23. Caos.
La frialdad y la indiferencia de mi parte hacia Mark, es obvia. Sus palabras sobre tener bebés, me retumban en la cabeza como martillazos repentinos que me dejan punzadas incómodas. Me convencí más de que debo alejarme antes de que enloquezca con esa idea. A decir verdad, me preocupa mi seguridad, sobre todo por lo sucedido la noche anterior.
Es ya bastante tarde, y aunque he puesto una distancia muy notoria entre Mark y yo, optamos por este día cenar juntos, pero bajo un silencio sepulcral. No me ha pedido disculpas por sus malos actos e incluso así, intenta iniciar conversaciones conmigo y yo respondo únicamente lo necesario, pues no nace de mi seguir el hilo a lo que él intencionadamente propone, por lo que me limito a responder solo con un sí o un no. Parece ser que para él, resulta más sencillo hacer como si nada.
Cuando terminamos la cena, levanto sus platos y los míos para comenzar a lavarlos de forma rápida, con la idea de que en cuanto acabe mi tarea, subiré y me encerraré en el cuarto contiguo al nuestro, ya que por razones obvias, decidí no pasar más noches en la misma cama que él.
Aprovecho que Mark se entretiene unos minutos en la televisión para tomar mi celular y enviar un mensaje a Leah: «Te extraño, muero por salir de aquí y poder estar contigo. Te amo».
Una vez enviado el mensaje, presiono el icono de Wi-Fi para apagar el acceso de Internet y controlar las llegadas de los mensajes, además de evitar que Mark los mire o sospeche sobre mi apego con el aparato.
Sigo lavando desinteresadamente y veo por la ventana de la cocina, deseando que se presente el momento oportuno en el que pueda sacar a flote ese tema que he evadido con tanto empeño.
Esa ilusión de que en algún momento podré estar con Leah nuevamente, es la misma que me empuja a hablar con Mark sobre el divorcio que tanto anhelo.
Coloco el último plato sobre el escurridor y me dirijo sin decir nada a la habitación. Aunque no lo parezca, el simple hecho de no dormir con él me reconforta mucho y me hace sentir un poco más independiente.
Guardo alguna ropa que tenía sobre la cama en el mueble frente a ella y recuerdo que deje una conversación pendiente con Leah, pero al buscar mi celular en los bolsillos de los pantalones, viene a mi mente que lo he dejado en la cocina.
Chasqueo la lengua molesta porque ahora debo bajar otra vez para buscarlo, así que decido ir a la cocina y recupéralo. Doy unos cuantos pasos y cuando quedo por debajo del marco de la puerta, distingo a Mark recargado sobre el barandal de madera que asegura el camino por las escaleras. Su cara esta roja, sus ojos con lágrimas parecen salir de los cuencos donde reposan, su cuerpo está rígido y sus puños parecen amenazantes.
De pronto, diviso mi celular entre sus manos y un mal presentimiento recae con mucho pesar sobre mi pecho. Ya está, se ha enterado de algo. Siento que estoy en un peligro inminente.
Disimulo mi respiración entre cortada y el temblor de mi cuerpo caminando en retroceso, para continuar guardando la ropa y las apariencias.
Mark termina de meterse en el cuarto y lanza mi teléfono sobre la cama con la pantalla encendida, con la clara intención de que lo observe. Leo de inmediato que Leah me envía un mensaje, respondiendo al que yo mandé con anterioridad: «También te extraño y te amo. Ten paciencia, no falta mucho para volver a vernos».
«Si seré idiota», me reclamo para mis adentros. En ese momento supe que estaba muerta. No vale la pena tratar de ocultar lo evidente.
Sigo doblando la ropa mientras me tiemblan las manos y el sudor frío me recorre.
—¿Así que es por esto qué estás tan distante? —Mark pronuncia a regañadientes.
—¿Estabas espiando mi teléfono? —Intervengo, tratando de evadir su pregunta.
