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13: Primera vez







Parte de Mikasa agradecía que Eren se hubiera ido con Armin, ya que ahora tenía la oportunidad de echarle una ojeada a la docena de panfletos que Annie le había dado. Algunos hablaban sobre la prevención del embarazo, otros sobre enfermedades y algunos más sobre cómo debía ser su primera vez. Aunque sus mejillas se teñían de un leve tono manzana, sabía que era importante estar informada. Ahora tendrían la casa solo para ellos durante una semana, y era su oportunidad para tener la intimidad suficiente y dar aquel paso con Eren. No quería cometer ninguna equivocación y, sobre todas las cosas, necesitaba ser responsable.

Inmersa en su lectura, la pelinegra ni siquiera se dio cuenta de que alguien la observaba desde el umbral de la puerta, fijándose en todo lo que ella leía. Después de todo, los panfletos estaban desparramados por toda la habitación.

–Mika, cariño, ¿Qué estás haciendo? –Habló una voz masculina tras su espalda. Nerviosa, Mikasa intentó recogerlos para esconderlos bajo la cama–. ¿Todo está bien? –Preguntó Grisha en tono paternal.

La pelinegra palideció, sintiendo una oleada de vergüenza recorrer su rostro.

–Yo... solo estaba estudiando –balbuceó, evitando el contacto visual.

El hombre caminó hacia el interior de la habitación y se sentó a su lado, apoyándose en el borde de la cama.

–No tienes por qué avergonzarte ni esconder lo que estabas leyendo –aseguró, dándole una cálida sonrisa–. Si algo te preocupa, ya sabes que puedes contar conmigo, ¿verdad? Estoy para ti.

–No, yo solo... bueno, es que yo estaba... y quería... no quería... bueno, es que... – Mikasa balbuceó, pero Grisha la interrumpió y rió roncamente, dirigiéndole una mirada llena de ternura.

–Eres como una hija para mí. Y recuerda que siempre estoy aquí para orientarte y apoyarte, pequeña. – Mikasa sonrió tímidamente, sin saber qué decir, y el hombre tomó un par de folletos para leerlos de reojo–. Bueno, está muy bien que te informes, pero no sabía que tenías novio –señaló, levantando las cejas claramente intrigado.

La pelinegra bajó la mirada, incómoda y sonrojada.

–No es que yo...

–Mika... tú te vas a portar bien, ¿verdad? – El hombre la observó con preocupación. – Sí, yo sé que no soy tu padre, pero...

–Es lo más cercano que tengo a uno ahora. No se preocupe, doctor Jaeger, puede decirme lo que sea.

–Sé que no es necesario recordártelo, pero ahora que te veo leyendo eso, agradecería que no trajeras a nadie aquí. Ya sabes que Eren y tú comparten habitación, así que no tienes exactamente privacidad para hacer este tipo de cosas.

Mikasa sintió su rostro arder mientras movía las manos sobre su regazo, completamente incómoda.

–No se preocupe, no traeré a ningún chico a la habitación.

–Excelente, y si en algún momento quieres saber algo, puedes contar conmigo –aseguró antes de besarle la frente y ponerse en pie–. Por cierto, si dejas algunos panfletos casualmente regados, asegúrate de que Eren los lea. Aquí, entre nos, creo que está enamorado y sería útil que los tuviera –le guiñó un ojo y salió de la habitación.

Mikasa quiso gritar por la vergüenza que sentía. No podía creer que precisamente fuera el padre de Eren quien se enterara de lo que estaba averiguando.












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–Oh, Eren, te estaba buscando –habló Grisha de manera distraída. Parecía que tenía algo en mente. El castaño arqueó una ceja mientras bebía una botella de agua helada.

–Lo siento, Armin necesitaba ayuda con algo, pero, ¿sucede algo malo?

–No solo... yo... quería...

– ¿Querías? Papá, ¿está todo bien?

–Sí... sí lo siento, yo solo estoy un poco distraído –Grisha parpadeó rápidamente para enfocarse–. Oh sí, quería pedirte que fueras amable con Mikasa. Por favor.

