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20: Jaeger






– ¿Él está bien? – preguntó la mujer angustiada cuando Eren cayó al suelo.

Entre la castaña y Mikasa, lo llevaron al sofá para recostarlo allí, mientras Gabi le traía un vaso con agua. Al escuchar el nombre de aquella mujer, Eren cayó al suelo como un peso muerto, inconsciente. Su novia reaccionó de inmediato, llamándolo por su nombre con angustia.

– ¿Qué le pasa? –preguntó Faye, angustiada, sus ojos abiertos como platos al ver al joven desmayado.

Mikasa ni siquiera podía dar una explicación, estaba demasiado preocupada por Eren. Su mente maquinaba a toda velocidad, ¿cómo podía ser aquella mujer Faye Jaeger? ¿Cómo podía estar viva y ser precisamente la persona que les ofrecía trabajo? Hacía apenas unos días habían conocido la existencia de esa mujer, y también se suponía que estaba muerta. Nada de eso tenía sentido. Gabi llegó con el vaso de agua para Eren con la intención de que lo bebiera al despertar, pero la pelinegra, preocupada por el estado de inconsciencia del chico, lo roció sobre su rostro. Él se despertó parpadeando rápidamente, completamente confundido, y se sentó con la ayuda de su novia. La mujer, aún aturdida, se sentó a su lado.

–No entiendo qué está pasando –habló Faye–. ¿Estás bien? –Preguntó con suavidad.

Eren se recostó contra su novia mientras observaba a aquella mujer con interés.

– ¿¡Cómo es posible que estés viva!? –Le espetó el chico–. ¡Se suponía que habías muerto hace años!

La mujer dio un brinco y apretó los labios fuertemente, claramente sorprendida e insatisfecha de que aquel joven supiera sobre ello. Miró a su hija con seriedad y tomó una bocanada de aire.

–Gabi, ve a tu habitación.

– ¿Pero por qué, mamá? –Preguntó Gabi con molestia.

–Es una orden – demandó Faye y Gabi refunfuñó mientras subía la escalinata para dirigirse hacia su habitación. Una vez la niña hubo desaparecido por completo, la mujer observó a Mikasa y Eren con seriedad–. ¿Cómo es que ustedes saben sobre eso?

–No, responde tú, ¿cómo demonios es que estás viva? –Inquirió Eren–. Keith nos dijo que habías sido devorada por lobos cuando eras un adolescente, casi de la misma edad que nosotros. ¿Qué demonios está pasando?

– ¿Keith? –Preguntó asombrada–. ¿Conocen a Keith?

–Un poco apenas –respondió Mikasa–. Él nos ha ayudado a instalarnos en el pueblo. Cuidaba la cabaña de la familia Jaeger.

– ¿La cabaña de mi padre? –Preguntó la mujer asombrada–. Creí que estaba abandonada, es decir, nunca me atreví a acercarme... pero supuse que no había nadie allí, ¿por qué ustedes están quedándose allí?

–Porque le pertenece a mi padre –respondió Eren–. Ahora dime, ¿quién eres tú?

– ¿A tu padre? ¿Acaso...?

–Sí, mi padre es Grisha Jaeger.

– ¿Grisha? –Preguntó la mujer con sus ojos llenándose de lágrimas–. ¿Tuvo un hijo?

–Dos, en realidad –respondió Mikasa–. Zeke, y luego Eren.

– ¿Mi sobrino? ¿Cómo es posible?

– ¿Cómo es posible que tú estés viva? –Preguntó nuevamente Eren, lleno de frustración y exasperación–. Supe de tu existencia hace apenas unos días y ahora tengo que enfrentarme ante la idea de que no estás muerta. ¿Qué demonios me están ocultando? –Dijo Eren.

La mujer pareció incómoda y miró su reloj de pulsera.

–Es tarde, creo que es mejor que se vayan.