—¡¿De qué hablas, Jillian?! —Saca su frustración mediante un estruendoso grito—, ¡Comenzó a sonar y lo único que quise hacer fue traértelo para que lo revisaras, y mira con lo que me topé, maldita sea! —en ese momento ya lo tenía gritando cerca de mi oído. Siento los escalofríos recorrerme y una punzada incómoda en el tímpano.
Busco alguna explicación lógica de cómo es que pudo enterarse de la peor forma posible: quizá nunca apague el acceso a Internet, puede que él lo haya encendido o quién sabe, pero eso ya no importa por qué de una u otra forma, ya está enterado.
—¡¿No piensas decirme nada?! —Vocifera. Lo ignoro, ya que me esfuerzo de manera extraordinaria por mantener la calma.
—No hay nada que pueda decirte —respondo en medio de un murmuro ahogado.
—¡¿Qué?! ¡¿Cómo qué no puedes decirme nada?! Niégalo, Jillian. ¡Dime que es mentira! —Me toma por el brazo y tira tan fuerte de el que me gira para verlo a la cara, de manera brusca y dolorosa.
Su acto violento causa que la sangre se me caliente a punto de ebullición, y que en lugar de buscar una forma adecuada de confesarlo, termine por prácticamente escupírselo en la cara.
—¡No puedo negarlo Mark! No voy a negar más quien soy de verdad —arrastro la última frase con un hilo de voz.
Sus ojos se agrandan aún más, su gesto es la de un hombre confundido que no da crédito a lo que oye.
—¿De qué mierda estás hablando Jillian? ¡Te refieres a que no puedes negar a que eres una maldita zorra!
—¡Sí! —Levanto la voz a un nivel que me raspa la garganta y al mismo tiempo, que mi alma se libera— ¡no voy a negar más lo que siento! —El aire frío entra por mis pulmones debido a la gran bocanada de aire que tomo— Mark, sigo enamorada de ella —señalo el celular para referirme a Leah—. Te he estado mintiendo todos estos años y no te lo mereces. Créeme que intenté con todas mis esfuerzas olvidar a Leah, convencerme que eras tú a quién quería, pero nunca deje de sentirme atraída por las mujeres, y mucho menos pude dejar de quererla a ella. Incluso no pude evitar ver a Ana como una mujer atractiva cuando la conocí. Además, eso no es todo...
—¿De qué estas hablando? —Pregunta frunciendo el ceño.
—Yo... He besado a algunas otras chicas, incluyendo a Amy. En verdad lo siento mucho. Sé que no existen palabras que me ayuden a disculparme por todo este dolor que sé qué te estoy causando —explico todo en medio de sollozos desesperados.
Mark sigue con el cuerpo enfurecido, las manos convertidos en puños y el rostro enrojecido por la rabia que circula por su ser. Tiembla cómo consecuencia de su autocontrol, noto que quisiera hacer tantas cosas, quizá gritar o llorar libremente, pero algo lo detiene. Permanece inmóvil y yo no sé qué hacer.
Yo froto una mano con la otra debido a la nervadura que fluye por cada rincón de mi cuerpo, y el miedo que me cubre por completo, también siento náuseas y el estómago hecho un nudo. Quizá ese nudo es la única ayuda que tengo para no vomitar en este preciso instante.
—Mark, yo... —Intento decir algo que alivie la tensión, pero parece ser que definitivamente, no es una buena idea.
Mi voz es el detonante exacto que provoca que la bomba estalle, ya que solo siento un calor irreversible sobre la cara y cuando me doy cuenta, me encuentro tirada en el piso con el pecho reposando sobre el. Alcanzo a distinguir un zumbido despreciable, cierro y abro los ojos muchas veces con la intención de orientarme.
Veo unas cuántas gotas sobre el suelo y llevo uno de mis dedos cerca de la comisura del labio: es de ahí de donde brota el viscoso y espeso líquido rojizo.
Una vez considero que puedo levantarme, lo hago lentamente tomando la orilla de la cama como apoyo.
