11: Baile de verano
–Quedaste perfecta –aseguró Mikasa después de finalizar el rizar las ondas de Sasha–. Nicolo quedará encantado –añadió, observándola con adoración.
El vestido de Sasha emanaba frescura y elegancia, como si hubiera capturado la esencia del verano en cada pliegue. Era largo, pero no excesivamente formal, confeccionado en un suave tono verde que resaltaba la naturalidad de Sasha. La falda se abría en delicados volantes que danzaban con cada paso, mientras la parte superior se ajustaba perfectamente a la figura de la joven, resaltando su gracia y belleza. Las finas tiras descubrían los hombros de Sasha, añadiendo un toque de coquetería.
–Bueno, ¿qué me dices, Mikasa? ¡Tú pareces una princesa! –Sasha no pudo evitar soltar un suspiro de admiración–. Al fin y al cabo, serás la reina del baile. Eren se va a caer de espaldas cuando te vea.
Las mejillas de la pelinegra se sonrojaron profundamente mientras se encogía de hombros.
–Me da igual. No me importa lo que piense ese imbécil –espetó, aunque su conciencia la acusó de mentirosa mientras se miraba fijamente al espejo, observando su aspecto.
Su precioso vestido veraniego era radiante y fresco como un día soleado, de color azul cielo, con un escote sin hombros que dejaba al descubierto sus brazos esculpidos. La falda caía en cascadas hasta sus tobillos.
–Por favor, apuesto a que te encantará el efecto que le vas a causar. Eren se quedará boquiabierto.
–Ya te lo dije, me da igual.
–Realmente no te entiendo. Dices que se odian. ¿Cómo es que terminaste yendo al baile con él?
Mikasa se sonrojó mientras aplicaba un poco de perfume.
–No lo sé, es que creo que no es tan desagradable como parece. Además, no vamos como pareja, solo como...
– ¿Amigos?
– ¡Por supuesto que no es mi amigo!
– ¿Entonces?
–Se podría decir que hicimos una paz fría. Yo quería ser reina del baile, y él quería ganar ese estúpido festival deportivo; así que, los dos obtuvimos lo que quisimos.
Sasha no creyó ni por un segundo las palabras de su amiga, pero sabiendo que se podría molestar si insistía con el tema, simplemente se encogió de hombros antes de tomar su bolso.
–Bueno, esta noche promete ser divertida. Así que, ¡vamos! – señaló Sasha emocionada, tomando a su mejor amiga por la muñeca y arrastrándola fuera de la habitación.
Abajo, esperándolas nerviosos, se encontraban Eren y Nicolo. El corazón de Mikasa latió violentamente al notar cómo Eren la observaba con intensidad.
Eren sentía cómo le faltaba el aliento al fijarse en Mikasa mientras la pelinegra descendía desde lo alto de la escalinata. El bullicio de su madre, junto con Bianca, quien tomaba fotografías y elogiaba lo preciosas que se veían las chicas, quedó en segundo plano mientras él contemplaba a la chica que no apartaba la vista de él. Aunque ambos se habían jurado odio desde la infancia y habían sido antagonistas desde que tenían conciencia, no se toleraban y no podían convivir pacíficamente en la misma habitación, al observarse mutuamente, algo comenzaba a germinar en sus corazones. Tanto Eren como Mikasa se resistían a aceptar que existía una intensa atracción entre ellos.
La elegante vestimenta de Mikasa destacaba su belleza, y Eren no pudo evitar notar lo preciosa que se veía en ese momento. Su cabello oscuro estaba perfectamente peinado, sus ojos grises brillaban de forma maravillosa y el vestido se movía con gracia con cada paso que ella daba. Mikasa relucía como una supermodelo.
—¡Ay, mis niños, no saben lo emocionada que estoy porque vayan al baile juntos! —celebró Carla, limpiándose las lágrimas—. Por favor, necesito una foto de ustedes dos.
— ¡Yo también apoyo! —intervino Bianca entusiasmada.
Mikasa y Eren se observaron incómodos. Eren se aclaró la garganta y le tendió su brazo a la pelinegra, quien lo tomó con delicadeza. Sus madres insistían en que se acercaran cada vez más y sonrieran a la cámara; no obstante, ambos estaban demasiado incómodos. Era la primera vez que estaban tan cerca sin necesidad de agredirse.
