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Dos

Cassie.

Mi cuerpo estaba entallado por un corto vestido negro y mis piernas eran adornadas por unas zapatillas trenzadas hasta la rodilla.

Yo no me consideraba alguien fea, sabía que tenía lo mío. Era delgada pero no con grandes atributos como Gio.
Mi cabello castaño oscuro llegaba hasta los hombros y gracias a la alaciadora había logrado darle algo de forma.

Me delineé y me puse labial rojo carmesí. Aquel que solo usaba en ocasiones especiales, como hoy por ejemplo.

Tomé mi pequeño bolso de lentejuela y salí al baño para hacer mis necesidades antes de que me llamara Derek.

—¿Jax? —hablé al escuchar un quejido que venía desde adentro.

—Mmm-mmm. —Emitió un ruido.

—¿Qué haces? ¿Estás bien? —pregunté curiosa al darme cuenta de que no parloteaba como siempre.

—Sí yo... —dijo y escuché una arcada y gorgoteo.
Estaba vomitando.

Toqué más fuerte, ahora preocupada, y la puerta tardó dos minutos en abrirse al fin.

Su aspecto era horrible, tenía el rostro sudoroso y deshidratado.

—Que linda te ves hoy —comentó antes de correr al inodoro de nuevo y despotricar una gran cantidad de vómito.

Yo hice una mueca de asco pero me acerqué tomando una toalla para limpiarle los labios.

—Diablos Jax, ¿qué carajo comiste? —quise saber mientras me agachaba y pasaba la toalla por su cara.

—Mariscos... —habló antes de vomitar en el inodoro.

Yo me puse de pie justo cuando mi celular vibró en mi bolso. Derek ya había llegado seguramente.

—Ve... estaré bien —susurró apoyando su frente en su brazo.

Yo miré mi celular y luego a Jax y viceversa.
No podía dejar a mi amigo en estas condiciones.

Sin embargo le respondí a Derek.
—Ey nena, ya estoy afuera.

—Me salió un asunto, te veré allá —respondí antes de colgarle. Sabía que se cabrearía mucho.

Tomé una bolsa de plástico, me llevé la toalla, tomé sus llaves y lo jalé del codo para salir hacia su auto.
—¿A dónde vamos Cass? —murmuró débilmente.

—Al hospital —contesté y eso causó que frenará un poco.

—No no no, esta es tu noche. Además, no quiero que Derek me pateé el trasero mañana.

Resoplé y lo miré con enfado. Estábamos a mitad de las escaleras del tercer piso y mis tacones no ayudaban mucho para intentar sostenerlo y lograr que me siguiera.

—Deja de decir tonterías y ayúdame un poco ¿quieres? Pesas una tonelada. —Le di la mirada, eso bastó para que se sostuviera del barandal y comenzara a bajar con lentitud.

Cuando logramos llegar abajo enredé mi brazo con el suyo y caminamos a su Mustang viejo. Aunque ese auto era su tesoro más preciado. Todavía recordaba cuando éramos adolescentes y por su cumpleaños número 16 su padre había ofrecido comprarle un auto; Jaxon se enamoró de un Mustang 1967 que estaba abandonado y lo compró. Pasó meses restaurándolo y en la actualidad, nadie lo manejaba salvo él—y por lo visto, ahora yo—, porque nadie era merecedor de tal confianza.
Lo subí en el asiento del copiloto antes de subirme y meter la llave para encenderlo.

—Si lo chocas Cassie... —empezó a murmurar.

—¿Prefieres morir intoxicado?

—¿Antes que dañar a mi bebé? Pero claro —aseguró pero lo ignoré cuando toqué su frente perlada de sudor frío.

Sentí mi bolso vibrar y alcancé a ver en la pantalla el nombre de Gio, pero decidí que le llamaría más tarde.

Conduje al hospital más cercano, y pasé dos topes con brusquedad, quizá porque la palanca estaba algo demasiado dura y porque iba en zapatillas. Jax solo se quejó pero no dijo nada.
Estacioné el coche y salí par a ayudarlo pero ya estaba afuera.

—Vete Cass, sé que es tu noche de acción —dijo sin detenerse.

—¿Cómo lo sabes? —inquirí caminando junto a él y me miró de reojo antes de sonreírme.

