21: Sorpresa
– ¿Estás segura de que deberíamos confiar en nosotros para cocinar algo más complicado que sopa instantánea? –Preguntó Eren divertido.
La cabaña estaba impregnada con el aroma tentador de la comida burbujeante en la estufa. Mikasa, con un delantal de rayas, y Eren, con las mangas de la camisa arremangadas, compartían risas mientras preparaban la cena: algo sencillo, pero exquisito para recibir a sus mejores amigos.
–Eren, si vamos a vivir juntos, creo que los dos vamos a tener que aprender a cocinar. Además, la cena que hiciste para nosotros aquella vez fue deliciosa – afirmó Mikasa mientras picaba las verduras.
–Sí, bueno... Armin hizo casi todo el trabajo –aceptó el castaño a regañadientes.
La chica soltó una suave carcajada.
–Eso tiene bastante sentido –señaló mientras negaba y le dedicaba una suave sonrisa a su novio–. Confía en mí, Eren, podemos hacer esto.
Eren asintió dando un saludo militar antes de seguir las instrucciones que le brindaba su novia. Los dos se movían por la pequeña cocina, mientras una suave música proveniente del teléfono de Eren resonaba en aquella habitación. Justo cuando toda la comida se estaba cociendo, Eren levantó una botella de vino que habían comprado en el supermercado.
– ¿Qué te parece una copa mientras la cena está lista?
Mikasa sonrió enormemente.
–Por supuesto, creo que vi un par de copas por aquí.
La joven rebuscó en los cajones hasta que encontró lo que buscaba. Tomó dos copas y las depositó sobre el mesón. Eren las llenó hasta la mitad y le tendió una a Mikasa.
–Por nosotros –brindó Eren antes de chocar las copas y tomar un sorbo de aquel líquido oscuro.
La música continuaba flotando en el aire, una suave melodía que creaba el escenario perfecto para aquel momento en pareja. Eren, tomando la mano de Mikasa, la acercó para rodearle la cintura con su brazo.
– ¿Qué estás haciendo? –Preguntó la chica mientras arqueaba una ceja.
– ¿Tengo que dar explicaciones de por qué bailo con mi novia? –Preguntó él, dándole una sonrisa juguetona.
Mikasa negó mientras depositaba su cabeza sobre el pecho del chico, disfrutando de aquella conexión mutua mientras se movían con gracia por el pequeño espacio de la cocina. Eren tomó el mentón de Mikasa con sus dedos y le elevó el rostro. Su pulgar le acarició suavemente el labio inferior a la chica mientras la observaba con atención.
– ¿Qué tanto piensas? –Preguntó Mikasa con curiosidad notando la expresión distraída del chico.
–Estaba pensando en Faye y su historia.
–Es algo increíble... tienes una tía, y muy valiente, tengo que admitir.
Eren le dio una suave vuelta a Mikasa antes de volverla a acoger entre sus brazos, acercándola contra su pecho.
–Tenía miedo –admitió Eren pegando sus labios a la frente de Mikasa–. No sabía si podíamos enfrentar el mundo. Somos inexpertos, tontos e impulsivos, pero creo que, si ella lo logró, nosotros también podremos hacerlo, ¿verdad?
Mikasa suspiró mientras elevaba una de sus manos y acariciaba el rostro de su novio antes de asentir.
–Estando a tu lado, sé que puedo hacerlo todo.
El chico suspiró, acercándose para besarla. Mikasa correspondió al beso con cariño mientras le rodeaba el cuello con los brazos. Se besaron con ternura y delicadeza, disfrutando de la compañía del otro.
–Nunca imaginé que llegaríamos a este punto, compartiendo esta vieja cabaña de papá y viviendo como pareja –susurró Eren contra los labios de su novia mientras la mecía entre sus brazos.
–Yo tampoco lo hubiera imaginado –admitió Mikasa–. Pero no cambiaría esto por nada en el mundo. Aunque mi madre y mi hermano nunca lleguen a perdonarme, soy feliz contigo, mi amor.
Eren observó a su novia con adoración antes de buscar sus labios. Justo cuando profundizaban el beso, la puerta de la cabaña fue llamada; los chicos se miraron con emoción y corrieron hacia la puerta para abrirla. Antes de que pudieran reaccionar, alguien se les arrojó encima, rodeándoles los hombros con sus brazos. La pareja soltó una suave carcajada mientras correspondía al abrazo de Armin, quien no parecía dispuesto a soltar a sus mejores amigos. Annie entró a la cabaña, mirando la escena con ternura. Armin no podía contener la alegría al ver a sus mejores amigos. Abrazó con fuerza a Mikasa y a Eren, sintiendo una mezcla de felicidad y preocupación.
