MuneTaku I
La primera vez que Shindo besó a Ibuki hacía mucho frío.
Todavía recuerda las nevadas calles de Inazuma de aquel día, mientras él, sumido en su lista de música clásica favorita, caminaba observando con detalle las tiendas por las que Ibuki y él anduvieron ese día. Sintió un poco de frío en su mano derecha, la misma que Ibuki sostuvo cuando hubo una gran multitud que los rodeaba para no perderse.
Sonrió de lado cuando la música que empezó a escucharse en sus auriculares se trataba de una de sus piezas favoritas, concretamente la que le gusta a Ibuki.
Siguió caminando por Inazuma, llegando hasta el banco de la tienda de antigüedades, y, de pronto, una sensación de nostalgia golpeó su espalda. Ahí fue donde lo besó por primera vez, bien caída la madrugada, iluminados por las farolas y sin nadie que presenciase el acto. Tal y como le gustaba a Shindo. Sus pasos se ralentizaron mientras su mirada analizaba el susodicho banco, curiosamente nunca más se había sentado en él por lo que optó por hacerlo.
Oh, definitivamente echaba de menos a Ibuki.
Ibuki se había ido a jugar unos partidos en la liga profesional de baloncesto, no era por más de unas semanas, pero Shindo ya se había acostumbrado a pasar todos los días con él, a tomarle de la mano sin preguntar, a acabar con la cabeza del portero en su regazo y acariciando sus hebras blancas por un buen rato mientras veían un programa juntos, a observar detalladamente el brillo sus ojos de un extraño rojo púrpura cuando se besaban. Su novio era muy atractivo, y lo sabía, por lo que adoraba mirarlo a todas horas, sin una mueca molesta como cuando lo conoció, ahora profesando un amor intenso.
Shindo volvió a caminar.
Y sus pasos se detuvieron al llegar a la ribera.
No era su sitio favorito de la ciudad, realmente nunca le vio un encanto especial hasta que conoció a Arion, pero al empezar una vida junto a Ibuki supo enamorarse de ese lugar, probablemente la zona en la que más besos había compartido con él. Recuerda vagamente algunos de esos besos, los primeros más inexpertos, y los más recientes más seguros, pero todos expresaban un amor concreto que solo ellos tenían.
Ni Shindo ni Ibuki eran especialmente melosos, por eso los besos significaban algo muy especial que no siempre compartían, así que por cada beso que se daban nacía un recuerdo hermoso. Un recuerdo por cada beso.
Shindo rió, si hace años le hubieran dicho que se enamoraría del intento fallido de portero que acababa de conocer en el supuesto Inazuma Japón habría pensado que le estaban vacilando, y ahora recuerda ese destello tintineante que aparecía cada vez que sus labios bailaban sin poder evitar desear vivirlo una vez más, mirando al río mientras piensa en cómo poco a poco murió la vergüenza entre ellos al iniciar su relación.
Recuerda su primer beso, su primera cita, su primera vez, su primera cena conociendo a la familia del otro, su primera discusión seria, su primer abrazo reconfortante, cómo dejaron de ser adolescentes inexpertos y pasaron a ser adultos. Y, finalmente, recuerda el silencio de cuando pasa un ángel, lo recuerda todo con un rostro nostálgico mientras escucha cómo la pieza musical culmina.
Pero algo no le deja escuchar el final.
Su móvil empieza a vibrar, llamando su atención por completo, por lo que lo saca de su bolsillo y ve una llamada entrante de su enamorado de pelo blanco, por lo que contesta con una sonrisa, tratando de ocultar la emoción de volver a escuchar su voz.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro