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31: Distracción






–Vamos, Mikasa, deja de ser tan amargada. Deberías estar más feliz; falta un par de meses para la graduación. ¿No estás emocionada por, al fin, salir de la tortura educativa?

–Aún falta la universidad –señaló Mikasa mientras masticaba perezosamente su manzana antes de hacer una mueca.

–Cierto –Pieck frunció el ceño–. ¿Ya decidiste qué quieres estudiar? ¿Dónde lo harás?

–He enviado varias solicitudes... esperaré a que me acepten de algún lugar. Y sobre lo que quiero estudiar... siempre me gustó el deporte, pero no me imagino estudiando algo como educación física.

– ¿Entonces...? –Preguntó Pieck levantando una ceja.

–Creo que me inclinaré por el periodismo deportivo –respondió Mikasa mordiéndose el labio.

–Bueno, eres bonita, seguramente lo harías bien en una pantalla –afirmó, tendiéndole una barra de cereal a Mikasa, la cual negó haciendo otra mueca de asco.

–No lo hago para ser famosa –rezongó Mikasa–. Es algo que en verdad me gusta.

Pieck se encogió de hombros mordisqueando la barra.

–Está bien. Creo que es algo genial.

– ¿Y tú? ¿Qué estudiarás?

–Medicina. Pediatría –afirmó Pieck–. Me encantan los niños, son muy tiernos.

–Para nada –Mikasa negó dejando la manzana a medio comer sobre su bandeja y alejándola–. Son insoportables.

– ¿Acaso no quieres tener hijos?

–No estoy diciendo eso –rezongó Mikasa–. Si son míos, creo que podría llegar a quererlos. Te hablé de Gabi... ella es encantadora. Si tuviera una hija como ella, sería algo tierno. Como sea, todavía no quiero pensar en eso. No quiero pensar en nada –afirmó Mikasa, apoyando la frente sobre la desgastada mesa del comedor.

–Mikasa, no puedes estar triste toda la vida –reprendió Pieck acariciando la cabeza de Mikasa.

– ¿Quieres apostar? –Preguntó Mikasa mientras jugueteaba con el dije de la cadena en su cuello.

Llevaba dos meses en aquella preparatoria en Sina. Mikasa y Pieck habían conectado desde el primer instante en el que se conocieron, y aquella joven había terminado convirtiéndose en la fiel compañera de Mikasa, siempre intentando animarla. Mikasa le había contado su historia, sus pesares, y el dolor de tener al amor de su vida lejos. Su hermano aún amenazaba con acabar con Eren si volvían a estar juntos, y el corazón de Mikasa dolía por lo mucho que lo extrañaba. No había sabido nada de Eren, y tras la visita de Carla para asegurarse de que ella estuviera bien, había perdido todo contacto con los Jaeger; Bianca se había alejado de ellos para evitar que la relación de Mikasa con Eren siguiera avanzando. Levi le había prohibido el contacto completo con ellos, y su madre parecía estar de acuerdo. Mikasa sabía que su madre actuaba de esa forma porque quería salvaguardar la vida de Eren, pero se sentía vacía. Lo extrañaba tanto que su alma parecía fragmentarse con cada día que pasaba.

Inevitablemente, al pensar en ello, sus ojos grises se llenaron de lágrimas, y Pieck la abrazó, acariciándole suavemente el cabello.

–No llores, Mikasa, por favor.

–Lo extraño –afirmó Mikasa con voz rota.

–Lo sé, pero las cosas se solucionarán.

– ¿Cuándo? –preguntó con frustración–. No quiero vivir más sin él. Siento que me falta el aire, siento que mi corazón se rompe todos los días.

Pieck le acarició las mejillas, retirando las lágrimas calientes que se deslizaban por su rostro.

–Solo ten paciencia Mikasa. ¿Aún no tienes noticias de él?

–No... ahora es como si solo existiera en mi memoria –rezongó Mikasa destrozada.









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– ¿Te gusta? –Preguntó la castaña, observando a su mejor amiga a través de la pantalla.

