2. Esencia.
El hospital general es un lugar donde se me ha brindado gran crecimiento profesional. Llevo trabajando en el un poco más de cuatro años. Mi carrera la cursé en una de las universidades con más o menos prestigio de la ciudad, puesto que era lo que mis padres podían pagar. A pesar de ambos tener carreras profesionales, se les dificultaba un poco hacerse cargo de los gastos de la casa, de mi carrera y la de mi hermano Jared. Nunca quise presionarlos, así que me conforme con estudiar ahí.
Me hubiera gustado poder estudiar en una escuela con mayor categoría, pero para eso habría tenido que obtener un trabajo de medio tiempo e irme de la ciudad para pagar una mejor escuela, además de hacerme cargo de los gastos de estudiante foráneo que ello implica; cosa que se vio obstaculizada por la idea de mi padre de que yo no trabajara y descuidara la escuela por esa razón, y también para mantenerme controlada y que mi rebeldía no me causara distracciones. Así que me esforcé por aprender todo lo posible en dicha institución.
Me fue bastante bien con mis calificaciones y no tarde en encontrar un puesto en el hospital, y para antes de casarme yo ya me estaba formando como química bióloga, realizando el único sueño por el cual realmente me había esforzado. Desde la universidad sabía que mi meta era trabajar aquí; es de las pocas cosas en mi vida de la cual me siento orgullosa por haber hecho.
Es un hospital grande y bastante ordenado para ser tan amplio, pero de igual forma no se salva de los grandes inconvenientes que un hospital tiene cotidianamente. He visto y escuchando infinidad de casos desconcertantes que en la mayoría de las veces prefiero no recordar; siempre entierro lo peor de estar aquí para que no me afecte.
En ocasiones, me pregunto cómo es que los doctores y las enfermeras saben manejar sus emociones, pero al no entenderlo, yo solo me alegro de no estar en sus zapatos, pues no hubiera sabido manejar el dolor y no hubiera tenido la valentía suficiente para no involucrarme demás con algún caso. Amo mi trabajo que solo se limita a sacar muestras sanguíneas o de orina para ser analizadas.
Abro la puerta de un pequeño cuarto que debo compartir con el resto de mis compañeros del hospital. Para nuestra buena suerte, tenemos todo lo necesario para sobrevivir jornadas largas de trabajo.
Noto que mi amiga Dafne llega antes que yo, ya que las luces están encendidas y una laptop parece en reposo, además sus cosas son las únicas que se muestran a la vista. No hay nadie más, al parecer somos las primeras en estar aquí. La estancia —como la llamamos— es un lugar bastante pequeño, no pasamos demasiado tiempo ahí ya que la mayor parte del día estamos en el laboratorio analizando muestras. El sitio es de un color azul claro con un par de escritorios y una cocina que queda justa al escaso espacio, donde podemos reconfortarnos con una taza de café.
Tomo una de las tazas que usualmente utilizo, y comienzo por encender la cafetera para preparar los ánimos antes de comenzar a trabajar en el laboratorio.
Poco a poco me pierdo en mis pensamientos recordando lo del aniversario que había ignorado. Tengo escasos días para buscar y elegir un regalo acorde a la ocasión para Mark. No me siento muy inspirada así que no tengo la más mínima idea de que pudiera darle. Prácticamente lo tiene todo y yo solo puedo pensar en regalarle alguna corbata o cualquier otra cosa que complemente algo de lo ya tiene.
—¡Jillian! —Me exalto y finalmente recobro el sentido de lo que me rodea.
—¿Qué pasa? —respondo rápidamente.
—¿Estás bien?
—Claro, discúlpame, solo estaba pensando —musité.
—Oh, ¿En qué pensabas? ¡No me digas!, seguro en tu aniversario, ¿cierto? —bien, sé que no es correcto que ella recuerde con más facilidad mi propio aniversario.
—Si... —admito desganada.
—¿Qué te pasa Jill? Te noto como... ida —se nota que con el paso del tiempo, ella ha aprendido a reconocer mis actitudes, me sorprende que lo haga tan bien—. Dime en que pensabas ¿Segura que no olvidaste el aniversario?
—No, solo pienso en que obsequio darle a Mark. Ya se me agotaron las ideas —como no queriendo la cosa, Dafne solo asiente.
—Si tú lo dices. No creo que sea un gran problema, a él le gustará cualquier cosa que decidas regalarle —resignada, se dispone a sentarse en una de las sillas mientras posa su típico vaso térmico con café recién preparado—. Volviendo al tema, ¿qué harán en su aniversario esta vez?