—Por favor, una mirada entre ustedes, quiero algo romántico —suplicó Carla, juntando sus manos en gesto suplicante.
—Mamá, no creo que sea necesario —rezongó Eren, sintiendo el calor subir a su rostro.
—Por favor, querido, hazlo por nosotras —apoyó Bianca.
Mikasa y Eren intercambiaron miradas, y el chico rascó su nuca.
—Si no te sientes cómoda...
—No importa, que sea por nuestras madres, ¿verdad? —Eren aclaró su garganta y asintió.
—Sí, por supuesto.
La chica se giró para enfrentar a Eren, cruzó sus brazos detrás del cuello de él mientras este la rodeaba con los brazos.
—Mira el bello rostro de mi bebé —señaló Carla.
—Por favor, Mikasa, no seas tímida —reprendió Bianca con exasperación.
Mikasa inhaló profundamente antes de alzar la cabeza; los ojos grises de la chica se encontraron con los verdes de Eren. Sus corazones latieron violentamente, y Eren aferró aún más su abrazo mientras la observaba detalladamente. Mikasa tenía las mejillas levemente sonrojadas y parecía respirar de manera irregular.
—Te ves hermosa —musitó Eren, deslizando sus manos por la espalda de la chica, que tembló ligeramente ante aquel contacto.
—Tú también te ves muy bien —afirmó, mientras sus dedos acariciaban el cabello castaño de Eren, deleitándose al notar que esas hebras marrones eran tan suaves como parecían.
Era como si estuvieran dentro de una burbuja personal donde solo se veían el uno al otro.
Cuando Eren se inclinó levemente hacia Mikasa, un fuerte aplauso los interrumpió, separándolos abruptamente. Mientras tanto, Carla y Bianca compartían con entusiasmo las fotos que habían capturado.
–Son tan hermosos; en realidad, parecen una pareja enamorada –señaló Carla, admirando las imágenes.
La burbuja de intimidad entre Eren y Mikasa se rompió, y ella se separó del chico, sintiendo su rostro completamente rojo.
–Eren, ven aquí –llamó Zeke, observando a su hermano menor con una expresión indescifrable–. Ahora –ordenó.
–Dame un segundo –susurró Eren junto al oído de Mikasa antes de acercarse a su hermano–. ¿Qué quieres? –preguntó irritado. Zeke se metió una mano en el bolsillo y le tendió un paquetito plateado a Eren. El castaño ni siquiera tuvo que preguntar de qué se trataba; fulminó con la mirada al rubio.
– ¿Para qué demonios es eso?
– ¡Diablos, tenemos un problema si ni siquiera sabes lo que es!
–Ya sé lo que es –gruñó en voz baja para que nadie lo escuchara–. Me refiero, ¿para qué demonios me lo das?
–Es solo por si lo necesitas.
–Por favor, Zeke, voy a ir al baile con Mikasa. No seas asqueroso –rezongó Eren, avergonzado. Zeke alzó un dedo, mirando a su hermano con seriedad.
–Ya noté cómo la viste, Eren, así que no te hagas el gracioso conmigo –le metió el paquetito en el bolsillo–. Es mejor prevenir que curar, ¿entiendes?
–Lo dijo el doctor Jaeger –exclamó el castaño con amargura, y Zeke le sonrió a su hermano menor.
–Exactamente. Así que ten cuidado y, por favor, Eren, tú mismo lo dijiste: irás al baile con Mikasa. Trátala bien, sé un caballero y no discutan –casi suplicó. Eren simplemente chasqueó la lengua mientras se alejaba de su hermano mayor y volvía con Mikasa, quien estaba en sesión fotográfica junto con Sasha, sonriendo brillantemente.
–Bueno, chicas, no es por apurarlas, pero se hace tarde –señaló Nicolo, y Eren asintió.
–Exacto, Mikasa y yo tenemos que llegar justo a tiempo para la coronación, así que debemos darnos prisa –afirmó Eren, extendiéndole la mano a la pelinegra. La chica sintió su rostro arder mientras se la tomaba para dejarse guiar hacia el exterior de la casa y subirse en su auto, siendo conducida al baile de verano por la última persona en el mundo con la que creyó tener una cita.
