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35: Libertad











—Whoa —Mikasa soltó una suave carcajada mientras Armin la tomaba de la cintura, elevándola en el aire para darle un par de vueltas.

La sorpresa y la felicidad se mezclaban en el rostro de Armin. Al ponerla nuevamente en el suelo, la abrazó con fuerza.

—¿Qué demonios haces aquí? Por favor, no me digas que te volviste a escapar —reprendió Armin, aunque estaba notablemente feliz por verla.

—No te preocupes, esta vez vino bajo estricta vigilancia —aseguró Annie, llegando a su lado mientras miraba con ternura a los chicos.

—Annie, ¿qué haces aquí? Creí que tenías un asunto importante y que por eso no vendrías.

—Sí, te dije que tenía un asunto importante. Es verdad —Annie abrazó a Mikasa por los hombros—. Pero te dije que no iba a venir contigo. Ahora Mikasa es mi cita.

Armin frunció el ceño, fingiendo estar enojado con Mikasa, mientras se cruzaba de brazos y la miraba con reproche.

— ¡Me robaste mi cita! –Acusó con fingida molestia.

—Dijiste que no era tu tipo —señaló Mikasa con diversión—. Pero aparentemente sí soy el tipo de tu novia.

—Mikasa, eres una boba —señaló Armin, riendo mientras la abrazaba—. No puedo creer que estés aquí —soltó emocionado, pero de repente palideció por completo—. No puedo creer que estés aquí. ¿Cómo llegaste?

—Bueno, Levi me trajo.

— ¿¡Levi!? —Armin de repente sintió náuseas—. ¿¡Tu hermano está en la ciudad!?

—Por supuesto, fue a recogerme para traerme. Ya sabes, estoy bajo libertad condicional —bromeó Mikasa.

— ¿¡Es decir que Levi está aquí!?

—Bueno, no aquí, aquí, pero sí está en la ciudad. ¿Por qué?

—Oh diablos, oh diablos, oh diablos –comenzó a quejarse Armin.

— ¿Está todo bien? –Preguntó Sasha arqueando una ceja.

—No, no lo está. ¡Se suponía que Levi estaba de viaje! ¡Lo vi en el aeropuerto!

—Bueno, sí, fue a recogerme, pero regresamos juntos —obvió Mikasa—. ¿Qué pasa?

—Oh diablos... si lo encuentra, lo va a matar —afirmó Armin, completamente aterrado.

— ¿A quién? –Sonsacó Sasha.

— ¡A Eren!

— ¿Eren? –Los ojos grises de la chica se abrieron de golpe—. ¿Cómo así que a Eren?

— ¡Yo creí que Levi estaba de viaje! Eren estaba tan deprimido por estar lejos de ti, que le dije que viniera al baile porque se suponía que Levi no iba a estar en la ciudad. ¡Si Levi lo encuentra, lo va a matar!

— ¿¡Qué!? –Annie le dio un golpe en el brazo a Armin–. ¿¡Cómo hiciste algo tan irresponsable!? ¿¡Cómo trajiste a Eren a la ciudad!? ¡Es muy peligroso! ¡Ya sabes que Levi lo quiere muerto!

— ¡Creí que Levi se había ido! –Se defendió Armin.

— ¡Sí, porque yo invité a Mikasa! ¡Ella también se veía demasiado deprimida por estar lejos de Eren! ¡Levi fue a recogerla!

— ¿Por qué no me dijiste nada? —gruñó Armin.

— ¡Era una sorpresa para ti! —espetó Annie.

—Un momento —interrumpió Mikasa—. ¿Armin, estás diciéndome que Eren está hasta la ciudad? —preguntó la chica completamente afectada.

Mikasa sintió cómo su corazón empezaba a latir más rápido mientras la ansiedad se apoderaba de ella. Observó a Armin con ojos preocupados, esperando una respuesta que confirmara o negara sus temores.

—Sí, Mikasa, Eren está aquí en la ciudad, pero tranquila, Levi no sabe de él... ¿o sí? Bueno, no lo sé. Ahora que lo pienso, está un poco retrasado —admitió, sacando su teléfono para mirar la hora—. De hecho, bastante, no sé por qué no ha llegado, aunque seguro que él está bien.

