10: Eremika
En la quietud de la madrugada, la habitación de Mikasa y Eren se sumía en la penumbra. La joven yacía en su cama con los brazos cruzados detrás de la cabeza, contemplando el techo con los ojos caídos. No había podido conciliar el sueño, y su mente comenzó a divagar hacia un lugar específico: Eren Jaeger y lo que había sucedido aquella tarde entre ellos.
Habían discutido tan intensamente que Mikasa, en medio de la acalorada disputa, se le subió al regazo a Eren, intentando asfixiarlo. Recordar las fuertes manos de Eren en su cintura la hizo sonrojarse profundamente.
La pelinegra cerró los ojos por un momento antes de abrirlos y girar su cabeza para observarlo.
—¿Gustarme? —murmuró para sí misma—. ¿Cómo podría gustarme alguien así? ¿Qué se cree ese cretino? Ya quisiera.
¿Cómo podía pensar que estaba enamorada de él? ¡Qué idiotez! Ni siquiera le gustaba; ni siquiera era atractivo, ¿verdad? Porque no lo era. Ella no podía ver lo que las otras chicas pensaban de Eren.
Bueno, está bien, si se fijaba en él, todo estaba bien. Era común... un poco más atractivo que los demás... quizá algo lindo, pero no súper lindo, claro. Los ojos color verde esmeralda del chico eran intensos y profundos; podían revelar una chispa indomable y llena de determinación. Y, sí, algo bonitos, y sus pestañas eran tan largas que incluso proyectaban sombras sobre sus mejillas, pero no eran la gran cosa.
Sí, bueno, quizá su mandíbula era fuerte, y el perfil de su nariz era bastante fino... tenía un rostro algo bonito. Y está bien, cuando se enojaba, su rostro se ponía rojo y apretaba esos gruesos labios masculinos; era algo tierno e incluso adorable... y, por supuesto, su cabello largo y rebelde caía con una naturalidad desenfadada, parecía suave y sedoso... siempre olía delicioso y brillaba ante el sol... pero eso no lo hacía atractivo, ¿verdad?
Mikasa cerró fuertemente sus ojos mientras mordía su labio inferior, antes de volver a fijar su vista en el techo, intentando centrarse.
El verano se aproximaba con paso firme, y el calor resultaba insoportable. Eren optaba por dormir sin cobijas, solo con un pantalón de pijama viejo y dejaba su pecho al descubierto.
"No lo mires, Mikasa Ackerman. No lo hagas. Vamos, no lo mires", suplicaba mentalmente.
Sin embargo, su fuerza de voluntad se desvaneció mientras sus ojos se posaban en él. Las líneas de su cuello grueso y largo se delineaban de manera definida y fuerte. Aquel chico débil que Mikasa había conocido años atrás había desaparecido por completo. Ahora, Eren era una masa de músculos delgada y elegante, su cuerpo atlético y esculpido gracias al constante ejercicio. Eren emanaba masculinidad y sensualidad. Incluso Mikasa podría describirlo fácilmente como sexy.
"Eren está buenísimo, y evidentemente, tiene buen físico", le había comentado Sasha en alguna ocasión.
"Es tan guapo, tan sexy; incluso su nombre suena sexy", había mencionado Historia en cuanto Eren había llegado a la escuela.
¿Era verdad eso? ¿Eren era tan atractivo como decían?
Mikasa lo observaba fijamente. El chico se había girado, y ahora estaba de espaldas. Su cabello caía de manera rebelde sobre la almohada, destacando aún más sus músculos. La espalda, fuerte, con hombros anchos y brazos musculosos, se mostraba impresionante. La piel, iluminada por la luz de la luna que se filtraba por la ventana, lucía suave. Sus manos casi picaban por la necesidad de acariciarla.
‹‹Sí, está increíble››.
‹‹¿Pero qué diablos...?››
‹‹No, no, no puede ser››.