El trayecto hacia el baile transcurrió en un tenso silencio. Eren mantenía la vista fija en la carretera, evitando cualquier contacto visual con Mikasa, mientras Nicolo y Sasha conversaban animadamente en la parte trasera del auto. Por su parte, Mikasa jugueteaba nerviosa con el dobladillo de su vestido. Ambos intentaban ignorar la extraña conexión que había comenzado a surgir entre ellos.
La pelinegra aún recordaba la gruesa voz de Eren susurrándole que se veía hermosa, lo cual la hacía temblar. Eren, por otro lado, ansiaba llegar prontamente al baile para poder tener cerca a Mikasa y rodearla con sus brazos, tal como lo había hecho mientras sus madres tomaban aquellas fotografías.
Al llegar al lugar, Sasha y Nicolo descendieron rápidamente del vehículo. Tras despedirse de los chicos, se perdieron en el interior de la escuela, corriendo hacia el gimnasio donde se celebraría el baile. Eren le abrió la puerta del copiloto a Mikasa y le tendió la mano para dirigirse juntos hacia el interior de la escuela.
Cuando llegaron al gimnasio, una oleada de murmullos recorrió el lugar. Ver a dos enemigos acérrimos y juramentados entrar tomados de la mano no era algo que se viera todos los días. La sorpresa se reflejaba en los rostros de sus compañeros, aunque no se comparaba con la perplejidad que ambos jóvenes experimentaban al sentirse cómodos el uno con el otro. El aire dentro del gimnasio estaba cargado de expectación y tensión. Eren y Mikasa avanzaron juntos hacia el costado de la pista de baile, ignorando los murmullos a su alrededor. La música envolvía la atmósfera, y a medida que se sumergían en el ritmo, la incomodidad inicial comenzó a desvanecerse.
La multitud observaba con fascinación, incapaz de apartar la mirada de esta peculiar pareja que desafiaba las expectativas. Entre giros y movimientos coordinados, la tensión entre ellos se transformaba en una extraña armonía.
—Te quedó increíble —comentó Eren, observando el gimnasio que Mikasa y el comité habían decorado esa misma mañana.
El gimnasio lucía elegante, adornado con flores frescas y luces que creaban un ambiente mágico.
—Gracias, me esforcé bastante.
—Lo sé, siempre te esfuerzas mucho.
— ¿Es una crítica?
—Es un cumplido, relájate, tonta —rezongó Eren, sonriendo de lado. Mikasa lo miró con diversión—. Solo estoy intentando ser amable.
—Eso es algo nuevo —señaló Mikasa.
—No te acostumbres, mañana me vengaré por intentar ahogarme con la almohada, envenenaré tu desayuno —indicó Eren y Mikasa arqueó una ceja.
— ¿Eso significa que mañana cocinarás para mí?
—Idiota, claro que no —Eren resopló.
—Vamos, solo me sorprende que seas tan gentil.
—No te acostumbres, reinita, que no se te suba la cabeza —advirtió Eren con exasperación—. ¿Quieres algo de tomar?
—Me encantaría, por supuesto.
—Excelente, vuelvo en un minuto —aseguró Eren antes de perderse entre la multitud.
Mikasa exhibió una sonrisa encantada, pero su expresión se transformó en un grito de terror cuando sintió que alguien la agarraba bruscamente del brazo. Unos ojos celestes la observaban con curiosidad.
– ¿Qué demonios haces en el baile con Eren Jaeger? ¿No se odiaban? –preguntó Annie, sorprendida–. Porque Armin no ha parado de contarme que apenas pueden convivir en paz. ¿Qué está pasando?
– ¡Me asustaste, Leonhart! –rezongó Mikasa–. Y Armin no debería estar contándote mis cosas –se quejó llena de exasperación.
–Sí, sí, como sea. Quiero saber qué está ocurriendo.
–Bueno, si tanto quieres saber –Mikasa se encogió de hombros–. Esto es gracias a ti.
– ¿Cómo?
La pelinegra suspiró con exasperación y, tomando a Annie del brazo, la condujo hacia un rincón del gimnasio donde le relató toda la historia: la conversación que había tenido con Armin en la habitación, los reclamos que le había hecho el castaño y la invitación al baile como compensación. Los labios de Annie se curvaron en una sonrisa irónica cuando la pelinegra terminó de hablar.