–Ya te dije, no pasará nada malo.

–Está bien –murmuró el hombre, intentando sonar casual, mientras seguía su camino hacia su estudio.

–Papá, ¿todo está bien? –Preguntó Eren, desconcertado por la actitud de aquel hombre. Grisha asintió antes de observar alrededor y bajar la voz.

–Sí, es solo que entré a tu habitación y me encontré con Mikasa –cuchicheó el hombre y Eren arqueó una ceja.

–Papá, ¿recuerdas que nos obligaste a compartir habitación? Comienzo a preocuparme en serio. ¿Se te olvidó?

–No es eso –Grisha chasqueó la lengua–. La encontré viendo unos folletos sobre prevención de embarazos, preservativos y todas esas cosas, ya sabes, relacionada con sexo... como si estuviera estudiando antes de estar con alguien.

Eren, que estaba tomando un gran sorbo de agua, se atragantó y comenzó a toser bruscamente, sorprendido por aquella declaración inesperada.

– ¿¡Mikasa leyendo sobre eso!? ¿¡Por qué!?

–Bueno... no lo sé –Grisha levantó una ceja y luego sonrió con picardía–. ¿Tienes idea si Mikasa tiene novio? Es muy bonita, y no se me haría raro a su edad.

Eren se rascó la cabeza, nervioso, mientras encogía los hombros.

–No sé, nunca hablamos de eso. Ni de eso ni de nada. Sabes que apenas si podemos estar en la misma habitación –el hombre pareció pensativo antes de soltar una suave risita–. ¿Qué pasa? –preguntó Eren, confundido.

–Es solo que debo admitir que es muy tierno, ¿no crees? Si la hubieras visto, se puso tan nerviosa cuando la descubrí viendo sobre eso –Grisha rió con afecto–. Ella siempre parece muy segura, pero parece ser muy tímida con respecto a estos temas. Y como Bianca no suele hablar de ellos, supongo que Mikasa tuvo que averiguar las cosas por sí sola. Su responsabilidad solo lo hace aún más tierna.

Eren se sintió incómodo respecto a esa conversación mientras su mente maquinaba a toda velocidad. ¿Por qué su novia estaba averiguando sobre eso? ¿Es que acaso ella quería...?

Eren asintió con la cabeza, algo ausente.

–Sí, supongo que es tierna.

–Bueno, en fin... –Grisha puso una mano en el hombro de Eren, observándolo con seriedad–. Escucha, hijo. Se van a quedar una semana solos. Así que te pido, no, te suplico, que cuides a Mikasa. Ya sé que no se llevan muy bien, pero no querrás que ella termine en las manos de cualquier idiota, ¿verdad?

La sola idea de pensar que otro hombre tocaría a su novia lo llenó de ira, por lo cual, Eren apretó los puños mientras negaba.

–No te preocupes. La cuidaré –aseguró, y el hombre continuó su camino hasta llegar al estudio.

Él se quedó solo en el pasillo, procesando aquella conversación. ¿Mikasa estaba averiguando sobre esos temas? ¿Eso significaba que ella estaba lista? Eren sintió los nervios a flor de piel. ¿Mikasa se estaba preparando para estar con él? Bueno, si ese era el caso, no la podía decepcionar. Alejándose por el pasillo, Eren tomó su teléfono para llamar a su mejor amigo. Haría que todo fuera especial. Mikasa no se merecía menos que pasar la mejor noche de su vida.











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–No lo sé, chicas. Tengo mucho miedo. ¿Y si las cosas salen mal? –musitó la pelinegra, quien se encontraba sentada en el sillón de la habitación de Sasha. Esta última, junto con Annie, inspeccionaba el armario en busca de algo adecuado para Mikasa, quien tendría una cita con Eren. Esperaban convertirla en una mujer deslumbrante que sorprendiera al chico.

