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18: Vida adulta















El fuerte grito de Eren resonó por encima del bullicio del supermercado mientras el chico se frotaba la zona donde la manzana lo había golpeado.

– ¡Ya basta, Eren Jaeger! Necesitas ser maduro y comportarte como un adulto –gritó Mikasa totalmente furiosa.

La tensión en el aire era palpable, y las miradas sorprendidas de los demás compradores no pasaban desapercibidas. Eren chasqueó la lengua y, con una sonrisa desafiante, miró a su novia con cierto desdén.

–Mikasa, tienes diecisiete años, no setenta. ¿Quieres relajarte un poco y dejar de actuar como si fueras una anciana? –rezongó molesto mientras tomaba la manzana que lo había golpeado en la cabeza y la devolvía a su lugar–. ¿Qué tiene de malo disfrutar de unas buenas frituras y un poco de helado?

La pelinegra apretó los puños exasperada.

–No se trata de actuar como una anciana, Eren. Se trata de ser responsables. Tenemos poco dinero y no podemos permitirnos gastarlo en tonterías –señaló el carro del supermercado–. ¿De verdad, necesitas frituras, galletas, helado, refrescos, chocolates y pudín? –Mikasa miró con desaprobación los productos poco saludables que Eren había depositado en el carrito, mientras ella seleccionaba las mejores frutas y verduras–. Deberíamos centrarnos en comidas más saludables –reprendió con un tono de voz que dejaba claro su descontento.

Eren rodó los ojos, cruzándose de brazos.

– ¿Cosas más saludables? ¡Vamos, nena! No actúes como una anciana amargada. Podemos disfrutar de la vida sin preocuparnos tanto por lo saludable.

Mikasa tomó la caja de galletas y se la lanzó a la cabeza, expresando su frustración de una manera poco convencional.

— ¡Eren! No puedo creer que seas tan irresponsable.

—Y yo no puedo creer que actúes como si fueras mi madre.

— ¡Pues yo no puedo creer que seas tan estúpido!

— ¡Y tú, tan cuadriculada!

— ¡Eres un niño!

— ¡Y tú una anciana!

— ¡Deja de ser tan infantil!

— ¡Deja de actuar como una loca de noventa años!

Mikasa apretó los dientes, sosteniendo otra manzana en la mano y pensando en arrojársela a la cabeza.

—No se trata de ser una anciana, Eren —repitió la chica—. Tenemos poco dinero y no podemos darnos el lujo de comprar este montón de estupideces.

Eren le lanzó una mirada desafiante.

—No te preocupes, conseguiré un trabajo pronto y tendremos más dinero. Podemos permitirnos unas cuantas indulgencias.

Mikasa le lanzó la manzana a la cabeza, pero Eren logró esquivarla.

La tensión entre ellos se palpaba en el aire, como una tormenta a punto de desatarse. Mikasa, frustrada, decidió cambiar de táctica.

—Eren, no se trata solo del dinero. Se trata de ser responsables y prever las consecuencias de nuestras acciones. No podemos vivir de la manera impulsiva en la que lo haces.

– ¿¡Escapamos de casa y ahora no quieres vivir de forma impulsiva!?

– ¡Eres un completo idiota! ¡Necesitamos ahorrar! Anoche te quejabas porque no tenemos televisor, estéreo, computadora, o cualquiera de las estupideces que necesitas para seguir comportándote como un niño inmaduro. Así que es imperativo que ahorremos dinero en lo que ambos conseguimos empleo –rezongó Mikasa, visiblemente furiosa–. No podemos permitirnos malgastar lo que tenemos. Además, mencionaste que debíamos hacer una revisión eléctrica de la cabaña, y eso, obviamente, conlleva gastos.

–Yo puedo encargarme de eso –aseguró Eren.

–No puedes ni siquiera lavar tu propia ropa, ¿y crees que puedes manipular la electricidad? ¿Quieres terminar electrocutado?

–Tranquilízate, Mikasa –insistió Eren–. No tienes que controlarlo todo. Podemos divertirnos también.

Mikasa agarró otra manzana con la intención de lanzársela al chico, pero antes de que pudiera hacerlo, alguien se la arrebató rápidamente de la mano y negó con la cabeza.

—Están causando un escándalo —reprendió Keith mientras los observaba con exasperación—. ¿Y ahora qué está pasando, niños?

—¡Este idiota se niega a madurar!

—¡Esta tonta insiste en comportarse como una anciana!

Ambos se quejaron molestos, y Keith los miró con cariño. La tensión en el ambiente se disipó un poco.

—Chicos, no podemos resolver las cosas arrojándonos manzanas. Necesitan aprender a comunicarse de manera más madura, más si pretenden llevar una vida en pareja.

El hombre suspiró y se acercó a ellos, colocando una mano en el hombro de Mikasa y la otra en el de Eren.

—Tranquilícense, por favor, chicos. Mikasa, no seas tan psicorrígida. Estás muy joven y bella para ser tan amargada —aconsejó con un tono amigable—. Eren, comportarte como un hombre implica más que solo gritar. Ambos tienen que aprender a escucharse mutuamente, encontrar un equilibrio.

La pelinegra se cruzó de brazos, aún molesta, pero bajó la mirada ante las palabras del mayor. Eren asintió ligeramente.

—Por cierto, en el centro del pueblo hay un gran tablero donde la gente pone anuncios de empleo. Podrían revisarlo y ver si encuentran algo que les interese —señaló el hombre, observándolos con cariño—. No pueden depender simplemente de planes que no ponen en marcha. Si decidieron irse a vivir juntos, espero que se comporten como adultos. Necesitan ingresos estables —les indicó Keith en tono pacificador—. Y mientras ustedes discuten, yo iré a revisar las conexiones eléctricas de su cabaña. No quiero que se queden sin luz o terminen quemando el lugar —añadió el hombre, extendiendo la mano a Eren, quien depositó su juego de llaves en ella.

Mikasa le dedicó una enorme y grata sonrisa al hombre, reconociendo la sabiduría en sus palabras. Además, se sintió agradecida por su intervención.

—Ahora hagan las paces. No ganan nada peleando constantemente —dijo Keith golpeando suavemente en la cabeza a Mikasa y Eren, observándolos con exasperación—. Se supone que son una pareja, actúen como tal. Y ambos, por el bien de todos, dejen de lanzarse frutas. Eso no resuelve nada y van a terminar lastimando a alguien —instó Keith con un tono firme pero amistoso.

Los chicos intercambiaron miradas, con cierta tensión en el aire, pero después de un momento, ambos suspiraron y se relajaron un poco.

—Tienes razón, Keith. Gracias por estar aquí para ayudarnos a mantener los pies en la tierra —agradeció Mikasa sinceramente—. Y gracias por ayudarnos con las conexiones eléctricas.

–Sí, gracias por hablarnos del tablón de empleos. Aprecio la ayuda —añadió Eren, admitiendo que quizás necesitaban más orientación de la que estaban dispuestos a aceptar.

El hombre sonrió, apretando sus hombros.

—No se preocupen. Ahora vayan y revisen esos anuncios de empleo. Y, por el amor de todo, traten de comportarse como una pareja adulta. La vida es demasiado corta para pelear constantemente —reprendió el hombre, negando con la cabeza—. Terminen sus compras de forma pacífica, revisen el tablón de empleos y los espero en su cabaña, tortolitos —canturreó mientras se retiraba del lugar.

Mikasa mordió su labio inferior y, sin atreverse a ver a su novio, se encogió de hombros.

—Podemos incluir frituras y helados si de verdad lo quieres, Eren.

Este se encogió de hombros.

—No, quizá tengas razón. Por ahora, necesitamos ahorrar dinero. Cuando consigamos empleo, ya veremos.

La pelinegra suspiró dramáticamente, recogiendo la caja de galletas del suelo para depositarla sobre el carrito.

—Te amo. Lamento ser tan amargada.

–Y yo lamento ser tan inmaduro —una risa ronca se escapó de los labios de Eren mientras negaba y tomaba a su novia por la cintura—. Somos un caso perdido, ¿verdad? —preguntó, mirándola con diversión—. Ni siquiera viviendo como una pareja formal podemos dejar de discutir.

Mikasa se encogió de hombros.

