzándole una mirada furiosa a Mikasa.

– ¡Sigue subestimándome! ¿¡Cómo demonios es eso de que me dejaste ganar!? ¡Yo hubiera podido vencerte por mí mismo! –gritó Eren, dando un fuerte golpe al suelo con su pie.

Armin se pasó la mano por el rostro, intentando procesar la situación.

– ¿Cómo demonios lo supiste?

– ¡Los escuché cuando fui por las bebidas! ¡Te escuché diciéndole a Mikasa que me había dejado ganar y que por eso tenías que salir con la bruja de Annie Leonhart! ¡Ya dejen de tratarme como un niño pequeño! ¡Yo hubiera podido ganar! – Pataleó Eren furioso.

– ¡Yo te iba a ganar, Eren! ¡supéralo!

– ¡Pero yo soy el vencedor! – Gritó Eren frustrado.

– ¡Porque por un estúpido segundo me dejé conmover! – ¡No me diste la oportunidad de intentarlo!

– ¡Créeme que lo hice! ¡Me rendí en el último segundo!

Eren y Mikasa intercambiaron miradas de desprecio antes de empezar a gritar, creando un caos auditivo. Armin levantó las manos en señal de rendición. Era obvio que ellos dos nunca dejarían de pelear.

– ¡Bueno, ya basta, basta! –Gritó el rubio frustrado–. ¿¡Pueden dejar las peleas para después!? Mikasa, acabo de regresar de mi cita con Annie.

La pelinegra suspiró mirándolo con tristeza.

–Ay cariño, ¿la pasaste muy mal?

Armin sonrió enamorado mientras se tiraba a la cama de Eren con los brazos extendidos.

–Chicos, creo que me han flechado.

Mikasa y Eren se observaron fijamente tratando de discernir si era más importante la cita de Armin o retomar su discusión. Al final, los chicos totalmente curiosos, se sentaron cada uno al lado de su mejor amigo, mirándolo expectantes.

–Está bien, tienes que contármelo todo –exigió Mikasa emocionada.


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