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25. Sorpresa.

Estaba comenzando a cansarme, ya que había pasado las últimas semanas comprando cambios de ropa, porque la mayoría de mis pertenencias se quedaron en mi antigua casa y por temor de encontrar a Mark, me negaba a buscarlas.

Me sentía como una refugiada limitada a hacer cosas como salir, comprar o llamar por teléfono para evitar ser contactada por el abusador que estaba en constante vigilia; sin embargo, ya había pasado un tiempo considerable desde la última vez que había visto a mi todavía esposo. No he tenido ninguna noticia acerca de él, ni llamadas, ni mensajes.

Fue entonces cuando me di cuenta que la paranoia me estaba sobre pasando.

—Oye, si quieres, te cubro un rato en lo que vas a tu casa a buscar tus cosas. Puedes aprovechar que Mark no está —Dafne me propone, sacándome de mis cavilaciones, después de haberle comentado acerca de mi escaso guardarropa.

La propuesta de Dafne suena tentadora, ya que probablemente no tendría otra oportunidad de ir por algo de mi ropa y así dejar de invertir en una blusa o unos pantalones cada fin de semana.

—¿Harías eso por mí? En verdad te lo agradezco mucho.

—Claro, para eso estamos las amigas.

Sin dudarlo por más tiempo, me apresuro para irme a toda velocidad e intentar tardar lo menos posible, antes de que las jerarquías mayores se percaten  de mi ausencia.

A estas horas tempranas, las calles están prácticamente solas y se puede conducir tan libremente, que cambias de carril sin encender las direccionales del auto. Incluso las calles solitarias que rodean mi antigua casa reposan tranquilas y silenciosas.

No hay niños ni personas en sus alrededores, con excepción de un auto compacto color negro en frente de la casa de los vecinos de la acera contigua. Un auto que no había visto nunca.

Me quedo parada frente a la puerta, aquella que había acompañado a Mark el día que lo dejé. La nostalgia se apodera de mí: extrañaba la casa pero no lo que aguardaba en ella.

Me introduzco con prudencia y noto que todo se ha quedado tal y como lo recordaba, con un aire de abandono y soledad.

Recorro los muebles con las yemas de mis dedos, pero de tanta suciedad, tengo que sacudirlos para retirar el polvo que se ha impregnado en mi piel.

Veo la foto de Mark y mía en nuestra boda sobre el mueble debajo de la escalera, estaba caída como si alguien la hubiera tirado apropósito. No quise verla por más tiempo, así que me dirigí a subir las escaleras para empacar mis pertenencias, pero a medida que subo, escucho a ruidos inusuales provenientes de alguna habitación. Cuando planto mi pie en la último escalón, me doy cuenta que los ruidos vienen del cuarto que solíamos compartir Mark y yo.

Acerco mi oído a la puerta: oigo gemidos de una mujer y claramente distingo susurros de un hombre. La sangre se me hela ya que identifico que la voz masculina pertenece a Mark.

Sin esperar más, abro lentamente la puerta del cuarto y lo primero que veo, es  a él sobre una mujer de cabello rojizo y la cama balanceándose de un lado a otro contra la pared. Me quedo petrificada y mirando como Mark llena de caricias a otra persona.

Ana se da cuenta de mi presencia y deja los gritos a un lado para llamar la atención de Mark y señalar a la puerta, donde yo sigo la escena con los ojos abiertos de par en par.

—Jillian —espeto Mark.

Rápidamente salta de la cama, dejando a la vista su miembro prominente y cuerpo desnudo, tratando de ponerse la ropa interior tan veloz como sus nervios lo dejan. Ana se cubre de inmediato los pechos blancos y firmes con las sábanas.

Impresionada, me voy del lugar, dejándolo atrás e intentando ponerse el resto de la ropa, llamándome, pero no me interesa escucharlo.

—Jillian, espera por favor.

Escucho sus pasos detrás de mí mientras ambos bajamos las escaleras. Abro la puerta y cuando me dispongo a subir a mi auto, él me alcanza.

—Regresaste... Déjame explicarte...

—No. No regrese, solo venía por unas cuantas cosas. Quería aprovechar que tú no estabas, pero pensé mal. Lamento interrumpir.