—Dicen que el primer año es el más difícil, pero una vez que lo superemos, las cosas van a mejorar.

—Un año suena demasiado —se quejó Eren, y Mikasa arqueó una ceja.

—Vamos, por favor, Jaeger. Llevamos toda una vida discutiendo. No creo que nos cueste hacerlo un año más.

Eren soltó una carcajada mientras negaba y se inclinaba para atrapar los labios de Mikasa entre los suyos en un beso tierno.

—Vamos a lograrlo, porque no me pienso rendir contigo. Te amo, ancianita.

—Y yo te amo a ti, bobo infantil —rezongó la chica mientras entrelazaba sus dedos con los de Eren—. Ahora, terminemos de comprar la despensa. Ya quiero ir a ver ese tablón.

Caminaron de la mano por el bullicioso mercado, compartiendo risas y complicidades. Mikasa se acomodó el cabello mientras observaba los variados puestos de frutas y verduras. Eren, por su parte, no dejaba de sonreír, contagiado por la felicidad del momento.

Continuaron su recorrido, disfrutando de la conexión especial que compartían. Compraron los ingredientes para la cena y, finalmente, se dirigieron a casa.



















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Mikasa y Eren caminaron tomados de la mano hacia el tablón que Keith les había mencionado, situado justo en el centro del bullicioso pueblo. La gente a su alrededor los observaba con curiosidad, ya que los recién llegados destacaban entre la multitud. No obstante, la joven pareja mantenía su atención enfocada en la búsqueda de posibles empleos que les permitieran establecerse en su nuevo hogar.

Con su mirada seria y decidida, Mikasa examinaba detenidamente los anuncios. Su ceño se fruncía mientras leía cada oferta de trabajo. La falta de opciones que coincidieran con sus habilidades y preferencias la frustraba, aunque no lo demostraba abiertamente. En cambio, Eren se preocupaba por la cuestión económica. Estudiaba los salarios y beneficios de cada oferta de empleo con detenimiento, y su rostro reflejaba inquietud mientras calculaba mentalmente las posibles ganancias.

La plaza bulliciosa irradiaba la actividad cotidiana del pueblo, pero en medio de la multitud, Mikasa y Eren mantenían un diálogo silencioso acerca de sus expectativas y prioridades. A pesar de las miradas curiosas de los lugareños, la pareja estaba decidida a encontrar un lugar donde pudieran aportar al sustento de su hogar.

–Necesitamos algo estable –susurró Eren.

Mikasa, apretando suavemente la mano de Eren, apartó la mirada hacia él, percibiendo su inquietud.

–No te preocupes tanto, Eren. Encontraremos algo –le aseguró, procurando calmar su ansiedad.

Eren asintió, pero su mente seguía agitada.

–Lo sé, pero quiero trabajar más arduamente para que tú no tengas que esforzarte tanto – confesó Eren, mirando a la chica con determinación. Consciente de que ella siempre se preocupaba por él, deseaba corresponderle.

Mikasa le sonrió con ternura.

–Somos un equipo, Eren, no lo olvides. Trabajaremos juntos. Quizá no estamos acostumbrados a ello, pero ahora somos una pareja, y ambos nos esforzaremos para estar bien.

Eren la observó durante un momento antes de tomarle el rostro entre sus manos y acercarla para besarla suavemente, agradecido por tenerla a su lado.

–Soy el hombre más afortunado de todo el mundo, ¿lo sabías? –preguntó Eren sobre los labios de la chica–. Eres simplemente maravillosa –afirmó, plantando suaves besos en todo el rostro de Mikasa.

La pelinegra sonrió encantada y abrazó a su novio, escondiendo su rostro en el pecho del chico. Se quedaron allí un rato disfrutando de la cercanía del otro cuando notaron que alguien se acercaba.

Era una mujer. Mikasa lo notó por su contextura; seguramente muy joven, pero bastante misteriosa. Tenía lentes oscuros y un enorme sombrero. Estaba colocando un papel que anunciaba la búsqueda de una niñera. Tan pronto como puso aquel anuncio, la mujer se perdió nuevamente entre la multitud, marchando con paso rápido. A pesar de lo extraña que parecía, nadie se giró para verla. Mikasa se detuvo frente al anuncio, inclinándose para leer los detalles con interés.