– ¡Armin, amigo! –Exclamó Eren, devolviendo el abrazo con entusiasmo.
–Armin, no te imaginas cuánto te extrañamos –añadió la pelinegra, sonriendo enormemente.
Los tres se veían sumamente entusiasmados tras su reencuentro, sin embargo, la expresión de felicidad en el rostro de Armin pronto se transformó en una mirada seria. Sus ojos color celeste se oscurecieron por la molestia mientras se alejaba de los chicos.
–Es bueno verlos de verdad, pero no puedo creer que hayan huido de su hogar así. ¿Tienen idea de la preocupación que han causado? –Regañó Armin molesto–. ¡No puedo creer que se hayan marchado tan lejos! ¿¡Qué demonios sucede con ustedes!? –Cuestionó el rubio en tono reprobatorio–. Además, no puedo creer que no me hayan contado de su plan. ¿Saben lo que pensé? Creí que se habían matado el uno al otro en una de sus estúpidas peleas.
–Lo siento, Armin, no era nuestra intención preocuparte –se disculpó Eren, rascándose la cabeza con una sonrisa nerviosa.
– ¿¡Cómo pudieron ser tan irresponsables!? –Continuó el rubio, mirándolos con seriedad–. Sus familias están desesperadas buscándolos. Levi tiene toda la comandancia de policía de Marley, Sina, Trost y Shinganshina buscándolos. Sasha está super deprimida, el doctor Jaeger está desesperado, y, ¿qué decir de la pobre Carla y Bianca? ¡Están completamente destrozadas!
Mikasa y Eren intercambiaron miradas culpables, conscientes de que Armin tenía razón.
–Lo siento, Armin. Fue una decisión impulsiva, pero ante la posibilidad de separarnos... no quiero estar lejos de Eren –explicó Mikasa, tomando la mano de su novio y entrelazando sus dedos.
–Lo entiendo, pero estaba preocupado por ustedes. Chicos, sé que se aman, pero no pueden ignorar las consecuencias de sus acciones. Son tercos, impulsivos y a veces simplemente estúpidos –les reprochó Armin con firmeza.
– ¿Cómo está Zeke? –Preguntó Eren.
–Molesto, furioso, histérico, preocupado y simplemente desesperado –contestó aquel hombre mientras entraba en la cabaña, cargando un par de valijas.
– ¿¡Le dijiste dónde estábamos!? –Inquirió Eren observando a su mejor amigo con incredulidad y sintiéndose traicionado.
– ¡Lo trajiste contigo! – Señaló Mikasa con histeria.
–Yo también los extrañaba –rezongó Zeke, frunciendo el ceño–. Mikasa, Eren, están metidos en un gran lío –afirmó el hombre antes de abrazarlos fuertemente contra su pecho y sollozar suavemente–. Estaba tan preocupado...
Zeke miró a Eren y Mikasa con una mezcla de emociones que reflejaba la tormenta interior que había experimentado todos esos días. Su enojo inicial se desvaneció ante el alivio de ver nuevamente a aquellos chicos, pero la preocupación persistía en sus ojos. Los tres se separaron del abrazo, y Zeke se apartó de ellos, intentando contener sus emociones.
— ¿¡Cómo pudieron hacer algo tan insensato!? —Gritó Zeke, su voz llena de frustración y preocupación—. Se dieron cuenta de lo que han causado, ¿verdad? Sus amigos, nuestra familia, todos están destrozados por su desaparición. ¡Mamá y Bianca están absolutamente desesperadas, y papá no deja de llorar!
Eren y Mikasa bajaron la mirada, sintiendo la gravedad de sus acciones. Zeke caminó de un lado a otro, incapaz de contener la mezcla de emociones que lo embargaba. Finalmente, se detuvo frente a ellos, mirándolos con dureza.
— ¡Son estúpidos, infantiles, insensibles, inconscientes y completamente irresponsables! ¿¡Cuándo van a aprender a madurar!? —Regañó Zeke, su tono severo resonando en la pequeña cabaña—. ¿¡Cuándo van a dejar de ser unos niños estúpidos!? Mikasa, Eren, ¿¡cuándo van a dejar de actuar como unos idiotas!?
Mikasa miró a Eren, sintiendo un nudo en el estómago por las palabras de aquel hombre. Zeke continuó expresando su desaprobación. Sin embargo, para sorpresa de todos los presentes, las lágrimas empezaron a brotar por sus ojos.