—Déjame explicarte, Jill.

—No debes explicarme nada, prácticamente estamos separados así que puedes hacer lo que quieras.

—No puedes irte así...

—Sí, sí puedo. Después de esto espero que te des cuenta que lo mejor es divorciarnos, Mark. Acabas de darme pruebas suficientes para hacerlo. Pronto recibirás la notificación de mi abogado. Cuídate.

Salgo como alma que lleva el diablo confundida pero satisfecha. También podía acusarlo de adulterio si la situación lo ameritaba, pero tenía esperanza que después de ello, él se comportaría más accesible sobre mi petición. Aun así, tenía todo a mi favor para salir victoriosa.

Maldije porque desaproveché la oportunidad de recuperar mis cosas y volver a casa de mi madre con las manos vacías, suponiendo que pasaría otro fin de semana de compras, para seguir reponiendo la ropa que dejé abandonada junto con Mark.

Al día siguiente, preparo la cena esperando a que mi madre llegue de la tienda para compartir un momento de madre e hija, intentado distraerme de todo el tormento por el que paso.

Decidí no contar lo del día anterior cuando encontré a Mark con Ana en la casa. En parte por que no quería empeorar  la situación echando más leña al fuego y por que honestamente, me daba pena admitir que había sido una mujer engañada.

Sí, lo reconozco, no tengo vergüenza, pero no puedo evitar pensar que el karma me está cobrando cada una de las traiciones que yo hice. Sé que lo merezco.

Me hundo dentro de mis pensamientos a tal grado que un timbrazo de la puerta principal me baja de la nube súbitamente; me percato que el agua que hierve dentro de la olla en la estufa, está sobre pasando los límites de la misma. Maldigo a la vez que apago el fuego y me deshago rápidamente el exceso de agua, antes de decidir abrir.

Cuando veo del otro extremo, me encuentro con Mark parado, ya un poco más aseado y tranquilo. Un poco más él.

—Hola. Tengo que hablar contigo, te interesa —su tono de voz es melancólico y apagado. Se apresura a hablar, supongo que no quiere que lo eche antes de tiempo.

—Está bien —accedo muy poco confiada.

—¿Puedo pasar? —Dudo mucho antes de responder, pero finalmente le dejo el paso libre para entrar.

Lo invito a tomar asiento en el sofá individual, con la intención de no tener demasiada cercanía a él, así que me siento en la esquina del sillón de al lado.

No me mira a los ojos, sino que clava la vista durante varios minutos en el  suelo antes de comenzar a conversar.

—Yo... Yo quiero disculparme por todo, Jillian. He estado pensando  mucho estas semanas sobre mi actitud y estoy realmente avergonzado. Quiero compartirte que estoy iniciando en alcohólicos anónimos. Apenas empiezo con esta enfermedad, así que estoy a tiempo de atacarla antes de empeorar —sonríe  entusiasmado.

—Me alegro por ti —agrego tajante.

—Gracias —toma una breve pausa antes de continuar hablando. Suspira y empuña ambas manos—. Desde que empecé a ir al grupo, me di cuenta de muchas cosas que me negaba aceptar, empezando por ti y lo que quieres. Siempre fui consciente y yo en verdad pensé que con mi amor podría lograr que tú me amaras como yo a ti, pero ahora sé que ambos vivimos un matrimonio a base de mentiras. Quiero que sepas que de verdad te amé y aún siento que te amo, pero precisamente esa debe ser la razón suficiente para dejarte libre —se queda en silencio,  viéndome de manera dulce y compasiva.

El corazón se me detiene y no puedo terminar de procesar la información que acabo de oír. Mis ojos se llenan ligeramente de lágrimas.

—Voy a regresarte tu libertad, Jill. Voy a darte el divorcio.

Todos mis miedos, frustraciones y cólera se transforman en alegría e incredulidad, mis emociones toman forma de lágrimas que ruedan por mis mejillas. No puedo creer que él me esté diciendo todo esto.

—¿Es-estás hablando en serio? —Balbuceo. Trato de despertar del sueño.

—Sí. Te quiero, Jill. Quiero que seas feliz en verdad. Me convertí en un verdadero monstruo para ti y para mí. El amor me cegó, me transformó a tal grado que me convertí en alguien que ni yo mismo reconozco, y jamás me va alcanzar la vida para pedirte perdón por lo que te hice.

