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2: El nuevo






–Espera un momento, ¿le estrellaste un plato en la cabeza? –preguntó Sasha, empujando a Mikasa desde sus omóplatos para que realizara el calentamiento con más intensidad.

–No, te dije que lo intenté –corrigió Mikasa, encogiéndose de hombros–. Pero el desgraciado fue más rápido, así que logró apartarse.

–No conocía ese lado agresivo tuyo –señaló Sasha, impresionada.

–Es que Eren Jaeger logra sacar lo peor de mí –rezongó la pelinegra, aferrándose a sus zapatos mientras sus músculos cedían.

– ¿Y cómo terminó todo? –solicitó Sasha intrigada.

–Bueno, no terminó bien –admitió Mikasa–. Terminamos gritándonos el uno al otro. Nuestros padres intentaron mediar, pero no sirvió de nada. Al final, simplemente me marché.

–Tu madre debe estar furiosa –se burló la castaña entre carcajadas.

–No me quiso saludar esta mañana.

– ¡Diablos! ¿Y qué piensas hacer? Porque tiene clases con nosotros.

Mikasa suspiró mientras se ponía de pie antes de inclinarse hacia abajo para tocar la punta de sus pies sin doblar las rodillas.

–No lo sé, Sasha. No puedo soportar la tensión que se arma cada vez que estoy cerca de él. Te juro que cuando lo escucho hablar, simplemente quiero ahorcarlo para que se calle –gruñó Mikasa sin paciencia.

– ¿No crees que estás exagerando? Lo vi en el estacionamiento, y no parece un chico desagradable... todo lo contrario –Sasha suspiró–. Es bastante atractivo, ¿seguro que tu enojo no es solo tensión sexual?

Mikasa sintió cómo el estómago se le revolvía.

–Asqueroso, simplemente asqueroso –rezongó la chica–. Por supuesto que no, Sasha, no seas cochina.

–Mikasa...

–Sasha, nos odiamos desde que éramos niños. Es decir, siempre hemos discutido. Nunca nos hemos llevado bien. ¿Pero anoche? Anoche fue el colmo –Mikasa lanzó una patada mientras revolvía su cabello–. Comenzamos a discutir por cualquier cosa. No puedo creer que tenga que soportar mi último año junto a Eren Jaeger. ¡Se supone que tenía que ser épico!

–Y lo será, nena –aseguró Sasha sonriendo–. No dejes que te arruine, ¿ok?

–Tienes razón, no tiene por qué fastidiarme por ese idiota. ¿Verdad? Voy a llevar la fiesta en paz. No me voy a meter con él.

Sasha estuvo a punto de asentir; sin embargo, Historia saltó encima de ella, sonriendo abiertamente.

– ¡Es tan lindo! –canturreó la chica emocionada, y Mikasa la observó con curiosidad.

– ¿De quién estamos hablando? –preguntó confundida.

–Del nuevo, obviamente. Es tan sexy. Te juro que podría darle un hijo.

Mikasa hizo una mueca de asco.

–Por favor, no me digas que estás hablando de Eren –suplicó con el estómago revuelto.

–Eren... sí, hasta su nombre suena sexy –Historia suspiró encantada–. ¿Crees que le guste?

Mikasa estuvo a punto de decirle que Eren seguramente se acostaría con cualquier cosa que se moviera; sin embargo, una idea llegó a su mente, y la pelinegra negó.

–Lastimosamente es gay –Mikasa miró a su alrededor y bajó el tono de su voz–. Creo que le gusta Armin, aquí entre nos.

Historia suspiró con tristeza mientras pateaba el suelo.

– ¡Diablos! Sabía que era demasiado bueno para ser cierto –la rubia hizo un puchero–. Creo que les diré a las chicas, todas andan tan ilusionadas con él.

Mikasa frunció el ceño en gesto de concentración para no estallar en profundas carcajadas.

–Diles, es mejor que no crean cosas que no pasarán –aseguró, e Historia se alejó arrastrando los pies.

Sasha miró a su mejor amiga con diversión.

–Creí que no te ibas a meter con él e ibas a llevar la fiesta en paz.

–Lo haré... esto solo es por diversión.










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– ¡Te juro que es una bruja! –Espetó Eren al sentarse junto con Armin en una de las mesas apartadas en la cafetería de la escuela. El castaño se veía visiblemente agotado, con una expresión de frustración en su rostro; Armin hizo una mueca.

– Sí... Mika me dijo que hubo un pequeño pleito anoche y que te comportaste como un idiota.

– ¿¡Yo!? –Eren se frotó la frente con cansancio–. ¡Ella es una niñita malcriada! Anoche fue un desastre –suspiró jugueteando con su manzana–. Mikasa y yo discutimos durante horas; esa bruja casi me asesina. Si no hubiera sido lo suficientemente rápido, me habría estrellado ese plato en la cabeza.

El rubio tuvo que cubrir su boca con su mano para ahogar una carcajada.

–Eso suena muy típico de Mikasa –admitió antes de fruncir el ceño, sabiendo lo complicada que era la relación entre esos dos–. ¿Qué pasó exactamente?

Eren suspiró recordando la cena en casa de sus padres.

–Fue como una bomba de tiempo, Armin. Ya sabes que desde que somos pequeños, Mikasa y yo nos llevamos mal, pero anoche llegamos al límite –Eren le dio un mordisco a su manzana y la masticó casi con violencia–. Cada palabra que decía, ella la retorcía para hacerme quedar como un imbécil. No dejaba de presumir de ser la niña perfecta. Es insoportable... –Eren estuvo a punto de añadir algo más; sin embargo, un chico de cabello oscuro y pecas en el rostro se detuvo frente a él, su rostro estaba profundamente sonrojado y rascó su nuca.

–Hola... me llamo Marco y yo... –el chico mordisqueó su pulgar en gesto nervioso–. Solo quería decirte que, si necesitas ayuda, estoy para ti... además –tomó una bocanada de aire–. Si quieres salir... ya sabes... tú y yo... solos... eso estaría bien.

Eren frunció el ceño mientras apretaba los puños; sin embargo, se las arregló para dar una suave sonrisa.

–Gracias, lo tendré en cuenta –dijo sin paciencia y Marco se alejó dando las gracias y trastabillando. Armin arqueó una ceja.

– ¿Qué demonios fue eso?

–Es la tercera vez del día que un chico me invita a salir –explicó Eren con fastidio.

– ¿Qué? –Armin parecía sorprendido por ello–. ¿Por qué?

–Connie me dijo que las personas creen que soy gay –Eren golpeó fuertemente la mesa–. ¡Te juro que esa pequeña idiota está detrás de todo esto!

Armin contrajo su rostro con seriedad, intentando no reír, porque conocía perfectamente a su mejor amiga y sabía que las palabras de Eren estaban cargadas de verdad. Lo había hecho para fastidiar al ojiverde, y evidentemente le había salido de maravilla.

– ¿Por qué haría eso? ¿Qué ganaría con difamarte? –Preguntó con inocencia fingida y Eren negó con la cabeza, frustrado.

–No lo sé, Armin, tal vez solo disfrute haciéndome la vida imposible, pero estoy harto de que arruine todo. ¡No puedo concentrarme en la escuela! Tres chicos me invitaron a salir, una joven me señaló en los pasillos y dijo que yo había estado en la cárcel. ¡Incluso un maestro me preguntó si en verdad me había hecho un tatuaje de titán en la ingle! –Gritó Eren furioso estrellando su frente contra la mesa del comedor.

Armin no lo soportó más; su rostro estaba demasiado rojo por contenerlo, por lo cual al final cedió y dejó que una fuerte risa se escapara de sus labios, haciendo doler su estómago y derramar algunas lágrimas por sus ojos celestes. Eren lo miró con indignación.

–Lo siento, lo siento... es que es muy típico de Mikasa... ¿recuerdas la vez que te tiró agua en los pantalones y les dijo a todos que te habías orinado encima? –Memoró el rubio en medio de carcajadas pequeñas.

No dudaba que Mikasa estaba detrás de esos rumores; Armin conocía a aquella chica más que nadie en el mundo, y conocía lo malvada que podía ser cuando quería. Una vez el rubio pudo controlarse, posó una mano en el hombro de Eren en un gesto de apoyo.

–Vamos a encontrar la manera de terminar con esto, Eren. No puedes dejar que Mika controle tu vida de esa forma –Armin se prometió a sí mismo hablar con la chica para que dejara a Eren en paz–. ¿Hay algo que podamos hacer para que te sientas mejor?

–No lo sé –musitó Eren deprimido y Armin suspiró.

– ¿Hay algo que te haga sentir mejor?

–Sí –Eren frunció profundamente el ceño–. ¡Quiero venganza! –Decretó el chico completamente furioso.








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–Solo recuerda que debemos reservar presupuesto tanto para los materiales del festival deportivo de verano como para el baile, ¿entendido? –preguntó la pelinegra con seriedad.

–Sí, está bien, Mikasa. Aunque si necesitamos más dinero, tendremos que hacer otra recaudación –Ymir rodó los ojos mientras anotaba todo lo que la pelinegra indicaba–. Por cierto, ¿qué color quieres para las luces en el baile?

–Azules –afirmó la chica sonriendo abiertamente–. El año pasado pusieron luces amarillas y me veía con anemia –rezongó mientras sus dedos tamborileaban en la madera del escritorio. Ymir arqueó una ceja.

–¿Estás segura de que vas a ganar otra vez? –señaló divertida.

–Bueno, ya sabes que el rey o reina del baile son los ganadores del festival deportivo –Mikasa mordisqueó su labio–. Y nadie ha podido vencerme.

Ymir suspiró con pesadez.

–Sí, eso tiene sentido. Está bien, azules. ¿Serán celestes?

–Por favor –señaló Mikasa con alegría.

Ymir le dio las gracias y se alejó para coordinar todo lo que la chica había dicho. La pelinegra continuó trabajando en los planos para el festival deportivo. Cuando escuchó la puerta del salón abrirse y unos pasos acercarse, elevó su rostro y dio un brinquito al ver a Armin acercarse hacia ella. Mikasa hizo una mueca al notar la mirada decidida del rubio y se imaginó por qué estaba allí. La chica lo observó con cautela.

–Mika, ¿podemos hablar un momento? –preguntó Armin con calma, tomando asiento frente a su amiga.

–De hecho, estoy algo ocupada.

–De hecho, no lo estás. Al menos no para mí –gruñó el rubio–. Mika... –el muchacho suspiró con pesadez–. Ya escuché los rumores sobre Eren, y sé que no debería preguntarlo, pero ¿tú eres la responsable?

Las mejillas de la pelinegra se sonrojaron mientras negaban.

–No sé de qué me estás hablando –musitó, agachando la mirada. Armin la observó con molestia.

–Al menos creí que serías honesta –reprendió Armin, la pelinegra temblaba de miedo, sin embargo, se cruzó de brazos e hizo un puchero.

–No sé a qué te refieres.

Armin suspiró al ver que aquello no sería fácil.

–He escuchado algunos rumores sobre Eren, y estoy seguro de que tú eras la fuente -acusó con seguridad. Mikasa levantó una ceja con desinterés fingido, pero Armin continuó–. Dijiste que es gay, que estuvo en la cárcel y que se hizo un tatuaje en la ingle, ¿un titán? ¿En serio, Mikasa? ¿Por qué estás inventando cosas así?

Mikasa rodó los ojos.

–Solo estoy devolviéndole el favor. Eren no es precisamente un santo –espetó la chica furiosa.

–Eso no justifica que difundas rumores falsos –amonestó el rubio–. Entiendo, Mika. Créeme, entiendo que Eren y tú se llevan mal, pero esto está yendo demasiado lejos. No es justo para él, acaba de llegar a Shinganshina, prácticamente es nuevo aquí y la está pasando mal –Mikasa frunció el ceño y no parecía querer ceder–. Deberían intentar llevarse mejor. Sabes que, tras la muerte de tu padre, la única compañía de la señora Ackerman son los padres de Eren. Inevitablemente, se seguirán viendo, y si no hacen las paces, será peor para ustedes.

–Está bien, puedo dejar de molestar a Eren, pero ¿no crees que él quiera vengarse por esta pequeña bromita?

Claro que lo pensaba, y no sabía en qué momento Eren haría alguna idiotez, sin embargo, no queriendo echarle leña al fuego, el rubio negó.

–Sé que Eren es muy maduro y lo dejará pasar, así que, ¿podrías dejarlo en paz? –pidió el chico.

Mikasa asintió, aunque no mostró mucho entusiasmo. Armin no creía mucho en ella, pero necesitaba hacerlo o, de lo contrario, las cosas para él se complicarían demasiado. Tanto Eren como Mikasa eran sus mejores amigos, y no quería verse dividido por los pleitos entre los dos.

–Gracias, Mika. Y te prometo que Eren no hará nada en tu contra.



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