16. Celos.
Mi vida ahora es una perfecta bola de estambre enmarañada por mis propios caprichos. Sin dudas, yo me he encargado de enredarla a sabiendas de que después será difícil intentar regresarla a su forma original.
Cada día me siento con menos energía, irritada y físicamente me veo demacrada. Las noches son difíciles de sobrellevar pues no dejo de tener sueños dónde aparece Leah. En ellos hablamos tranquilamente al principio, pero después nuestra irrisión se apodera de la calma para luego darle a paso al frenesí mediante besos y caricias.
Amanezco empapada en sudor y el pecho me duele como si una fuerza exterior se instalara sobre el. Lloro desconsoladamente al caer en cuenta de mi realidad, situación que debe permanecer oculta para evitar que Mark se percate de mi decadente estado de ánimo.
La rutina en el hospital se hace más pesada por culpa de mi agotamiento, me cuesta permanecer concentrada y siempre estoy alerta por si veo pasar a Leah por los alrededores; sin embargo, la veo andar a ella y a Kate de vez en cuando y si me miran, ambas me ignoran.
Me pregunto si en algún momento Leah tendrá el valor para enfrentarme después de nuestra conversación, aunque siendo sincera, si lo hiciera no sé cuál sería mi reacción, incluso he llegado a pensar que sería buena idea acercarme yo sin saber cómo aclarar el panorama. Soy la confusión personificada.
Estoy de pie mientras emito un satisfactorio bostezo —producto del cúmulo de noches desaprovechadas—, en uno de los pasillos. Aguardo prácticamente cómo un depredador en la caza de su presa, observando cómo las personas esperan sentadas en las sillas de la sala de espera, doctores y enfermeras conversando, otros corren para atender alguna emergencia y yo, solo espero por verla aunque sea desde lejos.
—¿Jillian? —escucho que alguien pronuncia mi nombre a mis espaldas. Es Leah.
—Oh... Hola —saludo en medio de un brinco exaltado por su repentina presencia. Inteligentemente, es lo único que se me ocurre decir.
—Hola —saluda dubitativa. No decimos más. El ambiente es muy tenso entre nosotras.
Puedo deducir que recuerda que fue lo qué pasó aquella noche que nos confrontamos. Se ve avergonzada pero aun así, sigue viéndose hermosa.
—Escucha yo... —menciona respirando hondo, como si quisiera tomar valor para hacer algo— siento mucho lo que pasó la otra noche. No fue mi intención hacerte sentir incómoda.
—No hay problema, ya quedó atrás —digo decepcionada.
«Claro que te importa, Jillian. Ha confesado que todavía siente algo por ti, ¿Por qué te empeñas en hacer como si nada?. Mark» me cuestiono y me respondo a la vez.
Lo único que me queda ahora es restarle importancia y continuar cómo si aquella confesión nunca hubiera pasado.
—Pero no me retracto de lo que dije —enfatiza, alzando su mentón y demostrándose muy segura de lo que dice. Me asombra que después de todo siga firme.
Abro los ojos como platos y me quedo ensordecida por lo que acabo de escuchar.
—¿Qué? —le pregunto atontada.
—Mira, sé que estábamos muy ebrias para hablar sobre esto. Nos gritamos una a la otra y no fuimos capaces de escuchar, pero es demasiado tarde para negar lo que ya dije.
—Leah yo... estoy casada —reafirmo mi situación en un hilo de voz.
—Lo sé. No te lo dije ni te lo digo ahora para cambiar algo. Solo quiero que sepas que estoy muy avergonzada por cómo reaccioné y además, no quiero que sigas pensando que te abandone como sino me hubieras importando, porque te juro que no es así.
—Leah, te entiendo completamente, pero tu abandono no es algo que vaya a olvidar de la noche a la mañana. Me rompiste el corazón en mil pedazos. No es fácil para mí dejarlo pasar y ya —Leah se queda sin pronunciar ni una palabra, me ve con una dulce mirada hipnótica. Yo solo puedo admirar sus ojos azules, quedándome deseosa por sumergirme en ellos.
—Bien —asiente en señal de entendimiento.
Me parte el corazón el tener que negarme cualquier oportunidad a su lado después de decirme que aún tiene sentimientos por mí, pero es verdad que no puedo olvidar tantos años de sufrimiento cuando decidió dejarme; sin mencionar el pequeño detalle de que estoy casada.
Leah se aleja del lugar y yo siento como el alma se desgarra en mi interior, quiero detenerla, quiero detener el tiempo para ser capaz de decirle algo, pero no soy libre de corresponderla. Ya he cometido muchas equivocaciones durante mi matrimonio y no hay día que no lo recuerde. Debo ser fuerte y continuar.