– ¿En qué momento exacto se dieron cuenta? –inquirió Annie con curiosidad. Mikasa sintió su rostro arder antes de negar.
–No sé de qué demonios estás hablando.
–Por favor, Ackerman, no te creíste esa tontería de que te invitó al baile solo por compensación, ¿verdad?
–Bueno...
–Historia Reiss, Petra Ral, Mina Carolina, Hitch Dreyse y Lara Tybur son solo un par de nombres de las chicas que están obsesionadas con Eren. ¿Crees que no tenía más opciones que invitar a su peor enemiga al baile?
–Si lo dices así...
–Además, debiste ver su expresión cuando entró contigo al gimnasio. Se le notaba, como mínimo, como la persona más feliz de este lugar –añadió Annie con una mirada perspicaz.
–Bueno, es que va a ser el rey del baile...
–Mira, Mikasa, yo no lo conozco lo suficiente, pero ¿de verdad te da la impresión de que Eren Jaeger sea el tipo de chico al que le importa una estúpida corona de plástico?
No, por supuesto que no.
–Entonces, ¿por qué me invitó?
Annie observó a Mikasa con exasperación y le dio un fuerte golpe en la frente.
–¡Despierta, idiota! Es obvio que ese chico está colado por ti.
–Pero nosotros dos no...
–No saben qué sienten el uno por el otro.
– Yo sé que lo detesto.
– ¿En serio? Porque sé de buena fuente que Jean, Reiner y Floch te invitaron al baile, y tú los rechazaste.
– ¿Acaso la escuela tiene alguna página de chismes secretos de la cual no me entero? –preguntó Mikasa con exasperación.
– A ver, tonta, Reiner es mi hermano y me lo contó –obvió Annie con lógica–. No te juzgo por rechazarlo, creo que es un idiota, pero ese no es el punto. ¿Por qué decidiste venir con la persona que supuestamente más odias?
– Yo no... es decir...
Los ojos de Annie se iluminaron, y la chica cubrió su boca con sus manos antes de lanzar un grito.
– ¡Mikasa Ackerman, te gusta Eren Jaeger!
Para su mala suerte, Annie gritó aquello justo en el momento en que la música se detuvo para dar paso a la siguiente canción. Todos se giraron para ver a la pelinegra, pero ninguna mirada fue tan pesada como los ojos de Eren, observándola con incredulidad.
Mikasa sintió cómo el calor ascendía por su rostro al percatarse de que Eren se acercaba con paso firme. Sus ojos estaban ensombrecidos, evidenciando una visible molestia en el chico.
– ¡Mikasa! –gruñó–. ¡Tenemos que hablar!
– ¿No te das cuenta de que este no es el mejor momento para esto? –preguntó la pelinegra, totalmente avergonzada.
–Oh, vamos, no puedes negarlo, Mikasa –chirrió Annie–. Si no te gusta Eren, ¿por qué decidiste venir al baile con él?
Mikasa alzó su dedo índice hacia Annie.
–Un problema a la vez, ¿vale? –rezongó, aunque la pregunta de la rubia resonaba en su mente mientras miraba a Eren, quien tenía la furia pintada en el rostro.
La música volvió a llenar el gimnasio, pero el aire entre Mikasa y Eren se volvía cada vez más denso. Sin pedir permiso para hablar nuevamente, el chico tomó a la peli negra del brazo y la arrastró lejos de Annie hacia un rincón del lugar.
– ¿¡Por qué demonios no me dijiste que te gustaba?! –se quejó Eren en medio de un grito enfurecido. Mikasa se sonrojó, encogiéndose en su lugar.
– ¿De qué estás hablando? – preguntó Mikasa con un hilito de voz.
– ¡No te hagas la tonta! Hace dos días te pregunté si estabas enamorada de mí, ¡y te burlaste de mí en la cara! ¿¡Y ahora resulta que sí te gusto!?
Mikasa titubeó por un momento, recordando la situación.
–En mi defensa, cuando lo preguntaste, no me gustabas.
– ¿Pero...?
La tensión flotaba en el aire mientras ambos se miraban con intensidad. Eren, frustrado, intentaba procesar la revelación, mientras Mikasa mantenía una expresión imperturbable. Finalmente, Eren rompió el silencio.
–Entonces, ¿cuándo empecé a gustarte?