–No tan tarde. Responde –exigió Eren furioso–. ¿Qué demonios está sucediendo? ¿Por qué todos creen que estás muerta? ¿Es por eso qué te ocultabas en el pueblo? ¿Porque no querías que nadie supiera que estás viva? ¿Por eso lucías tan sospechosa? –La mujer asintió lentamente y Eren se cruzó de brazos–. Mi padre me ocultó tu existencia toda la vida. Luego me enteré de tu existencia y me dijeron que estabas muerta. ¿¡Y ahora resulta que estás viva!? ¡Creo que merezco una explicación! –Espetó el chico–. ¡Así que habla ya!

–Eren, no seas grosero –reprendió cariñosamente Mikasa–. Señora Jaeger, ¿nos podría explicar qué está sucediendo?

La mujer suspiró con pesadez.

–No puedo creer que esto me esté sucediendo precisamente a mí –la mujer rezongó–. Regresé a Kanase porque se suponía que ya nadie se acordaba de mí, y precisamente me tenía que encontrar contigo –habló con desesperanza.

–Entonces, ¿nos dirás qué sucedió? – preguntó Eren frustrado.

La mujer se encogió de hombros y asintió.

–Sí, supongo que no tengo más opción... ¿Quieren algo más de té?

– ¡Quiero que te expliques! –Espetó Eren completamente molesto y la mujer rodó los ojos.

–Sí... definitivamente eres hijo de tu padre –gruñó cruzándose de brazos–. Acababa de cumplir quince años cuando salí una tarde a leer. Me encontré con un hombre en un claro al sur de Kanase... era el hombre más atractivo que había visto jamás –la mujer sonrió con nostalgia–. Alto, guapo, con una personalidad encantadora. Nos encontramos cada tarde después de ese día... por ocho meses –Faya se despojó de sus zapatos y subió sus pies al sillón, antes de abrazar sus piernas y recostar su mentón contra sus rodillas–. Me enamoré loca e irremediablemente. Él era el amor de mi vida...

– ¿Es el padre de Gabi? –Preguntó Mikasa de forma imprudente y la mujer arqueó una ceja, claramente molesta de que la interrumpieran–. Lo siento.

–No te preocupes querida, solo trata de callar –señaló–. Pero sí, gracias por adelantarte toda la historia. Él era Jens Braun, el padre de Gabi. Yo lo amaba a pesar de saber que mi padre jamás lo aprobaría.

– ¿Por qué? –Sonsacó Eren y Faye resopló rodando los ojos–. Lo lamento.

–Ajá... no lo iba a aprobar porque Jens era un joven muy pobre. Un pobre campesino que araba las tierras de los agricultores en temporada de siembra. Era un buen hombre, pero papá ya tenía alguien más en mente.

–Keith –adivinó Mikasa y la mujer la miró con exasperación antes de asentir.

–Sí. Él era hijo de un alto general del ejército de Marley ya retirado. Su hijo había seguido sus pasos. Le pareció alguien más... digno de su hija menor. Ella no se podía casar con un don nadie.

– ¿Por eso fingiste tu muerte? –Preguntó Eren sorprendido.

Faye chasqueó la lengua bajando sus piernas y negó mientras fruncía el ceño.

– ¡Yo nunca fingí mi muerte! –Gruñó golpeando a Eren fuertemente contra un cojín en el rostro–. Fue... un accidente –Eren arqueó una ceja–. Lo juro... yo simplemente escapé con Jens... después de... bueno... esto...

– ¿Qué? –El castaño ladeó la cabeza, confundido.

–Pues... esto... ya sabes...

–No.

–Es que... él... y yo...

– ¿Qué?

– ¡Oh por...! –Mikasa rodó los ojos–. Que Jens se la folló en el bosque –obvió Mikasa exasperada; Faye y Eren se sonrojaron profundamente–. ¿Qué tiene que ver con tu supuesta muerte?

–Toda una dama –se quejó con ironía una Faye avergonzada–. Bueno, es que mi ropa quedó...

– ¿Me criticas a mí por no ser una dama cuando fue tu ropa que quedó destrozada en medio del bosque? –Preguntó Mikasa ofendida.

–Pero Keith dijo que habían encontrado sangre –señaló Eren y Mikasa se inclinó a su oído para explicarle lo sucedido–. Ou... ¿por qué tú no...?

–No a todas las mujeres les pasa –explicó la pelinegra antes de mirar a Faye con sorpresa–. ¿Entonces todos creyeron que habías muerto porque perdiste la virginidad en el bosque el día que escapaste? Eso suena ridículo... y muy probable conociendo la suerte de la familia Jaeger.

– ¡Ey! –Se quejaron Faye y Eren en coro.

–Oh, por favor, amor, solo lo hemos hecho una vez e incendiamos nuestro hogar –obvió la pelinegra.

– ¿¡QUEMARON LA CABAÑA!? –Preguntó Faye aterrada.

–No, la casa de papá en Shinganshina –aclaró Eren.

–Oh bueno –la mujer pareció aliviada por eso–. Como sea, sí... todos creyeron que había sido devorada... y bueno, fui devorada, pero...

– ¡Eres mi tía, recuérdalo! –Se quejó Eren haciendo una mueca de asco.

–Bueno, ya, lo siento –las mejillas de Faye estaban teñidas de rosa–. No fue hasta que volví aquí hace más de un año que pregunté por la familia Jaeger. Me dijeron que, tras la muerte de la hija menor, mi padre había muerto –la voz de Faye se rompió y Eren le acarició suavemente la espalda, notando la tristeza brillando en los ojos verdes de aquella mujer–. Y que mi hermano se había marchado... nunca busqué a Grisha porque supuse que me odiaba... no sé si algún día me vaya a perdonar por lo que hice... por escapar... por la muerte de mi padre.

–No creo que papá te odie –afirmó Eren.

–Tampoco lo creo. Grisha es un hombre estupendo –apoyó Mikasa–. Tampoco te culpará por lo que pasó.

–Si él se enterara de que no morí, sino que hui... y que luego de eso papá murió por la tristeza...

—Conozco a papá —señaló Eren— probablemente se enfade porque no hayas querido confiar en él, pero se le pasará. Estoy seguro de que ni siquiera te culpará por querer huir si le dices tus razones —aseguró Eren.

—Él entenderá —afirmó Mikasa—. ¿Qué pasó después? ¿Por qué volviste aquí?

Faye miró a Mikasa y a Eren con una mezcla de tristeza y gratitud. La pelinegra le sostuvo la mirada con empatía, mientras Eren le ofrecía un reconfortante abrazo. La mujer sonrió débilmente, agradeciendo las palabras reconfortantes de los jóvenes. Después de un breve silencio, asintió.

—Después de huir de casa, Jens y yo nos fuimos a vivir a Trost. Allí terminamos la preparatoria y estudiamos arquitectura mientras trabajábamos medio tiempo. No fue fácil y fueron años agotadores, pero nunca nos rendimos —la mujer sonrió con nostalgia mientras varias lágrimas silenciosas se deslizaban por su rostro—. Diseñamos esta casa juntos, soñando con el día que pudiéramos vivir aquí, volver a nuestro hogar. Amábamos Kanase y siempre deseamos volver –la mujer miró a su alrededor, recorriendo con la mirada los detalles arquitectónicos que ella y su difunto esposo habían creado—. Pero Jens murió hace dos años en un accidente de tránsito, antes de que pudiéramos hacer realidad nuestro sueño

Mikasa y Eren intercambiaron miradas de comprensión, y el joven abrazó con más fuerza a la mujer mientras le acariciaba el cabello suavemente. Ella continuó con voz apagada.

—Gabi y yo vinimos aquí meses después de su funeral para cumplir el sueño que Jens y yo compartíamos. Estar aquí es un recordatorio constante de la vida que planeamos, pero que no pudimos vivir juntos. Nos esforzamos tanto para volver a nuestro hogar sin que nada se interpusiera... y no valió la pena —señaló mientras su voz se rompía.

Mikasa negó al tiempo que posaba una de sus manos en el hombro de aquella mujer en gesto reconfortante.

—Valió la pena porque tienes a Gabi y se nota que es una niña maravillosa.

La mujer asintió agradecida.

—Sí, tienes razón... ella es mi mayor adoración... se parece mucho a mi padre.

La mujer se puso en pie y se dirigió hacia una pequeña cajonera junto a uno de los ventanales, de allí extrajo un enorme álbum fotográfico y se acercó nuevamente a Mikasa y Eren. Abrió el álbum y se los mostró a los chicos, quienes se inclinaron para verlo. Entre las páginas desgastadas del álbum, la mujer buscó una fotografía en particular. Finalmente, con una sonrisa nostálgica, encontró lo que buscaba y extendió la imagen frente a ellos. La fotografía capturaba a Gabi, a la edad de 8 años, con el cabello corto hasta los hombros, ojos marrones que irradiaban curiosidad y un halo de energía típico en esa etapa de la infancia.

–Ahí está –señaló Faye–. Jens amaba tomarle fotografías, pero esa era su favorita. Fue la primera casa que diseñamos juntos para nosotros. Gabi estaba muy feliz; era la primera vez que tenía una habitación propia.

Mikasa y Eren observaron la fotografía detenidamente. Gabi estaba parada en el patio trasero de una gran casa. Era una edificación hermosa, más típica de la ciudad que del campo. No se parecía en nada a la mansión en la que se encontraban actualmente, pero era una casa muy hermosa. La pelinegra observó la fotografía con curiosidad antes de echar la cabeza hacia atrás y soltar una fuerte carcajada que resonó en la inmensidad de la mansión.

Faye y Eren la miraron asombrados, sin comprender la razón de su risa repentina.

– ¿Qué es tan gracioso? –preguntó la mujer a la defensiva.

Mikasa siguió carcajeándose por un rato antes de recomponerse con una enorme sonrisa y señaló la imagen de Gabi.

–Es que es igual a Eren cuando tenía la misma edad, solo que mucho más adorable.

– ¡Eso no es cierto! –rezongó Eren mientras volvía a mirar la fotografía–. Por supuesto que no.

–Eren, te conozco de toda la vida. Son como dos gotas de agua.

Faye se fijó en la fotografía de su hija antes de observar a Eren con atención. Al final, sonrió con ternura mientras asentía.

–Sí, te pareces a Gabi, o bueno, Gabi se parece a ti, excepto por los ojos. Ella heredó los de su padre. En cambio, tú... –la mujer tomó el mentón de Eren y lo observó con ternura–. Tus ojos son exactamente iguales a los de mi padre.

–Sí, lo sé –Eren sintió su rostro enrojecerse–. Papá siempre me dijo que tenía los ojos del abuelo.

–Eres idéntico a él –afirmó Faye.

–Sí, eso también lo mencionó Keith –musitó Eren removiéndose incómodo–. ¿Él es mal tipo? ¿Por eso no querías casarte con él? Porque parece un buen sujeto.

–Lo es –afirmó Faye–. Y era uno de mis mejores amigos... pero no quería casarme con él. Yo amaba a Jens... Quizás si no lo hubiera conocido, pero la verdad es que lo conocí.

–Keith sigue soltero –señaló Eren en tono burlón mientras observaba a la mujer con picardía–. Y evidentemente, todavía te ama.

Mikasa le dio un fuerte golpe en la cabeza al chico mientras lo observaba con irritación.

– ¡Qué comentario tan desacertado justo después de que tu tía te dijera que extrañaba a su difunto esposo! ¿¡Qué pasa contigo, en serio!? –preguntó Mikasa, exasperada.

Eren observó a su novia molesto por el golpe, pero arrepentido porque sabía que tenía razón. Por lo cual hizo una mueca fijándose en la mujer.

–Lo siento.

Faye, en cambio, sonrió divertida.

–No te preocupes, pero creo que tu novia tiene razón. Deberías tener más cuidado con esos comentarios –la mujer suspiró con pesadez antes de encogerse de hombros–. ¿Le dirás a tu padre que sigo con vida?