Llego a casa exhausta y con la cabeza llena de marañas por tantos líos en los que me he metido en tan poco tiempo. No tengo demasiados ánimos de llegar, pero es donde sé que puedo desahogarme con mayor tranquilidad, pero me doy cuenta de que Mark ha llegado antes que yo, lo que es inusual.
Escucho ruidos en la cocina así que voy ahí y lo primero que veo es a Mark sentado sobre uno de los taburetes de la barra, con una botella enorme de lo que parece ser whisky y un vaso casi a terminar en su mano, mientras su cabeza está apoyada con la mano contraria. Algo no anda nada bien, ya que no es alguien que beba recurrentemente y sin razón.
—Mark, ¿estás bebiendo?
—Eso parece, ¿no? —su respuesta irónica y grosera me sorprende, puesto que no suele portarse así conmigo ni si quiera en los momentos en que lo he visto ebrio; aunque han sido escasos. Aun así, las últimas semanas ha estado comportándose rudo e indiferente conmigo.
—Sí, eso parece. Pero, ¿por qué? ¿Estás bien?
—Es evidente que no lo estoy —se toma el último trago que queda en el vaso y sacude su cabeza. Me empiezo a poner nerviosa.
—¿Qué pasa? —me acerco un poco a él con el presentimiento de que no es conveniente, pero de todas formas lo hago.
—Tú dime, Jillian —alza la vista hacia mí. Sus ojos están rojos. Puedo darme cuenta que estuvo llorando quien sabe por qué tanto rato.
—No tengo idea, ¿quieres explicarme? —Mark lanza una risa ahogada llena de ironía. Deja caer una mano sobre la barra de la cocina, causando un estruendo que me hacer dar un ligero brinco.
—No te hagas la tonta, Jillian.
—¿De qué demonios hablas Mark? No entiendo nada.
—Ah, ¿no? ¿No tienes ni la más puta idea de por qué estoy tan molesto?
—No, no sé —reitero. Mark niega con la cabeza lentamente. Se sirve más whisky llenando el vaso hasta el tope e ingiere la mitad de un solo golpe—. Mark ya basta —termino por acercarme a él e intento arrebatarle la botella, pero la aleja de mí rápidamente.
—¡¿Desde cuándo?! —grita fuera de sí al tiempo que se levanta del asiento.
—¿Qué? ¿Desde cuándo qué?
—¿Desde cuándo ella está aquí? —su voz apenas logra entenderse. Me doy cuenta que le cuesta mucho hablar en su estado y por lo molesto que está, pero en cuanto escucho y caigo en cuenta que pronuncio la palabra «ella» me percato que ya lo sabe. Sé que no tengo salida y no vale la pena esconder lo obvio. Respiro hondo.
—No... no sé, unas semanas, quizá —titubeo como puedo ya que un nudo en la garganta se ha formado en mi interior.
—¿Semanas? ¡¿Y no me lo dijiste?!
—¡No le di importancia Mark! —termino por exasperarme dada la tensión— además, ¿cómo lo supiste? ¿Acaso me estás espiando? —inquiero con la clara intención de desviar el tema hacia un camino que no me haga ver como la única mala del cuento.
—No, Jill ¡Fui al maldito hospital para sorprenderte y te vi ahí con ella! ¡No sabes cuantas malditas ganas tenia de agarrarla por el puto cuello!
—¡Mark! —interrumpo antes de que siga relatando sus horribles pensamientos.
Está fuera de sus casillas y jamás había visto ese lado tan neurótico desde que lo conozco. Es imposible que esta persona sea él.
—Creías que me podías ver la cara de idiota, ¿verdad? —se levanta de la silla y se dirige a mí. Doy pasos hacia atrás—, dime, mi amor ¿Cuantas veces han cogido? —en ese instante, formo un puño con mi mano y golpeo a Mark en la cara con toda la ira que su ofensa me provoca.
Su cara se tuerce y vuelve su mirada llena de rabia. Me toma de los brazos y me empuja acorralándome en la pared; cómo consecuencia del impacto suelto un grito de dolor.
—¡¿Te morías de ganas por que te cogiera, no?! ¡Por eso estabas distante conmigo maldita puta! —escupe en mi rostro. Saliva excesivamente como si de un perro rabioso se tratara.
Pasan por mi mente miles de movimientos para defenderme, pero mi asombro y miedo por no reconocer a quién dice ser mi esposo me paraliza; sin embargo, mi sentimiento de enojo y autodefensa, me ayuda para reunir una cantidad considerable de saliva y escupirle justo en la cara. Como acto de reflejo, Mark me suelta, liberándome, y en cuanto puedo me alejo de él velozmente. Escucho como viene detrás de mí.