Mikasa la miró con atención; Sasha se veía simplemente preciosa. El vestido, de un suave color champán, caía en pliegues delicados y fluidos que seguían la línea de su cuerpo con elegancia. El escote halter resaltaba sus hombros esculpidos y le daba un toque de sofisticación a su apariencia. Detalles de encaje intrincados adornaban el corpiño, aportando un toque romántico y femenino a la vez. La cintura ceñida se adornaba con una fina banda de pedrería que brillaba sutilmente con cada movimiento, añadiendo un toque de glamour. La falda amplia y vaporosa caía en suaves capas hasta el suelo, creando una estampa de gracia y majestuosidad. Mikasa no dudó en que Nicolo quedaría encantado con la hermosa pareja que tendría en aquel baile.

–Oh Sasha... pareces una princesa, estás preciosa, como siempre – afirmó Mikasa antes de lanzar un suave bostezo.

Sus párpados pesaban enormemente; no obstante, se obligaba a permanecer despierta para prestarle atención a sus mejores amigas.

–Gracias, Mika –señaló Sasha, completamente emocionada.

–Sí, sí, qué bueno, te ves bien. Ahora dime la verdad, ¿crees que esto impresionará a Armin? – preguntó Annie, empujando un poco a Sasha para quedar frente a la cámara. Mikasa la miró impresionada.

El vestido era una obra maestra única que iba a la perfección con la personalidad de aquella hermosa rubia. Su falda en tonos oscuros le recordaba el cielo nocturno y caía en suaves capas que se deslizaban con cada paso que daba mientras modelaba el hermoso vestido. El corsé elegantemente ajustado resaltaba la figura esbelta de Annie, pero lo que realmente capturaba la atención era la red de intrincados bordados en tonos plateados que adornaban la parte superior del vestido. Las mangas del vestido eran transparentes, pero no dejaban ver completamente la piel de Annie. Estaban decoradas con delicados patrones; aquel tono negruzco resaltaba la piel pálida de la chica, su hermoso cabello dorado y sus preciosos ojos celestes.

– ¡Vaya! Annie, te ves preciosísima. Armin quedará completamente encantado –afirmó Mikasa.

La rubia suspiró fascinada y mordió su labio inferior.

–Eso espero.

–Lo vas a impresionar. Chicas, las dos van a lucir hermosas –señaló Mikasa rascando sus ojos con cansancio–. Tienen que enviarme cientos de fotos.

–No sería necesario... –comenzó Sasha, observando a Annie de reojo–. Si vinieras al baile como invitada, por supuesto.

Mikasa frunció inmediatamente el ceño dejando de rascar sus ojos.

– ¿Estás diciéndome que haga un viaje de cuatro horas hasta Shinganshina para ir a un baile de una preparatoria en la cual ya no estudio?

–Te estamos diciendo –empezó Annie–. Que viajes por cuatro horas hasta aquí, para que estés en el baile de graduación junto con las personas con las cuales estudiaste por mucho tiempo, con tus mejores amigos, y...

–Sin Eren –señaló la chica–. No lo haré. No tendría sentido ir al baile sin él.

Annie y Sasha intercambiaron miradas preocupadas antes de hablar.

—Mika, entiendo que Eren es el amor de tu vida, pero ya han pasado semanas desde que nadie sabe de él. Debes salir, divertirte un poco y distraerte —insistió Sasha—. No estoy diciendo que lo dejes de amar o que te olvides de él. Sé que eso no pasará y sé que al final todo resultará bien, pero mientras todo se soluciona, puedes disfrutar de la noche con tus amigos y quitarte un poco el estrés.

—Además –habló Annie–. Levi ni siquiera estará presente en el baile. Seguramente estará trabajando, ¿o no?

Mikasa bostezó nuevamente, sintiendo todo el agotamiento aplastarla.

—No tengo ánimos para eso. Además, no creo que Levi apruebe mi presencia en el baile. Pensará que me encontraré con Eren.

—Mika, Levi no es tan estúpido como para pensar que Eren puede ser tan idiota para aparecer en el baile. Está escondido porque no quiere morir. Jamás aparecería por allí. No habrá problema —afirmó Sasha.

Annie tomó una bocanada de aire antes de hablar con sinceridad.