Mikasa suspiró antes de responder, eligiendo cuidadosamente sus palabras.
–Después de decirte que jamás me fijaría en ti... cuando empecé a enumerar las razones por las que no me podrías a gustar... –admitió totalmente colorada–. Y resulta que me salió el tiro por la culata... porque encontré más virtudes que defectos.
Eren la miró con incredulidad, y la atmósfera se volvió más tensa, el chico aun procesando la situación, frunció el ceño.
–Esto es confuso. ¿Por qué no me lo dijiste antes?
Mikasa levantó la cabeza, enfrentando la mirada de Eren con determinación.
– Porque no sabía qué significaba en ese momento. Y ahora... ahora estoy tratando de entenderlo yo misma. Además, tú te has comportado como un idiota.
– ¿Yo? ¿Por qué? – preguntó Eren.
– ¡Porque siempre te estás metiendo conmigo! Actúas como un imbécil, grosero e impulsivo. Siempre me estás fastidiando.
– ¡Y tú eres insoportable, fastidiosa, egocéntrica, y solo te importa esa estúpida corona!
La tensión entre ellos llegó a su punto culminante después del comentario de Eren, justo cuando la música se detuvo abruptamente una vez más. En ese momento, el director de la escuela se apresuró a subir al escenario y tomar el micrófono.
– ¡Damas y caballeros! –exclamó con entusiasmo, captando la atención de todos los presentes –. ¡Tenemos el placer de presentar a los reyes del baile de verano! ¡Eren Jaeger, el ganador indiscutible del festival deportivo! ¡Y Mikasa Ackerman, su encantadora acompañante!
Mikasa y Eren se miraron con ira, dejando en claro que tendrían que abordar el asunto más tarde. A pesar de ello, el público estalló en aplausos mientras los dos jóvenes intercambiaban miradas llenas de odio. Con aparente normalidad, caminaron juntos hacia el escenario, donde les colocaron las coronas de plástico, mientras todos los observaban con asombro. El director, entonces, invitó a la pareja real al primer baile, y la multitud se apartó para darles espacio.
A regañadientes, el castaño extendió la mano hacia Mikasa, quien la tomó antes de ser abrazada por Eren. La suave melodía resonaba en el gimnasio mientras comenzaban a bailar, aunque la tensión entre ellos era palpable. La atmósfera del baile cambió repentinamente, y la tensión entre Mikasa y Eren era evidente. Sus movimientos eran rígidos. Sin embargo, en medio de la pista de baile, Mikasa y Eren compartían miradas que revelaban más que la rabia. A medida que la música avanzaba, la resistencia entre ellos comenzó a ceder, y una conexión más profunda emergió. El baile se volvió más fluido, como si la música hubiera logrado abrir un canal de comunicación entre ellos.
A medida que la música alcanzaba su punto álgido, Mikasa y Eren se permitieron perderse en el momento. Eren abrazaba a la chica firmemente contra su pecho, mientras Mikasa se aferraba al castaño, no queriendo permitirle que se alejara de ella. Los roces de sus cuerpos dejaron de ser agresivos, para transformarse en una danza compartida. El susurro de la música creó un ambiente íntimo, a pesar de la multitud que los observaba. Cuando la canción llegó a su fin, la multitud estalló en aplausos nuevamente.
Mikasa y Eren se separaron, sintiendo sus rostros arder; sus miradas se cruzaron, aunque ya no estaban cargadas de hostilidad, sino de completa confusión.
—Mikasa, debemos salir. Creo que necesitamos hablar.
La pelinegra asintió solemnemente, reconociendo que la charla pendiente no podía esperar más tiempo. Juntos abandonaron el gimnasio, dejando atrás las luces y la música del baile. El aire fresco los envolvió cuando se adentraron en el pasillo exterior, y Eren tomó la mano de Mikasa para guiarla hacia un salón vacío. Al entrar, el chico se giró hacia la pelinegra.
—Eres insoportable, fastidiosa, egocéntrica, una ñoña completa. Siempre quieres destacar, y la forma en la que te obsesionan las cosas es simplemente insoportable —espetó Eren con mal genio.
Mikasa arqueó una ceja mientras se cruzaba de brazos.
—¿Me trajiste aquí para insultarme?
–Eres mimada y siempre quieres que las cosas se hagan a tu modo. Eres terca y demasiado voluble.