Armin intentó calmarla, pero su expresión se volvió más preocupada al notar la palidez de la chica.

—Está bien Mikasa, solo respira hondo. No dejes que el pánico te domine —aconsejó Sasha, sujetándola con firmeza; sin embargo, Mikasa comenzó a temblar, sus piernas flaqueaban y la sensación de náuseas la envolvía cada vez más.

Annie, notando la angustia en su rostro, la sostuvo con ternura y le susurró al oído.

—Mika, necesitas calmarte. Trata de estar tranquila, piensa en el bebé. Esto no le hará nada bien.

Las palabras de Annie desconcertaron a Armin, quien levantó la mirada con confusión.

— ¿Bebé? ¿De qué estás hablando, Annie? —preguntó Armin con una mirada seria.

—Mikasa está embarazada –anunció Annie.

Armin quedó atónito, con los ojos abiertos como platos.

—¿Embarazada? ¿Cómo es eso posible?

Las tres chicas intercambiaron miradas de desaprobación y Annie no pudo contener un suspiro exasperado.

—Armin, mi amor, en serio, ¿necesitas que te explique cómo se hacen los bebés? —preguntó con evidente sarcasmo.

—Pero, ¿cómo...? —tartamudeó Armin, buscando respuestas mientras intentaba procesar la noticia. Sasha, intentando aliviar la tensión, le dio un golpecito en el hombro.

—Armin, amigo, parece que te estás perdiendo algunas lecciones de biología. Y Annie... ten cuidado cuando te acuestes con éste idiota o terminarás igual que Mikasa.

Annie continuó sosteniendo a Mikasa, quien estaba al borde del colapso emocional; con un tono más suave, le habló a Armin.

—Ahora no es momento para explicaciones. Necesitamos asegurarnos de que Eren no se cruce con Levi. Mikasa está pasando por mucho con lo de su embarazo y no queremos que las cosas se compliquen aún más.

—Tienes razón —Armin soltó un gemido lastimero—. Lo siento, no debería haber traído a Eren sin avisar. No pensé. Lo siento, soy un idiota.

—Pero, ¿qué hacemos ahora? —preguntó Armin.

—Primero, vamos a sentarnos en una de las mesas. Necesitamos que Mikasa se recupere. Después, veremos un plan para buscar a Eren y evitar que Levi lo encuentre primero y lo mate. No podemos permitirnos que las cosas se salgan de control —dijo Annie, mirando a sus amigos con determinación.

El grupo se desplazó rápidamente hacia una mesa en el rincón más apartado del gimnasio, tratando de mantener a Mikasa lejos de las miradas curiosas. Sasha regresó con un vaso de agua y se lo entregó. Mikasa lo tomó temblorosa.

–Respira hondo. Todo estará bien –afirmó Sasha tratando de reconfortarla.

Annie continuó abanicándola con una servilleta, mientras Armin marcaba nuevamente el número de Eren.

–Está apagado –informó Armin con preocupación–. No puedo comunicarme con él.

–No creo que sea nada grave –murmuró Sasha mordiéndose el labio inferior–. Quizá simplemente se le olvidó. Eren siempre es muy distraído.

Mikasa intentaba mantener la calma; no obstante, la idea de Levi encontrándose con Eren y asesinándolo, como había prometido, le revolvía el estómago. Su corazón latía con violencia contra su caja torácica, como si quisiera escaparse de ella, y sus ojos grises se empañaban por las lágrimas de desesperación e impotencia.

Armin miró a Annie con seriedad, su mente procesando la noticia del embarazo de Mikasa.

–Lo siento, no debí invitarlo. Les juro que creí que Levi se había marchado de la ciudad. Pero incluso así, fue estúpido y peligroso lo que hice. Lo siento, si algo le pasa a Eren por mi culpa...

– ¡Armin! –Annie trató de tranquilizarlo–. Tranquilo, todo estará bien. Ahora estamos centrándonos en que Mikasa no entre en pánico, así que tú trata de estar tranquilo –casi suplicó Annie.

–Sí, lo siento. Esto es lo que debemos hacer: encontrar a Eren antes de que Levi lo haga, asegurarnos de que Mikasa esté tranquila y sacar a Eren de Shinganshina –dijo Armin tratando de mantener la compostura.

Mikasa asintió débilmente, su mente creando cientos de escenas en donde Levi encontraba a Eren y las cosas terminaban mal. Su corazón comenzó a doler por la preocupación, y Annie la abrazó con suavidad.

–No te preocupes, todo va a salir bien. Eren va a estar bien. Solo tenemos que idear un plan para dividirnos y encontrar a Eren antes de que Levi lo haga –animó Sasha.

Justo cuando comenzaron a discutir sus opciones, la voz de Hannes resonó en el gimnasio.

– ¡Chicos y chicas, ha llegado el momento que todos estaban esperando! ¡Los reyes del baile! –Anunció Hannes sosteniendo dos coronas brillantes en sus manos.

La atención de todos se desvió hacia la tarima, pero el grupo seguía sumido en la preocupación por lo que estaba sucediendo. Continuaron amontonados mientras discutían cómo encontrar a Eren.

–Y al rey del baile de invierno y graduación es: ¡Eren Jaeger! –Anunció Hannes con entusiasmo.

Todos en el gimnasio estallaron en vítores y exclamaciones asombradas al notar cómo Eren, en medio de toda la multitud, se abría paso caminando hacia el escenario y recibía la corona con una sonrisa despreocupada, mientras sus amigos lo miraban con impresión.

– ¿Cómo es posible? –Preguntó Armin desconcertado–. Eren ya no estudia aquí.

– ¿Por qué demonios está acá? –Preguntó Annie–. Y ¿por qué parece tan tranquilo? ¿Es que es idiota y no tiene instinto de supervivencia?

–No entiendo por qué ganó como rey, si no estudia aquí –señaló Sasha.

Mikasa ni siquiera podía hablar, simplemente lo miraba con asombro, incapaz de procesar completamente su presencia. Hannes, aprovechando la atención de la multitud asombrada, explicó con tono jovial.

–Ahí lo tienen chicos, aunque Eren dejó la escuela, no podíamos pasar por alto su increíble actuación en el festival deportivo. Es el indiscutible ganador y, por lo tanto, el rey del baile que hoy nos visita. ¡Felicidades Eren!

Nuevamente el gimnasio estalló en vítores que celebraban al rey. Los aplausos duraron un par de segundos antes de que Hannes le tendiera el micrófono a Eren.

–Por cierto, Eren, era tu tarea elegir a tu reina. Así que, ¿tienes a alguien en mente?

–Hannes... la historia es larga y no vale la pena explicarla, pero he tenido en mente a alguien los últimos dos meses –habló Eren, sus ojos color esmeralda buscando entre la multitud. Cuando se encontraron con los grises de Mikasa, una enorme sonrisa se instaló en sus labios–. De hecho, no puedo pensar en nada más que en ella. Así que me encantaría que Mikasa Ackerman fuera mi reina. Por supuesto, si ella lo acepta.

Mikasa quedó petrificada durante un breve instante antes de que la realidad de las palabras de Eren la golpeara. Su corazón latía con fuerza en su pecho mientras las miradas de todos se dirigían hacia ella; los aplausos y los vítores resonaban en el gimnasio. Sin embargo, para ella, el mundo se había reducido a la figura de Eren y su gloriosa presencia.

Sin poder contener su emoción, Mikasa se levantó y se acercó al escenario; las lágrimas de felicidad seguían surcando su rostro, pero ahora brillaban con una luz renovada. Corrió hacia el escenario, desafiando la etiqueta y formalidad del evento. Al llegar, Hannes se acercó para entregarle la tiara con una amplia sonrisa, como si estuviera encantado de ser partícipe en ese momento especial. Sin embargo, Mikasa no parecía interesada en la tiara en absoluto. Pasó de largo junto al hombre y, en lugar de aceptarla, se lanzó directamente a los brazos de Eren. Él la recibió con un fuerte abrazo, envolviéndola con ternura y seguridad. Mikasa sollozaba contra el pecho de Eren, incapaz de contener la emoción que la embargaba.

–Te extrañé tanto, Eren –susurró ella, su voz quebrándose por la emoción. Eren la apretó más contra su pecho y, mirándola a los ojos, habló con ternura palpable.

