34: Fetén
Zeke, aún con la bata puesta, cerró la puerta con un suspiro aliviado después de que la consulta con su último paciente del día transcurriera sin complicaciones. Ahora disponía de unos preciosos treinta minutos antes de la siguiente cita. Se encaminó hacia su escritorio, donde reposaban varios sobres cerrados que contenían los resultados de exámenes médicos. Al abrir el primer sobre, frunció el ceño al notar que el nombre en la etiqueta no coincidía con ninguno de sus pacientes. Lo mismo ocurrió con los siguientes. Confundido, tomó el último sobre y leyó con sorpresa: "Dr. Grisha Jaeger". Ese sobre no pertenecía a ninguno de sus pacientes actuales, sino a los de su padre.
Sin perder tiempo, Zeke agarró su teléfono y marcó al escritorio de Yelena. Ella contestó rápidamente con un tono profesional.
–Yelena, ¿puedes venir rápido? Necesitamos hablar –dijo Zeke con seriedad.
Yelena apareció en la puerta con rapidez, lista para atender cualquier solicitud. Zeke le mostró los sobres y señaló el nombre de su padre.
–Te has vuelto a equivocar, Yelena. Estos exámenes son para mi padre –le reprochó Zeke.
Yelena hizo una mueca, visiblemente incómoda.
–Lo siento, es la tercera vez esta semana. Prometo prestar más atención –se disculpó.
Le dirigió una suave sonrisa y se encogió de hombros.
–No te preocupes, solo presta atención. ¿Podrías traerme los exámenes que debo leer?
–Por supuesto, ya mismo los traeré –respondió Yelena.
Zeke apiló los sobres para entregárselos a Yelena, pero antes de dárselos, su mirada se posó en uno.
–Espera –interrumpió–. ¿Qué es esto? –Preguntó, tomando aquel sobre–. ¿Mikasa Ackerman? –Sonsacó–. ¿Puedes explicarme esto, Yelena?
Yelena se encogió de hombros.
–Sí, ayer Mikasa vino junto con Annie buscándote a ti, pero al no encontrarte, se reunieron con tu padre. Él parecía muy apresurado en que Mikasa se sacara unos exámenes, aunque no sé para qué. Él hizo todo personalmente.
– ¿Quieres decir que Mikasa estuvo ayer aquí? –Indagó Zeke.
–Exacto, pero tú estabas reunido con Eren. Y como me dijiste que nadie debía molestarte...
– ¡Pero se trata de Mikasa!
– ¡Nunca hiciste una aclaración! –Interrumpió Zeke.
Zeke chasqueó la lengua y comenzó a abrir el sobre, pero Yelena se lo arrebató.
– ¡Zeke, eso no es tuyo, es de tu padre! Ya te traeré los exámenes de tus pacientes.
– ¡Dámelo! –Rezongó Zeke quitándole el sobre–. No entiendo por qué Mikasa está en Shinganshina y por qué me buscaba con tanta urgencia. Y si dices que papá tenía urgencia en que ella se realizara estos exámenes, significa que es algo importante.
–Sí, eso es verdad –señaló Yelena–. Pero a ti no te importa.
Zeke chasqueó la lengua.
–Tú ya sabes que Mikasa es como una hermanita menor y es la novia de Eren. Así que sí me importa –protestó antes de abrir los exámenes para comenzar a leerlos.
A medida que Zeke examinaba los resultados, su expresión pasó de la confusión inicial a la incredulidad y luego al terror. Sus ojos se abrieron como platos, y su respiración se volvió más agitada. Al cabo de unos segundos, su rostro reflejaba una mezcla de asombro y pánico.
–No puede ser –murmuró Zeke antes de dejar los exámenes a un lado y enterrar su rostro entre sus manos.
Yelena, intrigada, se acercó para echar un vistazo.
– ¿Qué pasa? ¿Está enferma? –preguntó Yelena.
El hombre no pudo evitar soltar un suspiro mientras negaba. Luego, alzó su rostro y miró a Yelena con desesperación.
