22. Realidad.
Los cielos de la ciudad están grises y las nubes grandes amenazan con liberar toda su carga en cuestión de minutos. Luego de rato pequeño, una tumultuosa tormenta cae sobre las aceras y calles, acumulándose de forma preocupante sobre las paredes de las casas. No parece ser una noche tranquila y mucho menos por el hecho de que Mark, llega hoy más tarde y necesito hacerle creer que no descuidé la casa ni un segundo.
Leah se toma ratos para tranquilizarme diciendo que todo saldrá bien y que sea paciente. Olvida que esa cualidad solo ella la posee mientras que yo, carezco de esa característica a manera desmedida.
Sé que mi temor me ayudará a tomarlo todo con calma, pero al mismo tiempo no deseo aplazar por mucho todo esto.
Si bien no me agrada que mi padre involucre a Dios cuando de mí se trata, debo reconocer qué hay algo de cierto en sus palabras: tenía el infierno ganado por mentirosa y por lastimar a quien me juró amor hasta que la muerte nos separara, pero yo ya me había a encargar de adelantarlo, y no necesariamente alguno iba a morir.
Termino de darle los últimos toques a la casa y cuando menos lo espero, la noche ya avanzo para hacer acto de presencia. Me apresuro para tomar una ducha y salir corriendo para ir al aeropuerto en búsqueda de Mark.
Ese momento íntimo conmigo me sirve demasiado para apaciguar mis nervios descontrolados, aunque no dejo de pensar en cómo haré para ver a Leah ahora que él regrese. Todo va a ser más difícil.
Respiro hondo, despejando mi mente y considerando mi decisión. Estoy convencida y como dicen por ahí, vida solo hay una y no puedo seguir desaprovechándola. Además, no solo se trata de mí, sino también de la vida que Mark puede recuperar una vez que lo deje libre para ser feliz.
Espero sentada, en lugar de aguardar por mi esposo cerca de la entrada, como la mayoría de la gente hace, pero no me apetece en lo más mínimo incluirme entre la multitud que impacientes, forman una masa de desesperación.
A lo lejos veo a Mark que habla con los mismos compañeros con los que se fue. Todos vienen más bronceados e incluso, parece que subieron unos cuantos kilos más. En lugar de un viaje de negocios más bien apunta a que se fueron de vacaciones.
No me había percatado que al costado de Mark venía Ana, tomándolo por el brazo y muy cómoda. Entre cierro los ojos para tratar de enfocar mejor esa escena, pero él parece notar mi curiosidad y en seguida agita el brazo con levedad como diciéndole «aléjate». Muy sospechoso.
Cuando están delante de mí, vuelvo a tener un gesto neutro.
—Hola, mi amor —saluda besando mi mejilla. Yo solo le sonrío.
—Hola Jillian, te lo regresamos sano y salvo —comenta uno de sus compañeros, guiñándome un ojo.
«Hubiera preferido que no lo regresaran», pienso en mis adentros, a la vez que esbozo una sonrisa falsa.
—Gracias —agradezco hipócritamente.
—Bueno, nos vemos mañana en la oficina, amigos.
El resto comienza a despedirse y a retirarse por diversos caminos; algunos se unen a quienes aparentemente son sus familiares y otros, van solos. Por su parte, Ana no dice nada a los demás, solo se despide de Mark y acaricia su mano disimulando su acción, según ella.
Luego se marcha y mi esposo se dirige hacia mí como si nada hubiera pasado.
Real y honestamente no me importa mucho que haya hecho Mark durante el viaje, pero algo no me cuadra. Estos gestos con Ana me hacen creer que hay algo extraño e inusual, y lejos de lastimarme, pienso que puede ser una oportunidad que aprovechar, más no debo afirmar nada, así que continúo neutral como de costumbre, al igual que él.
Llegamos a casa bajo un silencio agobiador. Pasé todo el camino inventado cientos de formas para iniciar la conversación que debo tener con él, pero no logré encontrar las más adecuada.
Pongo las llaves sobre el mueble de la entrada y me quito la chaqueta, él me abraza por la espalda.
—Te extrañe —suspira a mis espaldas.
Le sonrío, pero lejos de devolverle las palabras, me alejo a la sala y me siento para ver la televisión.
Ordeno un poco los ornamentos de la mesita tratando de lucir común, como sino ocultara nada.
Mientras tanto, Mark acerca las maletas a las escaleras. Siento que es el momento de decírselo. Intento aguantar los vuelcos que mi estómago está experimentando.
—Mark, tengo que hablar contigo —mi aclaración, causa que se acerque a la sala y se siente en el sillón junto a mí, removiendo el bolso que cargaba, al sofá de enseguida.
—De hecho, yo también —sus palabras toman por completo mi atención.
Me toma por sorpresa su comentario y por alguna razón, creo que tiene relación con Ana. Quizá esto pueda ser la luz al final del túnel.
—De acuerdo. Pues tú primero —ofrezco la iniciativa.
—Bien... yo... es-estos días que estuve de viaje consideré muchas cosas, sobre todo el tema de los niños. Peter está casado y tiene tres hijos, Max tiene dos y los veo a ambos tan felices con sus familias. Éste viaje que los alejo de ellos los ayudo a valorarlos aún más, así que he pensado que probablemente un bebé es lo que le hace falta a nuestro matrimonio. Quiero tener hijos contigo.
Me engarroto contra el sofá, quedándome como una piedra incapaz de moverse, solo mis ojos no se despegan de Mark y siento que lo fulmino con la mirada. Cuando finalmente digiero su comentario, niego con la cabeza muy confundida y casi furiosa, pero trato de respirar y calmar mis ansias.
—Mark, habíamos hablado de este tema antes de casarnos, te dije que no estaba en mis planes ser madre y lo aceptaste, no entiendo cómo es que ahora pretendes cambiarme la jugada.
—Bueno, cambié de opinión y realmente creo que es una buena idea agrandar nuestra familia, además...
—No —intervengo desapacible—, tú sabes que yo no quiero ser madre y aceptaste sin problemas. Yo no he cambiado de opinión. Además, un niño no va a solucionar nuestros errores y desacuerdos, Mark. Es una completa estupidez que realmente pienses eso.
—Jillian, en verdad deseo ser padre a tu lado, no puedes ser tan egoísta como para ni si quiera considerarlo.
—¿Yo estoy siendo egoísta?, tú aceptaste mi decisión y ahora dices que cambiaste de opinión, creo que tú eres el egoísta Mark. Si insistes con esa idea vamos a tener un gran pero gran problema. Esa es mi última palabra.
—¡Jillian, no es justo! ¡Yo estoy tratando de hacer todo para remediar nuestro matrimonio y no me escuchas!
—¡No tengo por qué escucharte! ¡Entiende que no es lo que yo quiero para mí! —Furiosa, me levanto del sillón.
Mark se molesta tanto, que golpea la mesa del centro de la sala, con una de sus manos convertida en un puño. Después de darse cuenta de su reacción, se tranquiliza respirando varias veces.
Me asusta su actitud, así que me dirijo a la cocina por un vaso de agua que me ayude a sosegarme, mientras él se levanta para caminar de un lado a otro. Intento disminuir los temblores de los brazos respirando y tomando tragos de agua.
—Mark, solo quiero que me entiendas y respetes la decisión que tomé —digo aun dándole la espalda, concentrada en servirme otro vaso de líquido cristalino.
No hay repuestas de su parte, por lo que giro para observarlo: sostiene un pequeño papel mientras lo analiza con el ceño fruncido y la mandíbula tensa.
—¿Quién carajos es Salma? —Me cuestiona entre dientes. Está tan enojado que casi puedo escuchar el rechinido sutil que produce con su dentadura.
—Yo... no tengo idea... —Balbuceo.
—¿Y qué hace una nota con su número de teléfono? —Interroga mientras forma un puño y atrapa el papel, arrugándolo con severo estrés.