—Porque te vestiste sexy por primera vez desde hace meses. Lo sé, te conozco.

No respondí porque ya habíamos llegado, hice que se sentara y fui a recepción. Detrás del mostrador estaba una mujer de mediana edad, su cabello rizado lo tenía atado en un moño y portaba uniforme blanco.

—¿En qué puedo ayudarte linda?

Miré a mi pálido amigo que estaba desparramado en su asiento con los ojos cerrados, —Se intoxicó con mariscos y está muy mal.

—Bueno, esperen unos minutos y con gusto los pasaré... —Jax se incorporó y despotricó una vez más en la bolsa que llevaba en la mano. Ella hizo una mueca y se levantó—. Mejor lo pasaré ahora, ven cariño. —Fue hacia él, lo sentó en una silla de ruedas y comenzó a empujarlo.

—Iré con ustedes... —comenté y Jax negó.

—No quiero, quiero que te vayas.

—Vamos Jax no seas tonto —protesté indignada.

—Yo estaré bien, estoy en buenas manos. —Le sonrió a la mujer y pude notar que ella se ruborizó levemente—. No quiero que la dejen pasar —le pidió.

—No puedes hacer eso... ¿puede hacer eso? —le pregunté a ella.

—Con lo grave que está no puede, necesita de alguien que se quede con él. Pero te recomiendo que te quedes en la sala de espera y ahorita te llamo —informó y asentí sacándole la lengua a él mientras se alejaban por el impecable pasillo.

Me senté en una silla y saqué mi teléfono para ver el sinfín de llamadas perdidas de mi novio, pero más de mi amiga y sus miles de mensajes.

Jax se intoxicó y lo traje al hospital. (✓✓)
-Cassie

Su respuesta no tardó en llegar.

Tonta, estaba preocupada por ti. Le pregunté a Derek pero estaba furioso, se puso a beber como loco y la última vez que lo ví ya estaba ebrio. (✓✓)
-Gio

Respiré frustrada y me preocupé por él, no quería que hiciera algo tonto, una vez bebió mucho y se metió a una carrera ilegal, aunque al   último momento lo convencí de ir a casa. Jamás volvió a hacer algo así de estúpido pero, estaba molesto conmigo y no quería pensar que podría lastimarse con algo.

Ya voy para allá. (✓✓)
-Cassie.

Guardé el teléfono sin esperar su respuesta y por suerte la mujer regresaba a la recepción.

—Tu amigo estará bien, le dieron medicamentosy necesita reposar un rato. ¿gustas esperarlo?

Yo solo quería saber que iba a estar bien así que me puse de pie y negué. —¿Puede decirle que tuve que salir a atender otra emergencia? —pedí y asintió.

Salí con rapidez del hospital y decidí tomar un taxi, porque si me llevaba su auto, probablemente me mataría cuando estuviera lúcido.

Le indiqué la dirección al taxista y en el camino llamé a Derek muchas veces pero jamás respondió. Solo esperaba que fuera porque estaba ebrio en alguna esquina dormido o algo así.
Cuando llegué al fin y pagué, me encaminé mientras trataba de acomodarme el cabello; la fiesta se veía todavía animada, entré esquivando varios cuerpos sudorosos y vislumbré a Steven, —el anfitrión y también del equipo de fútbol— me dirigí hacia él y cuando me enfocó, se alejó de la rubia que lo tenía apresado por el cuello.

—Cassie, no esperaba verte aquí. Derek dijo que no vendrías. —Se veía nervioso pero se lo achaqué al alcohol.

—Tuve un problema pero he llegado y lo estoy buscando. ¿Lo has visto?

Steven negó con rapidez antes de decir:—Había dicho que se iba a casa. Pero a la que si ví fue a tu amiga, creo que estaba buscando el baño —Y se me hizo extraño, Derek no era de los que se iban temprano.

—Bien, gracias —me despedí y me alejé para marcarle de nuevo, pero como era de esperarse, a buzón.
No me quedo de otra más que ir al segundo piso a buscar a Gio, para pedirle que me ayudara a encontrar a mi desaparecido novio.

Cuando salió trastabillando con sus zapatillas doradas la sostuve del brazo, genial, ya estaba borracha.