–Mikasa... está embarazada –anunció Zeke con una voz apenas audible.
– ¿¡Qué!? –preguntó Yelena–. ¿Cómo qué...?
– ¡Mikasa está embarazada! –gritó el hombre, completamente aterrado. Sin embargo, se congeló al ver que, en ese momento, Eren entraba al consultorio con un traje elegante.
Zeke se dio cuenta de que probablemente quería saludarlo antes de dirigirse al baile... y que había escuchado lo que acababa de decir.
– ¿¡De qué diablos estás hablando? –preguntó Eren, totalmente pálido.
Zeke y Yelena compartieron una mirada incómoda, pero fue ella quien tomó los exámenes y se los tendió a Eren. El chico frunció el ceño mientras los leía; sus pupilas se dilataron al fijarse en la palabra "positivo". Eren, aturdido por la noticia, titubeó un momento antes de aferrarse al borde del escritorio para mantenerse en pie.
–Un hijo –susurró Eren, como si tratara de procesar la información.
– ¡Eren, mantén la calma! –gritó Zeke, preocupado de que su hermano estuviera a punto de desmayarse.
–Mikasa está embarazada –intentó asimilar Eren, como si las palabras apenas pudieran escaparse de sus labios.
Zeke se apresuró a sostener a Eren para evitar que cayera al suelo.
–Sé que esto es demasiado para asimilar, pero necesitas mantener la calma. Eren, tú...
– ¿¡Qué haces tú aquí!? –preguntó una voz lenta y llena de odio y hostilidad.
Los hermanos Jaeger cerraron los ojos haciendo una mueca. Justo en el momento en que Zeke creía que las cosas no podían volverse más caóticas, llegaba aquel hombre.
–Levi... ¿tú no estabas de viaje? –preguntó Zeke deteniéndose frente a Eren para protegerlo, mientras se giraba para confrontar al recién llegado.
– ¿¡Qué hace este maldito mocoso aquí!? –preguntó Levi mirando con furia a Eren, quien aún lucía demasiado pálido y a punto de desmayarse–. Tienes muchos pantalones para aparecer en Shinganshina... y vestido así. Supongo que tienes una cita con Mikasa, ¿verdad?
–Levi, las cosas no son como crees. Nosotros no sabíamos que Mika estaba en la ciudad, te lo juro –afirmó Zeke, y Levi rió con amargura.
–Sí, claro, como si te fuera a creer...
– ¿Qué haces aquí, Levi? –preguntó Zeke irritado.
–Vine porque precisamente uno de mis oficiales me dijo que Mikasa había estado ayer aquí. Así que supuse que venía a verte, vine a preguntarte qué quería de ti, pero mirando a este idiota aquí, supongo que tú estabas cubriéndoles las espaldas para que se vieran.
–No es lo que crees –afirmó Zeke–. No es un buen momento y creo que deberías irte.
Levi, sin inmutarse, se acercó a Eren con una mirada feroz y desafiante. Zeke, intentando contener la furia que amenazaba con salir a flote, se interpuso entre los dos.
– ¿Qué le pasa a este imbécil? –exigió saber Levi, señalando a Eren con desprecio.
–Levi, esto no es asunto tuyo –dijo Zeke, intentando mantener la calma.
– ¿¡No es asunto mío!? Mikasa es mi hermana y este idiota –señaló nuevamente a Eren–. No es más que un parásito en su vida.
Eren, aun tambaleándose, miró a Levi con una mezcla de miedo y desafío, pero antes de que pudiera hablar, sus piernas comenzaron a temblar.
–Capitán Ackerman, no es momento para esto. Tenemos algo muy importante de lo cual ocuparnos –intervino Yelena, tratando de calmar los ánimos.
– ¿¡Más importante!? –preguntó Levi–. ¿¡Qué podría ser más importante que el hecho de que este desgraciado esté destrozando la vida de mi hermanita!?
Antes de que Zeke pudiera responder, las piernas de Eren cedieron y cayó al suelo. Zeke y Levi, a pesar de sus diferencias, reaccionaron instintivamente levantándolo del suelo.
