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5: Preparación






– ¡Bueno, ya está, Mikasa! Dijiste que me ibas a ayudar, pero simplemente no pareces concentrarte –rezongó Sasha, cerrando su libro. La pelinegra se sonrojó y extendió su mano para tomar la de su mejor amiga antes de darle un suave apretón como gesto de disculpas.

–Lo siento, en serio lo intento –musitó avergonzada.

Mikasa se sentía frustrada y su rostro reflejaba esa expresión.

–Bueno, ¿qué le pasa ahora a la reina de la seriedad? –preguntó Sasha corriendo su silla para acercarse a su mejor amiga y bajando la voz, porque si la bibliotecaria las escuchaba chismear allí, las echaría a patadas de ese lugar.

Mikasa soltó un suspiro exasperado.

–Eren es idiota, no puedo soportarlo más, duramos toda la semana de castigo discutiendo y ya estoy al límite. Me sentía asfixiada encerrada con él.

Sasha se acomodó mejor, intrigada. Ya su mejor amiga le había comentado el castigo que les habían impuesto sus padres, y aunque era totalmente justo, ya sabía que Mikasa seguramente la estaba pasando mal.

– ¿Qué pasó esta vez? –preguntó curiosa.

–Esta mañana casi no pude ducharme –explicó Mikasa llena de hastío–. ¡Demonios! Es como si Eren estuviera esperando el momento perfecto para molestarme. No dejaba de llamar a la puerta diciendo que ya había tardado demasiado.

Sasha mordió su labio inferior para reprimir darle la razón a Eren, pues las horas que Mikasa permanecía en la ducha eran eternas, aunque seguramente la pelinegra no necesitaba escucharlo en ese momento.

–Vamos, nena, anímate. Al menos ya volviste a la escuela... aunque la suspensión quedará en tu hoja de vida.

– ¡Ya lo sé! ¡Cómo lo detesto! –se quejó Mikasa–. Fue un suplicio que Hannes me dejara participar en el festival deportivo. Estaba furioso.

–Bueno, tienes que admitir que lo que hiciste no estuvo muy bien... y me siento mal por ayudarte con esa estupidez.

–Oh, vamos, por favor, solo fue una foto como venganza. Además, eso fue divertido –admitió con una enorme sonrisa de triunfo; Sasha estalló en sonoras carcajadas.

– ¡Eres peor que él, Mikasa!

–Bueno, pues se pone más divertido – aseguró Mikasa con aflicción–. Eren jura que podría ganarme en el festival deportivo –rezongó la chica recogiendo sus libros al notar la mirada fulminante de la bibliotecaria al escuchar las carcajadas de Sasha. Una vez tuvieron todos sus libros, salieron del lugar–. En fin, tengo que entrenar, no se puede admitir ningún error.

–Mikasa, vas a ganar. Es decir, Eren está buenísimo y evidentemente tiene buen físico, pero tú eres un monstruo. Tu fuerza a veces me da miedo.

–Lo sé, pero no quiero confiarme de más. Si pierdo, será humillante. ¡Dios, es que es insoportable! Ya quiero ver su cara de humillación cuando lo venza otra vez. Se supone que debería ser mi mejor año, no debería estar lidiando con eso.

Sasha se rió más fuerte, incapaz de contenerse mientras se dirigían hacia el gimnasio.

–No puedo creer que Eren y tú se odien tanto, pero terminen viviendo juntos –soltó la castaña, disfrutando de la ironía–. Es como una comedia romántica, pero con más peleas y menos romance.

Mikasa resopló antes de hacer una mueca de asco.

–Créeme, primero me volvería lesbiana antes de involucrarme con él. Eren es la última persona en el mundo en la cual me fijaría. Es simplemente asqueroso –aseguró Mikasa, y Sasha arqueó una ceja mientras la miraba con diversión.

–Te apuesto tu mesada a que terminan completamente enamorados.

Mikasa la miró con desagrado.

–Te doblo la apuesta, añadiendo que no soportaré terminar el año sin romperle la cara.

Sasha fingió pensarlo un segundo antes de asentir.

–Está bien, nena, que sea un trato.

Las chicas cruzaron sus dedos meñiques antes de soltar una suave risita, ahora más relajadas.

–Bueno, si quieres entrenar, está bien.

–Chica, vas a ganar ese festival –aseguró Sasha con confianza–. Y serás la reina del baile más bella de todas.











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–Mika, quizá deberías parar; te vas a terminar lastimando –aconsejó Sasha al notar el cuerpo de la pelinegra completamente bañado en sudor, su rostro rojo y el temblor de sus músculos.

La jornada de entrenamiento fue intensa; Mikasa corrió incansablemente, mejorando su velocidad y agilidad. Sasha había lanzado flechas de entrenamiento, desafiando la destreza de Mikasa para esquivar y contraatacar. La chica levantó pesas y escaló la cuerda hasta que sus manos ardían en rojo vivo.

–No, todavía puedo soportar un rato más.