–Vamos, Mika, solo necesitas un toque sutil, un poco de delineador y labial, y estarás lista para conquistar a Eren. Será todo tuyo esta noche –exclamó Sasha con una sonrisa traviesa y cargada de picardía.

Annie, por su parte, hojeaba prendas en el armario de Sasha, buscando el atuendo perfecto que sedujera al castaño.

–Relájate, Mikasa. Eren está loco por ti, y no tienes por qué estar asustada. Nosotras dos nos encargaremos de que te sientas segura y hermosa. Bueno... más hermosa –aseguró Annie, intentando calmar los nervios de su amiga.

La pelinegra, con un suspiro resignado, se tiró en la cama de su mejor amiga antes de que esta la tomara bruscamente del brazo y la sentara frente al tocador. Se sumergió en el mundo de pinceles y sombras, resaltando la belleza natural de Mikasa, sin exagerar. Annie, por otro lado, encontró un conjunto perfecto que realzaba la figura atlética de la pelinegra, sin comprometer su estilo elegante e inocente. El atuendo consistía en un vestido negro ajustado y corto que resaltaba la esbelta figura de Mikasa, con un escote moderado, bastante sugerente, pero sin revelar demasiado. Al finalizar, contemplaron su obra de arte.

–Pero mira esto, Mikasa. Estás simplemente preciosa –exclamó Sasha, admirando el resultado. Annie asintió con aprobación.

–Te ves increíble. Ahora solo necesitas relajarte y disfrutar tu noche, porque esta es LA noche.

Mikasa, aún temerosa y con su rostro completamente sonrojado, asintió tímidamente.

–Gracias, chicas. Solo... ¿y si me equivoco?

Annie suspiró y le dio un golpecito amistoso en el hombro.

–No te preocupes. No creo que Eren sea exactamente el casanova. Lo cual sería muy tierno; hacerlo por primera vez con la persona que amas es increíble –aseguró la rubia, y Mikasa frunció el ceño.

–Pero dijiste que había sido horrible.

–Fue traumático y un poco vergonzoso –admitió Annie. Sasha chasqueó la lengua y golpeó a Annie en la cabeza.

–¡Estúpida, la asustas!

–Bueno, no pienso mentirle. Para mí fue espantoso y... al mismo tiempo, el mejor momento de mi vida. Por favor, no dejes que mis malas experiencias te traumen.

–Muy tarde –aseguró Mikasa, antes de girarse hacia Sasha.

–Y tú, ¿cómo fue tu primera vez?

La castaña se sonrojó mientras encogía los hombros.

–Te diré cuando lo haga –confesó Sasha.

– ¿Acaso Nicolo y tú no han...?

–No... pero casi.

–"Casi" no es válido –señaló Annie–. Todo estará bien. Vamos, amas a Eren, ¿o no?

–Mucho –afirmó Mikasa, casi con devoción.

–Entonces, todo estará bien –aseguró Annie–. Ahora ve y disfrútalo. Recuerda, relájate. Eren está enamorado de ti.

–Pero si en algún punto te sientes insegura, no tienes por qué hacerlo. Y créeme, él no te va a obligar –obvió Sasha.

–Sí, tienes razón. Eren no es ese tipo de chico –Mikasa tomó una profunda bocanada de aire–. Está bien, yo sí quiero hacerlo. Quiero que sea con él.

Sasha abrazó a su mejor amiga antes de acompañarla hasta la salida. La pelinegra tomó su auto para dirigirse a la casa, recordó las palabras de sus amigas y sintió una oleada de confianza.

Sí, podía. Sí, podía. Sí, podía.











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–No puedo hacerlo –admitió Eren, completamente despavorido.

–Vamos, Eren –Armin observó con exasperación a su mejor amigo–. Todo va a estar bien –aseguró, terminando de acomodar las velas alrededor de la sala de estar.

– ¿Y si la lastimo? ¿Y si lo hago mal? ¿Y si luego me odia? ¿Y si se arrepiente? ¿Y si...?

