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19. Espera.

Poco a poco he ido recuperando los ánimos: la soledad me sienta de maravilla y el trabajo se torna menos apático. Pero incluso así, las noches no dejan de ser pesadas.

Me llena de ilusión saber que tendré la oportunidad de ver a Leah de nuevo, pero al mismo tiempo, estoy contrariada con esa idea debido a lo que me queda de moralidad.

Estoy recorriendo una espiral infinita de emociones que parecen no tener un final; sin embargo, lo único seguro es que Mark siempre estará acompañándome en el trayecto. Más apegado a mí que mi propia sombra.

Después de un día cansado y con la grata certeza de que tendré la televisión para mi sola, llego a casa. Con la derrota sobre los hombros, dejo caer mi cuerpo a lo largo del sillón. Tomo el control remoto de la mesita del medio y comienzo a rebuscar entre todos los canales por algo entretenido que ver.

Escucho como mi celular vibra y suena al mismo tiempo, pero intento enfocar mi vista a la televisión mientras el tintineo continúa sin parar. Enervada, me rindo y finalmente me digno a tomar mi teléfono para contestarle a Mark: hay treinta mensajes de él y uno más de un número desconocido, el cual no conservo dentro de mis contactos; pero sé con exactitud de quien se trata por el contenido del texto: «¿Sigue en pie la salida este fin de semana? Atentamente: Leah»

Parpadeo un par de veces para calmar mis ánimos y vuelvo a leer el mensaje una vez más, hasta que me convenzo de lo que acabo de mirar. No tengo ni la más remota idea de cómo consiguió mi número, pero me impresionan sus habilidades para obtenerlo sin que me lo sospechara.

Ideo y formo las palabras que no delaten mi alteración. Debo recordar ser cuidadosa. El acceder a salir después de lo de su padre, no debió ser nada fácil: «Claro, pero no te sientas comprometida. Si no estás de ánimos, yo entenderé»

Tardo varios minutos en obtener una respuesta, pero cuando finalmente llega, rápidamente lo veo y contesto en ese preciso instante.

«—La muerte de mi padre no es algo que vaya superar de un día a otro. Guardo su memoria con respeto, pero también quiero recuperar mi vida. Aunque no haya mucho que rescatar.

—Está bien. Iremos un par de horas por lo menos. ¿Te parece?

—Me parece perfecto. Si quieres, te envío la dirección de dónde me quedo y te veo aquí. Podemos prepáranos en casa y luego salir.»

Pauso todos mis sentidos. Me dije a mi misma que no me quedaría a solas con ella para evitar situaciones erróneas, pero después pienso que solo me estoy predisponiendo a una situación de la que sé, puedo salir victoriosa sin tener que lastimar a nadie más.

Debo confiar en mi fuerza de voluntad.

«—De acuerdo, pásame la ubicación y te veo ahí el sábado.

—Perfecto. La enviaré ese día.

—Una pregunta más, ¿cómo conseguiste mi número?

—Digamos que le debo un favor a Dafne. Puedes culparla a ella. Nos vemos pronto»

Sostengo el celular mientras sonrío de oreja a oreja. Me siento tan contenta y emocionada. Las mariposas dentro de mi estómago, revolotean impasibles por que llegue el día de nuestro encuentro.  Hace tanto tiempo que no sentía la adrenalina y alegría que una cita provoca.

Muerdo mi labio inferior y acerco a mi pecho el celular, como si fuera el mismísimo corazón de Leah; el cual añoro retener por siempre.

Cierro los ojos y comienzo a imaginar que esta frente a mí: un cosquilleo emerge de mi vientre y recorre mis piernas. Inmediatamente abro los ojos y el miedo se apodera de mí. No puedo ni debo concebir ideas distintas a un simple encuentro nostálgico.

No debo permitirme olvidar el dolor que su egoísta desaparición causó en mí, cómo tomó mi corazón y lo estrelló contra el suelo rompiéndolo en mil pedazos. Si mantengo ese recuerdo, espero ser capaz mantener al margen mi afecto por ella.

Llega el fin de semana, y me paso toda la mañana esperando a que Leah me envíe la ubicación del lugar dónde quiere que nos encontremos, pero no la recibo.

Miles de pensamientos divagan en mi mente: quizá esté ocupada con su madre y hermana, probablemente Kate no podrá cubrirla esta noche, o simplemente se arrepintió y no encuentra la manera de decírmelo.

Mantengo la cabeza ocupada haciendo la limpieza en la casa, pero a cada momento que puedo reviso mi celular con la esperanza de encontrar un mensaje, una llamada o cualquier tipo de señal.

De pronto estoy guardando la ropa en el mueble de la habitación, cuando escucho que mi celular suena y rápidamente voy corriendo para contestar, pero la decepción me invade cuando veo que es Mark quién me llama.

—¿Dime? —Atiendo molesta y desilusionada.

—Hola. ¿Cómo estás?

—Estoy bien.

—Me alegro —guardamos un silencio sepulcral y yo no tengo los ánimos para romper la tensión entre nosotros. Al contrario, espero que sienta mi poca disposición para mantener una conversación con él.

—¿En verdad está todo bien? Me parece que estás bastante distante.

—Mark, no creas que porque volví a casa las cosas serán como si nada hubiera pasado. Aún estoy procesando todo. —Tras hacer mención a la discusión, oigo un sonoro suspiro.

—De  acuerdo. Tomate el tiempo que necesites, solo no olvides que te amo.

—No olvido nada —mascullo tajante. No percibo sonidos de su parte, sino hasta varios segundos después.

—Bien...Cuídate. Nos vemos pronto.

Termina la llamada y siento como una roca se posa sobre mis hombros. Esta situación se torna cada vez más difícil de lidiar.

Cuando veo de nuevo el celular, noto un mensaje de Leah con la ubicación, seguido de un mensaje:

«Te veo a las siete. Podemos arreglarnos aquí antes de salir. Cuídate».

Suspiro de alivio y mi molestia se desvanece rápidamente. No falta mucho para que llegue la hora a la que me indicó, así que me apresuro para tomar un baño y arreglar una bolsa con ropa y maquillaje que será útil.

Una vez fuera del baño, tomo una maleta del closet y busco algo que sea acorde a la ocasión. Veo un par de vestidos completamente nuevos que Mark me ha regalado y que no me he probado, ya que no son mi estilo. Sin embargo, considero que es una oportunidad de usarlos y hacer algo diferente con Leah.

Ambos vestidos son cortos y ajustados. Uno de ellos es de color azul oscuro, con tirantes delgados, un escote en la espalda y cuello V en el frente; con pequeñas piedras brillantes del mismo color en su alrededor. La falda tiene delicados holanes que dan una linda figura a la cintura. El otro vestido queda pegado al cuerpo y es de color verde olivo con mangas cortas y hombros descubiertos, es completamente liso con cuello redondo.

Tomo el escaso maquillaje que he coleccionado, que está casi nuevo por falta de mi interés en usarlo, algunas pulseras y aretes, además de uno que otro perfume. Salgo de la casa a toda velocidad, presionada por no llegar tarde.                           

Nerviosa, toco la puerta y Leah me recibe con una gran sonrisa. Me hace una señal para entrar y doy unos cuantos pasos hasta quedar inmersa en la casa.

Es un lugar muy pequeño pero acogedor, tiene tonos beige y café claro.

—Así que, ¿Esta es la casa de Kate? —pregunto curiosa.

—Sí. Aquí me quedo cuando no estoy en casa de mi Madre.  Ella tampoco quiere descuidar esta casa.

—Tiene lógica —me muevo entre el poco espacio de la sala, buscando un lugar donde establecerme.

—Puedes dejar tus cosas por aquí.

Leah camina a una de las puertas que quedan cerca y me hace indicaciones para que la siga. Es un cuarto muy pequeño con una cama matrimonial y un tocador de color blanco.

—¿Qué es lo que hay en la maleta? —dice apuntando a la gran bolsa que llevo.

—Ropa y maquillaje —contesto mientras me encojo de hombros

—¿Puedo ver?

—Desde luego. Los traje para utilizarlos esta noche —se acerca a la maleta y la coloca sobre la cama para abrirla. Empieza a revisar las cosas hasta que llega a los vestidos y los saca para examinarlos con detenimiento. Frunce el ceño y luego alza una ceja.

—Es una broma, ¿no?

—No —digo convencida—, es noche de chicas. No nos hará daño lucir diferentes por una vez.

—Hace mucho que no uso un vestido. Es más, no te recuerdo a ti usando alguno. ¿De dónde los sacaste?

—Mark me los ha regalado. Jamás los he usado. Supongo que a veces quiere  verme usar algo más que solo pantalones —digo con sarcasmo.