–Yo también te extrañé, mi amor. No hay un solo día en el que no haya pensado en ti.

Ante esas palabras, Mikasa sintió como si su corazón estuviera a punto de estallar de felicidad. Eren tomó el rostro de Mikasa entre sus manos y se inclinó hacia su rostro para besarla con suavidad. Sus labios encajaron perfectamente, como siempre, y juntos se entregaron a un tierno, pero urgido beso que habían necesitado desde hacía mucho tiempo. Las manos de Eren acariciaron la cintura de Mikasa, mientras los dedos de la chica se deslizaban por el pecho de él. Hannes aclaró su garganta para que los chicos se separaran y, observando la escena con una sonrisa cómplice, se encogió de hombros.

–Lamento interrumpirlos y espero que puedan seguir esto en un lugar más privado –se burló–. Pero ahora, esto te pertenece –anunció Hannes colocando la tiara sobre la cabeza de Mikasa, mientras la multitud estallaba en vítores y aplausos–. Damas y caballeros, les presento a los reyes del baile de invierno: ¡Eren Jaeger y Mikasa Ackerman! –Celebró Hannes con entusiasmo mientras los reflectores los apuntaban–. Así que, chicos, cómo es la tradición, los invito a que pasen a la pista de baile para la primera pieza de ustedes como rey y reina del baile.

Eren le tendió la mano a Mikasa con una sonrisa radiante, invitándola a unirse a él en la pista de baile. Mikasa, con sus ojos brillando de felicidad, aceptó la mano extendida de Eren. Juntos se dirigieron hasta el centro del salón, donde la música envolvente los esperaba. La lenta melodía resonaba en el lugar, creando una atmósfera mágica a su alrededor.

Una vez en medio de la pista de baile, Eren tomó suavemente la cintura de Mikasa, mientras ella colocaba delicadamente sus manos en los hombros de él. Comenzaron a bailar al compás de la música, moviéndose con gracia y armonía. Sus cuerpos se fusionaban en cada paso, como si el tiempo se detuviera para permitirles disfrutar plenamente de ese momento tan especial. Mikasa recordó aquella primera vez cuando bailaron juntos en ese mismo gimnasio, con las mismas miradas posadas sobre ellos. Aquella noche, el ambiente había sido muy tenso; Mikasa se negaba a aceptar que estaba enamorada de Eren, pero ahora estaba allí, completamente fascinada de estar entre los brazos del hombre que amaba. La frescura de esa noche de verano aún resonaba en sus memorias: los gritos y las rabietas que ambos habían causado al negarse a aceptar lo que sentían. Y ahora estaban juntos.

El brillo de las luces, la música en aumento, proporcionaba el escenario perfecto para su danza. Los ojos de Eren y Mikasa se encontraron repetidamente, comunicándose con el lenguaje que solo ellos dos entendían. La música se convirtió en la banda sonora del reencuentro que ambos habían anhelado por tanto tiempo. En medio de la pista de baile, se abrazaron con ternura sin dejar de bailar. La música envolvente les susurraba al oído, y sus corazones latían al unísono. Mikasa recostó su cabeza en el hombro de Eren, encontrando consuelo y seguridad en sus brazos fuertes. Eren, sintiendo la calidez de Mikasa contra él, la abrazó más fuerte por la cintura, como si quisiera fusionarse completamente con ella.

La melodía llegó a su punto culminante, y en un momento de pura conexión, Eren y Mikasa se miraron a los ojos. En ese instante, el mundo desapareció a su alrededor, dejándolos inmersos en su propio universo. Eren nuevamente se inclinó para alcanzar los labios de Mikasa. Se besaron apasionadamente, ignorando todo lo que se encontraba a su alrededor. Los aplausos y vítores de la multitud se desvanecieron mientras se perdían el uno al otro. No obstante, cuando ambos jóvenes perdieron el aliento, Eren suspiró, abrazando fuertemente a la chica contra su pecho.

–Te amo, Mikasa Ackerman –Eren habló con voz queda.

–Y yo te amo a ti, Eren Jaeger –Mikasa respondió con voz suave–. Te amo –repitió ella–. Pero tienes que irte.