–Eren, cálmate y respira –indicó Armin antes de acercarse y poner una mano tranquilizadora en el hombro de su mejor amigo–. Has planeado todo con mucho cuidado; Mikasa apreciará el esfuerzo que has puesto en esto. Solo sé tú mismo y disfruta del momento.

Nervioso, Eren revisaba la disposición de las sillas, las velas y los pétalos de rosas regados por todo el lugar, prestando atención a cada detalle como si la felicidad absoluta de su novia dependiera de ello.

– ¿Y si...?

– ¡Eren, no más, por favor! ¿Quieres calmarte?

El castaño exhaló profundamente, intentando relajarse.

–Ya lo sé, actúo como un lunático. Solo quiero que todo salga perfecto para ella.

Armin suspiró mientras encendía las velas. Eren comenzó a descorchar una botella de vino que había encontrado en la cava de sus padres; el delicioso aroma del líquido llenó la habitación, mezclándose con la fragancia de las flores. La cena estaba cuidadosamente preparada en la mesa, esperando ser disfrutada en buena compañía.

Armin observó a Eren con ternura.

–Eren, Mikasa está loca por ti. No tienes por qué preocuparte. ¿Quieres hacerlo?

–Por supuesto que sí, y ella también... eso creo –Eren sonrió débilmente.

–Entonces no tienes por qué preocuparte. Disfruta de la noche. Mikasa va a amar todo lo que has preparado para ella.

–No quiero que se sienta presionada.

–Has creado un ambiente completamente romántico para ella. No se sentirá de ninguna forma presionada, pero si tú no estás listo...

–Estoy listo. La amo sinceramente y deseo esto de corazón.

–Entonces, no tienes por qué preocuparte. Todo saldrá excelente, Eren.

–Es que... no sé cómo hacerlo –dijo Eren, visiblemente preocupado.

–Te lo digo por experiencia y conocimiento de causa, Mikasa nunca ha tenido novio, así que es muy probable que esta también sea su primera vez. No tienes por qué preocuparte, y créeme, no hay manera de que algo salga mal.

– ¿Cómo fue tu primera vez? –preguntó Eren, buscando consejo.

–Fue maravillosa –afirmó Armin–. Sentir a Annie tan cerca, tan mía, fue una experiencia extraordinaria. Y sé que te pasará lo mismo con Mikasa. Es uno de los mejores momentos que vas a vivir. Explorar eso con la mujer que amas te da un sentimiento indescriptible de felicidad. Es algo incomparable, que ni siquiera puedo decirte. Tendrás que vivirlo tú mismo.

–Sí, tienes razón –asintió Eren, nervioso. Se escuchó el auto de Mikasa estacionarse en la entrada. Eren observó a su mejor amigo con pánico–. ¡Lárgate de aquí! –le exigió.

–Se dice gracias –rezongó el rubio antes de dirigirle una sonrisa llena de complicidad–. Diviértete.

Eren chasqueó la lengua, y el rubio salió corriendo para abandonar el lugar por la puerta trasera sin que su mejor amiga lo notara. Segundos después, se escucharon las llaves de Mikasa al abrir la puerta.

Eren tomó una bocanada de aire antes de correr hacia la puerta para esperar a su novia con una rosa en la mano. Sus mejillas estaban completamente teñidas de un profundo tono escarlata, su corazón latía violentamente. En verdad, esperaba que todo saliera bien.

Tan pronto como Mikasa ingresó al lugar, ambos jóvenes quedaron estáticos. Para Eren, todo parecía eclipsarse cuando posó sus ojos en su novia. Mikasa lucía un deslumbrante vestido negro corto que abrazaba con gracia su figura. Sus pensamientos se convirtieron en un torbellino al contemplarla; el vestido azabache realzaba la palidez de su piel, haciendo que resaltaran los trazos finos y elegantes de su rostro. El cabello negro de Mikasa estaba perfectamente peinado, enmarcando un semblante que irradiaba gentileza y determinación a partes iguales. Aunque la luz tenue de la sala realzaba su belleza, para Eren no hacía falta ningún artificio. Mikasa era hermosa por sí misma, con una luz interior que parecía emanar de su ser.