—Mikasa, entendemos que estés preocupada por Eren. Ni siquiera quiero imaginar lo que yo sentiría si se tratara de Armin, pero no puedes permitir que su ausencia te detenga. Has esperado este baile por mucho tiempo; la vida continúa y necesita seguir adelante, aunque sea por el momento, al menos por esa noche. Mira, sé que lo que está haciendo tu hermano es monstruoso, pero no puedes permitir que siga controlando tu vida. Ven con nosotras, diviértete.

Mikasa suspiró profundamente, frotándose la sien con cansancio.

—Lo sé, pero no puedo evitarlo. Ya sabes cómo es ese enano molesto. No quiere que vuelva a Shinganshina. No le basta con arruinar mi relación con Eren, desea que me aleje completamente de los Jaeger. No quiero que llegue a hacerle daño a Eren, además, estoy muy preocupada —la voz de Mikasa se rompió mientras apretaba los dientes, intentando controlar las lágrimas que amenazaban con derramarse por sus ojos—. No tengo ni idea de dónde puede estar y no he podido hablar con él ni con su familia. Estoy desesperada.

—Mikasa —Sasha miró a su mejor amiga con compasión—. Lo entendemos, pero ir al baile no significa que lo olvidarás. Quizá solo te dé la oportunidad de relajarte un poco. Además, quizá Armin sepa algo de Eren; podrías preguntarle.

Mikasa mordió su labio inferior por un momento antes de negar.

—No lo sé, chicas. No me siento bien.

Annie y Sasha intercambiaron otra mirada mientras se cruzaban de brazos.

—¿Qué tal si vamos juntas? —propuso Annie—. Podemos estar a tu lado todo el tiempo y ayudarte a divertirte. Por favor, es el baile de graduación; la pasaremos estupendo.

—Ustedes tienen citas —obvió Mikasa en medio de un bostezo.

—¿Qué importa? Armin puede ir solo.

—O podría tener una linda cita con Nicolo —sugirió Sasha.

—Chicas, ustedes mismas lo dijeron, es el baile de graduación —señaló Mikasa antes de arrojar otro bostezo mientras rascaba sus ojos—. No sería justo arruinarlo por mí.

—No necesito un chico a mi lado —afirmó Annie—. Además, Armin no es tan bonito como tú —bromeó, intentando animar a Mikasa, que apenas sonrió a medias.

—No le digas eso; lo lastimarás —Mikasa soltó otro bostezo y se estiró en su silla—. No quiero arruinar su noche.

—No lo harás —aseguró Sasha—. Por favor.

Mikasa mordió su labio inferior; parecía reflexionar sobre las palabras de sus amigas. Era muy dulce el esfuerzo que estaban haciendo por ella; sintió que sería injusto rechazarlas, por lo cual, a regañadientes, asintió antes de lanzar otro bostezo.

—Está bien, iré al baile, pero solo porque ustedes me lo piden —concedió finalmente, permitiéndose esbozar una pequeña sonrisa.

Annie y Sasha saltaron emocionadas. No obstante, cuando Mikasa cabeceó, en señal de que se estaba quedando dormida, Annie chasqueó la lengua.

— ¡Bueno, ya basta! ¿A ti qué te pasa? —preguntó irritada—. Luces como si no hubieras dormido en el mes que no has sabido de Eren.

—Mikasa –Sasha también observó a la pelinegra con preocupación–. ¿Tú has estado durmiendo bien?

—Demasiado —respondió Mikasa—. ¡Demonios, chicas! Ustedes saben que siempre he sido muy activa, pero ahora mismo me siento agotada. Cuando intento hacer ejercicio, me agoto con facilidad. No dejo de dormir como loca.

—Eso se llama depresión —señaló Annie—. Sé que venir al baile te ayudará a sentirte un poco mejor —afirmó la chica con seguridad.

Mikasa sonrió a medias, esperando que aquello fuera verdad.








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—Mikasa, este es el quinto vestido que te pruebas. ¡Ya decide por algo! —se quejó Pieck, tirada en el sofá, tras un largo rato de ver a Mikasa ponerse y quitarse varios vestidos. Pero ninguno parecía convencerla.

—Es que quiero que sea bonito, algo que me haga lucir bien.

—Mikasa, eres preciosa; podrías ir en pijama y aun así serías la mujer más bella del baile. No tengo pruebas, pero tampoco dudas —afirmó Pieck con determinación.