Él me sonríe mientras las lágrimas surgen desde el fondo de su corazón arrepentido, y viene a mi memoria el viejo Mark, ese amigo incondicional que me convenció de pasar mis días junto a él, y que ahora, me devolvía la vida y los momentos antes de todo eso. Él me está regresando la oportunidad de ser feliz y sentirme plena, como en los viejos tiempos.

Me siento tan contenta y agradecida, que me inclino frente a él, poniéndome de rodillas y abrazándolo por la cintura, dejando el resto de mi cuerpo tirado en el suelo.

—Gracias, Mark. Gracias —murmuro entre el llanto que no me deja de tanta emoción.

Siento como con las yemas de los dedos acaricia mi cabello y como agua proveniente de sus ojos, se posan en mi cara.

Creo que nunca nos habíamos demostrado tanto amor hasta este momento; donde uno dejaba ir a la persona que amaba para brindarle la felicidad que anhelaba, y el otro, experimentando el mayor agradecimiento por tan emotiva demostración de afecto.

—Jill, hay otra cosa que debo confesarte —añade al tiempo que detiene sus caricias, tratando de contener sus sollozos —yo sabía de la relación que tenías con Amy.

Levanto mi vista instintivamente para mirarlo a la cara. Me mira con los ojos todavía llorosos y la mandíbula tensa.

—¿Qué? Pero, ¿cómo? —cuestiono con un hilo de voz. Mi sangre se ha drenado de mi rostro y espero inmóvil por su respuesta.

—Las vi un día en un parque mientras yo... —Mark toma unos segundos para continuar a la vez que ve hacia el techo buscando valentía—, mientras yo salía de casa de Ana.

Me alejo de su cuerpo y me incorporo anonada. Todo toma sentido ahora.

—Empecé a beber porque quería deshacerme de esa posibilidad. Quería confiar en ti y quería creer que nada pasaba entre ustedes, pero me hervía la sangre con tan solo imaginarte con ella; me vengué acostándome con Ana y la culpa también influyó en mi comportamiento, y todo fue aún peor cuando te vi con Leah —finaliza empuñando ambas manos.

—Nunca me lo dijiste —susurro incrédula.

—Lo hice cuando te comenté que no quería irme de viaje. No insistí porque me pediste que confiara en ti y aun sabiendo que había algo más, me fui. En el viaje yo estuve con Ana porque estaba seguro que te veías con Amy.

Mis extremidades se mueven involuntariamente, y lo único que logro hacer es balbucear sonidos inaudibles que salen de mi interior con nada de elocuencia. Luego de que el mutismo se prolongara más de la cuenta, Mark decide levantarse e irse sin decirme nada más. Supongo que no quería prolongar más su sufrimiento.

Tomo asiento para analizar lo que Mark acaba de decirme. Estuvo conteniéndose más de lo que me imaginaba antes de hacerme frente como lo hizo, y yo jamás me imaginé que lo sabía. Pero eso ya no importa, porque lo verdaderamente importante ahora, es que me dará el divorcio. Esa felicidad opaca todo lo malo que hay de trasfondo.

Un reflejo a causa de mi emoción, hace que por poco tome mi teléfono para llamarle a Leah y contarle las buenas noticias, pero me detengo en seco al recordar las palabras amenazantes de Mark. Ya estoy a un paso de lograr mi propósito y no quiero darme el lujo de ponerlo todo en riesgo; además, lo más seguro es que ella esté furiosa conmigo por dejarla ahí, golpeada y con el corazón roto. Es mejor tomar las cosas con calma.

Después viene a mi mente otra de las partes más difíciles de todo esto: tener que decirle a mi padre sobre este suceso.

El proceso prácticamente empezaba y mi madre me presionaba constantemente para visitarlo y decirle de una vez por todas lo que estaba pasando. Para mi buena suerte, Jared decidió acompáñeme ese día, ya que probablemente la cosa se pondría sumamente fea y él quería asegurar mi bien estar, sobre todo físico, ya que la última vez, me propinó la paliza de mi vida y era justamente eso lo que mi hermano quería evitar.

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