TaiYuki IV
Yukimura abrió la puerta de casa moviendo las llaves y empujándola, dejando pasar primero su espalda, para centrarse en cerrar el paraguas y luego dejarlo en el cesto. Una vez llegó al salón, se quitó la chaqueta, notando cómo el aire del calefactor lo azotaba con su calidez. Las lluvias en Hokkaido eran especialmente gélidas, y pese a que solo tuvo que salir a por unas pocas compras, sintió el frío calar sus huesos con cada condenada gota.
Dejó la bolsa de la compra en la cocina sobre una toalla para evitar empapar el mármol, para entonces sacar las patatas fritas, los nachos, las zanahorias, el queso y el humus. Se frotó las manos que seguían frías con tal de buscar más calor. Justo después se agachó para revisar el horno, a los canelones les faltaba un poco para estar acabados.
De un momento a otro, escuchó el sonido de la cadena del baño y una puerta abriéndose, lo que le indicó que Taiyo se acercaría inminentemente a la cocina.
—¡Hola, cariño!—saludó con efusividad, abriendo los brazos para que su novio lo abrazase.
Yukimura correspondió el abrazo de Taiyo y le dio un beso en la nariz, acurrucándose en el cálido cuerpo de su novio.
—Solo he dejado esto un momento, eh, no iba a dejar que se quemase.
—Te creo, te creo.
Yukimura sonrió al ver a Taiyo a los ojos, y no pudo resistirse a darle un beso en la frente. Los dos eran muy cariñosos y les encantaba darse arrumacos porque sí.
—¿Llovía mucho?
—Bastante... ve abriendo las cosas, así comemos mientras esperamos a que la cena esté lista.
Llamar cena a esa comida era algo singular, pues eran sobre las seis de la tarde, cuando ellos solían cenar un par de horas después, pero bueno, ese día era especial, así que, ¿por qué no?
Taiyo asintió risueño, abriendo las bolsas y poniendo en boles su contenido, para posteriormente destapar los envases. Finalizó el trabajo al poner todos los recipientes en una bandeja y llevarla al salón.
—¿En serio lo vas a llevar al salón?
—Porfaa, me hace ilusión.
—Luego lo tengo que limpiar yo.
—Cari...
Yukimura suspiró y aceptó la petición de su novio, en las circunstancias en las que Taiyo estaba no podía negarle los caprichos, y de todos modos le gustaba hacerlo feliz, total, tardaría como cinco minutos en limpiarlo todo al día siguiente.
El chico de pelo naranja sacó botellas de refresco de la nevera y las llevó junto a la comida mientras Yukimura vigilaba los canelones. Ni siquiera se molestó en pillar vasos, estando solo él y su novio podía beber de la propia botella sin problemas. Pasados unos minutos, Yukimura sacó los canelones del horno, impregnando la cocina de esa fragancia italiana que tanto gustaba a la pareja.
—Ahora mismo quemará, así que dejemos que se enfríe y luego comemos.
Taiyo asintió y tomó la manta, esperando a que Yukimura se sentase a su lado para tapar a ambos y poner algo en la televisión, no es que fueran a hacerle caso, solo era para tener algo de fondo mientras hablaban. El más bajito empezó a besar a su novio varias veces en la mejilla, quien no se podía quejar de que Taiyo le diera mimos, le encantaba recibirlos y devolvérselos cuando lo considerase conveniente. Los dos estaban profundamente enamorados y les encantaba expresarlo.
—¿Cómo es que no has querido ir a un restaurante?
—Ya me llevas muchas veces a restaurantes, ¡y me encanta! Pero hoy quería una cena más normal, en casa, con mi novio y comiendo pizza mientras vemos la tele—explicó Taiyo con un tono cálido mientras tomaba un nacho y lo bañaba en queso, al mismo tiempo que sostenía la mano de Yukimura.
—Pero si no hemos hecho pizza.
—Es porque te pasas de grandes y no me las puedo terminar. Además, te las comes de forma muy rara.
—En Italia está mal visto dejarte comida en el plato, mi forma de comerlas es para que no llene tanto y pueda acabar.
—Pero esto no es Italia, es mi casa y tú mi novio.—Echó un bufido de aire tras esto, cosa que hizo reír a Yukimura.