Los ojos verdes de Eren recorrieron a Mikasa, y el chico se acercó incapaz de apartar la mirada. Tenerla más cerca lo golpeó con una fuerte realidad: aquel vestido negro de su novia no solo era elegante, sino un lienzo que resaltaba la obra maestra que ella era. Su cuerpo se veía precioso; ella se veía absolutamente encantadora.

Eren tragó grueso, sosteniendo la rosa.

Mikasa, por otro lado, quedó sorprendida por la decoración. Sus ojos grises se iluminaron al ver las velas titilantes y los pétalos de rosas esparcidos por el suelo. El aroma de las velas perfumadas y la suave melodía de fondo creaban un ambiente íntimo y romántico. La iluminación de las velas era simplemente espectacular.

–Eren, esto es increíble –murmuró la pelinegra, admirando todo antes de tomar la rosa con gratitud.

–Te-te-te –Eren tragó grueso y aclaró su garganta–. Te ves increíblemente hermosa, Mikasa –completó finalmente con voz nerviosa. Sus ojos reflejaban pura sinceridad, y la chica sonrió tímidamente, sintiendo su rostro calentarse.

–Gracias, Eren. Yo... no esperaba algo así –admitió avergonzada.

Eren rascó su cabeza.

–Es que, bueno, quería que esta noche fuera especial y que no lo olvidaras nunca.

Mikasa suspiró encantada y lo abrazó con suavidad, escondiendo su rostro en el pecho del chico.

–Lo recordaré por siempre, Eren. No tienes idea de cuánto aprecio esto.

El chico le tomó el mentón para elevar su rostro y encontró sus labios en un suave y tierno beso. Eren sintió una mezcla de nerviosismo y emoción.

– ¿Lista para la cena? –preguntó, rozando sus narices.

La pelinegra mordió su labio inferior antes de responder.

–Por supuesto. Sorpréndeme con esas manos ágiles de las cuales siempre estás alardeando.

Eren arqueó las cejas y le dedicó una mirada llena de picardía antes de morderle suavemente el labio inferior a su novia.

–Quizás después. Por ahora, vamos a cenar –señaló, dejando a la pelinegra completamente sonrojada.

La pelinegra se dejó llevar por su novio hacia la mesa, elegantemente preparada por él, donde aguardaba una exquisita cena. El ambiente entre ellos resultaba cálido y cómodo, saturado de amor y ternura. Eren desplazó la silla para Mikasa, empujándola con gentileza hacia la mesa antes de depositar un dulce beso en su mejilla.

El joven se esforzó por mantener una conversación animada, tratando de disipar cualquier atisbo de nerviosismo que pudiera persistir entre ellos. Abordaron diversos temas: la escuela, sus familias, sus amigos, el tiempo que Eren había pasado en Sina y los eventos que Mikasa había vivido durante su ausencia. Las risas resonaban en la sala, entrelazándose con la suave melodía de fondo y el tintineo de cubiertos y copas mientras disfrutaban de la deliciosa cena que Eren había preparado. Las anécdotas de su pasado salieron a relucir, pero a diferencia de aquella primera cena tras el regreso de los Jaeger, ahora podían abordar esos recuerdos con diversión.

— ¡Te juro que te odié cuando me pegaste ese estúpido chicle en el cabello! —aseguró Mikasa con fingido enojo, jugueteando con la servilleta sobre la mesa. Eren soltó una carcajada al evocar ese momento.

—Fue un accidente, lo juro —mintió descaradamente—. Pero admito que verte tratando de deshacerte del chicle y empeorando todo fue gracioso.

—Oh sí —Mikasa observó a su novio con falso resentimiento—. ¿También fue divertido cuando me convenciste de que mis padres me habían encontrado en una bolsa de basura? ¡Tuve pesadillas con eso, Eren! —rezongó la pelinegra, tomando otro sorbo de su copa de vino. Eren se encogió de hombros, lanzándole una sonrisa de falsa inocencia.

—Está bien, quizá me pasé un poco de la raya, pero te creíste esa mentira por un tiempo... recuerdo que te llamabas niña basura. No pensé que fueras tan ingenua como para caer en esa tontería —admitió riendo con ganas.

—Dios, eres un idiota, Eren —espetó la chica, tomando un poco de pan que él había colocado en medio de la mesa y lanzándoselo al cabello. Eren lo atrapó en el aire antes de metérselo en la boca.

—Por favor, nada de eso es tan horrible como cuando me abriste la cabeza con el palo de la piñata. Esa cicatriz todavía la llevo.

–Bueno con tu cabello largo no se nota –Mikasa se sonrojó ligeramente–. Además, eso sí fue un accidente, tú te atravesaste en el momento equivocado.

Eren suspiró con admiración al tomar la mano de su novia.

– ¿Quién hubiera pensado que acabaríamos aquí, juntos? Jamás imaginé que estaría tan enamorado de esa tonta niñita que solía exasperarme... o de la chica que me avergonzó frente a todo el colegio con aquella estúpida foto.

Mikasa suspiró, esbozando una tierna sonrisa.

– En mi defensa, te ves muy sexy, así que no me arrepiento de nada.

– Boba –reprendió Eren, rodando los ojos–. No me veía nada sexy cuando tenía siete años y me afeitaste las cejas.

– Bueno, eso fue venganza por lo del chicle –señaló la pelinegra–. Y aquí estoy ahora, disfrutando de una deliciosa cena y vino con ese niño bobo que alguna vez quise liquidar con tal de no volver a ver. Y me hace muy feliz –Mikasa le dedicó una sonrisa abierta–. Me encantó bailar contigo... fue lo mejor que he hecho en mi vida.

Eren sonrió radiante y se levantó, extendiendo la mano hacia su novia.

– Entonces, ¿quieres repetirlo?

La pelinegra asintió con una sonrisa, aceptando su mano con gracia. Eren la condujo hacia el centro de la sala, donde las velas continuaban su danza titilante, iluminando la improvisada pista de baile. El joven colocó una mano en la cintura de Mikasa, mientras ella rodeaba el cuello del chico con la suya. Comenzaron a moverse al compás de la música, creando su propia coreografía. El tiempo pareció detenerse mientras danzaban en la penumbra, sus corazones latiendo al unísono. El amor entre ellos dos se manifestaba en cada gesto y en cada mirada cómplice, en las suaves caricias de Eren a sus brazos, los delicados besos que le plantaba en el cuello mientras le susurraba una y otra vez lo preciosa que se veía.

En un momento, Eren giró a Mikasa antes de pegarla contra su cuerpo. La pelinegra elevó su rostro y sus labios se encontraron en un beso urgido. Las manos de Mikasa se introdujeron en el suave cabello castaño de Eren, revolviendo éste. Los brazos de Eren se aferraron a su novia, envolviéndola en ellos mientras el beso se intensificaba. Cuando el aliento se agotó, los chicos se separaron apenas lo suficiente para poder respirar, sus corazones latían violentamente contra sus pechos y sus labios estaban levemente hinchados por la violencia de aquel gesto que habían tenido hacía unos segundos.

–Eren, mi amor, yo quiero...

–Yo también –musitó el castaño levemente sonrojado–. Si quieres... –señaló a las escaleras y Mikasa asintió con fervor.

El chico entrelazó sus dedos y prácticamente arrastrar a su novia escaleras arriba para dirigirse hacia su habitación. Al llegar allí, continuaron besándose, las manos ansiosas de Eren recorrían a su novia mientras ésta, con torpeza, le desabrochaba la camisa. La ropa fue desapareciendo con rapidez y como un peso muerto, los chicos cayeron en las camas unidas, Eren observó a su novia completamente desnuda y tragó grueso mientras una de sus manos le acariciaba la mejilla.

–Mikasa, eres, por mucho, la criatura más hermosa que existe –aseguró con la respiración irregular.