– ¿Bromeas? –Eren resopló y negó–. No pienso hablar con él, creo que querrá matarme.

– ¿Por qué? –preguntó ella asombrada–. ¿Pasó algo malo?

–Tía Faye, tú misma lo dijiste. Mikasa y yo huimos de casa; él no puede saber que estamos aquí.

– ¿Y no crees que lo sospeche?

–Papá odiaba esa cabaña, nunca supe por qué. Ahora todo tiene más sentido. Creo que nunca superó tu muerte.

Faye nuevamente hizo una mueca y suspiró con pesadez.

–Le hice tanto daño a mi familia... quizá yo misma debería hablar con él... pedirle perdón.

– ¿Podrías hacerlo dentro de tres meses? – Preguntó Mikasa preocupada.

Faye entrecerró los ojos.

– ¿Por qué hasta entonces?

–Eren y yo ya seremos mayores de edad para esa fecha, no podrán obligarnos a regresar a casa.

– ¿Los dos cumplen el mismo día?

–Soy mayor que Eren por dos meses –explicó Mikasa sintiendo sus mejillas sonrojar–. Nuestras madres son mejores amigas y se pusieron de acuerdo para embarazarse juntas, yo cumpliré años en dos semanas. Si nuestros padres saben dónde estamos antes de que seamos mayores de edad, nos obligarán a regresar.

– ¿Me contarán por qué huyeron?

La pareja se observó de reojo antes de asentir y le relataron la historia. Al finalizar, la mujer los observó con exasperación, furia e incredulidad.

– ¿¡Y por qué no simplemente les dijeron lo que sucedía!?

– ¡Porque no nos querían escuchar!

– ¡Pues grítenlo! ¿¡En serio fueron tan inmaduros como para escapar por ese motivo!?

–Oye, tú también lo escapaste –señaló Eren ofendido–. ¡No puedes criticarnos!

– ¡Porque a mí me querían obligar a casarme! ¡Es completamente diferente! –Faye estrelló la palma de su mano contra su frente–. ¡En verdad eres tan tonto como tu padre! Y demasiado impulsivo.

–Eso es verdad –afirmó Mikasa.

–Oye, tú, no digas nada, fuiste tú quien le siguió la corriente en esta locura –la mujer resopló mientras los observaba con molestia.

– ¿Eso significa que le dirás a papá dónde estamos? –Preguntó Eren aterrado.

–Claro que no –respondió la mujer tembló–. No sé si estoy lista para hablar con él y decirle la verdad.

–Entonces, que sea un trato –sugirió la pelinegra–. Tan pronto como Eren y yo seamos mayores de edad, le contaremos a Grisha que estamos en Kanase. No quiero seguir preocupando a nuestros padres por mucho más tiempo. Y si deciden venir a vernos...

–Cuando decidan venir a vernos –corrigió Eren.

–Cierto, cuando decidan venir a vernos, podrás hablar con él. Creo que tenemos tiempo todos para prepararnos para lo que se viene.

Los Jaeger parecieron preocupados por la reacción del hombre, no obstante, les pareció algo sensato, por lo cual, a regañadientes, los dos accedieron.

–Está bien.

–Bien, ahora, Mika y yo debemos irnos. Armin y Annie no deben tardar en llegar a Kanase.

– ¿Quiénes? –Preguntó la mujer.

–Nuestros amigos vendrán a visitarnos –anunció con entusiasmo.

–Bien, tengan cuidado, por favor. Y chicos, recuerden nuestro trato –indicó la mujer–. Les daré empleos si continúan estudiando.

–Ahora que la orden proviene de mi tía y no de mi jefa, eso me molesta.

–Eren, por favor –se quejó Mikasa, mientras Faye rodaba los ojos.

–Entonces, te daré la orden como tu jefa: estudia o morirás de hambre.

Eren hizo una mueca.

–Creo que prefiero a mi tía –afirmó con convicción.

Mikasa y Faye rodaron los ojos en un gesto de exasperación.




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