—Vale vale, haré pizzas más pequeñas.
—De todos modos, me gustan los canelones.
—Mi padre me los hacía cuando no me sentía bien. Por eso los hago en situaciones especiales.
—¿Ves? Ahora me gustan más, si es que son geniales.
Taiyo se inclinó para besar la nariz de Yukimura.
Mientras comían las últimas patatas, ambos se abrazaron y compartieron algunos besos más, disfrutando del calor del otro y viendo ese programa televisivo un rato en silencio. Ninguno de los dos decía nada, solo sentían sus piernas enredadas y las manos de Yukimura acariciando suavemente a Taiyo. El programa estaba bien, no era lo mejor del mundo, pero estaban disfrutando igualmente.
—He estado hablando con Tenma antes.
—¿Y qué tal?—preguntó, moviendo con los dedos un mechón de Taiyo.
—Hayato le ha pedido matrimonio.
—¿¡Qué dices!? Sorprendente.
—Nah, se veía venir, se le notaba muy pillado de Tenma.
—Bueno, supongo que tú entiendes más a la gente enamorada de Tenma por experiencia propia.
—¿Celoso?—Su tono no tenía atisbo de duda o maldad, solo era jocoso.
—¿Crees que si estuviera inseguro sobre nuestra relación estarías abrazado a mí mientras te mimo el pelo y a punto de comer la cena que te he hecho?
—Buen punto.
—Voy a servir la cena, déjame ir.
—No te quiero soltar...
—A no ser que quieras que te lleve a caballito lo veo difícil.
—... Sí quiero.
Yukimura sonrió ante la respuesta de Taiyo y dejó que se subiera a su espalda, para entonces llevarlo hasta la cocina, donde sirvió la comida en los platos sin hacer que su novio se baje en ningún momento. Con ambos platos y cubiertos en las manos, así como con algo de dificultad, Yukimura se encaminó de nuevo al sofá aún con Taiyo pegado a la espalda, una vez llegó, dejó que su novio se sentase en el sofá tras recibir un beso en la mejilla y dejó los platos sobre la pequeña mesa que había, apartando la bandeja de picoteo.
—Mi padre quiere que vayamos a Tokio a pasar unos días, llevo mucho tiempo sin verlos—comentó Taiyo mientras llevaba un trozo de la comida a su boca.
—Espero que Akio haga sándwiches, entonces.
—¡Seguro que sí! Ya sabes cómo es mi padre, si te quiere, te hace sándwiches. Con suerte también vemos a mi hermano.
—Hace bastante que no hablo con Hakuryuu, podría decirle de vernos junto a Taiga. Espero que no te moleste que te robe al hermanito unas horas.—El tono de voz de Yukimura, más que burlesco, tenía un tono de sinceridad, pues había que tratar un tema peliagudo.
Taiyo no respondió hasta comer un par de bocados más, disfrutando del sabor con ruiditos que a oídos de Yukimura eran de lo más adorables.
—¿Crees que se tomará bien la noticia?
—Hakuryuu te quiere mucho, seguro que se pone feliz de saberlo. Y tus padres igual.
—Hasta ahora solo lo saben tus padres y Tenma, y quiero que lo sepa mi familia, pero me da miedo que se enfaden.
Tras masticar un bocado bastante grande de sus canelones, Yukimura dio un sorbo a la bebida mientras se mentalizaba para saber qué decir.
—No se enfadarán, de hecho, seguro que les das una alegría—rio un poco—. Te quieren mucho, Taiyo, seguro que nos apoyan.
—Tienes razón.
Taiyo apoyó la cabeza en el hombro de Yukimura, quien enseguida se giró para acunar su rostro con las manos, depositando un suave beso en los labios de su novio, quien correspondió rodeando el cuello de Yukimura y acercándose más a él.
Apreciaron el sabor de la comida mezclada con la salinidad de sus bocas. Era una combinación extraña, pero se querían tanto que les daba igual, buscaban besarse por mucho más tiempo. Yukimura encontró la paz en Taiyo, y Taiyo encontró un motivo para sonreír en Yukimura. Se profesaban un amor inmenso. No habían hablado de casarse, y quizá la noticia de Tenma sería un aliciente perfecto para ello, pero de todos modos, no podían imaginarse la vida sin estar así, acurrucados en los brazos del otro, comiendo la comida italiana que Someoka le enseñó a cocinar a Yukimura y viendo un programa aleatorio de televisión mientras se comparten arrumacos.