—Quiero el divorcio —expreso con lo más de valor que el temor me permite. Él solo lanza una carcajada con sorna.
—Eres una imbécil si crees que voy a darte el divorcio.
—No te lo estoy pidiendo por favor. Te lo estoy exigiendo —poco a poco me enderezo para demostrar la firmeza de mi petición y la seguridad que poseo, pues le prometí a Leah que no dejaría que Mark volviera a lastimarme.
—No te daré nada —reitera.
Su expresión está cada vez más irreconocible y noto como uno de sus brazos se torna rojo pues el brazo contrario, se encuentra ejerciendo una presión desmesurada.
—¿Quién eres? —Cuestiono al bulto de huesos y cólera que tengo frente a mí—. Este no eres tú, Mark.
—Acabas de mandarlo directo a la mierda. Con tu desprecio, me has convertido en esto que ni yo mismo puedo reconocer. Te he dado todo, Jillian: amor, compresión, apoyo. ¡¿Quién estuvo contigo cuando tus padres se divorciaron?! ¡¿Quién limpio tus lágrimas cuando la zorra buena para nada de Leah te dejó?! Y ahora, ¡¿quieres volver con ella?! ¡Eres una idiota si crees en sus palabras, si se fue una vez te aseguro que lo hará de nuevo!
—Puede ser, pero eso no cambia la realidad de lo que siento, y no puedo seguir fingiendo lo contrario —suspiro—. Hoy mismo me voy con mi madre.
Voy a lo cajones donde me disponía a guardar el resto de mi closet para sacar de nueva cuenta lo que ya estaba dentro. Pongo los trapos en la cama y Mark me ve moverme de un lado a otro con los ojos rojos y todavía con la cólera persuadiéndolo.
Me percato que me hace falta una maleta, así que dirijo al otro cuarto para buscarla; sin embargo, me veo obstaculizada por Mark. Pone su cuerpo como un escudo para impedirme el paso.
—Tú no iras a ningún lado —me toma por los brazos y me empuja hacia dentro de la habitación.
Intento correr para poder salir, pero él me empuja aún más fuerte, regresándome al piso.
—Eres mía —espeta mientras se acuclilla sobre mí— te voy a recordar quien carajos soy, zorra de mierda. ¡Soy tu jodido esposo y debes respetarme! —Mark toma ventaja, alzando lo más alto posible la palma de su mano, para luego estamparla nuevamente en mi cara, aturdiéndome gravemente.
Veo mi alrededor muy distorsionado y apenas puedo escuchar los sonidos de la atmósfera. No puedo moverme y hago esfuerzos sobre humanos para recuperarme, pero cuando lo hago, me doy cuenta que el frágil y de poca calidad del material de mi blusa ha sido rasgado por la mitad, dejando mi torso al descubierto.
Mark esta desabotonando sus pantalones y cuando está a punto de bajarlos, lo empujo para liberarme de la presión de su cuerpo sobre el mío.
Me levanto e intento gatear hasta la entrada para salir, pero una fuerza descomunal me toma por ambos brazos para levantarme y arrojarme como un trapo viejo sobre la cama.
Forcejeo con Mark, pero eso solo causa que su ira aumente y por consecuente, me propina dos bofetadas más, una tras otra en cada lado de mi rostro.
—Mark, basta, por favor —suplico junto al llanto desgarrador que trato de ocultar, pero que salió gracias al miedo que me agobia.
—¡Cállate! —Grita nuevamente. Pone su pecho sobre el mío y con una de sus manos toma mis muñecas para imposibilitar los movimientos de mis brazos.
—¡No! —Me retuerzo para poder evitarlo, pero no funciona, pues su agarre es más fuerte y desconsiderado que nunca.
Mientras continúo intentado liberarme de mi agresor, siento cómo con su mano suelta, baja a mi cintura y me desabrocha los pantalones al tiempo que los baja lo más posible.
Si no me apresuro para soltarme, terminará eso que inició la noche anterior. El pensarlo me produce un miedo inmenso y las ganas de vomitar no tardan en instalarse en mi tráquea.
El pavor me vence cuando miro que Mark deja al descubierto su miembro listo para atacarme, lo que le da ventajas sobre mí.
—¡Mark, no! ¡Te lo suplico! —Lloro desesperada.
Como cosa de nada, tira lo más que puede de mis pantalones y mi ropa interior, dejándome vulnerable y expuesta. Esta vez va hacerlo y nadie podrá salvarme, ni siquiera yo.
«No puedes darte por vencida, se lo prometiste a Leah», me recuerdo. Reúno algo de fuerza y de valor para soltar una de mis manos y apuñarla, para después posarla violentamente en su mejilla, causándole un pequeño rato de confusión que aprovecho.
Me incorporo, pero los pantalones en mis rodillas entorpecen mi camino y solo logro dar un par de torpes zancadas, cuando de repente, estoy de nuevo contra la cama con el rostro hundido en el colchón.
Una fuerte presión se instala en mi nuca, imposibilitándome la fácil respiración, pues la gruesa colcha de la cama me obstruye las inhalaciones. Siento que pierdo fuerza y que estoy a punto de desvanecerme por falta de oxígeno. Como puedo, levanto la vista para liberar mi nariz, aún con la mano de Mark enganchada sobre mi cuello.
Luego de un minúsculo instante, puedo sentir como prácticamente me desgarran el centro del cuerpo, provocando que lance un sonoro alarido de dolor.
—¡Mark, detente! ¡Me lastimas! —Imploro sin ser escuchada.
Mark sigue friccionado su virilidad contra mi inapetente interior. Me arde y el escozor que siento solo me causa repulsión y ganas de desaparecer. «Esto no puede estar pasando. Éste no es Mark», me digo desorientada.
Lloro y grito, pero mis sonidos se amortiguan por culpa de la cama que está siendo cómplice de la aberración ejercida sobre mí.
Tomo la colcha entre mis manos y la sujeto con mucha fuerza, rogándole al cielo porque todo acabe pronto. «Dios, sé que he sido una mala persona, pero, ¿merecía este castigo?» Sí, definitivamente, me respondo.
Parece que transcurre una eternidad, cuando por fin siento que nadie está lastimándome. Siento que por fin soy libre y que el martirio ha terminado, pero luego escucho que la puerta es azotada con fuerza.
—¡No vas a salir de aquí! —Mark vocifera, tras la infalible madera que asegura mi retención.
Me levanto al tiempo que subo mis pantalones y me encamino a la entrada, solo para corroborar que en efecto, hay algo que me impide abrirla.
Lloro, grito y golpeo. La frustración comienza ganarme. Presiono la cabeza con ayuda de ambas manos, para poder apaciguar el dolor que me rodea, giro para observar el espacio que tengo, tan amargo y triste.
De pronto, mi vista se detiene en el suelo y miro que mi teléfono está tirado. Sin tan solo se hubiera quedado en la cama, hubiera podido pedir ayuda y nada de lo anterior habría ocurrido.
En seguida lo tomo y busco el número de Jared. Necesito pedirle ayuda para que me saque de esta jaula.
Intento serenarme pero mis dedos tambalean sobre la simulación de las teclas del celular, hasta que con alivio encuentro el contacto de mi hermano y oprimo la opción de llamar. Para ello, me encierro en el closet para evitar que Mark me escuche, ya que seguramente sigue deteniendo la puerta con su fuerza para evitar que me vaya.
Escucho la voz de Jared del otro lado.
—Hola, Jill —responde con aire despreocupado.
—Jared, necesito que vengas por mí a mi casa. Ahora. —Emito entre sollozos...
— ¿Qué? ¿Por qué?
—Luego te cuento con detalles. Mark me tiene encerrada y quiero dejarlo, pero no puedo porque tiene retenida la puerta del cuarto. Por favor, ayúdame —digo, llorando y temblando de miedo.
—¡Mierda Jillian, te dije que no regresaras con él! —la voz de Jared se torna violenta y rasposa.