Mikasa apretó los puños, sintiéndose aterrada por sus propios pensamientos.
¿Le gustaba Eren?
‹‹¡No! ¡Por supuesto que no!››
Él era un idiota. Mikasa intentaba recordar todas las razones por las cuales debería odiar a Eren: era engreído, molesto, siempre le hacía bromas pesadas, infantil y terco. Sus ojos se desviaron nuevamente hacia el chico; los músculos definidos de su cuerpo no hacían más que subrayar la figura imponente que representaba.
¿En verdad le gustaba?
‹‹No, no, por supuesto que no››.
Nuevamente, la imagen de ella sentada en el regazo de Eren, mientras él la tomaba por la cintura, la invadió. Antes de que pudiera contenerlo, su cuerpo estaba caliente y un suave jadeo se escapó de sus labios mientras su corazón se aceleraba.
‹‹¡Yo lo odio! ¡Yo lo odio!››
Por supuesto que sí, ella lo odiaba.
Mikasa se esforzó por ignorar el nudo en su estómago, tratando de convencerse a sí misma de que era solo una respuesta física al recuerdo incómodo, porque había sido incómodo, ¿no? Sin embargo, su mente seguía traicionándola, recreando la escena una y otra vez, como si quisiera asegurarse de que cada detalle quedara grabado en su memoria.
Ella lo odiaba, debía recordar eso.
Una vez más, la pregunta que le martilleaba la mente resurgió: ¿por qué le había permitido ganar? La memoria la llevó de vuelta a aquella noche en la que lo vio llorar, un momento que resonó en su corazón con dolor. No obstante, aclaró sus pensamientos: no lo odiaba, lo detestaba. La diferencia radicaba en que él era el hijo de los mejores amigos de sus padres; irritante sí, pero prácticamente parte de la familia. A pesar de ser detestable, lo equiparaba más a un hermano.
Aunque eso sí, un hermano peculiar. Un ser sin sentimientos, despreciable, egocéntrico, siempre centrado en sí mismo. ¿O tal vez no? Recapitulando, recordó sus esfuerzos para hacer sentir orgulloso a su hermano mayor. Eso debía sacarlo de la lista de despreciables, así como la etiqueta de "ser sin sentimientos", pues lo había visto llorar. Pero, sin duda, seguía siendo despreciable. No. A pesar de sus frecuentes desacuerdos, el día anterior le trajo una bebida. No era un gesto monumental, pero había ocurrido.
¿Era posible que estuviera empezando a ver cosas positivas en Eren Jaeger?
‹‹No››, se respondió a sí misma con firmeza.
Mikasa volvió a girarse hacia Eren, y la belleza del chico la golpeó de manera absurda. La dejó sin aliento, sentándose con respiración agitada y el corazón latiendo con fuerza. Al parecer, su movimiento había hecho ruido, ya que Eren se volteó bruscamente. Aunque parecía adormilado, sus ojos la observaban con atención. Mikasa lo escudriñó; sus ojos verdes brillaban intensamente, llenos de fuego y emociones indescifrables. En los labios de Eren, una suave sonrisa se formó mientras un tierno rubor coloreaba sus mejillas. Mikasa apartó la mirada, sintiéndose como una tonta, y encogió los hombros.
—Lo siento, no quise despertarte —musitó antes de recostarse nuevamente en su cama, dándole la espalda.
Durante un rato largo, sintió la mirada persistente de Eren en su espalda. Finalmente, Mikasa se giró y confirmó que él la observaba con atención. Sus miradas se encontraron hasta que, finalmente, el sueño la envolvió. Lo último que vio fue la suave sonrisa que adornaba los labios carnosos de Eren.
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–Mikasa, te ves horrible.
–Gracias, yo también te quiero – rezongó la pelinegra ante el comentario de su mejor amiga–. Y yo que creí que ibas a estar feliz porque mi tobillo se recuperó justo a tiempo para el baile. Aunque lamento haberme perdido el partido, la rutina salió de maravilla.
