8. Confrontación.
Era una noche muy fría y llovía fuerte el día que Leah me cito cerca de un súper mercado que se ubicaba unas cuantas cuadras lejos de mi casa, esperé en un estacionamiento techado para protegerme de la lluvia hasta que ella llegara.
Había pasado una semana desde que su padre nos había encontrado y era la primera vez después de eso que nos veíamos. Mi cara tenía cicatrices y en el resto del cuerpo se mostraban moretones por los golpes que había recibido.
Leah me miró con compasión y me abrazó, hice un gesto de aflicción ya que cada parte de mi ser me dolían con el más mínimo contacto.
—Lo siento —dice mientras se aleja de mi— ¿Pero qué te han hecho? —Sostiene mi mentón para visualizar mejor.
—No es nada, ya estoy mejor. Te extrañe demasiado —expreso al tiempo que tomo su mano y le doy un beso en la mejilla.
—Yo también te he extrañado como no tienes una maldita idea —ella no se limita y me besa apasionadamente en los labios, le correspondo desesperadamente. Luego nos separamos.
—¿De qué quieres hablar? —Pregunto nerviosa. No tengo un buen presentimiento.
Permanece muda y veo como mete las manos dentro de los bolsillos de su suéter y comienza jugar con ellas. Está muy estresada al igual que yo.
—Hay algo importante que debo decirte —expone preocupada—, tengo que irme de la casa, ya. Todo está insoportable en ese lugar. Voy a mudarme de ciudad —un escalofrío recorre todo mi cuerpo y siento presión en mi pecho que me impide respirar con regularidad. Lo único que pienso es que no puedo permitir que ella se aleje de mí, después de lo que hemos pasado, es tirarlo todo a la basura y no me rendiré sin dar mi última batalla.
—Bien, me voy contigo —propongo, tomo su mano sacándola del bolsillo, como señal de solidaridad.
—Claro que sí —afirma sonriente. Me emociono porque creo que finalmente podremos ser felices como siempre quisimos, pero esa felicidad se nubla en cuanto ella continúa hablando— pero no por ahora.
—¿Por qué no? —La decepción aparece en mi rostro. Quiero llorar.
—Necesito buscar una casa, trabajo y escuela para las dos. Primero debo estabilizarme y en cuanto eso suceda te prometo que vendré por ti y te llevaré conmigo —sus palabras parecen cuchillos atravesando mi carne. Trato con todas mis fuerzas para contener el llanto pero a estas alturas me resulta imposible, así que las libero.
Siento como me rodea con sus cálidos brazos y me aferro con fuerza a su cuerpo. La sola idea de desprenderme de ella hace que quiera desaparecer para no tener que lidiar con el dolor de su ausencia.
—No, no hagas esto por favor —sollozo desesperada. Leah me consuela y acaricia la cabeza con ternura—. Buscaré casa y en cuanto tenga la dirección te la enviaré para que vayas a visitarme. Pagaré tus viajes si es necesario y así seguiremos juntas hasta que puedas irte a vivir conmigo.
—No Leah, no quiero perderte —lloro. Limpio mis mocos con la manga del suéter.
—Eso no va a pasar. Nos distanciaremos un poco, pero te prometo que no será por mucho tiempo.
—Pero, ¿a dónde vas? ¿Y cuándo piensas irte? —Pregunto rápidamente, deseando que no sea demasiado pronto.
—Si todo sale bien, me iré dentro de tres días y no creo que sea buena idea que sepas por ahora a donde voy. No quiero que mis padres te busquen y hostiguen preguntado por mí. En cuanto se convenzan de que no sabes nada, te lo diré para que podamos vernos.
—¿Todo esto lo has hecho en una semana? ¿Sin decírmelo antes?
—Sí. No quise contarte porque sabía que me sería más difícil tomar la decisión y realmente no soporto estar un momento más en esa casa.
Siento que no hay salida, ella no cambiará de opinión y no puedo hacer nada para que lo haga, sino se siente cómoda en su propio hogar, que más hay por hacer que solo apoyarla. Además, no estamos terminando, iremos en busca de algo mejor para ambas y eso me da un poco de ilusión y esperanza.
—Está bien —acepto a regañadientes a la vez que sigo limpiando mi cara— estaré esperando por ti y te visitaré tan seguido como pueda.