Recuerdo el día que me dedique a limpiar y cómo dejé la nota sobre el mueble. Olvidé deshacerme de ella ya que me había concentrado en terminar de organizar la parte de abajo y todavía, tuve la brillante idea de irme de compras.
—No tengo idea de cómo llegó eso ahí —intento justificarme. Hasta esta parte no estoy mintiendo.
Cuando me percaté de la nota, la duda me asaltó al no darme cuenta cuando fue depositada en mi bolso. De hecho, me sorprende que incluso haya regresado con todas mis pertenencias intactas esa noche.
Mark me ve incrédulo, con su rostro cada vez más desencajado. Toma la nota entre sus manos y comienza a alisarla con ayuda de sus dedos, luego la gira para analizar el contenido de la misma.
—Un ticket... cerveza, cigarros y... ¿lubricantes? —Pronuncia desorbitado. Alza la vista para verme y yo solo me quedo congelada. No sé cómo no se me ocurrió ver el otro lado del papel, quizá de haberlo hecho lo hubiera botado en el momento.
—En serio, Mark, no sé cómo llegó esta nota hasta aquí...
—Bien —interrumpe abruptamente—. ¿No tendrás inconveniente si marco a este número? —Pregunta. Saca su celular del bolsillo de sus pantalones y escucho cómo teclea algo sobre el.
—Mark esto es estúpido, ni siquiera puedes asegurar que ese ticket le haya pertenecido a la misma persona que anotó ese número ahí —puntualizo nerviosa.
—Ya lo averiguaremos —dice. Noto como trata de reprimir el coraje, pero el temblor de su cuerpo lo delata fácilmente.
Sigue pulsando algo en la pantalla hasta que pone en altavoz la llamada. El sonido de entrante me hace sudar frío y solo puedo esperar porque el destino se ponga de mi lado, y algo de buena suerte me invada. Ojalá no responda o que la intención de Salma de dejarme su teléfono, se haya quedado en una mera broma.
—Hola —una voz femenina atiende.
—Hola, disculpa, busco a Salma —Mark trata de disfrazar su humor con una voz hipócrita.
—Ella habla, ¿en qué puedo ayudarte? —afirma.
—Verás... encontré este número por casualidad —miente de forma convincente. Mark hace gesto pensativo, ideando de qué manera mantener la conversación y descubrir aquello que quiere—, quizá haya olvidado por que lo tenía y presiento que es por alguna razón importante —del otro lado solo se escucha una risita burlona.
—Lo dudo mucho, amigo. Quizá estabas demasiado borracho para recordarlo y yo todavía más, cómo para haberle dejado mi número a un hombre. Me confundí de lugar, lo más probable es que mi intención haya sido dejársela alguna de tus amigas o a una mujer que estuviera cerca de ti en algún bar...
—Entiendo —Mark prosigue con su farsa, cada vez más enervado, pero tratando de disimularlo— pero, ¿con qué propósito harías algo así? Quizá si me explicas incluso pudiera ayudarte a dar con la persona a quien querías darle tu número —Salma lanza un suspiro y luego de un eterno silencio, por fin emite palabras.
—Escucha amigo, te lo voy aclarar solo porque es de lo que vivo. Me ayudarías mucho si conoces a una bella chica que le interese. Puedes proporcionarle mi teléfono si desea mis servicios, no sé si comprendas lo que quiero decirte —ella hace una pausa.
Siento como el alma se hunde hasta mis huesos y que el aire me falta. Estoy en serios problemas.
—Mi especialidad es brindarles placer a la señoritas que quieran experimentar sensaciones nuevas o simplemente deseen satisfacer sus necesidades físicas. Eso sí, si tú quisieras alquilarme te costaría el triple, pues lo que a mí me gusta son las chicas...
—Sí ya entendí —acto seguido, Mark cuelga la llamada en seco.
Me observa detenidamente, como si sus ojos fueran dos cuchillos filosos dispuestos a atravesar mi blanda carne. Me ve como si me quisiera matar.
—Mark te juro que...
—Una prostituta —enfatiza con repulsión—, te metiste con una prostituta...
—Hey, alto ahí —detengo sus pensamientos— no sabía que era una prostituta.
—¿Entonces admites que sabes quién es? —Refunfuña. Mi cuerpo se tensa. No puedo negar lo que ya solté como acto de reflejo.
—Sí —confieso en medio de un ahogado suspiro— la conocí la noche que salí con Dafne, aquella cuando fuiste por ambas. Dafne se perdió y la chica solo me ayudó a buscarla cuando se dio cuenta de que estaba desorientada —explico evadiendo su mirada.
Puedo sentir como el color desaparece de mi rostro y los labios se me secan, suplicando por algo de agua, pero en vez de tomar del vaso, intento saciarlos con la poca saliva que puedo producir.
—Ella no te dio su teléfono por casualidad —escupe furioso.
—Pero así fue, lo juro. No pasó nada ni siquiera la llamé, ni siquiera supe cuando me dejó esa nota, la encontré varios días después mientras limpiaba mi bolsa...
—¡Mientes! —Explota. Arroja su teléfono al suelo, partiéndose en mil pedazos —ahora todo tiene sentido.
—No sé de qué hablas.
—De tu actitud. Tu distanciamiento y rechazo a mí, él por qué te niegas a formar una familia conmigo —expresa mientras toma su cabello entre los dedos y los jala en señal de desesperación.
—No, Mark, no te confundas. Sabes porque me he distanciado de ti, y el tema de los hijos lo hablamos desde hace mucho tiempo antes, no intentes culparme de todo.
—¡Cállate! ¡Estoy harto de tus pretextos, Jillian! —Vocifera mientras se acerca a mí—, ¡Te he tenido paciencia y he sido considerado contigo, pero llegue a mi límite! ¡Debí escuchar a mi padre cuando me advirtió que era demasiado blando contigo, pero ahora se hará lo que yo diga porque yo soy tu jodido esposo! —Mark me toma por los brazos y me arrastra hasta el sofá y me avienta contra el.
Intento levantarme, pero me regresa al mismo sitio de una gran bofetada que me desorienta. Percibo un sonido molesto que provoca un dolor en el tímpano y recorre mi quijada.
Luego siento un gran peso sobre mi cuerpo y cuando recupero el sentido de lo que me rodea, distingo a Mark sobre mí, intentado despojarme de la ropa mientras besa mi cuello con rudeza.
—¡Mark, basta! —Suplico aterrada. Lo golpeo en el pecho con la intención de alejarlo de mí, pero no logro moverlo ni siquiera un poco.
Forcejeamos con intensidad, hasta que toma mis muñecas y las aplasta contra la superficie de donde todavía nos encontramos.
Después, Mark lleva sus manos a la bragueta de sus pantalones para desabrocharlos. Aprovecho su momento de distracción para incorporarme de golpe y empujarlo, tirándolo hasta el suelo de forma estrepitosa.
En medio del miedo, reúno el valor y la agilidad para tomar mi bolsa y dirigirme a tomar las llaves del auto para largarme de ahí.
—¡¿A dónde vas?! —Grita enérgicamente al tiempo que se levanta despacio, dejándome saber con sus gestos que se lastimó considerablemente, aunque no tanto como él ha intentado herirme a mí con su comportamiento tan errático.
No le contesto. En lugar de tomarme la molestia de brindarle explicaciones, solo abro la puerta rápidamente, ya que no falta mucho para que termine de pararse y alcanzarme, lo que obviamente, podría resultar peor.
—¡Jillian! —Repite más iracundo.
No pierdo el tiempo y corro para subirme al vehículo que espera impaciente por mí. Al menos mi desesperación causa que así lo sienta yo y parece como si estuviera a kilómetros de distancia, cuando en realidad está a unos cuantos pasos.