—Pero los extrañé tanto —susurró Zeke, su voz quebrándose—. Estaba tan preocupado por ustedes, no podía dejar de pensar en lo que podría haberles sucedido.
Los abrazó esta vez con mucha más fuerza, y Eren y Mikasa parecieron sorprendidos por aquel gesto. A Eren le dolió el pecho al ver a su hermano mayor llorar, por lo cual correspondió al abrazo con fuerza.
—Hermanito, no puedes simplemente desaparecer así. Creí que te había perdido para siempre –refunfuñó Zeke en tono infantil y lastimero. Besó la frente de Eren mientras continuaba llorando con fuerza—. Los amo, pero no puedo soportar verlos actuar de manera tan impulsiva y egoísta. Todos estamos tan preocupados, ¿es que no lo entienden? Los amamos y no queremos que nada malo les suceda.
Eren y Mikasa asintieron, sintiendo una combinación de vergüenza y gratitud por el amor y la preocupación de aquel hombre que se negaba a soltarlos. Después de un largo rato, finalmente pareció más calmado y, a regañadientes, los liberó de aquel asfixiante abrazo.
Nuevamente, la mirada de Zeke se oscureció mientras observaba a los jóvenes con furia.
– ¿¡Qué demonios está sucediendo con ustedes dos!? ¡Tienen que regresar a casa! –Exigió, completamente molesto, cruzándose de brazos.
Mikasa y Eren compartieron una mirada cómplice antes de negar.
–No vamos a volver a casa –afirmó Mikasa con determinación.
–Y no puedes obligarnos –agregó Eren.
Zeke frunció el ceño, sus ojos ardiendo en un fuego amenazante.
–Chicos, ustedes no lo entienden.
–Creo que quien no lo entiende eres tú, Zeke –Eren rodeó la cintura de Mikasa con los brazos y apretó la mandíbula con firmeza–. ¿Bianca sigue con la idea de irse a vivir a Sina?
Zeke chasqueó la lengua.
— ¡Por supuesto que sí! Eren, ella necesita el empleo. Ustedes están muy jóvenes, no lo entienden.
–No, creo que el que no lo entiende eres tú –repitió Eren–. No vamos a volver, porque no nos vamos a separar, ¿entiendes? No permitiré que Bianca se lleve a Mikasa lejos de mí. Nos amamos y no vamos a dejar que nadie se interponga.
Zeke suspiró, observándolos con exasperación.
–Chicos, he sido yo la persona que más los ha apoyado con su romance, y me quedé callado hasta donde consideré prudente. Pero ¿por qué no actúan de forma más madura? ¡Mamá está angustiada, Eren! ¡Tu madre! ¡Nuestra madre está preocupada y sufriendo por la desaparición de su hijo menor! Y Mikasa, no puedes llegar a ser tan egoísta. Levi y Bianca están desesperados. Nunca había visto a ese enano tan triste y angustiado por algo en su vida. Tienen que volver –Zeke apretó los puños, completamente furioso–. Por favor, sean sensatos. Papá está destrozado, no sabe qué hacer. Está temiendo lo peor.
–Lo lamento –musitó Mikasa, aunque su voz era firme–. Pero ellos ya han vivido su vida, y ahora Eren y yo queremos vivir la nuestra. Juntos.
– ¡Mikasa! –Gritó Zeke tomándola por los hombros y sacudiéndola suavemente–. ¿¡No lo entiendes!? ¡Levi está furioso y preocupado por ti! ¿¡No te importa lo que siente tu propio hermano!?
La joven cerró los ojos por un momento, pero cuando los abrió, su determinación no flaqueó.
–Levi entenderá, pero no hay nada que nos digas que nos haga cambiar de opinión.
La furia del hombre alcanzó su punto álgido mientras soltaba a la chica y pasaba sus manos desesperadamente por su cabello, revolviéndolo con ansiedad.
– ¡No pueden hacer eso! ¡No pueden destrozar a nuestra familia de esta forma! ¡Tienen que volver!
Eren negó, abrazando a Mikasa contra su pecho.
–Zeke, lo siento, pero nuestra decisión está tomada. No digo que las cosas sean fáciles, pero no pensamos volver. Lo siento, pero si viniste aquí para llevarnos, creo que perdiste el tiempo. Y si quieres decirles a nuestros padres dónde estamos, está bien, pero te puedo asegurar que cuando vengan a buscarnos, ya no nos encontrarán.
El hombre lanzó un grito mientras observaba a Armin con frustración.
– ¡Diles algo! ¡Quizá a ti sí te escuchen! –Gruñó molesto.
Armin observó a sus mejores amigos con atención, mordió suavemente su labio inferior y suspiró con pesadez.
– ¿Son felices? –preguntó en voz suave. Mikasa y Eren asintieron con fervor, y el rubio les sonrió tiernamente antes de encogerse de hombros–. Entonces, espero que lo sigan siendo. Y si en algún momento creen que necesitan ayuda, no duden en contar conmigo.
– ¡Armin! –gritó el hombre, observándolo con desaprobación.
–Lo siento, pero los conozco a los dos. Son tercos y muy perseverantes. Si ya tomaron su decisión, no importa cuánto les grites o los amenaces, ellos no volverán. Si intentas acusarlos con sus padres, lo único que harás es que huyan y ya no sabrás más de ellos.
–Eso es verdad –señaló Annie, tirada en el sofá. Hasta el momento no había pronunciado ninguna palabra, por lo cual todos los presentes se giraron para verla sorprendidos–. A pesar de que nunca he sido muy cercana a estos dos tarados, los conozco desde la infancia. Son tercos, estúpidos y lo suficientemente arrogantes para creer que pueden con todo. Pero, también son lo suficientemente perseverantes para que eso sea verdad –señaló la chica antes de chasquear la lengua–. Mira, hermano mayor de Eren...
–Me llamo Zeke –recordó el hombre con molestia.
–Sí, sí, como sea, cuando insististe en que te dijéramos dónde estaba Eren y aceptamos traerte porque sabemos lo mucho que amas a tu hermano menor, prometiste que no ibas a hacer un drama y que ibas a respetar su decisión. Espero que no me hagas arrepentirme de convencer a Armin para que traicionara la confianza de sus dos mejores amigos y te trajéramos, simplemente porque por un segundo me conmovió tu tristeza. Te guste o no, esos dos estúpidos están a punto de ser mayores de edad y ya pueden tomar sus propias decisiones. Como el hermano mayor de Eren, lo mínimo que puedes hacer es apoyarlo.
–Gracias, Annie –musitó Mikasa, sonriendo abiertamente, pero la rubia le lanzó una mirada de muerte.
–No me agradezcas. Sasha está desesperada y me está volviendo loca, así que llámala para que me deje en paz –espetó la rubia antes de tronar los dedos–. Ahora, hemos viajado toda la tarde solo para verlos. Espero que tengan algo decente para ofrecernos.
– ¡La comida! –gritaron Eren y Mikasa aterrados antes de dirigirse hacia la cocina.
Annie resopló, mirando a Zeke con cansancio.
– ¿Te enojas con ellos? Entre los dos no forman una sola neurona.
Zeke elevó una ceja.
–Eso es precisamente lo que me está matando –abjuró Zeke.
–Si te está afectando tanto, apóyalos. No los regañes, anciano molesto –replicó la rubia con exasperación antes de levantarse. Se aproximó a Armin y le dio un suave beso en los labios–. ¿Puedes llevar nuestras maletas a la habitación? Mikasa y Eren dijeron que hay una disponible.
– ¿Y yo dónde dormiré? –preguntó Zeke.
–Eso es asunto tuyo –señaló la rubia–. Yo ayudaré a esos dos en la cocina –afirmó la chica mientras se dirigía hacia allí.
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Lo que Mikasa y Eren habían planeado como una cena amena y alegre para encontrarse con sus mejores amigos se convirtió en algo completamente incómodo. La luz de la lámpara colgante iluminaba la cabaña; las cigarras en el exterior creaban una suave música natural, mientras que la brisa susurraba suavemente. Las llamas crepitantes en la chimenea y el tintineo de los cubiertos llenaban el tenso ambiente del interior de la cabaña. Zeke fruncía el ceño profundamente mientras todos comían en silencio. Al final, el hombre suspiró con pesadez.
–En serio, no puedo creer que hayan decidido irse sin decir nada –murmuró, su voz cargada de enojo y decepción–. Pensé que confiaban en mí.
La pelinegra bajó la mirada, sintiendo la tensión en el aire. Eren suspiró y puso una mano reconfortante en el hombro de su hermano mayor.
–Zeke, fue la decisión que tomamos. Lo hicimos porque queríamos permanecer juntos. Y no te dijimos porque no queríamos que te envolvieras nuevamente en nuestras mentiras. Por nuestra culpa, te llevaste una gran reprimenda por el incendio. Así que, por favor, no sigas enojado. No queríamos meterte en problemas.
El semblante del hombre se suavizó por un momento, pero su preocupación no desapareció.
–Lo entiendo, y les agradezco que se preocupen por mí, pero yo puedo lidiar con eso. Estaba muy preocupado. Bueno, de hecho, todavía lo estoy. Están solos en este mundo, sin protección. ¿Qué harán? ¿Cómo piensan enfrentar el mundo real?