Eren se alejó un poco y la miró con curiosidad.

– ¿Tan mal compañero de baile soy?

Mikasa lanzó una suave carcajada mientras negaba y estiraba una de sus manos para acariciar la mejilla de Eren.

–Eres la persona con quien amaría bailar el resto de mi vida, pero Levi...

–No tienes por qué preocuparte por él, te lo digo en serio. Todo está bien.

Mikasa suspiró, deseando creer en sus palabras. Si tenían un par de minutos antes de que él se marchara, tenía que decir la verdad.

–Eren, tenemos que hablar.

–Mi amor, podemos hacerlo después.

–Eren, por favor –Mikasa lo miró con determinación–. Esto es importante.

Eren notó el cambio en la expresión de Mikasa y sintió una punzada de preocupación en su pecho. Asintió con seriedad antes de tomarla de la mano para salir juntos del gimnasio. Caminaron por los vacíos pasillos hasta que encontraron un salón desértico cuya puerta estaba abierta. Inmediatamente entraron. Mikasa miró fijamente a Eren; sus ojos reflejaban una mezcla de miedo y nerviosismo que la consumían.

– ¿Qué sucede, amor? –preguntó Eren, tomando las manos de Mikasa entre las suyas con ternura.

Mikasa inhaló profundamente, tratando de reunir el coraje necesario para decir lo que necesitaba.

–Eren... hay algo que necesitas saber... –comenzó Mikasa, su voz completamente temblorosa.

Eren sonrió de lado, pasando sus nudillos por el rostro de Mikasa mientras la observaba con adoración.

–Ya lo sé, amor –respondió intentando calmarla–. No tienes por qué preocuparte.

Mikasa negó con la cabeza, apartando la mirada brevemente antes de encontrarse con los ojos color esmeralda de Eren.

–No creo que lo sepas –dijo Mikasa intentando mantenerse firme–. Esto es importante, es algo que podría cambiar nuestras vidas.

Eren suspiró y, tomando a Mikasa por la cintura, la atrajo hacia él para posarle los labios sobre la frente en un tacto delicado y lleno de consuelo.

–Todo va a estar bien, no tienes por qué preocuparte. Ya lo sé, sé de qué se trata –aseguró Eren antes de alejarse un paso, metió su mano en el bolsillo interno de su saco y le tendió los exámenes.

– ¿Cómo...? –Comenzó a preguntar Mikasa, su voz apenas un susurro–. ¿Cómo es que tú...?

–Los resultados llegaron a manos de Zeke por accidente –explicó Eren–. Y por cosas del destino, también a las mías.

El corazón de Mikasa dio un vuelco mientras absorbía la enormidad de esa revelación; no podía creer que Eren supiera la verdad. Mikasa mordió su labio.

– ¿Estás... enojado?

– ¿Enojado? –Preguntó Eren confundido–. ¿Por qué lo estaría?

–Eren, leíste los resultados. No tengo que ser un genio para saber que Annie tiene razón. Estoy embarazada, ¿o no?

Eren asintió, acariciándole suavemente el rostro, mientras Mikasa suspiraba con pesadez.

–Lo siento tanto –dijo Mikasa con un tono cargado de emociones.

–¿Por qué te disculpas? –inquirió Eren, confundido por la expresión de pesar en el rostro de Mikasa.

–Porque... porque esto no estaba en nuestros planes –contestó Mikasa con voz suave, desviando la mirada hacia el suelo.

Eren levantó suavemente su mentón para obligarla a encontrarse con su mirada.

–Escúchame, mi amor –dijo Eren con firmeza–. Esto no es culpa tuya... al menos no completamente. Ambos fuimos demasiado torpes e irresponsables. Pero juntos enfrentaremos las consecuencias de nuestros actos, ¿entiendes? No tienes por qué disculparte por algo que hicimos los dos.

Mikasa inhaló profundamente, dejando que las palabras de Eren la reconfortaran, aunque fuera solo un poco.

–Entonces, ¿eso quiere decir que no estás enojado? –preguntó Mikasa con cautela, temiendo la respuesta.

Eren la miró con ternura, acariciando suavemente su rostro antes de negar.