—Te amo tanto —mi corazón se acelera y siento que mi pecho en vez de faltarle aire, se llena de amor y dulzura con sus tiernas palabras.
—Yo también te amo mucho —coincido para luego besarnos. No podemos contener nuestro deseo, así que me lleva detrás de unas paredes que forman un pasillo entre los establecimientos cercanos.
Leah me devora con su boca y comenzamos a tocarnos como si fuera la última vez; aunque pienso que no será así, lo disfruto. Recorre con sus labios mi cuello y siento como baja el cierre de mi suéter y alza mi blusa para meter sus manos debajo de ella. Masajea mis pechos con delicadeza y yo hago exactamente lo mismo con su torso.
De pronto, escuchamos las voces de varias personas y nos apresuramos a recuperar la compostura. Nos asomamos para saber que tan cerca están y nos damos cuenta que ya se han ido. Nos echamos a reír y nos retiramos del lugar.
Me levanto del inodoro, seco mi rostro y me sueno la nariz. Trato de tranquilizarme antes de salir ya que no quiero que Dafne me vea así y pregunte que me pasa.
Me quedo unos cuantos minutos más dentro del baño en lo que termino de calmarme, una vez logrando estabilizar mis emociones me dispongo a salir lentamente, abro la puerta y asomo un poco la cabeza y visualizo a la gente que pasa por el pasillo; no veo a Leah así que me apresuro a caminar para llegar a al cuarto donde mi compañera espera.
Giro la manija y encuentro a Dafne sentada viendo el monitor de la laptop mientras teclea algo en ella.
—Por fin. Creí que no regresarías nunca —enfoca su vista hacia mí y deduzco que no hice buen trabajo tratando de disimular mi llanto— ¿Qué te paso? ¿Estás bien? —se levanta y me analiza más de cerca.
—Estoy bien —miento. Trato de brindar más información falsa sobre mi estado, pero al no pensar en nada más me quedo muda.
—¿Estás segura? Te veo pálida, quizá te va a dar gripe.
—Sí, probablemente —le doy sus dulces y yo me siento en la silla detrás de una de las mesas y finjo que mantengo interés por comer algo, aunque por dentro no puedo concentrarme. Solo pienso en Leah y en el montón de preguntas que anhelo hacerle.
Paso el resto del día distraída, cada vez que salgo a caminar al rededor del hospital, me fijo entre la multitud tratando de encontrar a Leah por algún lado, pero eso no sucede.
Con tantas emociones encontradas de golpe, no había tenido la oportunidad de revisar mi celular. Tengo una llamada perdida de Amy además de una cantidad considerable de fotografías de paisajes que me ha enviado, pero no tengo ánimos para responderle por ahora así que me limito a guardar mi teléfono.
Ahora que lo pienso con detenimiento, mi amistad con ella y mi reencuentro con Leah no van a facilitarme para nada la vida. Parece que el karma me ha armado un plan macabro para intentar sabotear mi tranquilidad. Y lo está logrando. Debe ser una especie de prueba que me está presentando para conocer que tanta fuerza de voluntad poseo, y la buena capacidad que tengo en la actualidad para tomar decisiones correctas y finalmente redimirme del pasado.
Debo ser inteligente y demostrarme a mí misma la madurez que he adquirido a raíz de todas mis malas experiencias. Quizá lo correcto sea detener mi relación amistosa con Amy antes de que se malinterprete y me cause problemas con mi esposo.
Llego a casa y veo que el auto de Mark ya está en el estacionamiento. Desanimada, me bajo del vehículo y mientras arrastro los pies con parsimonia, practico mis gestos con la finalidad de camuflar mi pesadez.
Llego hasta la entrada y giro la manija solo para encontrar a lo lejos a un hombre concentrado en la cocina, untando mayonesa en pan de caja. Suspiro y cierro los ojos solo para arrepentirme en silencio. Él no se merece nada de lo que he hecho y no vale la pena lastimarlo con mi actitud presuntamente inmoral.
—Que bueno que llegas. Ya casi termino —saluda a la vez que me ve entrar y hace un gesto de sorpresa— ¿Estás bien? —De nuevo fallo en la misión de ocultar mis sentimientos.