–Mika, por favor, te vas a lastimar un músculo.

– ¡No me importa! ¡No pienso dejarme derrotar por ese idiota! –decretó totalmente agotada–. Necesito ser más fuerte y más rápida, pero no va a humillarme –expresó Mikasa entre respiraciones agitadas.

Sasha suspiró ante la determinación de Mikasa. Quería que se detuviera, pero sabía que la rivalidad entre ella y Eren llegaba a extremos insospechados.

–Mikasa, no tiene sentido forzarte tanto. Eres la mejor y le vas a ganar, pero por favor, te vas a lastimar. ¿Quieres parar, por favor? Si aún te sientes con energía, el día de mañana podemos entrenar un poco más, pero tienes que ir a casa, por favor.

La pelinegra saltó desde la mitad de altura de la cuerda, cayendo suavemente sobre sus pies. A su mejor amiga le sorprendió que aún pudiera hacerlo, a pesar de su evidente cansancio.

–Sasha, no creo que...

–Mira, nena, entiendo que quieras ganar, pero no puedes ignorar tus límites. Descansar un poco no te hará débil; al contrario, te ayudará a rendir mejor cuando vuelvas a entrenar.

Mikasa frunció el ceño, pero una parte de ella sabía que Sasha tenía razón. A pesar de su resistencia y habilidades sobresalientes, incluso su cuerpo tenía límites.

–De acuerdo, es todo por hoy, pero no me rendiré, ¿entiendes? Queda menos de una semana, y haré que Jaeger llore – aseguró con resentimiento.

Sasha sonrió satisfecha de haber convencido a su amiga, aunque Mikasa no dejaba de infundirle pánico, temiendo hasta qué punto llegaría la rivalidad entre esos dos.








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– ¡La odio, la odio, la odio! ¡Maldita princesita mimada! –gruñó Eren, dejándose caer pesadamente en su cama y lanzando un suspiro de frustración mientras miraba a Armin.

La semana había sido un verdadero desastre, desde que sus padres los castigaron, obligándolos a vivir juntos en la misma habitación. Lo que más estaba volviendo loco a Eren no era la convivencia en sí, sino su constante enfrentamiento con Mikasa.

–Armin, no la soporto más – exclamó Eren, pasándose las manos por el rostro. –Esto es insoportable. ¡Hoy llegué tarde a clases por culpa de esa idiota! ¿¡Quién demonios tarda una hora en la ducha!? ¡Maldita niña mimada!

Armin levantó una ceja con curiosidad mientras Eren continuaba su lamento.

–No lo entiendo, chicos. Ustedes ya están grandes, ¿por qué no tratan de hablar y resolver las cosas? –sugirió, y Eren bufó cruzándose de brazos.

–Hablar con Mikasa es como hablar con una pared. ¡Demonios! De niña era fastidiosa, pero, ¿en qué momento se volvió tan insoportable?

Armin soltó una suave carcajada.

–Bueno, Eren, tú tampoco eres la persona más fácil del mundo –el castaño miró a su mejor amigo completamente ofendido, pero Armin habló rápidamente antes de que Eren lo interrumpiera–. Por favor, no dejas de hacer cosas para fastidiarla. Y no la estoy defendiendo porque sé que Mika es bastante molesta cuando quiere, y como te detesta, sé que también intenta molestarte. Pero, por favor, dejen de discutir. En verdad, parecen unos críos, y si siguen peleando, la convivencia solo será más difícil para los dos. ¿No pueden superarlo y ya?

–No, no puedo –expresó Eren con frustración–. ¡Mikasa está volviéndome loco! No sé cómo manejarlo. A veces quisiera asfixiarla con una almohada en la noche solo para librarme de ella –sentenció el chico, pasándose las manos por el cabello, visiblemente estresado.

–Eren, quizás deberían tener una tregua.

– ¡No quiero una tregua, quiero venganza!

–Eren, por favor, todo este desastre comenzó porque querías venganza y falsificaste esos estúpidos exámenes de sangre –recordó Armin sin paciencia–. ¿Puedes dejarlo?

–No, ya es muy tarde. Le voy a demostrar a esa princesita de lo que soy capaz.

–Eren...

–Armin, tú me ayudarás a entrenar. ¡Voy a derrotar a esa idiota en el festival deportivo y va a quedar tan humillada que tendrá que cambiarse de país! –aseguró Eren con gran determinación.

Armin apretó los labios, sabiendo que la rivalidad entre sus mejores amigos nunca pararía.









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Eren se encontraba tirado en el patio trasero de su casa, sudoroso y determinado. Sí, quizá Mikasa siempre había sido la ganadora indiscutible de los festivales pasados, se paseaba por la escuela con aquel gesto orgulloso y petulante gritando a los cuatro vientos que era la mejor atleta de todas, pero Eren estaba decidido a cambiar eso. Le quitaría esa sonrisa petulante del rostro.

El castaño llevaba horas sometiéndose a un intensivo entrenamiento para mejorar su fuerza, velocidad y agilidad. Aunque Armin no estaba completamente de acuerdo con la competencia que había entre sus dos mejores amigos, diseñó un programa de entrenamiento riguroso para que Eren pudiera estar perfectamente listo para aquel día, y tuviera una oportunidad real. La fecha del festival deportivo se acercaba rápidamente y el tiempo era un recurso valioso. Una de las cosas que más generaba rivalidad entre Eren y Mikasa, era que la chica había sido muy fuerte desde que era una pequeña niña, siempre había sido la mejor en los deportes, siempre venciendo a Eren... y aquello había herido el orgullo del castaño de forma irremediable. Armin sabía que Eren necesitaba esa victoria para que, en su mente, al menos las cosas estuvieran parejas.

Después de horas de entrenamiento, Eren estaba físicamente agotado. No obstante, su determinación no disminuía. Quería demostrar que él era capaz de vencer a Mikasa, aunque fuera por una vez. Desde que estaba en Sina, se había motivado con una idea en específico: si algún día su familia regresaba a Shinganshina y él volvía a ver a aquella tonta chica, ella se arrepentiría. Eren había intentado mejorar su estado físico pues recordaba aquella niña de tan solo ocho años burlándose a carcajadas y diciéndole que era un flacucho, un débil y un inepto.

Eren quería que Mikasa se tragara sus palabras.

Ahora completamente decidido a ganar el festival deportivo, Eren corría por el parque, levantaba pesas y practicaba técnicas de combate. Armin, tan fiel como siempre, le daba aliento y consejos tácticos, después de todo, el rubio conocía aquella chica como la palma de su mano.

Eren estaba completamente decidido, no permitiría que Mikasa Ackerman lo volviera a vencer nunca más en la vida.

– ¡Excelente Eren! ¡Rompiste tu récord! ¡Fuiste al parque y volviste en 90 segundos! –Felicitó el rubio y Eren lanzó un fuerte improperio.

– ¡No es suficiente! ¡Tengo que ir más rápido!

–Bueno quizá otro día, pero ahora deberías descansar.

– ¡No quiero descansar, quiero vencerla!

Armin contempló la determinación ardiente que emanaba de los ojos verdes de Eren y suspiró resignado. Sabía que persuadirlo para que descansara sería una tarea difícil, pero no podía permitir que su amigo se agotara antes del gran día.

—Eren, escúchame —argumentó Armin con tono apacible—. Entiendo que quieras vencer a Mikasa, pero necesitas cuidar tu cuerpo. No ganarás nada si te desmayas en plena competencia. Además, ella está acostumbrada a ser la mejor, pero si llegas exhausto, ¿crees que será realmente una victoria para ti?

Eren frunció el ceño, pero las palabras de Armin empezaron a resonar en su mente. Después de un momento de silencio, finalmente cedió.

—Está bien, Armin, pero solo un pequeño descanso. No puedo permitirme perder tiempo valioso, ¿entendido?

Armin sonrió aliviado de que Eren hubiera aceptado al menos un leve respiro. Mientras descansaban en el patio trasero, Armin aprovechó la oportunidad para expresar sus pensamientos más profundos con respecto a la situación.

—Eren, sabes que siempre te voy a apoyar, ¿verdad? —preguntó el rubio, y su mejor amigo asintió lentamente—. Y entiendo que esto significa mucho para ti, pero ¿no sería mejor superar esta rivalidad y ser amigos?

Eren gruñó ligeramente.

—Armin, no puedo dejar que esa tonta me subestime ni una vez más. Ganaré y le demostraré que ya no soy el niño débil de antes, ¿entendido?

Armin mordió su labio inferior. Quería decirle que lo dejara ya, pero sabía que tanto Eren como Mikasa eran demasiado tercos y volubles. Hacerlos entrar en razón sería simplemente imposible.

—¡Demonios! —exclamó finalmente el rubio con exasperación—. Ustedes son tan parecidos que harían una pareja excelente.

Eren chasqueó la lengua mientras negaba.

—Oh por Dios, Armin, no seas asqueroso, ¿has visto a Mikasa?

—Sí, y si no fuera como mi hermanita, te diría que podría enamorarme de ella. Es muy hermosa, aunque claro, no es mi tipo.

—Ni el mío —aseguró Eren—. No me gustan tontas y descerebradas.

—Pero Mikasa es la mejor estudiante de toda la escuela.

—Tú sabes a qué me refiero —atacó Eren sin paciencia.

—De hecho, no.

Eren bufó mientras negaba.

—Me refiero a que, ni siendo el último hombre y ella la última mujer del planeta, podría enamorarme de Mikasa Ackerman. La sola idea me revuelve el estómago —gruñó Eren, completamente asqueado.







Bueeeeeeeeno, como éste capítulo y el siguiente son cortos, hoy subiré los dos. Efectivamente, habrá actualización doble, así que en unos minutos subiré el siguiente. Espero que les guste.

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