—Honestamente aún no estoy segura. Le dije a Mark que me gustaría que fuera sorpresa —confieso mientras me encojo de hombros y cruzo los brazos— Si, no puedo ocultar la emoción de celebrar cuatro años de matrimonio.
—Eres la mujer con menos emoción que he visto por su aniversario. No recuerdo algún año en el que te haya visto ilusionada.
—Sí bueno, ya sabes lo que dicen, con el tiempo todo se vuelve rutinario y se pierde la ilusión de esas primeras veces —Dafne me ve profundamente, como tratando de descifrar mis palabras, pero al no lograrlo solo suspira.
—No creo que eso deba pasar. Yo aún no me caso con Carlos pero cada aniversario de novios es importante para ambos, y en lo personal me sigue emocionando a pesar de estar con él desde hace seis años.
—Pues tú misma acabas de descubrir el secreto. No te cases —bromeo con ella mientras le guiño el ojo. Al parecer eso funciona para amenizar el ambiente puesto que solo se limita a reír.
—Por cierto, Carlos y yo iremos al cine este fin de semana y creímos que tú y Mark quizá quisieran venir con nosotros.
Admiro la relación que Dafne y Carlos tienen. Los he visto unas cuantas veces y soy testigo del amor incondicional que se tienen el uno al otro. Irradian felicidad cuando están cerca, de hecho hasta me ponen de buen humor.
Dafne es una chica con una belleza sencilla: su piel morena y cabello ondulado color bronce le da un aspecto de adolescente, que está enamorada y que sonríe la mayor parte del tiempo cuando menciona a su amado.
Lo que sé de ellos es que están saliendo desde hace seis años y se conocieron en la universidad. Irónicamente ambos estudiaron en la misma escuela que yo, pero en el turno vespertino porque ambos trabajaban por las mañanas; es por ello que no los recuerdo, pues nunca coincidimos.
En ese preciso momento, recuerdo un compromiso el cual hubiera preferido olvidar para poder aceptar la invitación de Dafne, y así escaparme del próximo evento del fin de semana.
—Me encantaría poder decir que sí —suspiro cabizbaja— pero este fin de semana es cumpleaños de la cuñada de Mark y harán una comida familiar en casa de su madre —Dafne sabe que no tengo la mejor relación del mundo con la familia de mi esposo, por lo que hace un gesto de compasión.
—¿La esposa de su hermano? —pregunta.
—Sí..
—¿Con la que peleas cada vez que se ven?
—No me peleo con ella, solo tengo pequeños desacuerdos... —digo, mientras mi sarcasmo sale a flote de la manera más sutil que puedo expresar.
—Sí, claro. Ya muero por saber la causa del nuevo desacuerdo y el final de la historia —Dafne se levanta dirigiéndose a la puerta mientras se ríe y me hace señas para acompañarla fuera—. Vamos, hay que ir al laboratorio, nos espera un día largo.
La mañana pasa tranquila sin inconvenientes; en un ir y venir de aquí para allá, recolectando muestras de los pacientes. De vez en cuando, tenemos que ir personalmente a los cuartos de los internos a sacar las muestras debido a la situación delicada de algunos pacientes.
Después de terminar de hacer uno de los procedimientos, en una de las plantas más altas del edificio, me dirijo al laboratorio para continuar con la lista de las personas programadas para realizarse sus respectivos análisis clínicos. Voy a la recepción del laboratorio y busco la lista de citas para anunciar a la siguiente persona.
—Bella Smith —vocifero. En ese instante, una joven de cuerpo delgado pero atlético, con cabello corto y de color rubio tan claro, que se puede confundir fácilmente con el blanco, se adentra y al mirarme, su sonrisa se extiende de oreja a oreja.
No sé qué tienen las mujeres con ese aspecto, pero al verla me impresiono; es extremadamente bonita. Su perfecta anatomía cubierta por ropa de látex color negra y un delgado suéter blanco, deja apreciarse en todo su esplendor. Olvidé hasta como respirar.
—Buenas tardes —sigue sonriente. No sé si son mis nervios o si su saludo insinúa algo más que un gesto educado.
—Buenas tardes, sígueme por aquí —indico, mientras señalo el pasillo que nos lleva hacia el cuarto donde se llevan a cabo los análisis—. Toma asiento.
Inmediatamente hace caso a la indicación. Mientras preparo la instrumentación para sacar muestras de sangre, siento como Bella prácticamente me escanea. Aunque trato de ignorarla, no puedo evitar sentirme halagada, percibiendo como mis mejillas se ponen rosadas.