– ¿¡Qué le pasa!? –gritó Levi, ahora preocupado ante la repentina debilidad de Eren. Zeke y Yelena se lanzaron una mirada cómplice.
–No importa, necesitamos ponerlo en la camilla –respondió Zeke, y junto con Levi, lo recostaron allí.
–Zeke, en serio, ¿qué le pasa a Eren? –preguntó Levi observándolo con preocupación–. ¿Está enfermo?
Molesto, Zeke, sin intenciones de compartir esa nueva información, se negó a responder.
–No es asunto tuyo, solo preocúpate por tu trabajo. Y si viniste a reclamarme, tendrá que ser para otro momento.
La paciencia de Levi llegó a su límite, por lo cual lanzó un gruñido molesto.
–Dime la verdad o juro que...
Antes de que terminara su amenaza, Eren levantó la mirada hacia Zeke y sollozó.
–Voy a ser papá –farfulló afectado antes de cubrir su rostro con sus manos.
La noticia dejó a Levi atónito. No podía creer lo que acababa de escuchar. La ira en su rostro dio paso a la confusión, y por un momento, la hostilidad se desvaneció.
– ¿De qué demonios está hablando este mocoso? –preguntó Levi mirando alternativamente a Eren y a Zeke.
–Voy a ser papá –repitió Eren entre lágrimas de felicidad.
– ¡Zeke Jaeger, explícame esto ahora mismo! –exigió saber Levi, volviendo a mostrar su enojo.
Zeke hizo una mueca antes de rascarse la cabeza.
–Está bien, te diré la verdad solo si me das el arma –accedió Zeke.
– ¡Claro que no!
–Entonces no te diré y lárgate de mí consultorio.
– ¡¡Dime la verdad!!
–Dame el arma.
– ¡¡No!!
–Entonces no te diré nada.
Levi frunció el ceño renuente antes de apretar los puños. Totalmente furioso, tragó grueso y tomó una bocanada de aire antes de entregarle su arma a Yelena. Esta la tomó con delicadeza y la guardó en un cajón del escritorio. Zeke suspiró antes de entregarle el examen.
–Mikasa se los hizo ayer... llegaron por accidente a mis manos. Fue papá quien se encargó de todo –Zeke tragó grueso–. Eren no sabía nada, te lo juro... por eso está así.
Levi observó el examen con incredulidad; sus ojos se abrieron con asombro mientras leía aquellos resultados. El aire de la habitación se volvió denso mientras procesaba aquella impactante noticia. Una mezcla de emociones encontradas invadió su ser: rabia, frustración y, aunque le costara admitirlo, una pequeña chispa de preocupación. Mikasa, su hermana menor, estaba embarazada de Eren, el mismo Eren al que Levi desaprobaba fervientemente. El pensamiento de Eren siendo el padre de su futuro sobrino o sobrina no hizo más que avivar las llamas de su enojo.
Sin poder contenerse, Levi se giró hacia Eren, cuya expresión oscilaba entre la felicidad por la noticia y la angustia ante la reacción de Levi.
– ¿¡Cómo demonios permitiste que esto sucediera!? –Gritó Levi, apretando los dientes con rabia mientras sostenía el examen con manos temblorosas–. ¡¡Arruinaste la vida de Mikasa!! –Rugió Levi, su voz resonando en la habitación.
Eren, con los ojos aún húmedos, intentó articular una respuesta, pero Levi no le dio oportunidad.
– ¡¡Eres un idiota!! –Gritó Levi, con el rostro completamente enrojecido–. ¡¡No tienes idea de lo que has hecho!! ¿¡Cómo puedes ser tan irresponsable!? –Levi se giró hacia Zeke–. ¡¡Y tú!! –Levi señaló–. ¡¡Eres cómplice de todo esto!! ¿¡Es que no te importa en lo más mínimo la vida de Mikasa!?
Zeke suspiró visiblemente cansado de la situación.
–Levi, las decisiones de Mikasa no son responsabilidad de nadie, y entiendo que Eren metió la pata. Pero el error fue de los dos –obvió Zeke pasándose la mano por el rostro con gesto de agotamiento–. Y por si no lo has notado, Eren no estaba al tanto de la situación. Ni siquiera sabíamos que Mikasa estaba en Shinganshina. No sabíamos nada.
– ¡¡No me importa quién lo sabía y quién no!! –Gritó Levi–. ¡¡Este idiota ha arruinado la vida de Mikasa!!
Eren se levantó aun temblando, decidido a enfrentar la furia de Levi.
–Entiendo tu enojo, y sé que quizás no sea el momento indicado para esto, pero si Mikasa y yo cometemos un error, lo enfrentaremos como la pareja que somos. Y si ella está embarazada, estaré a su lado, amándola, cuidándola y velando por el bienestar de mi hijo –afirmó con determinación.
La respuesta de Eren solo encendió aún más la furia de Levi. El ambiente estaba cargado de tensión cuando Levi se volvió hacia Zeke con expresión mortalmente seria.
–Devuélveme el arma. Ahora –exigió Levi.
Zeke negó con la cabeza con determinación.
–No pienso darte el arma para que mates a mi hermano. ¿Qué demonios te sucede? Tienes que calmarte –dijo Zeke lanzando un gruñido.
Decidido a no perder más tiempo, Levi se lanzó hacia Eren con la intención de golpearlo; sin embargo, antes de que pudiera conectar el primer puñetazo, Yelena y Zeke se interpusieron entre ellos.
–No vamos a permitir que le hagas daño, capitán Ackerman –dijo Yelena con voz firme.
Levi forcejeó furioso y frustrado mientras intentaba superar la barrera formada por Yelena y Zeke. La tensión en la habitación era palpable, y Levi gritaba en un arrebato de rabia contenida.
– ¡Déjenme golpearlo! ¡Arruinó la vida de Mikasa!
Zeke mantuvo su posición, sin ceder ante la furia de Levi.
– ¡Todo esto es un desastre! ¡Maldita sea, Eren, eres un completo idiota! –Gritó Levi con histeria–. ¡Aparte de ser un ladrón, eres un imbécil que desgració a mi hermana de por vida!
En medio del caos, Zeke miró a Levi con sorpresa y confusión.
– ¿Ladrón? ¿A qué te refieres, Levi? –preguntó Zeke, tratando de entender la acusación.
Eren, desconcertado por la acusación, buscó en su mente algún acto que pudiera haber desencadenado tal reacción por parte de aquel hombre; no obstante, no lo encontró.
– ¿De qué estás hablando? –sondó Eren, completamente confundido.
Levi, con una expresión intensa, sacó de uno de sus bolsillos el collar que Eren le había regalado a Mikasa hacía un par de meses, en su cumpleaños. Lo sostenía entre sus dedos con incredulidad y furia.
– ¿Sabes de quién es esto? –gruñó Levi, posando el collar frente a Eren con gesto acusador.
Eren frunció el ceño al reconocer el collar, y sus ojos se ensancharon de sorpresa.
– ¿Es el collar que le regalé a Mikasa? ¿Por qué lo tienes? –preguntó Eren con una mezcla de desconcierto y enojo.
Levi apretó el collar con fuerza y miró a Eren con ojos penetrantes.
– ¡Este collar era de mi padre! ¡Mi abuela se lo dio antes de morir! ¿Cómo demonios llegó a tus manos? –exigió saber Levi, su voz llena de desconfianza.
Eren, sin entender completamente, respondió con rapidez.
–Mi padre me lo dio. Fue un regalo de mi parte para Mikasa. Se lo di por su cumpleaños. No lo robé, me lo entregaron.
Zeke, observando la tensión entre Eren y Levi, decidió intervenir.
–Eren habla la verdad, Levi. Mi padre se lo entregó a Eren un día antes del cumpleaños de Mika para que se lo diera.
Levi chasqueó la lengua.