—Sí, sí, ya lo recuerdo, pero por favor, ayúdame. Necesito salir de aquí, te lo ruego. No puedo pasar aquí ni un segundo más.
—Está bien. Llego en quince minutos.
—Muchas gracias, hermano, y por favor, no le digas nada a mamá. No por ahora. —Imploro, limpiando mi rostro con el dorso de la mano.
—De acuerdo. Voy en seguida —colgamos la llamada y salgo del closet.
Tomo una blusa nueva para reemplazar la otra y reúno toda la ropa que considero me pueda caber en la bolsa de mano que tengo cerca, ya que no me dará tiempo de prepáreme para más. Espero sentada a que mi hermano toque la puerta y me rescate.
Por lo general, Jared es una persona tranquila, pero desde que supo sobre mi orientación, me ha protegido de sobre manera, sobre todo después de los golpes que mi padre me propinó a raíz de mi descuido en casa de Leah y sus padres. Tratándose de mí, mi madre o su familia, podía convertirse en alguien irreconocible, tal como Mark.
Ellos, no han tenido la mejor relación del mundo pero habían sabido tolerarse el uno al otro.
Tengo miedo porque no sé cómo saldré de la situación y cómo va a reaccionar Mark con la llegada de Jared, y no sé cómo va a reaccionar Jared cuando se entere de lo qué Mark me ha hecho; pero de lo que estoy segura es que no pasaré una noche más en esta casa, aunque deba escaparme por la ventana.
De pronto, oigo que literalmente, golpean la puerta y que Mark grita para contestar. En ese momento sé que mi hermano está fuera.
Me asomo por la ventana, que para mi suerte da la vista hacia el frente y puedo observar como él, está debajo tocando con violencia, hasta que nota mi presencia y me voltea a ver, levanta el dedo pulgar en señal de que todo estará bien.
—¡Mark, más te vale que abras o voy a llamar a la policía! —Escucho que Jared gruñe fuera de sus casillas.
—¡No la dejare ir! ¡Lárgate que este no es tu asunto! ¡Lo resolveremos entre nosotros!
—Es mi asunto porque es mi hermana, ¡idiota! ¡Abre o la abriré yo a la fuerza y te juro que de la policía no te salvas!
No sé muy bien que paso con exactitud después de que un silencio sospecho se hiciera presente, pero de repente escuché que algo abrió la puerta con mucha fuerza y luego pasos provenían de las escaleras.
Sin más, oí como uno golpeaba al otro sin saber exactamente quién era la víctima y quién el victimario, solo seguía escuchando golpes y gemidos se dolor. La puerta se abrió y era Jared quien me esperaba del otro lado.
—Vámonos —dijo tomándome del brazo, pero yo regrese para agarrar la bolsa que tenía previamente lista —por Dios —susurra al ver mi rostro ensangrentado y morado.
Divise a Mark tirado en el suelo sangrando por la nariz y la boca, pero en cuanto me vio salir, emergió del suelo casi por arte de magia y vi que tenía toda la intención de retar de nueva cuenta a mi hermano, más yo no estaba dispuesta a permitírselo.
—¡Cuidado Jared! —Lo previne para que tuviera la oportunidad de esquivar el puño que se dirigía a su espalda.
Jared se giró con gran habilidad y esta vez, solo lo empujó para regresarlo de donde se resistía estar, el suelo.
—¡No te atrevas a meterte con mi hermana hijo de puta!
Fue lo último que escuché que Jared le dijo a Mark. Yo tampoco dije nada, en parte porque no tenía ganas y en parte porque de igual forma no sabía que decir.
Tome las llaves de mi auto y una vez fuera le hice señas a Jared de que me iría en mi carro a lo que él asintió.
—¡Te veo en casa de mamá! —Vocifera a la vez que se aleja para subir a su auto.
—¡No es buena idea! —refuto.
—¡No importa, tienes que hablar con ella! ¡Te espero allá y más te vale llegar!