—¡Llegaste! ¡Ven, vamos a beber! —me dijo antes de jalarme pero frené.

—Debo encontrar a Derek —dije y frunció el ceño con confusión.

—No lo he visto Cassie —se quejó para luego querer llevarme con ella otra vez—. Vamos a bailar y a divertirnos, deja que se cuide solo —rogó.

—Ya basta de tomar, Giovanna —la reprendí—. Ve abajo y bebe un vaso de agua, iremos a casa en unos minutos —le ordené y con un puchero me hizo caso.

Cuando la observé bajar dando traspiés volví a marcar a mi novio pero esta vez con el teléfono en la mano y la oreja pegada a las puertas, por si escuchaba su peculiar tono.
Pero no lo logré, así que abatida fui por mi amiga, luego de pedirle un taxi, mandarla a su casa y estar atenta a la ubicación para corroborar que llegara ilesa, pedí otro para mí, pero hacia el departamento de Derek.

Estaba nerviosa y no sabía porqué, nunca se había esfumado así. ¿Y si algo le había pasado?

Oh no, por favor no.

Cuando llegué, entré al edificio —gracias a que él me había dado una copia de la entrada y de su casa—, subí los escalones porque tal parecía que el ascensor no funcionaba y cuando llegué al último piso, sentí los pies desechos, logré ignorar el dolor y me dirigí rápido a su puerta. Abrí sin molestarme en tocar antes y la oscuridad fue lo que me recibió.

Presioné el botón a mi derecha y su sala se iluminó de golpe; todo estaba en mortal silencio.
Como ya no soportaba los zapatos me senté en la silla más cercana y comencé a desamarrarlos, decidiendo que tomaría mis sandalias que guardaba allí por alguna emergencia.
Pero a mitad del segundo zapato algo llamó mi atención, un sostén.
Ya descalza, tomé la prenda amarilla y puse una mueca, eso no era mío. Yo jamás usaba ropa interior amarilla.

Busqué más cosas pero no encontré nada, aunque sentía una corazonada horrible en mi pecho, estaba comenzando a hiperventilar y me obligué a calmarme.

Respiré hondo varias veces y conforme me acercaba a su habitación, un nudo se iba formando en mi garganta y estómago.

La puerta estaba entre abierta y me asomé.

Lágrimas llenaron mis ojos, aún así traté de no hacer ruido. Allí, sobre su cama y desnudo, estaba él, perdidamente dormido junto a una chica también desnuda que se había aferrado a su torso en un abrazo antes de caer en un profundo sueño.

La habitación olía a alcohol y a sexo, miré con asco la ropa desperdigada en el suelo y decidí que había visto lo suficiente.

Salí de ese lugar con los ánimos por los suelos y sabiendo que mi relación se había ido por el caño.
Entonces enfurecí, porque mientras yo estaba ayudando a mi amigo, después de estarlo buscando como loca muerta de la preocupación, él se estaba cojiendo a otra.

Así que tomé una jarra de agua y la llené, para regresar y tirársela encima.

—¡Pero que mierda! —gritó molesto dando un brinquito, pero cuando me miró con sus ojos miel, la sangre bajó a sus pies. La chica a su lado también despertó y se cubrió con la sábana, se veía confundida—. Cassie, ¿qué haces aquí?

—¿Qué qué hago aquí? Estaba buscándote porque creí que te había pasado algo malo —espeté—. Ya veo que me equivoqué.

Iba a irme pero se levantó rápido y tomó mi mano para detenerme, pero lo empujé lejos de mí, me asqueaba que me tocara.

—Podemos hablar de esto —pidió arrastrando un poco las palabras, supe que aún quedaban rastros de alcohol en su sistema y me reí con amargura.

—Púdrete Derek —hablé pero antes de marcharme miré a la chica—, no te relaciones con él, no te conviene. Y te lo estoy diciendo por experiencia.

Tomé mi bolso, mis zapatos y dejando la jarra en la encimera, me marché de ese lugar dando un portazo.

Salí a la fría y oscura calle descalza, dolida, me sentía traicionada, engañada y frustrada. Por no poder devolver el dolor que estaba pasando.

A partir de ese momento, en ese preciso instante y observando la luna que brillaba ajena a las desgracias humanas, me prometí cerrarle las puertas al amor.

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