Tras el beso siguieron comiendo en silencio, entrelazando sus dedos libres al mismo tiempo que atendían al programa que veían, disfrutando de la compañía del otro todo el tiempo, para volver a juntarse cuando los platos se acabaron.
Taiyo se apoyó en el pecho de Yukimura y este le dio un abrazo para aferrarlo, moviéndose un poco para quedar tumbados en el sofá justo después de la cena.
—Lo estoy esperando con muchas ganas.
Yukimura habló.
—Y yo, y yo.
Taiyo le contestó.
Y justo después de eso, Yukimura acarició el abdomen y la tripa de Taiyo, notando —al menos de forma psicológica— la estrella que se estaba formando ahí, fruto del amor de los dos delanteros.
Taiyo planeaba darse dormido ahí, ignorando hasta la hora que era, se sentía demasiado bien entre los brazos de Yukimura, y se sentía reconfortado frente a la idea de dar la gran noticia a su familia adoptiva, era un camino difícil, un camino que genuinamente quería seguir junto a Yukimura. Pero no todo podía ser tan bonito, pues cuando ya dormitaba, la voz de su novio lo trajo de vuelta a la realidad.
—Taiyo, mi amor, tenemos que ducharnos antes de dormir. Y lavarnos los dientes.
—Qué pereza—se quejó, escondiendo el rostro en el pecho de Yukimura.
—Tanta energía todo el día y ahora con esto no puedes.
—Hagamos un trato.
—No negocio con terroristas.
—¡Oye!
—Va, dime.
—Nos duchamos juntos y así ahorramos agua.
—¿Y nos lavamos los dientes en la ducha, no?
—¡Suena bien!
—Te amo
—Yo más.
Taiyo salió de su escondite para darle un beso en los labios a Yukimura, algo corto para su gusto, pero compensaba con ducharse juntos de nuevo, era algo íntimo y lindo que le gustaba hacer. Tras el beso, trató de levantarse, pero los brazos de su novio no le dejaron.
—¿Me llevas?
—Eres un sinvergüenza.
—Pero así me quieres, ¿no?
Yukimura se arrodilló con cara seria, confundiendo un poco al prodigio del fútbol, para entonces tomarlo en brazos y alzarlo del sofá.
—Más que a nada en el mundo.
Dicho esto, Yukimura llevó en brazos a Taiyo hacia el baño. Quizá se estaba pasando de consentidor, pero vamos, ama cumplirle los caprichos a su Solecito —como le gusta llamarlo—, y no tiene problemas con cargarlo en brazos, si algo, es una buena excusa para mirarlo detenidamente por un rato.
El agua se abrió y ambos se ducharon juntos, compartiendo mimos, caricias, champúes y masajes que podían ayudar al otro, disfrutando de su amor de la forma que saben, dándose besos y dedicando momentos especiales.
Yukimura y Taiyo significaban el mundo para el otro, ya llevaban varios años juntos y para ninguno fue difícil entender que querían estar con el otro pasase lo que pasase. Quizá no eran la pareja más pasional, ni mucho menos eran la pareja perfecta, ambos tenían sus problemas y a veces la relación se hacía algo complicada, pero juntos se esforzaban por superar sus penurias, porque tenían al otro a su lado. Siempre sabían que el otro estaría ahí para ellos, para recordarles tomarse la medicina, o para darse un baño juntos cuando uno está que no puede más, o simplemente para comer su comida favorita a las seis de la tarde porque quieren que su día sea más especial.
La ducha terminó por fin, y ahora ambos portaban un pijama, apropiado para lo que tocaba hacer. Los labios de ambos bailaban a un mismo ritmo, mezclándose con mucho amor y deseos de sentir al otro, mientras los brazos de Yukimura rodeaban por completo a Taiyo. Se tumbaron en la cama y se colocaron lo más cómodos que pudieron, pensando en lo maravillosa que fue esa tarde y en lo hermoso que sería dormir abrazados una vez más.
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