—Sí, me duele un poco la cabeza pero ya se me pasará —me siento en uno de los banquitos forjados de hierro y cubierta de cuero negro , y tomo uno de los sándwiches que están listos.
—Si tú lo dices —murmura preocupado— por cierto Jill, habrá una cena el viernes en un salón que rentará la empresa, ¿recuerdas que te comenté que el jefe se jubilará? Harán la presentación de su hijo como el nuevo jefe y pues... hay que estar ahí —lo que me faltaba, un compromiso más al que debo ir, obligada por cumplir con mis responsabilidades de esposa.
No me emociona en lo absoluto ya que no suelo encajar con ese tipo de personas; sin embargo, sé que debo presentarme a lado de él. Mi día fue tan pesado que no hago reclamo alguno.
—Seguro —asiento mientras me levanto del banquito dejo el sándwich tras darle un pequeño mordisco—. Estoy muy cansada, me iré a dormir.
—¿Estás segura que te sientes bien? ¿No vas a terminar de cenar?
—Sí, no te preocupes. No tengo mucha hambre, te lo agradezco. Estaré mejor cuando despierte y disculpa sino me quedo hacerte compañía.
—Está bien, ve a descansar —Mark me alienta haciendo señas para que suba por las escaleras hasta la habitación.
Subo y me doy un baño antes de acostarme. En ese lapso de tiempo no dejo de pensar ni en un segundo en Leah, en lo que hubiera querido escuchar y decirle, me arrepiento de no poder expresar nada cuando la tenía de frente.
Presiento que me espera una noche larga donde no podré conciliar el sueño tan fácilmente, solo me quedo acostada. Después de un par de horas dando vueltas en la cama, escucho cuando Mark entra a la habitación, se cambia de ropa y se recuesta a mi lado mientras me abraza, finjo estar dormida ya que no tengo ánimos para corresponder ante sus gestos. Solo quiero intentar dormir.
Deambulo por los pasillos en camino a la estancia, con la idea de rellenar mi vaso térmico hasta el tope del líquido oscuro con cafeína que me ayude a mantenerme de pie, después de la fatídica noche de insomnio que pase. Luego de buscar un millón de explicaciones lógicas y justificar el regreso de Leah de esta manera tan abrupta, lo requiero con todo mí ser.
Tengo el optimismo de que el café, posiblemente me ayude a reconfortar un poco mi mente y sobre todo, mantenerme despierta para trabajar en las muestras pendientes.
De pronto, un tintineo proveniente del bolsillo de mi bata me saca de la burbuja mental creada por mis retorcidos pensamientos. Mientras continuó mi recorrido tomo el teléfono para responder. Se trata de Amy que acaba de saludarme y preguntar qué es lo que estoy haciendo y de paso, interrogarme por mi repentina falta de comunicación.
Voy presionando las teclas respondiendo que he estado ocupada en el trabajo y por ende me imposibilita mantenerme en contacto, pero que todo está bien y sin novedades. Levanto la vista de vez en cuando para verificar que mi paso está libre de transeúntes hasta que llego a la estancia.
Escucho unas voces que me resultan familiares. Guardo el teléfono de nuevo en la bolsa del costado y me asomo tan sutil, como si fuera una espía a punto de develar un importante hallazgo, pero mi falta de destreza provoca que mi pie choque con el marco de la entrada y haga un ruido que anuncia mi presencia.
—Adelante —me indican.
Termino de abrir la puerta para introducirme al cuarto, cuando veo que Leah está frente a Dafne. El pánico me ataca con la sola idea de que Leah le haya contado algo a mi amiga, pero mi teoría se desvanece en cuanto aprecio que la actitud de ella es indiferente.
—Jillian, que bueno que vuelves, están preguntando por ti —dice señalando a Leah, quien hasta ahora no se ha dado la vuelta para verme, solo observo como empuña una de sus manos.
Nos quedamos en silencio y Dafne se percata de la incomodidad en el ambiente, así que opta por ella misma romper el silencio— me dice que es una vieja amiga tuya de hace años y desea hablar contigo —sin vergüenza. Después de tanto por fin quiere hablar conmigo, no puedo adivinar sobre qué.
Muy lentamente Leah gira sobre sus talones y por fin me mira, noto en sus ojos tristeza y sofoco, más yo trato de mantenerme firme sin demostrar expresión alguna. Sigo sin decir una sola palabra.
—Bien, supongo que necesitan algo de privacidad —Dafne se levanta con la intención de dejarnos a solas, pero yo no estoy dispuesta a que eso suceda.
—No tengo tiempo para hablar con nadie ahora —paso por un costado de Leah ignorándola. Me dirijo a la cafetera y finjo completa concentración en mis acciones. Dafne se queda quieta en seco y mira con confusión a Leah y luego a mi dirección. El ambiente está realmente muy tenso.
—No hay problema —Leah finalmente habla—, puedo esperar a que tu turno termine.
—No sé a qué hora sea eso —refuto, malhumorada.
—No importa, esperaré —insiste con tono autoritario. Mi amiga sigue quieta sin saber que hacer o que decir.
—Como quieras —gruño sin voltear a verla. En mi interior la sangre hierve y siento como el calor se esparce por todo mi cuerpo, las manos me sudan y las náuseas aparecen. Debo ser fuerte.
—Bien. Muchas gracias y gusto en conocerte, Dafne —ella asiente y le sonríe. Leah finalmente sale de la habitación y yo lanzo una exhalación que tenía retenida hasta el fondo de mis pulmones.
—¿Qué rayos fue eso? —Cuestiona mirándome sorprendida y sin dar crédito a mi actitud— no te había visto tan molesta con alguien y de esa forma. Lamento mucho si hice mal en recibirla...
—Tú no tienes la culpa de nada —intervengo para tranquilizarla— no hay problema, ya paso.
—¿Quién es?
—Ya te lo dijo, ¿no?
—No parece que hayan sido amigas alguna vez —dice con ironía.
—Aunque no lo creas, si lo fuimos. Es una larga historia que no quiero recordar —termino de poner un poco de crema en mi vaso con café y luego coloco la tapa para cerrarlo.
Dafne no conoce mucho de mi pasado, menos de mis relaciones antes de Mark, así que no estoy dispuesta a confesarlo justo ahora.
Acomodo los tubos llenos de líquido color escarlata con tanto esmero, como si fueran mis propios pensamientos. Así como etiqueto cada uno de los cristales atiborrados, debería ser capaz de clasificar mis ideas para cuando llegue el momento en que tenga a Leah frente a mí, y tener a la mano todos los argumentos necesarios para mi defensa. Aunque más bien es ella quien debe defenderse, yo soy la que merece explicaciones, fui yo la más lastimada de las dos, yo no soy la cobarde que se desapareció de la faz de la tierra. Yo no debo buscar argumento alguno.
Casi llega la hora de mi salida e intento con todas mis fuerzas evitar enfrentar a Leah, si puedo lograr irme antes de que me la encuentre sería mejor, tendría más tiempo para pensar y prepararme psicológicamente.
Me apresuro a recoger mis cosas para dirigirme al estacionamiento lo más rápido que mis temblorosas piernas me dejen. Dafne también toma sus pertenencias ya que está más próxima a dejar el hospital.
—Nos vemos mañana —se me acerca para despedirse con un beso en la mejilla— oye, lo siento de nuevo —se disculpa y yo finjo demencia.
—¿Sobre qué?
—Lo de la chica, siento que metí la pata, pero no era mi intención.
—Está bien, no te preocupes, no pasa nada.
—Bueno, si tú lo dices. Nos vemos mañana —se aleja haciendo una seña de despedida con la mano y cierra la puerta.
Termino de acomodar mi bolsa y saco un poco la cabeza para verificar el área: está prácticamente solo pero lo importante es que no veo a quien no quiero por ningún lado, por consecuente salgo a toda prisa por todo el pasillo hasta salir por la puerta principal.
Me da el aire fresco y puedo sentir un alivio y libertad adentrarse por mi nariz. Como siento que estoy fuera de peligro, aligero el paso para buscar las llaves de mi carro dentro de la bolsa, cuando detrás de mi espalda percibo una voz.
—No puedes huir —me sentencia Leah. Me detengo instantáneamente al oírla y suspiro. Sentí la victoria por unos cuantos segundos y ahora se me escapa de las manos. Siento la frustración.