Armin, siempre optimista, sonrió, palmeando suavemente la espalda de Zeke.
–Tranquilo, anciano, Eren y Mikasa son más fuertes de lo que piensas, y no están solos. Incluso desde la distancia, nosotros los apoyaremos. Además, están felices juntos, eso es lo más importante, ¿verdad?
Eren y Mikasa se tomaron de la mano por encima de la mesa y asintieron.
–Soy muy feliz con él –afirmó la chica.
–Entonces, ¿todo va bien? –preguntó el hombre con voz ronca–. ¿No han discutido?
Eren y Mikasa se miraron, pero fue la pelinegra quien hizo una mueca.
–No dijimos eso. Claro que hemos discutido.
–Y mucho –aseguró Eren.
–Pero, ¿no es eso parte de ser una pareja?
–El mundo real no funciona como una utopía.
–Eren es terco, necio e infantil.
–Y Mikasa es gruñona, se comporta como una anciana y quiere que todo se haga como ella quiere –señaló el castaño rodando los ojos.
–La convivencia es demasiado difícil. Creo que nunca nos vamos a poner de acuerdo para nada.
–Bueno, para nada más que para estar juntos, porque yo la amo.
–Y yo a él –afirmó Mikasa–. No es fácil, y no te digo que no existan momentos en que quiera asfixiarlo simplemente para que se calle.
–O yo llevarla a un barranco y arrojarla para que me deje en paz.
–Lo importante es aprender a lidiar con nuestras diferencias para no matarnos –Mikasa suspiró cuando Eren llevó sus dedos a sus labios para besarlos suavemente.
– ¿No es eso lo que querías, Zeke? –preguntó Eren mirando a su hermano–. ¿No querías que maduráramos? Queremos hacerlo y tienes que confiar en que podremos.
– ¿Y si las cosas no salen bien? –preguntó Zeke.
Eren sonrió abiertamente.
–Entonces, estaré seguro de que, si las cosas salen mal, voy a tener a mi hermano mayor para que me ayude a superarlo, para que esté a mi lado. Aunque eso no pasará –Eren miró a Mikasa con gran afecto–. Estoy seguro de que quiero estar con ella.
Annie, sentada junto a Eren, soltó un suspiro audible.
–Los dos son tan estúpidos, son irresponsables e infantiles. Nunca van a dejar de pelear, son tercos y volubles –rezongó con molestia antes de dirigirles una suave sonrisa–. Pero supongo que, si están tan seguros de que quieren estar juntos, no hay mucho que podamos hacer al respecto más que desearles suerte –señaló la rubia–. ¿Ya han pensado qué van a hacer para sobrevivir? Porque, aunque es muy hermoso lo que dicen, de amor nadie vive.
–Por supuesto. De hecho, tenemos un plan –aseguró Mikasa sonriendo.
–Quiero escucharlo –señaló Zeke frunciendo el ceño–. Demuéstrenme que son lo suficientemente centrados para que no los arrastre a casa de nuevo.
Eren y Mikasa suspiraron cansadamente antes de comenzar a relatar la historia de su empleo, omitiendo la parte del reencuentro familiar. Al final, Zeke apretó fuertemente los labios.
– ¿Creen que puedan lograrlo? Trabajar y estudiar no es tan sencillo como ustedes piensan.
–Lo sabemos –rezongó Mikasa–. Pero huir de casa tampoco fue sencillo, y lo logramos.
–Queremos hacerlo, y creo que podremos. Confíen en nosotros –imploró Eren.
–Yo confío –afirmó Annie–. Mikasa Ackerman y Eren Jaeger siempre logran todo lo que se proponen, por más difícil que sea.
–Yo también estoy seguro de eso –apoyó Armin, mirando con seriedad al hombre–. Zeke, los conoces más que nosotros. ¿Crees que lo logren?
Zeke suspiró con pesadez y a regañadientes asintió.
–Por supuesto que sí, son un par de idiotas, pero lograrán todo lo que se propongan –farfulló Zeke de mal humor–. Pero... –Zeke les dio una mala mirada–. Si sienten que en algún momento necesitan ayuda...
–No dudaremos en pedirla, lo sabemos –Eren le sonrió de lado a Zeke–. Estaremos bien.
–Bien, creo que ya todo está dicho –Zeke tomó su copa de vino y la elevó–. Entonces, por Mikasa y Eren, que tengan una buena vida y que no se arrepientan de lo que están haciendo –brindó, observando a los chicos con preocupación.
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