Recordé que Mark podría volver a sus cinco sentidos en cualquier momento, así que solo asentí y de inmediato arranque mi carro con dirección a casa de mi madre, dejando finalmente atrás la vida que tanto me había cuestionado.
Deje a Mark justo en la puerta principal de la casa; observando como me alejaba de él y de su vida.
Una vez en casa de mi mamá, tuve que explicar con lujo de detalle lo que había pasado y por qué ahora me encontraba pidiendo refugio, tal cual cómo una esposa golpeada que estaba sufriendo a manos de su marido abusador. Sin embargo, el contexto de la situación me parecía distinto, porque yo sentía que me lo merecía.
Jared con toda razón se molestó conmigo al saber sobre mi relación con Leah, me dijo que era una inmadura que no sabía responsabilizarse de las consecuencias de mis acciones, pero que a pesar de ello me apoyaba con la decisión del divorcio.
Luego la expresión de ambos se tornó oscura cuando confirmé que habían abusado de mí. Jared se puso como loco y aseguraba que iría a matar a Mark. Yo no podía pensar con claridad y lo único que pude decirles con respecto al tema, es que quería la píldora del día después inmediatamente. Jared se ofreció y se fue en búsqueda de lo que había pedido, aún enfadado por toda la situación.
Me aseguro que aun sabiendo con anticipación las razones de la pelea, hubiera seguido defendiéndome por la lealtad que mantiene a su familia, aunque esté en desacuerdo con como manejo las situaciones.
Mi madre por su parte, me dijo que me apoyaba con el divorcio. Aun así la expresión en su rostro marca decepción y tristeza, no dejaba de repetir la frase de «sabía que esto pasaría, pero lo único que podía hacer era esperar porque tú misma te dieras cuenta aunque fuera de la peor forma». Y sí, todo explotó, arruinándolo todo a su paso.
No me queda nada más que aceptarlo y recoger los pedazos ensangrentados del desastre que ocasioné.
También puse al tanto a Leah. La tranquilicé diciéndole que ahora podríamos dar el siguiente paso, que era hablar con mi Padre para dejar de ocultar nuestra relación. Se horrorizó cuando le conté lo que Mark me había hecho, y su actitud fue prácticamente la misma que la de Jared, diciendo que se uniría a él para asesinarlo, pero yo le dije que no valía la pena.
Ella me dio siempre su apoyo incondicional, me da y se da ánimos diciendo que todo iría bien, y aunque no estaba tan segura de ello, me convencí de que así sería.
Pase el resto de la noche dando vueltas en la cama hasta que amaneció. No tenía otro remedio que levantarme para ir al hospital y seguir con mi rutinaria vida laboral cómo si nada hubiera pasado.
El día era pesado, o no sé si era mi cuerpo que parecía tener encima kilos y kilos de acero sobre mis hombros, provocando que mis pies apenas se levantaran del asfalto que me dirigía hacia mi triste realidad.
Las ojeras debajo de mis ojos, delataban por completo mi falta de sueño, y por más que hice intentos gigantes por ocultarlas, Dafne terminó por darse cuenta, por ende pregunto qué me había pasado, pues lo visible moretones eran imposibles de ocultar.
Sin dar demasiados detalles, le conté sobre una pelea que había tenido con Mark y que otra vez había regresado a casa de mi madre, además de considerar la idea del divorcio.
Para pasar el día rápidamente, estuve prácticamente siempre cerrada a piedra y lodo en el laboratorio, manteniendo la cabeza ocupada.
Cada que tenía oportunidad revisaba mi teléfono: la mayoría de las llamadas y mensajes eran de Mark pidiéndome un momento para hablar. Mensajes y llamadas que no respondí.
Un mensaje era de Leah, me avisaba que vendría al hospital a la hora de la salida de mi turno para acompañarme un rato. Esas letras lograron reconfortarme tanto que casi casi, olvidé todo lo malo que había estado pasándome, así que esperé entusiasmada hasta que llegara el momento de verla y pasar un rato con su agradable compañía.
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