Es tan irreal que ella esté ahí, tan sosegada, viéndome a los ojos como si la vergüenza o el arrepentimiento no existiera en ninguna de sus células. Su atrevimiento provoca en mí mucha ira, ganas de llorar y maldecir.
Luego pienso en Amy y lo que yo hice. «Esto se trata del karma, así que afróntalo con la misma valentía con la que cometiste tus estúpidos actos indecorosos de ramera, engañando a quien te quería como sino tuvieras conciencia y noción de lo que son las consecuencias», me recrimino furiosa.
Por más intentos que hago para mantener la calma, siento la furia que se pasea por mis extremidades y no puedo controlar más mis emociones, así que me acerco a ella violentamente y la empujo poniendo mis manos sobre sus hombros. No logro tirarla al suelo, solo hago que dé pasos hacia atrás.
—¡¿Cómo te atreves?! —Reclamo entre gritos desgarradores— ¡¿Cómo te atreves?! ¿Cómo puedes verme a los ojos después de lo que me hiciste? —Lloro y sigo empujándola hasta que la arrincono a una pared cercana. Ella recibe todos mis golpes y mis insultos sin decir nada.
Después de mi arrebato, termino por agotarme y dejo de empujarla. Nos quedamos segundos en silencio.
—Lo siento —susurra muy despacio y las lágrimas salen descontroladas.
—¿Lo sientes? ¡¿Lo sientes?! ¡¿Eso es todo lo que tienes que decir?! ¡Te tardaste muchos años en que tuviéramos esta estúpida conversación solo para decirme que lo sientes! Si eso es todo lo que tienes que decirme pues ya lo hiciste —no puedo con el coraje acumulado.
Me doy la vuelta y camino para alejarme con prisa, pero Leah no está dispuesta a terminar la conversación todavía y siento como me toma del brazo. Me detiene con bastante fuerza, lo que hace que mi furia solo se eleve más.
La observo por un instante con la mirada lanzando fuego, luego la empujo con tal fuerza que la estrello contra la pared otra vez, el impacto es de una magnitud considerable, por lo que escucho como su cuerpo se estampa contra el muro. Se queja por el dolor que el choque le causó.
Dado mi estado iracundo, le resto importancia a los daños que pude causarle y continúo con mis reclamos en voz alta pero tratando de controlarme, ya que temo que alguien se percate de esta discusión.
—Dejaste que durante años pensara que estabas muerta, creyendo que algo malo te había pasado, ¿Y de la nada ahora te apareces como un jodido fantasma? —chillo de la impresión, ni siquiera yo sabía que reaccionaría de esta manera, pero es lo que siento y tengo que desahogarme.
Tapo mi cara con las manos, caminando de un lado a otro buscando control en los alrededores como un pájaro enjaulado y desesperado por salir. Mi corazón está inconsolable y sigo sin dar crédito a que ella esté a unos cuantos metros de mí, después de haber estado a años de distancia.
Ella se acerca y trata de tomarme del hombro pero lo retiro rápidamente y le levanto la mano en señal de espera, cuando por fin siento que recuperaré la cordura, intento mirarla a la cara: mis lágrimas simplemente salen por si solas, bajo la cabeza y el cabello cae sobre mi cara.
Siento como ella quiere rodearme con sus brazos. Aunque me resisto, Leah persiste hasta que cedo y dejo que me abrace. Extrañaba su aroma, la suavidad de sus manos y el cariño que emana. Inexplicablemente me tranquilizo al momento, y aunque me siento enojada todavía, su gesto me causa complacencia.
—Ya estás más tranquila. ¿Podemos hablar ahora? —Me dice al tiempo que acaricia mi cabello y sonríe tiernamente.
Nos alejamos a unas bancas cercanas al edificio, que tienen una vista muy linda a los alrededores, ya está oscuro así que las estrellas iluminan el ambiente con ayuda de las lámparas aledañas al hospital. El área en el que estamos es muy tranquilo y es oportuno para abordar esta plática, aunque me la paso limpiando mis lágrimas y sonándome la nariz.
Tomamos unos cuantos minutos antes de comenzar con la charla y como veo que Leah no sabe cómo iniciarla, pregunto yo primero. De todas formas soy la que tiene todas las dudas, así que me concedo el derecho.
—¿Por qué? ¿Por qué desapareciste? —Le pregunto girando la cabeza hacia ella. Se queda muda un buen rato y luego suspira antes de contestar.
—Las cosas no se estaban dando como planeé. No quería arrastrarte a la mediocridad en la que estaba cayendo.
—¿De qué hablas? Explícate mejor —exijo. Ella vuelve a suspirar y se rasca la cabeza, soltando un mechón de cabello hacia adelante de su cara.
—Te estaba mintiendo todo el tiempo. No me pagaban bien en el trabajo que tenía, comencé a tener problemas con la persona que me rentaba la casa porque el dinero no me alcanzaba, ni si quiera reuní lo suficiente para inscribirme de nuevo a la escuela. Tuve que buscar otro empleo, todo estaba jodido. No quería traerte a vivir conmigo a la miseria, creí que sería fácil, pero no lo fue. No quería decepcionarte, estaba ahogándome en mi propia mugre, me vi acorralada y no sabía qué hacer.
—Pero ¿Por qué no hablaste conmigo? Hubiera preferido que terminaras la relación, que fueras sincera. O hubiéramos podido encontrar una solución...
—Lo pensé —interrumpe—, pero cuando me visitabas me dabas la esperanza de que las cosas serían mejor y al final no podía. Sé que estuvo mal solo desaparecer, pero creo que funcionó. Ahora te veo y sé que cumpliste tu sueño de terminar la escuela, si hubiera insistido con la idea egoísta de llevarte conmigo, seguramente no estarías aquí.
—Que estupidez —expreso a la vez que doy una carcajada irónica— tenía el sueño de pasar el resto de mi vida contigo, ¿eso no te importo?
—Me importaba que estuvieras bien, y si había que sacrificar algo sería a mí misma, no a ti —solloza.
—No hay justificación para que te fueras así nada más. Merecía esta explicación en ese momento.
—Lo sé, pero pudo más mi cobardía, pero juro por Dios que no ha habido día que no me arrepienta por como hice todo esto.
—¿Y por qué regresaste hasta ahora?
—No planeé encontrarte y joderte la existencia. Fue una simple casualidad encontrarte, no sabía que trabajabas aquí. Mi padre está enfermo, por eso vine —la miro con asombro, algo muy malo debe pasarle para que ella haya decidido regresar.
—¿Qué le pasa?
—Tiene cáncer terminal —dice notablemente triste.
La respiración se me corta y abro los ojos como platos. Sé que no era del agrado de su padre y tampoco era mi persona favorita, pero tanto dolor no se le desea a nadie.
—Yo... lo siento. ¿Cómo está tu familia?
—Mal. Mi madre esta inconsolable y Kate está desesperada. Fue ella quien me lo dijo y me pidió que viniera. Prácticamente ella sola se estaba haciendo cargo de nuestros padres y necesitaba ayuda, es por eso que volví.
—¿Kate? ¿Ella sabía dónde estabas?
—Sí. Fue a la única que le dije dónde estaba y a quien le di mi número —confiesa evadiendo mi mirada. Niego con la cabeza. No puedo creerlo, fui con su familia incluso con su hermana y ella me negó que sabía algo de Leah, me limitó toda información sobre ella.
—Fui a ver a tu familia incluso a Kate, me corrían prácticamente a patadas y ella siempre dijo que no sabía nada.
—Yo le pedí que guardara el secreto. La hice jurar que ni siquiera a nuestros padres les diría algo sobre mí.
—Eres increíble. No puedo superar que hayas hecho todo esto, mentirles incluso a tus propios padres —presiono con las manos mis sienes, e inhalo todo el aire posible para que me ayude a razonar con más claridad toda esta situación.
—En verdad lo siento, pero si no hubiera sido por la casualidad de verte, probablemente no nos hubiéramos visto jamás. No estuviéramos aquí; no estaría revelándote la verdad.
—Ósea, ¿que jamás te hubieras atrevido a decirme nada de esto... nunca?
—No. ¿Para qué iba a decírtelo si ya habían pasado tantos años? Pero cuando te vi, supe que no podría escaparme de esto, sentí que era una señal para hacer lo correcto y hablar contigo. Lo lamento en verdad, con el corazón en la mano, te digo que siento mucho haberte lastimado, pero te juro que cada día de mi vida hasta hoy, estoy pagando por lo que hice.