–Yo me largo —rezongó Mikasa estaba totalmente furiosa.
Eren la tomó de la mano y tiró de ella para que lo observara.
–Pero –continuó el chico—. Eres determinada y fuerte, eres muy lista, y la forma con la que te obsesionas por las cosas que te gustan es muy tierna. Cuando estás molesta, tu rostro se pone rojo, y muestras los dientes como una pequeña fiera –Mikasa sintió su rostro tomar un profundo color carmesí—. Cuando parece que quieres golpearme, tus ojos se encienden como fogatas, y como si eso no fuera suficiente, eres, por mucho, la chica más hermosa que he visto jamás.
– ¿Eso significa que yo también te gusto? —preguntó la peli negra asombrada.
Eren rodó los ojos mientras bufaba.
—Está bien, quizás no seas tan lista.
–Idiota.
–Mandona.
–Imbécil.
–Gruñona.
–Actúas como un bebé.
–Y tú como una viejita —aseguró Eren, arrinconándola contra una pared. Mikasa sintió su corazón latir violentamente contra su caja torácica—. ¿Por qué no me lo dijiste en el momento que comenzaste a sentirlo?
– ¡Porque se supone que te odio! —gritó Mikasa frustrada.
Eren soltó una suave carcajada mientras asentía.
—Eso tiene mucho sentido –sus brazos rodearon la cintura de Mikasa mientras la acercaba hacia él—. Qué suerte que yo también te odio —declaró antes de unir sus labios en un profundo beso.
Mikasa correspondió a aquel beso rodeándole el cuello con los brazos para traerlo más hacia ella, mientras sentía las manos del castaño aferrándose a su cintura. Eren alzó a Mikasa y la condujo hacia un escritorio donde la sentó. Las piernas de la chica rodearon la cintura de él, deleitándose con el sabor de los dulces labios de Eren. Cuando se quedaron sin aliento y se alejaron un poco, la chica negó.
–Esto no está bien –señaló, y Eren la observó con incredulidad.
– ¿Por qué?
–En primer lugar, nos odiamos, y, en segundo lugar, Eren, nosotros dos somos como hermanos, o al menos nos criaron así –dijo ella. El castaño la observó con exasperación mientras le tomaba el mentón con los dedos para elevar su rostro.
–Mikasa, en primer lugar, si nos odiáramos, no estaríamos haciendo esto, obvio –obvió Eren antes de tirar suavemente del labio inferior de la chica con sus dientes, dándole una suave mordida que la hizo gemir roncamente–. Y, en segundo lugar, si nos hubieran criado para ser como hermanos, nuestras madres no hubieran insistido tanto en tomarnos fotos que ellas llamaron "románticas". Por favor, no sabía en qué momento me iban a pedir que te besara.
La pelinegra soltó una suave carcajada recordándolo.
–Está bien, tienes un punto, pero...
–Se te agotaron las excusas. Ya te dije que eres insoportable y apenas puedo tolerar estar cerca, pero es más fácil soportar estar cerca de ti que sufrir por no estarlo.
Mikasa suspiró pesadamente mientras sus manos acunaban el rostro del chico.
– ¿En qué momento te volviste un hombre tan sabio y tan sexy?
–Solo me quieres por mi cuerpo –se quejó Eren con fingida tristeza, logrando arrancarle una suave carcajada a la chica.
–Por supuesto que no, también por tu cara. Eres una cosita muy linda.
–No me cosifiques, Mikasa Ackerman –volvió a quejarse él–. ¿Sabes? También tengo sentimientos.
–Cierto, había olvidado que eres un niñito llorón.
–Y tú una tonta aburrida.
–Dios, eres insoportable –renegó la pelinegra, bajándose del escritorio y acomodando su vestido–. Ahora vamos, Jaeger, tenemos un baile al que regresar.
–Eres tan mandona –dijo Eren sonriendo mientras se arreglaba el traje y el cabello–. Además, yo me estoy divirtiendo mucho aquí.
La pelinegra rodó los ojos mientras observaba a Eren por encima de su hombro.
–Recuerda que compartimos habitación. Así que podemos llegar a divertirnos en casa si te portas bien.
–Solo me quieres por mi cuerpo –repitió él, aunque la idea de compartir la habitación con Mikasa ya no le parecía para nada desagradable.
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