El rostro de la pelinegra estaba totalmente sonrojado y su cuerpo temblaba ligeramente por la ansiedad del momento aproximándose.

–Eren... –Mikasa tragó grueso observando a su novio. Sus manos se deslizaron por el pecho desnudo del chico mientras lo contemplaba con adoración–. Tú también eres muy hermoso y sexy... muy sexy.

Los chicos nuevamente unieron sus labios. Las manos de Eren deslizaron suavemente las bragas de su novia para arrojarlas lejos antes de llevar una de sus manos a su entrepierna. Había leído lo suficiente para saberlo, debía preparar a Mikasa, no quería lastimarla. El chico ahogó un profundo gruñido al notar la humedecida intimidad de Mikasa y al escuchar una exclamación ahogada de su parte, dio un suave brinquito hacia atrás, alejándose.

–Lo siento, ¿te lastimé? Es que yo nunca...

–No, Eren... –Mikasa mordió su pulgar–. Es que se siente muy bien –admitió en un hilito de voz.

Eren casi se desmaya por la expresión de la chica. Sus ojos grises estaban oscurecidos por el deseo, sus mejillas estaban sonrojadas y la ternura e inocencia brillando allí, simplemente le encantó. Eren la besó con suavidad y delicadeza.

–Te amo Mikasa, prometo hacerlo bien.

La chica, aun nerviosa, asintió fijándose en los preciosos ojos de su novia, que siempre la tranquilizaban. Volvió a besarlo. Tal y como había leído, Eren preparó a su novia acariciándola por dentro y por fuera, asegurándose de que estuviera completamente lista. Cuando el momento llegó, el chico tembló ligeramente, al igual que Mikasa.

–Si no estás segura, mi amor...

–Eren tengo miedo –admitió la chica–. Pero quiero sentirte, necesito sentirte.

Eren suspiró encantado y abrió ligeramente las piernas de la chica antes de entrar en ella con lentitud. Los dos lanzaron un suave gruñido de placer y Mikasa tembló aterrada, esperando el momento en el que sintiera aquel dolor que Annie había descrito con tanto horror. Esperó un sangrado que la hiciera gritar de miedo.

Aquello no sucedió.

Una profunda oleada de placer la invadió mientras sus piernas involuntariamente y sin siquiera pensarlo, se enrollaban alrededor de la cintura del chico.

–Si te estoy lastimando... Armin dijo que...

–No, no es así. Se siente muy bien –aseguró la pelinegra en medio de un jadeo.

– ¿Crees que pueda moverme?

–Oh Eren, por favor hazlo –casi suplicó Mikasa.

El castaño jadeó mientras plantaba suaves besos en el cuello de su novia mientras comenzaba a moverse. Los gimoteos y gruñidos de placer de aquellos dos chicos llenaron completamente la habitación, el chocar de las camas contra la pared, acompañada de los movimientos de Eren mientras Mikasa se entregaba completamente al placer que estaba sintiendo, bañaba sus cuerpos de una fina capa de sudor. Tras un par de embestidas más, Eren cayó completamente agotado sobre su novia antes de girarse para no aplastarla y abrazarla contra su pecho.

–Oh demonios... –exclamó el chico sin respiración, Mikasa asintió acariciándole el pecho a su novio.

–Eso ha sido maravilloso –completó la pelinegra–. Creo que podría seguir haciéndolo.

Eren lanzó una carcajada antes de negar mientras le besaba la coronilla de la cabeza.

–Está bien, solo dame tres días para recuperarme –afirmó completamente agotado y la pelinegra lo observó con diversión.

–Solo era una expresión, pero –Mikasa le sonrió con malicia–. Lo tomaré como una promesa.

Eren tragó grueso antes de negar y depositar a su novia en la cama, presionándola contra su cuerpo.

–Olvídalo, no necesito tres días, creo que el titán de ataque está listo para una segunda ronda.

Mikasa lanzó una suave carcajada mientras negaba y le rodeaba el cuello al chico, para traerlo aún más hacia ella.



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