–Eren, mira esto –dijo Mikasa señalando el anuncio.

El chico se acercó y leyó con ella. Aquella mujer buscaba una niñera para cuidar a su hija durante algunas horas al día.

–Es un trabajo de medio tiempo, pero pagan bastante. Parece un empleo estupendo –comentó la chica. Sin embargo, Eren frunció el ceño mientras se giraba. A lo lejos, vio a la mujer saliendo de la plaza por uno de los caminos que guiaba hacia el bosque.

–No sé, parece rara. ¿Puedes confiar en alguien que ni siquiera muestra su rostro en público?

La chica se giró para ver a su novio mientras posaba sus manos sobre sus caderas.

–Eren, ¿no te has puesto a pensar que quizás oculta su rostro porque algo malo le pasó? Quizá una cicatriz, no sabes si tiene alguna marca de nacimiento o algo que le avergüenza. No deberías juzgar tan duramente a las personas –reprendió Mikasa.

Preocupado, Eren le tomó las manos a su novia.

–Sé que tienes un corazón enorme, pero amor, no quiero que te pongas en peligro. No sabemos quién es esta mujer.

–Eren, no sabemos quién es nadie en este pueblo. Nosotros somos los de afuera y tenemos que confiar. Al menos confía en mí, sé cuidarme –la chica observó a su novio con adoración–. Todo estará bien. Además, cuidaré a una pequeña, no a un monstruo.

Eren la miró con amor y preocupación.

–Te amo, Mikasa. No quiero que nada malo te suceda. En realidad, preferiría ser el único que trabaje.

– ¡Ni se te ocurra sugerir eso de nuevo, Eren Jaeger! –Mikasa le acarició suavemente la mejilla–. No pienso ser un adorno en el hogar, ni tampoco un estorbo. Somos un equipo. Ya te lo dije –la chica suspiró con pesadez–. No podemos vivir con miedo, ¿entiendes? Esto es por nosotros. Porque decidimos estar juntos. Así que buscaré un empleo y este me parece una excelente oportunidad.

Eren asintió resignado y le besó sonoramente la mejilla.

–Bien. Pero al menos permíteme acompañarte al hablar con esa mujer, por favor. No quiero que nada malo te suceda, ¿está bien?

Mikasa suspiró con pesadez.

–Si eso es lo que quieres, estará bien. Iremos juntos y verás que no sucede nada malo. Ahora, ¿ves algo que te interese a ti?

Eren frunció el ceño mientras negaba, pero anotó rápidamente algunos números telefónicos y direcciones.

–No, pero haré lo que sea para conseguir dinero y que mi novia no me vuelva a reprender por comer helado – soltó en tono jocoso.

Mikasa rodó los ojos mientras observaba su reloj de pulsera.

–Es tarde. ¿Te parece bien si almorzamos algo por aquí y llamas a Zeke? Me prometiste que lo harías para tranquilizarlo.

– ¡Demonios! –Eren chasqueó la lengua–. Esperaba que no te acordaras de eso –refunfuñó molesto antes de asentir.

















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–Zeke, por favor, deja de llorar. Cálmate –suplicó Eren, sintiendo la culpa apoderarse de él.

Tan pronto como llegaron al restaurante y ordenaron el desayuno, Eren tomó su teléfono para llamar a su hermano mientras esperaban que les trajeran la comida. Había salido del restaurante para hablar más tranquilamente, sin molestar a quienes se encontraban a su alrededor.

—¿Dónde estás? —preguntó finalmente Zeke con voz entrecortada—. Todos están preocupados. ¿Por qué lo hiciste, Eren? No sabes lo desesperado que me encuentro.

–Hermano, estamos bien. No te preocupes, por favor —aseguró Eren.

—No puedo evitarlo —habló Zeke con dureza—. Estoy furioso y demasiado preocupado por ti. ¿Por qué huyeron? ¿Qué está pasando por tu mente?