– ¡Eso es una vil mentira! ¡Tú! –señaló a Eren–. ¡Lo robaste cuando mi padre estaba moribundo! ¿Quién demonios hace eso? ¿Es que no tienes respeto alguno? ¡Eres un maldito mocoso malcriado! Siempre me ha parecido que no vales nada, pero ahora que decidiste meterte en la vida de Mikasa, llevártela lejos a un pueblo horrible, alejarla de su familia, la embarazaste. ¿Y encima descubro que robaste a mi padre? ¡Tú no vales nada! ¡Eres completamente despreciable!
Eren se encontraba herido por las acusaciones y la furia de Levi. Intentó explicar la situación con desesperación mientras Levi escuchaba.
— ¡Yo no robé nada! ¡Mi padre me dio el collar!
— ¡¡Eso es mentira!! —Gritó Levi, sin darle crédito a las palabras de Eren—. ¿¡Por qué demonios él haría eso!? ¡Son unos traidores y unos ladrones!
Zeke, sin paciencia y completamente molesto por las acusaciones, masajeó sus sienes.
—Levi, eso no es traición. Axel le dio el collar a papá con la intención de que Eren se lo entregara a Mikasa, eso es todo —dijo Zeke frunciendo el ceño.
Levi gruñó sin estar convencido.
— ¡Eso es estúpido! ¿¡Y por qué mi padre le daría el collar a tu padre!?
—Levi, te recuerdo que Axel y papá eran los mejores amigos —obvió Zeke.
— ¿Así que, según tú, mi padre le dio el collar a tu padre para que luego Eren se lo diera a Mikasa? —preguntó Levi—. Eso no tiene sentido, es completamente estúpido.
—Te estoy diciendo las cosas como pasaron —gruñó Zeke, completamente fastidiado.
—Y ¿por qué demonios haría eso?
—Porque tu padre estaba convencido de que Eren y Mikasa terminarían juntos siendo una pareja. Axel siempre fue un tipo bastante cursi. Supongo que le pareció un gesto muy hermoso y una forma de apoyar su relación, aunque él no estuviera.
Levi lanzó una carcajada amarga.
—Eso es absurdo. Antes de ser pareja, ese par de idiotas se odiaban. No tiene sentido alguno.
—Sí, bueno, ninguno de nosotros lo notó —rezongó Zeke—. Aparentemente Axel veía algo que nosotros no. Te lo dije, siempre fue cursi y, según lo que papá dice, Axel estaba convencido de que Eren y Mikasa discutían porque se gustaban. Decía que el odio que se profesaban era proporcional al amor que se tendrían —continuó, completamente seguro.
—Eso no tiene sentido —repitió Levi con desdén—. Papá no querría que ella terminara con alguien tan insignificante como Eren.
Zeke resopló.
—Te recuerdo que Axel siempre amó a Eren como a un hijo. Siempre se llevaron bien. Tu padre adoraba a Eren, siempre confió en él.
Levi se quedó un momento en silencio, dejando que las palabras del hombre se asentaran en su mente. Sin embargo, la incredulidad y el desprecio seguían reflejados en los oscuros ojos de Levi.
—No tiene sentido —repitió por tercera vez—. Papá no querría...
— ¡Tu padre siempre quiso que ellos dos estuvieran juntos!
—Pero...
—Levi, puedes creerlo o no —decretó Zeke—. Y te diré algo —Zeke caminó con paso firme hacia el escritorio para sacar el arma y tendérsela a Levi, quien la tomó confundido—. Puedes matarme si quieres, pero alguien tiene que decírtelo. Eres un hombre completamente despreciable. No entiendo por qué odias tanto a Eren cuando nuestras familias siempre han sido como una sola. Te puedo asegurar que mientras tú separas a Eren y a Mikasa, tu padre se revuelca en su tumba apenado de tener un hijo que va contra todo lo que él quería, solo por ser un terco, necio y obstinado hombre caprichoso —afirmó, sentándose en el escritorio y observando a Levi con gesto desafiante.
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