Mientras voy al volante, llamo a Leah para asegurarme de que podemos vernos. Para mi buena suerte está disponible. Después de lo que casi ocurre, no pienso en nadie más que en ella para pedir auxilio, pues pensar en contárselo a mi madre o Jared podría resultar mal; además, inexplicablemente me da vergüenza y temor decirles que Mark estuvo a punto de abusar de mí. Esa posibilidad me revuelve el estómago y me da escalofríos.
Leah me da la dirección de la casa de su madre, ya que es su turno para cuidar de ella. Acordamos vernos en un parque cercano, puesto que por obvias razones, no era correcto vernos en aquella casa.
Llego al parque muy rápido y ella ya está ahí sentada esperando por mí, mientras inhala el blanquecino y espeso humo de un cigarro. La lluvia ha cesado y un agradable aroma a tierra mojada me reconforta.
En cuanto la miro, me lanzo entre sus brazos y la beso exasperadamente en los labios.
—Te extrañe —confieso, entre temblores corporales muy pronunciados.
—Yo también —responde al tiempo que reacomoda mi cabello detrás de las orejas—. ¿Qué pasa, Jillian? Te oías muy mal cuando me llamaste. ¿Qué tienes, Jill? ¿Por qué tiemblas? —Pregunta rodeándome con sus brazos.
—Ya empezaron mal las cosas —digo entre sollozos. Lucho lo más que puedo para que el sentimiento no me gane y poder evitar derramar lágrimas.
—¿Qué ocurrió? —Me pregunta exaltada y temerosa.
—Quería hablar con él, pero salió primero con la idea de que quiere tener hijos.
—Wow —Leah se expresa bastante aturdida— ¿y tú que le dijiste?
—Que no quiero. Yo se lo planteé antes de casarnos y ahora sale con que cambio de opinión —hago una breve pausa antes de continuar— pero eso no fue lo peor —enfatizo con un hilo de voz.
—¿Por qué lo dices? —Ella baja un poco la vista para prestarme toda su atención.
—Mark... él... —intento contárselo, pero el recordar sus violentas manos tocando todo mi cuerpo me dan náuseas y ganas de gritar, me reprimo lo más que puedo, pero finalmente golpeo mis piernas para liberar un poco la tensión que llevo acumulada—. Él intentó abusar de mí, Leah. Se volvió loco tan de pronto. No sé cómo pude salir de ahí —escupo mientras me abrazo a mí misma.
Leah abre los ojos y su cara se torna de un color rojizo, veo como muerde el interior de sus mejillas y evade mi mirada con la idea de que no vea su estado.
Empieza a negar con la cabeza y luego la tira hacia adelante, quedando sus hombros a la altura de sus orejas y algunas doradas hebras de su cabello, se mecen al mismo tiempo que el frío viento.
Recarga las palmas de las manos sobre la gastada madera de la banca en la que reposamos y sus nudillos pierden el color por la presión que está ejerciendo sobre la superficie.
—Mierda —murmura atormentada —maldito hijo de perra, cómo se atreve —cierra los ojos con fuerza. Después, golpea la banca con impotencia y se levanta como acto de reflejo— No puedes...no. No, debes regresar con él, Jillian.
—Tengo que hacerlo —mascullo.
—¿Qué?, No. No puedo creer que me estés diciendo esto...
—No, escúchame —interfiero para explicar mis palabras— no puedo seguir aplazando más lo del divorcio.
—Es obvio que no, pero no es necesario que regreses al mismo techo que él. No debes regresar con él, Jillian. Ve con tú madre o con tu hermano, inventales cualquier excusa; es más, yo te pago un hotel o lo que quieras, pero no regreses con él —expresa severamente molesta.
Da pasos de un lado a otro al tiempo que rasca su cuero cabelludo.
Me incorporo de la banca para tomarla por el rostro desorbitado que tiene y así pegar mí frente a la de ella.
—Leah, tengo que hablar con él tarde o temprano. Si me voy, solo lograré acobardarme aún más. Voy a regresar y esta vez no podrá conmigo. No voy a permitirle que intente hacerme daño de nuevo —afirmo con firmeza.