Mikasa frunció el ceño mientras se observaba en el espejo. El vestido era lindo, pero había algo que simplemente no la convencía. Se veía... extraña. Pieck se puso en pie y la miró atentamente antes de fruncir el ceño y hablar con un toque de diversión.

—Mikasa, ¿te están creciendo las tetas? —soltó en un tono juguetón.

Mikasa se miró en el espejo y notó que eso era precisamente lo que no la convencía; su pecho resaltaba demasiado, de una forma no muy agradable.

—Ah, ahora que lo dices... —Mikasa arqueó una ceja, ladeando levemente la cabeza—. Sí, parece que sí —respondió con cierta incomodidad. Mikasa tomó sus pechos entre sus manos y los palpó antes de hacer una mueca—. Están sensibles.

—Parece que te va a llegar la regla justo en el baile. Eso es mala suerte —se burló Pieck.

—El baile es en dos semanas, creo que estaré bien —afirmó Mikasa, chasqueando la lengua. Pieck la observó con diversión.

—Te ves bien, de verdad. Deberías elegir este vestido, resalta tus... dotes —afirmó, pellizcándole uno de los senos. Mikasa hizo una mueca y le dio una fuerte palmada en la mano.

— ¡Ya deja de mirarme las tetas! Porco no se pondrá feliz si sabe que me miras de esa forma.

Pieck lanzó una suave carcajada mientras le daba un suave empujón.

—Mikasa, boba, no me eches al agua con mi novio —reprendió juguetona—. Está bien, hagamos una cosa: elige otro vestido; ese será el que compres.

— ¿Y si no me gusta?

—Por favor, a ti nada te gusta. Ve, ponte algo y te lo llevas, ¿entendido? —sugirió Pieck.

Mikasa suspiró con pesadez antes de asentir y tomar otro vestido para dirigirse hacia el cambiador. Mientras Mikasa se probaba otro vestido, Pieck aprovechó para examinar algunos accesorios cercanos. Entre el cansancio y la desgana, Mikasa se miró al espejo antes de salir del vestidor. Pieck sonrió sosteniendo un par de aretes brillantes.

—Mira, estos irán excelente con tu cabello corto —afirmó, pero al fijarse en Mikasa, lanzó un grito—. ¡Oh, Mikasa, ese es el indicador! ¡Te ves preciosa! —aseveró emocionada—. Seguramente atraparás a un chico; quedarán encantados contigo.

Mikasa le lanzó una mirada de incredulidad y furia.

—No empieces con eso, no estoy interesada en citas ni en nadie en particular. Iré al baile porque Sasha y Annie me obligaron. La única persona que quiero cerca está completamente desaparecida.

Pieck la miró con tristeza.

—Está bien, no hablemos del tema. Pero en serio, luces increíble. Deberías comprarlo. Es preciosísimo, Mikasa.

—Está bien, está bien. Compraremos este —concedió Mikasa, sonriendo a medias.

Después de pagar el vestido y el par de aretes que había seleccionado Pieck, las dos se dirigieron a la plazoleta de comidas. Mikasa, bostezando, se dejó caer en una silla, mientras Pieck revisaba el menú.

—Una ensalada para mí, por favor —pidió con una suave sonrisa.

—Yo necesito un festín para sentirme mejor —bromeó Mikasa mientras le indicaba al mesero su pedido: una hamburguesa, un batido de fresa y una porción extra de papas fritas.

—Oye, Mikasa, ¿crees que ese vestido te entrará al baile en tres semanas? Deberías cuidarte —señaló Pieck divertida.

Mikasa rodó los ojos y se cruzó de brazos.

—No empieces. Tengo tiempo para hacer ejercicio, y no pienso morirme de hambre. Además, estoy siendo obligada a ir al baile. No pidas que me mate de hambre —farfulló irritada.

La comida no tardó en llegar. Mikasa devoró su hamburguesa con gusto, mientras Pieck disfrutaba de su ensalada. La conversación giró hacia otros temas, alejándose del agotador día de compras. Pieck solo esperaba que Mikasa pudiera disfrutar de aquel día de baile y animarse, aunque fuera un poco.





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