Me giro para continuar con las instrucciones correspondientes y cuando lo hago, la veo sonreír como si estuviera coqueteando conmigo; automáticamente correspondo devolviéndole la sonrisa, pero recuerdo que debo ser profesional y no mezclar de forma imprudente las emociones con el trabajo, así que sacudo levemente la cabeza y continúo con el procedimiento.
—Sube la manga del suéter por favor.
—Como digas, Doc., creo que será más fácil si me lo quito —responde de forma seductora. Observo como saca los brazos de las mangas y deja al descubierto sus hombros, lleva puesta una blusa de tirantes que permite una vista más amplia de su torso muy bien definido y ligeros músculos. Quedo hipnotizada por unos segundos, pero al darme cuenta de mi imprudencia trato de disimularlo rompiendo el hielo.
—Se nota que te cuidas. ¿Haces mucho ejercicio?
—Sí, estoy comenzado en un equipo de gimnasia para competir. Es por eso que estoy aquí, ya sabes, pruebas de que estoy sana.
—Sí, claro —me dispongo a colocarle la banda elástica sobre su brazo. Me asombra la firmeza de éste. Antes de cometer más equivocaciones, rápidamente procedo con la extracción de sangre para la muestra.
—Listo, ya está —digo mientras retiro la banda.
—Eso fue rápido y no dolió nada. Tienes muy buena mano —me quedo en blanco, sin saber cómo responder ante semejante comentario; por lo que solo se me ocurre reír nerviosamente a la vez que ordeno mis herramientas de trabajo, de forma tan torpe que parece que ella se da cuenta.
—Tienes una pluma —pregunta repentinamente.
—Claro —extiendo la mano para que la tome. Continuó preparando el material para recibir a la siguiente persona, y cuando volteo para decirle los tiempos de entrega de sus resultados, la veo dándome la pluma de regreso y con ella, un papel con número telefónico. Me quedo pasmada.
—Quizá puedas llamarme después —sugiere, sin dejar esa maldita sonrisa que hace que mi corazón se acelere. Dudo un momento sobre qué hacer; en verdad quisiera poder tomar su número, pero sé que no debo.
—Disculpa —la interrumpo en contra de mi propia voluntad— pero yo... yo estoy casada —confieso mientras bajo un poco la mirada.
—Oh, no te preocupes, no tengo problema con eso —responde mientras guiña un ojo. Su actitud me provoca inmensamente y de nuevo dudo sobre si tomar el número o no, pero recuerdo a Mark y una sensación de culpa repentina me asalta.
—Bueno es que yo... yo tengo esposo... —finalmente le digo. La piel blanca de su cara se torna rosada y posa la mano sobre su frente mientras ríe tímidamente.
—Dios, lo siento tanto yo pensé que, ya sabes...
—No, no te disculpes no hay problema, lamento si yo también me comporte inapropiadamente.
—No claro que no, solo fuiste amable, así que yo me confundí un poco. Lo siento mucho, estoy avergonzada. En fin, ¿cuándo puedo venir los resultados?
—En dos días.
¬—Perfecto ¬—contesta a la vez que toma su suéter y se lo pone tratando de bajar el color rojo de su cara, echando aire con sus manos y sonriendo de nuevo—, regreso en dos días. Otra vez ofrezco mis disculpas.
—No te preocupes, no pasa nada. Te veo en dos días.
Salimos del cuarto y la acompañó hacia la salida. Me quedo en el escritorio para mencionar a la siguiente persona y veo como se aleja, noto su pena desde la distancia y no puedo sentirme más que culpable.
Sé que mi comportamiento no fue el adecuado y de cierta manera influí y en su reacción, pero Mark vino a mi mente y él no se merece algo así. Ya bastante mal me he comportado como para añadir algo más a la lista.
He visto a tantas mujeres hermosas con las que me he sentido atraída, tentada por ceder ante el deseo que mi cuerpo experimenta cada que tengo una oportunidad, pero he tratado fervientemente de controlar mis impulsos —aunque he flaqueado en algunas cuantas ocasiones— e intento mantenerme firme.
Pasan dos días y Bella regresa por sus resultados, ella solo ríe tímida al notar que soy yo con quien vuelve a encontrarse. Se limita a decirme buenas tardes y a tomar el sobre para simplemente alejarse lo más veloz que le es posible. Simplemente no pude decir nada más, solo me quedo en silencio con un deseo reprimido de poder corresponder a su invitación; supongo que no volveré a verla y es mejor así.
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