–Zeke –Eren bajó la mirada. Odiaba escuchar a su hermano mayor tan triste, tan roto—. Tú ya lo sabes. No podíamos permitir que nos alejaran. No podía permitir que Mikasa se fuera hasta Sina. La amo y no la quiero lejos.

—Pudieron hablar con nuestros padres y con Bianca, ellos lo hubieran entendido.

—Lo intentamos, Zeke, pero estaban tan furiosos por lo del incendio que ni siquiera quisieron escucharnos. Intenté decirle a papá que amo a Mikasa, y ella intentó hablar con Bianca, pero no nos escucharon. Ellas se iban a ir. Bianca se iba a llevar a Mikasa, mi Mikasa, muy lejos. No puedo permitirlo. Ahora estamos juntos y somos felices.

–Eren, por favor, vuelvan. Hablen con nuestros padres; ellos lo entenderán.

—Lo siento, pero no lo haremos —aseguró Eren, completamente resuelto. Zeke soltó un suave sollozo.

—Eren, te amo y te extraño. Necesito saber que estás a salvo. Al menos, dime dónde estás.

—Lo siento, Zeke —negó Eren mientras observaba a su novia, que también parecía estar hablando por teléfono. El chico se preguntó con quién—. No puedo decírtelo. Necesitamos alejarnos.

— ¿Y qué hay de papá y mamá? Están destrozados —preguntó Zeke, sonando bastante frustrado—. Además, está Bianca y Levi, quienes están demasiado preocupados por Mikasa. Sin mencionar que Levi ha discutido muy fuertemente con papá. Le gritó que, si te encontraba, te iba a matar. Levi llamó desesperado a la policía en Marley, y te están buscando. Levi te quiere asesinar porque te llevaste a su hermanita.

— ¿Levi? Creí que él detestaba a Mikasa.

—Por favor, Eren —Zeke resopló—. Que no sean tan cariñosos como nosotros, no significa que él la odie. Es su hermana menor, y, de hecho, la ama. Ni siquiera Bianca o su novia han podido calmarlo. Está totalmente destruido. Quiere asesinarte por llevarte a Mikasa.

—Así que les dijiste sobre nosotros —musitó Eren, buscando desviar el tema. No quería ni siquiera pensar en lo que le haría Levi si los encontraban en aquel pueblo. Ese hombre siempre le había dado muchísimo miedo.

—Tuve que decirles lo que estaba pasando. Están furiosos conmigo por no haberles contado que ustedes dos son novios. Creo que mamá nunca me va a perdonar por no haberle dicho eso, y Bianca me ha reñido muy feo —rezongó el hombre, claramente enojado.

—Lo siento, no quise meterte en problemas.

—Yo no importo, Eren. Necesitamos saber que ustedes dos están bien —afirmó Zeke.

El castaño observó nuevamente a su novia, quien parecía bastante feliz mientras continuaba conversando por teléfono.

—Zeke, no te voy a mentir, las cosas están difíciles. La decisión que Mikasa y yo tomamos es bastante dura, y ser un adulto apesta —aseguró el chico—. Pero soy muy feliz. Los dos lo somos. Te prometo que estamos seguros. No puedo decirte más. Confía en mí.

—Eren, por favor —suplicó Zeke entre sollozos.

—Te amo, hermano. Necesitas confiar en que estamos haciendo lo correcto. No te preocupes tanto. Mikasa y yo somos fuertes. Diles a todos que estamos bien y que no nos sigan buscando.

—Eren...

—Lo siento, tengo que dejarte; mi linda novia me espera.

—Eren, por favor...

—Zeke, no hagas esto más difícil —pidió el chico, entristecido por escuchar así a su hermano mayor.

—Está bien, por favor, mantenme informado, y si necesitas ayuda, lo que sea, dímelo.

—Lo haré, Zeke, lo prometo. Cuídate —se despidió Eren antes de terminar la llamada para regresar al restaurante y sentarse junto a su novia, que ya había concluido la llamada. Eren la besó en la mejilla mientras apartaba un mechón de su rostro—. ¿Con quién hablabas? —preguntó.

—Con Annie —señaló la pelinegra—. Me ha regañado bastante feo. Está furiosa; al parecer, Armin entró en un estado nervioso porque nosotros no aparecemos, y está muy enojada porque ni siquiera lo hemos llamado.