En realidad, creo que si lo hace a propósito, como si intentara cambiar mi forma de vestir de forma sutil. A pesar de decir que me ve bonita y me acepta como soy, sé que mi ropa y ciertos aspectos de mi personalidad, le inquietan— hay que intentarlo, será divertido. Será como una fiesta de disfraces.

—Está bien —afirma a la vez que ríe y niega con la cabeza.

Termino por sacar todo y la hago elegir uno de los vestidos. No muy convencida opta por el azul. No me quedo conforme porque era mi opción principal, pero prefiero darle ventaja y quedarme con el vestido verde.

Mientras Leah se da un baño y se viste, me esfuerzo por maquillarme lo más decente posible: pongo sombras color café y dorado, me delineo, pongo base y polvo; pongo máscara de pestañas y un poco de rubor. Lo hago rápidamente ya que como no es mi fuerte, no me intereso en poner mucho empeño en ello. 

Decido llevar el cabello suelto y completamente liso con la mitad del peinado hacia un lado. No muy conforme con mi apariencia final, me retiro del espejo con la intención de ponerme el vestido, cuando escucho que una puerta se abre: es Leah entrando al cuarto con el cabello mojado y con el vestido ya puesto. No recuerdo ni una sola vez haberla visto de esta forma.

Me quedo atónita por su apariencia, pues siempre estuve acostumbrada a verla vestida con pantalones y camisetas holgadas que de todas formas, la hacían ver linda. Sin embargo, con esta nueva imagen, no puedo negar que sin importar las prendas en las que se enfunde, siempre tendrá esa belleza versátil e hipnótica que cautivaría a cualquiera.

La respiración se me corta y la observo en silencio con los ojos abiertos de par en par.

—¿Tan mal me veo? —Inquiere defraudada.

—Claro que no. Te ves bien —la ánimo moderadamente, limitando mis halagos para no descubrirme. Intento restarle importancia a esta primera impresión y vuelvo para tomar el vestido.

—Es mi turno para cambiarme. Ve secando tu cabello para peinarte —indico, como si realmente fuera una experta en el tema.

Salgo del cuarto y me adentro al baño para entallarme la prenda ajustada al cuerpo que me quedó como opción.

Sacudo mi cabeza para intentar despejarme de los pensamientos impuros que me asaltan por causa de Leah y su torneada figura. Debo controlarme a como dé lugar, sé que soy fuerte y capaz de ignorar mis deseos.

Regreso a la habitación, donde Leah está con la secadora para eliminar la humedad de su cabello. Una vez listo, la invito a sentarse para comenzar a transformar su destellante melena rubia. Tomo unas pinzas rizadoras y comienzo a tomar mechones grandes y a enrollarlos para formar espirales uniformes. Al término del proceso, cepillo el cabello para deshacer un poco lo rizos, y así crear unas ondas sutiles que combinan a la perfección con su corte más abajo de la mandíbula.

En cuanto al maquillaje, hago prácticamente lo mismo que conmigo: en los ojos aplico sombras azul eléctrico con negro para que de ese modo, resalte el color azul claro de su mirada.

Me mantengo muy cerca de su rostro mientras aplico el maquillaje, lo que me da oportunidad de observar con detenimiento el contorno de su cara hasta bajar por sus clavículas bien definidas. El aroma de su piel se intensifica y aprovecho incluso, para echar un pequeño vistazo dentro de su escote: los vellos del brazo se me erizan notoriamente.

La suavidad de sus labios me invita a comprobar su sabor. Cuando me doy cuenta de las cosas que pasan por mi mente, me quito repentinamente del frente y camino lejos para despabilarme.

—Ya estás lista —musito girando la vista lejos de su físico.

Se voltea para verse al espejo. Se ve realmente hermosa como siempre, solo que en una presentación diferente pero sin perder su esencia. Su belleza me deja sin palabras, aunque parece que ella no se siente cómoda.

—¿Qué pasa? ¿No te gusta?

—¿No-no te parece demasiado? —Pregunta mientras esboza muecas y se ve en todos los ángulos posibles, tratando de convencerse que no hay nada raro en ella.

—Puede ser, pero ese es el punto. Es solo por esta noche —intento tranquilizarla. Se encoge de hombros y luego sonríe.

Terminamos de ordenar un poco el desastre que ocasionamos y después salimos de la casa hacia el auto para irnos a lo que será, una noche memorable.

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