–¿Enojado? –Eren lanzó una carcajada seca–. Por supuesto que no estoy enojado, aunque debo admitir que estoy aterrado –confesó sinceramente mientras la miraba con vergüenza–. Mikasa, no sé cómo ser un buen padre, no tengo ni idea de cómo hacerlo bien –admitió recostando su frente a la de ella–. Tengo miedo de fallar.

–Gracias, Eren –susurró Mikasa, dejando escapar un suspiro de alivio–. Pensé que... pensé que te enojarías, que terminarías odiándome.

Eren le sonrió con ternura y la abrazó con fuerza mientras negaba.

–Nunca podría enojarme por algo como esto. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida –musitó antes de chasquear la lengua y posar su mano sobre el apenas abultado vientre de Mikasa–. Bueno, lo segundo mejor.

Mikasa sintió su labio inferior temblar y se aferró a Eren, sintiendo el reconfortante calor de su abrazo.

–¿Eso significa que te alegra la noticia? –preguntó Mikasa asombrada.

–Creo que jamás había estado tan feliz en mi vida, ¿sabes? –Eren tomó la mano de Mikasa y besó cada uno de sus nudillos con suavidad–. Quizás hubiera sido mejor esperar un poco más, tener una vida más estable. Pero admito que, cuando finalmente pude procesar la noticia y evitar desmayarme... –Eren rió roncamente–. Cuando pensé que iba a tener la oportunidad de tener un hijo contigo, con la mujer que amo más que nada en este mundo... –Eren suspiró pesadamente.

–¿Qué? –Sonsacó la chica observándolo con curiosidad.

–Creí que el momento más feliz de mi vida había sido cuando me dijiste por primera vez que me amabas, pero nada se compara al momento en el que entendí que esperabas un hijo mío. Te amo, Mikasa Ackerman, y te prometo que lo haremos juntos, no importa qué tan difícil sea. Lo enfrentaremos juntos, unidos –declaró Eren con determinación.

Mikasa sintió un nudo en la garganta al escuchar las palabras de Eren. Nunca había imaginado que tendría que enfrentar la maternidad siendo una adolescente, pero le reconfortaba saber que podía contar con él. La chica suspiró con pesadez mientras tomaba el rostro de su novio entre sus manos y lo observaba con adoración.

–Te amo, Eren –afirmó Mikasa–. Y sí, lo haremos juntos –declaró antes de unir sus labios en un profundo beso.

Eren correspondió a aquel beso rodeándola con los brazos por la cintura para atraerla más hacia él, mientras sentía las manos de ella introducirse en su cabello castaño. Eren alzó a Mikasa y la condujo hacia un escritorio donde la sentó; las piernas de Mikasa rodearon la cintura de él deleitándose con el sabor dulce de los labios de Eren. Sin embargo, justo en el momento en el que los dedos de Eren se posaban sobre el cierre del vestido de Mikasa, la puerta se abrió de golpe. Los chicos saltaron y se irguieron antes de observar la figura imponente de Levi, su mirada oscura y penetrante recorrió la habitación hasta posarse en la pareja; Mikasa sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras se bajaba del escritorio e intentaba, inútilmente, fingir que nada había sucedido, mientras acomodaba su vestido.

– ¡Te estás pasando de listo, Jaeger! –Gruñó Levi con la mandíbula tensa y los puños apretados–. ¡Dijiste que solo iban a hablar! –Espetó molesto.

El corazón de Mikasa comenzó a latir con fuerza, temiendo lo que vendría a continuación. Eren resopló mientras intentaba peinar su cabello.

–Por favor, no le hagas nada –suplicó Mikasa, tomando la mano de Eren con fuerza. No obstante, Levi la ignoró por completo.

– ¡No toques a mi hermanita! –Gruñó Levi con voz amenazadora, avanzando lentamente hacia ellos–. ¿No has hecho ya bastante, Eren?

Eren rodeó la cintura de Mikasa con los brazos antes de posar su mandíbula sobre el hombro de ella.

– ¿Quieres dejar todo este teatro? Ya hicimos las paces, ¿o no? –Preguntó Eren, arqueando una ceja.

Levi puso los ojos en blanco y chasqueó la lengua.