–Eso gracias a ti – señaló la castaña ayudando a Mikasa con sus ejercicios–. Aunque no deberías sobre esforzarte, me preocupa tu tobillo.
–No te preocupes, estoy de maravilla.
Mikasa ya había dejado de fingir. Al fin y al cabo, Eren ya conocía toda la verdad, así que por fin se había deshecho de esas estúpidas muletas. El resto de la escuela era lo suficientemente tonto como para no darse cuenta de que ella había fingido. Inventarse una recuperación milagrosa no había sido nada difícil.
–Está bien, te creo... pero sigues viéndote del asco –repitió Sasha, y Mikasa la observó con resentimiento–. Lo siento nena, es solo que parece que no hubieras dormido.
–Porque no dormí –afirmó Mikasa, suspirando, mientras se ponía en pie.
Después de media hora de calentamiento, la chica llamó a las demás animadoras, y las siguientes tres horas estuvieron entrenando sin cesar. Agotadas, se dirigieron hacia las duchas para asearse. Después de un largo baño de agua cálida, la pelinegra se puso una cómoda falda negra que le llegaba hasta la mitad de los muslos y una blusita de tiras en tono rojo que iba a juego con todo el estilo. Para completar, había escogido unos botines de tacón mediano.
¿Por qué había decidido irse con esa ropa?
Porque era cómoda, claro.
"Sigue engañándote", le había dicho su conciencia.
Sí, por supuesto. Como si los dioses estuvieran de su parte, el auto de Eren se había averiado, así que habían viajado juntos para la escuela aquella mañana. El chico le dijo que la esperaría después de su entrenamiento para volver juntos, ya que debía repasar en la biblioteca.
—¿Tienes una cita? —preguntó Sasha, divertida al notar que su amiga se aplicaba brillo labial.
Mikasa resopló y negó.
—No, por supuesto que no. Solo pensé en arreglarme un poco.
—Mika, tú eres muy hermosa. No es necesario. Aunque, aparentemente, no eres la única que ha decidido arreglarse después de la práctica —comentó Sasha con una sonrisa cómplice y le dio un suave golpecito a su mejor amiga antes de señalar con la barbilla a Historia.
La joven tarareaba frente al espejo mientras cepillaba sus cabellos dorados. Era evidente que se había arreglado después de la práctica, al igual que Mikasa. La muchacha lucía un hermoso vestido veraniego en tono celeste, que combinaba a la perfección con sus ojos, destacados gracias al maquillaje elegido. Completando su atuendo, llevaba unas sencillas sandalias de tacón elegante, y la sonrisa en sus labios parecía deslumbrante. Mikasa contemplaba a Historia con admiración mientras la joven terminaba de ajustar algunos detalles en su atuendo.
—Se ve hermosísima —musitó Mikasa.
—Por supuesto, está encantada, digo, enamorada —susurró Sasha.
—¿De quién? —preguntó Mikasa.
— ¿No es obvio? De tu adorado tormento.
— ¿¡Eren!?
—Sí, hoy es el último plazo que tiene el chico para elegir a su reina. Historia está convencida de que la invitará al baile hoy, y yo también lo creo.
Mikasa sintió una presión en el pecho mientras fruncía los labios.
— ¿En serio?
Mikasa observó con detenimiento a Historia, quien estaba radiante en su vestido de verano, para nadie era un secreto que Historia estaba encantada por Eren desde que había llegado a la escuela, y según los rumores, Eren no le era indiferente.
Mikasa sintió que su corazón latía más rápido de lo normal al considerar la idea de que Eren e Historia fueran juntos al baile. La mera idea le sentó terriblemente mal, y aunque intentaba ocultarlo, la chispa de los celos brilló en sus ojos grises, sorprendiendo a Sasha, quien estaba ocupada revisando su teléfono.
– ¿Está todo bien? –Preguntó la castaña, mientras Mikasa forzaba una sonrisa.
–Sí, todo bien –rezongó Mikasa, tomando sus cosas–. Solo tengo que irme –habló con amargura mientras se dirigía rápidamente hacia la puerta. Se sorprendió al ver a Eren allí y solo pudo sentirse peor cuando Historia pasó por su lado y se acercó corriendo al chico.
–Hola, Eren. Qué bueno verte por aquí –dijo Historia.
–Igualmente, Historia, te ves muy bien –halagó el chico dándole una suave sonrisa a la rubia, Historia sonrió encantadoramente mientras posaba una de sus manos sobre el brazo de Eren.
–Tú también te ves excelente.
–A ver, idiota, deja de coquetear. ¡Vámonos, tengo prisa, o tendrás que caminar! –Espetó Mikasa sin paciencia mientras se dirigía hacia el parqueadero, tanto Sasha como Historia y Eren quedaron completamente sorprendidos por el mal humor de Mikasa.
–Si quieres, yo puedo llevarte. Tengo mi auto estacionado afuera –ofreció Historia de repente. Al escuchar eso, Mikasa apretó los puños con furia. Sin embargo, para sorpresa de todos, la reacción de Eren fue de rechazo.
–No te preocupes, ya había quedado de irme con Mikasa. Así que, quizá en otra ocasión –aseguró Eren antes de seguir a la pelinegra, que ya se alejaba por el pasillo, sintiéndose complacida tras escucharlo.
Mikasa avanzaba con paso rápido hacia el estacionamiento, experimentando una amalgama de molestia y alivio debido a la intervención de Eren. A medida que se acercaba al vehículo, la pelinegra percibió que Eren la seguía de cerca.
— ¿Por qué no te quedaste con Historia? —inquirió en tono mordaz.
— ¿Te importa acaso? —gruñó Eren con frialdad, evitando mirarla directamente.
—No, claro que no. Me da igual, pero pensé que podrías disfrutar más con ella que conmigo —espetó la pelinegra, aún irritada—. Después de todo, como ella va a ser tu reina para el baile, supuse que querrías irte con ella —declaró Mikasa mientras desbloqueaba su auto.
— ¿A qué te refieres? —inquirió Eren, levantando una ceja.
—Por favor, no te hagas el desentendido, Eren —Mikasa entró al auto molesta, y Eren ocupó el asiento del copiloto—. Ya todos saben que quieres ir al baile con Historia.
—Bueno, al parecer todos, excepto yo, lo saben.
La tensión entre ellos se palpaba en el aire mientras Mikasa arrancaba el motor. La tarde se volvía más sombría con cada palabra no dicha. Eren, mirando fijamente el parabrisas, decidió romper el incómodo silencio.
—Mikasa, no sé de dónde sacas esas ideas. Historia y yo somos amigos, eso es todo. No hay nada más.
La expresión de Mikasa no mostró ni un ápice de convencimiento, no después de ver a la rubiecita corriendo encantada hacia Eren y al chico decirle que se veía bien, sin embargo, sabía que no tenía derecho alguno a reclamar, y que, de hecho, hacerlo sería un absurdo.
Frente a la frustración de no lograr expresar sus sentimientos, Mikasa apretó con fuerza el volante, manteniendo su mirada fija en la carretera. El rugido del motor resonaba como un eco de su propio malestar. Eren no comprendía por qué la joven parecía tan molesta con él, ¿qué le importaba si iba o no al baile con Historia? ¿Tal vez Mikasa estaba celosa? No, descartó esa idea de inmediato. No, por supuesto que no; sería una tontería. Con dolor, Eren recordó cómo Mikasa se burló de él cuando sugirió la posibilidad de una atracción por su parte. Ella se mofó y le recordó que jamás podría interesarse en él. Entonces, ¿por qué estaba tan molesta? ¿Sería esa la razón por la que Mikasa estaba tan obsesionada con la competencia deportiva? ¿Buscaba convertirse en la reina del baile?
Eren, sumido en sus propias reflexiones, recordaba con dolor las palabras hirientes de Mikasa cuando insinuó la existencia de una posible atracción. La risa mordaz y la negación contundente resonaban en su mente. Pero, ¿por qué la joven experimentaba esa mezcla de molestia y desasosiego ahora? La posibilidad de que Mikasa anhelara ser la reina del baile flotaba en el aire, tejiendo un hilo de intriga en la oscura atmósfera del automóvil.
‹‹Claro que sí, es tan egocéntrica que necesita que todos la admiren››, pensó Eren, confundido por la contradicción de que, si Mikasa anhelaba ser la reina, le hubiera permitido ganar en el festival deportivo. Totalmente desconcertado, Eren suspiró, sintiendo la pesadez del ambiente. El trayecto continuó en silencio hasta que finalmente llegaron a su hogar. Eren salió del auto, percibiendo la tensión en el ambiente, tragó saliva y se volvió hacia Mikasa con seriedad.
―Oye, idiota, ¿te gustaría acompañarme al baile? ―preguntó Eren, interrumpiendo el silencio con una inesperada invitación que sorprendió a ambos.
La pelinegra lo miró perpleja por un momento antes de entrecerrar los ojos.
―¿Cuál es el truco? ―preguntó, y Eren negó con la cabeza.
―No hay ningún truco. Creo que el baile es importante para ti, y no quiero ir con Historia. Además, aparte de ella, no conozco a ninguna chica, y sé que es casi obligatorio elegir una reina.
―No lo sé. Nosotros apenas nos soportamos ―recordó Mikasa, sintiendo cómo su corazón latía violentamente contra su caja torácica―. No tiene sentido. La pasarás mal y yo también.
―Vamos, no me vas a poner a rogarte, ¿verdad? Me humillaste al regalarme la victoria; lo mínimo que puedes hacer para compensarlo es no permitir que sea el perdedor que es el rey del baile y asiste solo. Me lo debes ―señaló Eren, y Mikasa tuvo que morderse el labio inferior para no sonreír abiertamente.
La invitación de Eren al baile resonó en el aire, creando un momento de desconcierto entre ambos. Mikasa, acostumbrada a la tensión entre ellos, no sabía cómo interpretar esa propuesta. La mirada intensa de Eren buscaba la suya, y aunque trató de ocultarlo, algo en sus ojos delataba una sinceridad inusual.
Mikasa se sentía completamente dividida entre el odio que había jurado tenerle al chico, y los crecientes sentimientos que afloraban hacia él. El baile era algo importante, especial y romántico, temió pasarla bien y que Eren le gustara mucho más, no quería ni siquiera explorar ese camino.
—No lo sé, Jaeger. Parece como una pésima idea.
—Mira, Mikasa, te prometo que no haré el ridículo, y tú tampoco. Seré soportable, caballeroso e incluso nos divertiremos. Ya verás, ven conmigo; no te vas a arrepentir —aseguró con confianza.
—Está bien, como sea. Si eso es lo que quieres, te acompañaré —respondió, descendiendo del auto—. Pero me debes una grande —rezongó mientras se dirigía hacia el interior de su morada. Eren la alcanzó antes de que entrara y la tomó del brazo—. ¿Qué?
—Gracias. Y, por cierto, te ves muy bonita... lástima que seas tan insoportablemente irritante —añadió con rapidez mientras abría la puerta de la casa para entrar en ella. La pelinegra sonrió nuevamente antes de aclarar su garganta.
—Oye, Jaeger.
—¿Qué? —preguntó Eren, observándola sobre el hombro.
Mikasa alzó su dedo del medio antes de pasar por su lado y darle un fuerte empujón.
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