Me escucho convincente, pues parece que mis palabras la tranquilizan un poco; sin embargo, no soy capaz de reconfortarme a mí misma con mis propias mentiras.
—Promételo. Promete que vas a apresurarte. Que no permitirás que te haga daño.
—Lo prometo —complazco sus oídos con la frase que quiere escuchar.
—Es que, lo defiendes tanto que no se si serás capaz —confiesa torciendo el gesto.
—Sé que no es una mala persona. Ha estado bebiendo mucho y recordado a su padre más veces de las que quiero admitir, entre otras cosas que seguramente ignoro, pero sé que no es un mal hombre.
—¿Ves? Ves como intentas justificar sus idioteces —Leah se aparta de mí agarre.
—No lo justifico, Leah, pero lo conozco y necesita ayuda, pero estoy consciente de que no soy la persona indicada para eso —Leah chasquea la lengua como protesta. No le queda de otra más que confiar en mí y desearme la mejor de las suertes.
—Sal de ahí lo más pronto posible —advierte, sujetándome por la nuca y viéndome directo a los ojos.
—Lo haré —aseguro. Acto seguido, nos fundimos en un dulce beso.
Con el sudor sobre las palmas de mis manos, giro el pomo de la puerta para entrar a la casa. Meto primero la cabeza y analizo las posibilidades de riesgo que me asaltan. Como no veo nada relevante, opto por entrar completamente al lugar.
Doy unos cuantos pasos hacia la sala y veo que la televisión está encendida y un hombre está echado despreocupadamente sobre el sofá, ese en el cual me ataco.
Esta dormido profundamente y me percato que sobre la mesita de centro, hay una botella grande de tequila con una cuántas gotas acumuladas en el final de la misma.
«Otra vez este bastardo bebiendo», gruño internamente.
Me apresuro para subir hacia la habitación y atrancar la puerta para asegurarme de que no entrará tan fácilmente, si se despierta en algún momento de la noche.
Entro al baño para ponerme el pijama y enjuagar un poco mi rostro. Me veo al espejo y no soy capaz de reconocer a la persona que se refleja sobre él.
Físicamente me veo exhausta, las bolsas debajo de los ojos están más pronunciadas y oscuras, mis labios resecos me dan un aspecto enfermo y el cabello esta sin brillo. « ¿Qué me he hecho? ¿En qué momento me perdí a mi misma? ¿Cómo llegue hasta aquí?». Las lágrimas ruedan por mi cara a toda velocidad.
No puedo evitar sentir lástima por mí. Una presión se hace presente en mi caja torácica y por ende, mi cuerpo tiembla levemente. Comenzaba a sentirme mejor gracias a Leah y a su compañía, pero todo se vio estropeado con el regreso de Mark y su actitud reprobable.
Me reprocho a misma mientras continúo viendo mi propio reflejo y me vuelvo a preguntar qué fue lo que hice conmigo, repitiéndomelo una y otra, y otra vez.
«En que momento dejaste de ser la Jillian valiente y rebelde que no permitía que nada ni nadie la lastimara, mírate ahora: has roto tus propias promesas, eres una mierda de persona. Eres frágil y estúpida, incapaz de hacer algo bien ni siquiera por ti. Te han lastimado, te han hecho sentir menos y te han humillado por lo que eres, y sigues fingiendo que no pasa nada. Mereces sufrir, por idiota»
Me dejo llevar por el llanto y una serie de emociones que vienen a mí como una tormenta que arrasará con toda mi cordura. Me siento impotente, frustrada, culpable, triste, fastidiada y solo quiero tener una vida normal y tranquila como cuando era una niña.
Poco a poco dejo caer mi cuerpo sobre el suelo frío y húmedo del baño, mientras reposo las rodillas sobre mis sienes a la vez que sigo llorando.
De pronto, despierto sobre el suelo, y caigo en cuenta que dormí unas cuantas horas en este espacio, por lo que dejo que el sueño me venza sobre la comodidad de mi colchón, no sin antes llorar por otros varios minutos hasta que lentamente, pierdo la conciencia.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro