7. Conmocion.
Sin que me diera cuenta, ya había instaurado una rutina con Amy y nuestra amistad se estrechaba cada vez más. Salimos y conversamos como si el tiempo no hubiera pasado nunca, hecho que fue apoyado con ayuda de las tecnologías, pues pasaba varios minutos hablando con ella o enviándole mensajes.
Al cabo de unas cuentas semanas, ella me cuenta que tendrá que salir unos días por asuntos de negocios, por lo que no podremos vernos. Me hace saber que estará pendiente de mí y me enviará fotos de cada lugar que visite y que cuando regrese, retomaremos nuestro hábito de pasar tiempo juntas como ya lo estábamos haciendo.
He de confesar que me desanima un poco el hecho de no verla unos días, ya que estaba tomándole el gusto a tener cosas que hacer además de solo trabajar y llegar a casa hacer la cena, pero sé que debo ser paciente.
Llega el momento en que debe viajar y yo me quedo en espera para recibir novedades acerca de ella. Cada día se toma el tiempo para escribirme y contarme como le fue en su trabajo, los lugares que visita y también sobre las comidas deliciosas que ha probado.
Me atrevo idear como hubiera sido mi vida si en lugar de cometer la grave estupidez de engañar a Amy, hubiera seguido a su lado. Probablemente ahora podía estar con ella compartiendo momentos agradables en su viaje. Quizá ya habría viajado por un montón de lugares que yo ni si quiera ubico su nombre en el mapa. A lo mejor incluso, pude tener una vida más cómoda, con mejores oportunidades y hasta disfrutar de ciertos lujos. Pero no. No me quede a su lado apoyarla mientras más me necesitaba y formaba su futuro con tanto esmero, ¿con que derecho pretendo imaginarme a su lado ahora? Son pensamientos interesados que no tienen sentido.
En lugar de eso, la dejé por otra persona que solo desapareció sin darme alguna explicación, permití que mi depresión y mi mediocre corazón herido tomarán las decisiones muy por encima de mi propio razonamiento. Ahora me encuentro aquí, esperando sus mensajes, deseando que las cosas hubieran sido diferentes.
La rutina diaria y monótona tiene al fin un poco de sentido ahora que converso con Amy durante mis tiempos libres en el trabajo, ahí me doy la libertad de hacerlo con más naturalidad. En casa tengo restringidas las ocasiones en las cuales puedo hablar libremente con ella; además, Dafne cree que con quien hablo es con Mark o con mi familia, ya que fue la excusa más coherente que se me ocurrió darle.
—Muero de hambre —Dafne se queja, mientras nos continuamos en la estancia.
Veo el reloj y me percato de que faltan varias horas antes de que podamos salir a comer y la espera se hará todavía más larga sino ponemos algo en nuestros estómagos, así que le sugiero ir a buscar algo en las máquinas dispensadoras del hospital.
—Iré a comprar algo en las máquinas, tampoco soporto el hambre, ¿quieres algo? —Le ofrezco.
—Seguro, ¿puedes traerme unos cacahuates? Por favor.
—Sí, está bien —estiro mi brazo para que me de las monedas— vuelvo en un momento —aviso al tiempo que voy saliendo.
—Bien —escucho a Dafne, ya algo lejos.
Me dirijo a la cafetería del hospital, donde están la mayoría de las máquinas dispensadoras de los comestibles.
No solemos recurrir a la comida chatarra para apaciguar nuestra hambre, porque Dafne y yo tenemos la idea de reducir nuestro consumo de estos alimentos para tratar de «cuidar la línea». Algo así como intentar hacer una dieta exclusiva que prohíba comer dulces, pero hoy amerita que hagamos omisión a la imaginaria regla que hemos implementado en nuestro hábito alimenticio, pues siento que convocar a la inanición podría causar mayores problemas, que el que estás chucherías se instalen en nuestras caderas.
—¡Hola Jill! —Identifico a lo lejos. Tomo mis cosas y el encargo de Dafne para girar a ver de quién se trata.
Es Joe, uno de los cocineros de la cafetería que se encuentra detrás de la barra donde sirven los alimentos.
—¿Qué hay, Joe? —Digo mientras me acerco. Reposo las cosas que sostenía sobre la barra para descansar los brazos.
—¿Qué hay, Jill? Ya sabes, tengo un rato de distracción.
—Que bien, un tiempo de descanso fuera de la cocina —festejo mientras le guiño un ojo.
—Así es, me hacía falta —congenia conmigo y se ríe— ¿Llevas algo de provisiones?
—Sí, falta mucho aún para la hora de la comida. Dafne y yo morimos de hambre así que vine por algo que nos ayude a sobrevivir.
—Me parece muy bien —prosigue, limpiando la mugre de sus manos en el delantal.
Me dedico a echarle un vistazo a la variedad de alimentos que hay, mientras mis papilas gustativas trabajan y salivan. Incluso ahora puedo saborear la comida frente a mí debido al hambre, que prácticamente se ha convertido en un agujero dentro de mi estómago.
—Espero hoy me honren con su presencia y no vayan a otro lugar para almorzar. Ha pasado bastante tiempo desde la última vez que comieron aquí —Joe menciona bajo un tono paternal.
—Probablemente hoy probemos tu exquisito menú.
—Eso sería genial. Me aseguraré de servirles lo mejor.
—Me parece perfecto —agrego amablemente—, tengo que irme antes de que encuentre a Dafne de mal humor.
—Muy bien Jill, fue un gusto saludarte. Las espero más tarde —dice al mismo tiempo que toma una de las charolas para servir comida a una persona que se aproxima.
Me despido haciéndole una seña con la mano y me alejo, pero lo escucho de nueva cuenta gritar mi nombre.
—¡Jill! ¡Creo que olvidas algo! —Me doy media vuelta sobre los talones para ver observar una bolsa pequeña de dulces que había dejado por accidente en la barra, así que regreso por ella.
—Muchas gracias Joe —tomo la pequeña bolsa y me encamino poco a poco dando la espalda de lado contrario, para atender lo que Joe me dice cuando voy de reversa.
—Debes ser cuidadosa, Dafne no te perdona si vuelves sin eso.
—Lo sé, te lo agradezco mucho, te debo una —sigo caminando de reversa con el cuerpo pegado a lo largo de la barra.
De pronto, siento que mi camino se obstruye con el peso de alguien más y provoca que me detenga en seco. Volteo con la intención de pedir disculpas por la imprudencia.
Mi corazón y me respiración se detienen. Los dulces que recién había recuperado, se caen al suelo y yo me quedo como piedra al reconocer quien está frente a mí.
Empiezo a temblar levemente, mis ojos parecen querer inundarse de forma involuntaria, pero trato de evitarlo parpadeando varias veces consecutivas para desaparecer el agua y al mismo tiempo, para verificar que lo que estoy viendo no se trata de una cruel ilusión, creada por mi estado mental retorcido y masoquista, pero no se desvanece. Sigue ahí, tan pasmada y asombrada como yo, puede que incluso aún más.
Mis ojos se clavan en los ojos azules de una mujer alta y rubia con cabello algo más largo de lo que yo recordaba, piel blanca y complexión delgada. Siento que el corazón saldrá de mi pecho en cualquier segundo, mi cuerpo no envía ninguna señal ni si quiera para tragar saliva. Estoy en shock y lo único que quiero es llorar, pero ni eso puedo hacer.
Leah también se queda petrificada en el momento que me ve, pero es incapaz de mostrar alguna expresión o de decir algo. Los seis años de ausencia caen sobre mis hombros repentinamente, como si de un avión colapsando hacia el centro del océano se tratara, hundiendo mi mente y alma hasta el fondo del mismo.
El dolor, tristeza y desesperación, surgen de la oscuridad en donde los tenía escondidos y siento como la ira y las lágrimas, luchan por salir otra vez.
Su imagen me resulta como un espejismo en medio del desierto, es como el agua que busque desesperadamente sin éxito, teniendo que beber mis propias lágrimas para poder sobrevivir en medio de la nada, desorientada y destruida. Sin embargo, ahora está frente a mí, tan viva, con la sangre caliente fluyendo con tranquilidad dentro de sus venas. Tranquilidad que yo no he tenido desde que se fue.
—Yo... —murmura muy suavemente, tanto que casi no puedo oírla.
La sangre me comienza a hervir causando que mi corazón se acelere y palpite incontrolable. El cuerpo se me calienta con una rapidez tan extraordinaria, que me asusta. Un pitido en los oídos me incomoda y presiento que me voy a caer al suelo por falta de oxígeno en los pulmones.
La impresión, hizo que olvidara inhalar aire de vez en cuando, por lo que tomo una gran bocanada de aire con mucha dificultad, antes de tartamudear.
—Tú... tú... estás... —mi voz apenas sale de la garganta. Siento que me voy a desplomar.
—Yo.... —sigue intentando pronunciar algo, pero antes de que diga otra cosa, me retiro del lugar con paso apresurado. No puedo oírla, me parece un sueño que esté mirándola, incluso escuchándola y creo que despertaré en cualquier momento.
Me alejo rápidamente hasta los baños más cercanos. Me encierro en uno de los cubículos y bajo la tapa del retrete para sentarme antes de que termine por acariciar el suelo con mi cara. Aún no doy crédito a lo que acaba de pasar: ella está aquí y no hay dudas.
Luego de un rato de analizar lo ocurrido, los recuerdos y la tristeza del día que me entere que se había ido sin decirme nada, golpean mi cabeza como un martillo afilado que impacta contra mi estabilidad. Lloro, tratando de evitar hacer ruidos fuertes cubriendo mi boca con las manos. Esto simplemente no puede estar pasando, ¿cómo se atreve aparecer así como si nada hubiera sucedido? ¿Cómo si no hubiera roto mi corazón en un millón de pedazos?, pero ¿qué hacía aquí?
Trato de calmarme, todo esto debe tener una explicación lógica, más la mente no me da para pensar con claridad.
Me quedo callada un momento, viendo a ningún lado, mis ojos están abiertos y las lágrimas salen aunque no haga esfuerzos por que así sea. El dolor y frustración vuelven como si los años no hubieran transcurrido, y yo vuelvo al pasado junto con todos esos sentimientos que estaban enterrados, más nunca olvidados.
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