–No se te olvide que simplemente te dejo vivir por "eso" –dijo, señalando el vientre de Mikasa con un gesto lleno de amargura.

Mikasa se sorprendió al darse cuenta de que Levi sabía sobre su embarazo. ¿Cómo lo había descubierto? ¿Cuántas personas más lo sabían?

– ¿Eso significa que ya no odias a Eren? –Inquirió Mikasa asombrada.

–No te lo tomes tan a la ligera, Mikasa. Por supuesto que lo odio, pero ya que ese idiota deseó crear un mini Eren en tu cuerpo –espetó Levi, cruzándose de brazos–. No pienso dejar a ese engendro sin padre, ¿entendido?

– ¡No le digas engendro! –Gruñó Mikasa, completamente ofendida–. Y si no quieres matar a Eren, ¿entonces qué demonios haces aquí?

Levi soltó un suspiro exasperado y pasó una mano por su cabello, mostrando claramente su frustración.

—Vine porque tu novio es un idiota que tenía tanta prisa por verte que se olvidó de esto —rezongó, sacando de su bolsillo el collar que Eren le había regalado a ella.

La chica frunció el ceño, mirando con desconfianza el collar que Levi le extendía.

—¿Por qué me lo devuelves? —inquirió con voz temblorosa.

Levi evitó la mirada de su hermana antes de responder con enojo.

—No me gusta admitirlo, ¿okay? Así que no lo repetiré, pero... me equivoqué respecto a Eren —admitió con una mueca de disgusto—. Aparentemente, papá sufrió una crisis de esquizofrenia antes de morir y pensó que Eren era lo mejor para ti. Levi resopló—. Papá quería que ustedes dos estuvieran juntos y seguramente no estaría nada feliz de que yo interfiriera en su relación.

Mikasa observó el collar con angustia, sintiendo que se estaba perdiendo de algo, aunque no sabía exactamente de qué.

—¿Estás hablando en serio? —preguntó Mikasa con desconfianza.

Levi frunció el ceño, evidentemente incómodo por la situación.

—Tómalo ya, tonta. No tengo derecho a conservarlo... ni lo quiero —espetó fastidiado.

Antes de que Mikasa pudiera decir algo más, Eren se adelantó y tomó el collar entre sus manos.

—Déjame ayudarte —susurró junto al oído de su novia, colocando el collar alrededor del cuello de ella con cuidado. Plantó un suave y rápido beso en su nuca antes de abrazarla—. Gracias, Levi —musitó Eren sonriendo antes de observar al hombre con una chispa traviesa brillando en sus ojos color esmeralda—. Así que, cuñadito, ¿eso significa que ahora tengo tu aprobación? —bromeó, provocando una mirada de molestia por parte de Levi.

—Si vuelves a llamarme así, no me importará que mi sobrino quede huérfano de padre. ¿Lo entiendes? —amenazó Levi con un tono de voz que dejaba claro que no estaba bromeando.

Mikasa se abalanzó hacia Levi, abrazándolo con fuerza.

—Gracias, Levi. Que permitas que Eren esté a mi lado y que podamos hacer esto juntos, significa mucho para mí —afirmó, sintiendo cómo las lágrimas amenazaban con escaparse de sus ojos.

Levi la apartó bruscamente, arrojándola hacia los brazos de Eren, incómodo por el gesto de cariño.

—Deja la cursilería, mocosa. No necesito tus agradecimientos —respondió con brusquedad mientras se cruzaba de brazos y chasqueaba la lengua—. Ahora, vuelvan al baile, para de idiotas, antes de que me arrepienta por la estúpida decisión que estoy tomando.

Mikasa y Eren intercambiaron una mirada llena de complicidad antes de dirigirse hacia la puerta del salón para desaparecer por ella y volver de nuevo al baile, dejando a Levi solo por un momento, sumergido en sus pensamientos.

El hombre suspiró profundamente, sintiendo un peso enorme sobre sus hombros.

– ¿Realmente estoy haciendo lo correcto? –Se preguntó en el silencio de la soledad, mientras se recostaba en un escritorio–. Espero que no te hayas equivocado, papá, porque será tu culpa si ese imbécil la lastima –rezongó antes de salir de aquel lugar.



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