— ¿Crees que debería hacerlo?

—No te preocupes. Hablé con él. Está desesperado, así que vendrán el fin de semana para visitarnos —informó Mikasa.

Eren observó a su novia con sorpresa.

—¿Les dijiste dónde estamos?

—Por supuesto. Los extraño, y quiero verlos.

—Mikasa...

—Eren, confío en Armin. Y, por supuesto, confío en Annie. Sé que no le dirán a nadie dónde estamos.

La camarera que les había tomado la orden se acercó con una bandeja repleta de delicias para el desayuno, interrumpiendo la conversación de los chicos. Ambos agradecieron y comenzaron a disfrutar del desayuno mientras continuaban su charla.

—Mikasa, tengo que admitir que estoy nervioso. Armin podría delatarnos en cualquier momento. No sé si deberíamos confiar en él.

Mikasa miró fijamente a su novio con expresión seria y claramente molesta.

—Eren, estamos hablando de Armin Arlet, nuestro mejor amigo de toda la vida y la persona que probablemente más nos entienda en este universo. No puedo creer que no confíes en él. Nunca nos traicionaría.

Eren hizo un puchero mientras se cruzaba de brazos, preocupado por la posibilidad de que su ubicación fuera revelada y, más aún, por lo que su hermano mayor le había dicho.

—Mikasa, te entiendo y quiero que tú me entiendas a mí. Necesito que sepas algo —El chico suspiró mientras tomaba un sorbo de su jugo de naranja, intentando calmarse—. Levi nos está buscando. Mi hermano me dijo que está desesperado.

La pelinegra frunció el ceño.

— ¿Levi? ¿Mi hermano mayor? —Eren asintió—. ¿Por qué nos está buscando?

—Quiere matarme —Eren suspiró—. Mi hermano me lo dijo claramente. Está furioso porque cree que te secuestré o algo así.

La expresión de la chica se volvió más seria, pero no mostró señales de miedo. Su hermano mayor era simplemente irritante.

—Ese idiota, no creí que siquiera le importara.

—Pues le importa, lo suficiente como para desplegar toda una tropa en Marley para buscarnos. Si me encuentra, me asesinará —Eren suspiró—. Tu hermano está loco.

Mikasa no podía negar esa realidad.

— ¿Qué vamos a hacer?

El chico se encogió de hombros.

—Nada por ahora, pero por favor, amor, prométeme que llamarás a Levi después de comer. Necesitamos manejar esto antes de que las cosas se salgan de control. Escapamos para tener una larga vida juntos, y si él me asesina, eso no pasará.

La chica sonrió mientras tomaba la mano de Eren y la besaba con suavidad.

—Te lo prometo. Hablaré con mi hermano y trataré de calmarlo.

El castaño le sonrió agradecido, pero luego cambió su expresión a una de anticipación.

—Está bien, tengo miedo de que nos encuentren. Pero, si te soy sincero, estoy emocionado por volver a ver a Armin. Lo extraño tanto.

—Ustedes dos parecen novios —se quejó Mikasa con diversión, y Eren resopló.

— ¿Nosotros? Un día los encontré a ustedes dos en nuestra habitación hablando sobre salir juntos.

La chica resopló mientras miraba a Eren.

—Era una broma, por favor, ese día le estaba arreglando una cita con Annie.

—Seguramente lo llamaste porque estás secretamente enamorada de él.

Mikasa lanzó una suave carcajada mientras negaba.

—Eres ridículo –acusó divertida.

—Pero así me quieres.

—Así te amo, tarado —señaló la chica mientras le quitaba algo de crema a su rebanada de pastel y la untaba en la punta de la nariz de Eren, quien la observó encantado.

—Sé que todo esto es arriesgado y temo que nos encuentren, pero estoy muy feliz contigo.

La chica suspiró recostando su cabeza en el hombro de su novio, quien la abrazó disfrutando de su calidez.

Tomaron su desayuno mientras continuaban bromeando y lanzando fuertes carcajadas, llamando la atención de las personas a su alrededor. Nuevamente, estaban en su burbuja personal, disfrutando de la decisión que habían tomado.





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