—Ya no importa —digo mientras me levanto de la banca—. Supongo que ahora yo estoy en el lugar de Amy pagando por lo que yo le hice a ella. Todo se paga tarde o temprano, ¿no?
—Sí, supongo que sí —confirma. Se recarga sobre el respaldo de la banca. Mi teléfono comienza a sonar y veo que es Mark, además tengo varios mensajes de Amy sin responder. Es muy tarde.
—Me voy. Espero que tu familia se mejore pronto del mal rato que están pasando. Lo siento mucho.
—Gracias —nos vemos un rato con ojos de compasión una a la otra. Sin más que decirle, me marcho del lugar.
Ella se queda sentada y no me sigue más. Una vez entro al auto me suelto a llorar por milésima ocasión. Un inmenso dolor me vuelve a consumir y ahora que se la verdad, no me consuela en lo absoluto. Todo hubiera sido diferente sin tan solo ella hubiera sido sincera desde un principio, quizá incluso no estaría aquí ahora mismo, yendo a una casa que no siento mi hogar.
Veo mi teléfono antes de marcharme y miro que Amy me ha enviado otro cúmulo fotos y uno que otro texto que ignoro. Por otra parte Mark pregunta donde estoy y por que aún no llego a casa. Le respondo que estoy en camino.
Cuando llego, me quedo unos momentos sentada dentro del auto, dándome un tiempo para que la hinchazón del rostro baje un poco. No sé como haré para disimular todo los sentimientos que estoy guardando, tengo muchas ganas de gritar y seguir lamentándome, pero sé que debo ser fuerte para guardar las apariencias.
Me bajo y abro la puerta, Mark no está ni en la sala ni en la cocina, adivino que debe estar arriba, probablemente en nuestro cuarto.
Antes de subir reviso mi teléfono para contestarle a Amy e inmediatamente me envía nuevos mensajes diciendo que se alegra de que esté bien y que entiende mis ratos de ausencia. Me despido con el pretexto de que debo prepararme para mañana y que me iré a dormir.
Cuando utilizo las escaleras, veo como una botella de color oscuro está como no queriendo la cosa, escondida a un lado del frutero sobre el comedor. La única persona que pudo haberla traído en definitiva fue Mark. Trato de no darle importancia y sigo escalando hacia la habitación.
Subo las escaleras tan rápido como mi pesar me lo permite, apenas puedo poner un pie en cada escalón y la cabeza me duele horrores por tanto llorar, pero creo que lo rojo de mi cara ya disminuyo lo suficiente.
Afortunadamente cuando abro la puerta del cuarto, veo que Mark está acostado y dormido por encima de las sábanas como si por cosa de nada se hubiera quedado dormido sin tener la intención de ponerse cómodo, su cara está volteada hacia el lado contrario, sus manos extendidas y el pie que queda más a lo lejos casi le cuelga de la cama. Sino fuera porque noto su respiración, creería que algo malo le habría pasado, pero solo está profundamente dormido. Aún es algo temprano para que ya esté tan sumergido en el sueño.
Luego recuerdo la botella y opto por inclinar mi olfato cerca de su cuerpo. Huele a alcohol y frunzo el ceño. Mark no suele beber más que en ocasiones especiales y sin llegar a embriagarse; sin embargo, todo indica que por alguna razón que desconozco, tomo tanto hasta el punto de perder la conciencia. Para su buena suerte, parece que apenas y alcanzó a llegar a un lugar seguro.
Desconfiada, decido no darle más vueltas al asunto y me dispongo a buscar entre el closet la ropa que uso para dormir. Lo más en silencio que puedo me cambio para ponerme el pijama y recostarme yo también.
El tiempo se fue como si nada, pero al recordar lo sucedido con Leah, mis lágrimas suplican por salir pero aguanto los sentimientos, no quiero despertar a Mark con mis sollozos.
Me acuesto lentamente a su lado tratando de arroparme con las sábanas que el peso de su cuerpo me dejo libre. Reposo mi mejilla en la almohada y dejo que una que otra gota de agua brote de mis ojos silenciosamente, hasta que logro conciliar el sueño de manera profunda.
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