—¡No te me acerques! —advierto, tomando las llaves de mi auto que anteriormente había depositado en la vasija cerca de la puerta.
—¡¿A dónde crees que vas?! ¡Seguro vas con ella! —el rostro de Mark se pone morado y noto que sangre sale de la comisura de sus labios. Esto está llegando muy lejos.
—¡Sí! ¡Y si te interesa saberlo, ella regreso por su padre! ¡Él está muriendo, fue una estúpida casualidad encontrarla, pero si te hace feliz creer que me acuesto con ella no me importa! —mis palabras causan que con más razón su histeria crezca y que rápidamente se dirija a mí.
Abro la puerta tan rápido como mi miedo me lo permite y salgo corriendo para subirme al carro. Lo cierro y arranco dejando a Mark en la entrada de la casa, solo observando cómo me voy, dejando grandes nubes de humo y derrapando los neumáticos sobre la calle, causando a mi paso una sonora huida.
Mi madre abre la puerta y me mira desorientada. Mi cuerpo aún tiembla y respiro agitadamente. Me cuesta tomar la iniciativa para decirle cualquier cosa.
—Jill, ¿Qué pasa, amor? ¡Entra!
Como puedo me introduzco al interior del que solía ser mi hogar y una increíble calma se adentra en mi cuerpo. Me siento segura.
Mi madre me toma del brazo y me lleva a la sala donde me ayuda a sentarme. Recargo mis codos sobre las piernas y me froto la cara con las manos.
—Jillian, ¿qué pasó? ¿Estás bien? —pregunta con preocupación. Siento como acaricia mi espalda. Me destapo la cara y me inclino hacia atrás sobre el respaldo del sofá y tiro mi cabeza por fuera del borde, dejándola al aire.
—Pelee con Mark. ¿Puedo quedarme aquí?
—Sabes que sí, cariño. Pero, ¿qué pasó?
—Si yo te contara. Mi vida se ha convertido en un desastre mamá —de nuevo llevo mis manos a la cara. Me avergüenza que mi madre se dé cuenta que he fracasado en algo que consideraba, tenía controlado.
—¿A qué te refieres?
—Tengo que contártelo, si no voy a explotar en cualquier momento.
—Entonces, habla —me anima. Suspiro y miro al techo.
—Leah regreso —le cuento, mientras cierro mis ojos y espero oír lo peor, pero en lugar de eso no escucho nada. Entonces me levanto y dirijo mi atención a mi madre que se encuentra muy desorientada—. Mark me vio con ella hoy.
—Mierda —maldice. Es lo único que puede pronunciar antes de ordenar sus ideas y seguir cuestionándome— Pero, ¿Cómo? ¿Desde cuándo volvió? Oh, Jillian, ¿Qué hiciste?
—No hice nada malo madre. Solo nos vio hablando. Y bueno... hace una semanas que volvió, la encontré en el hospital por que su padre está muy enfermo y por eso regreso. Ella y su hermana están cuidando de él y su madre.
—¿No le dijiste a Mark cuando la encontraste?
—No. No le di importancia.
—Jillian, para él era importante —puntualiza, rodando los ojos al cielo. Me quedo muda— ¿Discutieron en el momento o hasta que se vieron en casa?
—Cuando llegue a casa él estaba muy borracho. Estaba furioso mamá, no lo reconocí. Se puso violento.
—¿De qué hablas? ¿Te lastimó?
—No... Al menos no tanto como yo a él —menciono arrastrando las últimas palabras de la frase.
—Ay, Jill —dice mi madre entre un lamento. Cierra los ojos al tiempo que masajea sus sienes con los dedos.
Ah decir verdad, cuando la situación lo amerita, también puedo ser violenta y mi madre lo sabe.
— ¿Qué le hiciste? —pregunta adoptando un gesto de desagrado. Tardo en responder ya que ideo una manera sutil de decírselo.
—Yo... y-yo... Lo golpeé en la cara. Pero antes de que digas otra cosa, él me empujó sobre la pared. Yo solo me defendí.
—¡¿Qué acaso son unos salvajes?! Así no se solucionan las cosas, Jillian.
—¡Lo sé mamá! ¡Pero se puso como loco y no sabía que más podía hacer! En cuanto pude salí de ahí y vine aquí contigo.
Mi madre niega con la cabeza. Pensé por un segundo en ocultarle la verdad, pero sé que de una u otra forma se acabaría enterando de la versión de la historia en cuanto viera a Mark con la cara morada, así que más vale que se entere de mí antes que nadie. Además ella ya me conoce.
—¿Qué pasó con Leah?
—Nada. Te digo la verdad.
—Ay, hija mía. ¿Ahora qué piensas hacer?
—De momento, no quiero regresar a esa casa.
Me acerco a mi madre y ella me abraza con ternura. Agradezco a todos los cielos que a pesar de mis múltiples defectos y malas actitudes, ella siempre me ha aceptado y me ha apoyado con todo y mis tonterías.
—Sabía que éste momento llegaría.
—¿A qué te refieres?
—Este asunto de tu matrimonio. Presentía que algo no saldría bien. No sabía con certeza cuándo ni de qué forma se detonaría la bomba, pero siempre supe que no iba a salir bien, mi niña.
—Al menos lo intente, ¿no?
—¿A qué precio? Has sido infeliz y aunque Mark lo disimule bien, él tampoco ha sido feliz.
—¿Crees que debería separarme de él?
—En primer lugar, ni si quiera debieron casarse, Jill. Recuerdas cuantas veces te dije que no lo hicieras, si hubieras escuchado no estarías en este dilema. Además, la violencia no se arregla con violencia y ambos rebasaron los límites. Eso definitivamente no es sano.
Me quedo pensativa, probablemente puedo utilizar este suceso como una razón muy valiosa para salir de este enorme y eterno agujero en el que he estado por cuatro años, pero dado que no supe reaccionar de forma prudente y de igual forma yo ataqué, puede ser que todo salga contra producente para mí. Debo maquinar todo cuidadosamente antes de optar por cualquier opción.
Me siento más cansada que nunca, como si todos estos años a lado de Mark por fin recayeran sobre mis hombros de golpe y sin aviso, el alma me pesa como si fuera una armadura que cargo en mi interior y todo empeora cuando por la mañana veo que mis brazos están rojos, justo donde él me sujeto para retenerme. La armadura parece ser solo una carga en vez de una protección.
Mi madre entra a mi antiguo cuarto donde pasé la noche y me mira mientras observo con detenimiento las marcas sobre mi cuerpo.
Antes de que diga otra cosa, me pongo mi chaqueta de cuero negro y bajo las escaleras para evitar sus comentarios, pero no lo logro. Oigo como detrás de mis pasos suenan los de ella.
—Jillian.
—Por favor madre, no me digas nada.
—Tienes que escucharme. No puedes permitir que esto pase de nuevo. Sea cual sea la decisión que tomes con respecto a Mark —me giro para voltear a verla y con la intención de replicar, pero me detengo en seco y en lugar de ello, solo suspiro.
Al menos no me reprochó la acción que tome por golpearlo, es obvio que se lo merecía y aunque en ese momento no se notó la gravedad de su agresión, no cabe duda que ahora estoy segura de que hice lo correcto.
El timbre de la puerta suena y mi madre va abrir: es mi hermano que acaba de llegar con los niños quienes saludan a mi madre y además, Edna viene a añadir más contaminación a la atmósfera. No pudieron llegar en mejor momento.
Los veo entrar a la sala y ambos se sorprenden por verme ahí.
—Jillian, hola —dice Edna mientras se acerca y me saluda con un beso en la mejilla.
—Vaya, hace tiempo que no nos reuníamos en casa de mamá. ¿Y Mark? —mi madre y yo nos miramos a los ojos. En silencio le suplico que no haga mención de lo qué pasó. No funciona.
—Qué bueno que lo preguntas...
—No está. Tuvimos una discusión, pase la noche aquí —me apresuro a abordar la conversación antes de que mi mamá la continúe; sin embargo, de nuevo no obtengo éxito y ella insiste en contarle a Jared.
—¿Una discusión? Creo que fue más que eso. Jillian, quítate la chaqueta.
—Mamá... —refunfuño entre dientes. Edna y Jared me ven con detenimiento esperando a que obedezca la orden, pero hago caso omiso hasta que mi hermano muestra un interés repentino. Su instinto paternal se despierta.
—Vamos Jill, quítatela —me pide al tiempo que un extiende su mano para que le dé la chaqueta.
Dado el éxito no obtenido y la presión de todas las miradas sobre mí, termino accediendo y lentamente me quito la prenda oscura y se la entrego a Jared. Todos se quedan estupefactos por lo que hay en mi cuerpo.
—¿Eso te lo hizo Mark? —cuestiona Jared.
—Sí —mi madre me quita la palabra de la boca y yo le lanzo una mirada fulminante.
—Qué hijo de puta. —Mark arroja mi chaqueta al sofá más cercano en señal de protesta. Pone sus manos en la cintura y su cara enrojece.
—No te preocupes, a él no le fue mejor —acentúo en voz baja.
—¿Qué carajos les pasó?
—Pues peleamos. Literalmente.
—¿Qué hiciste, Jillian?
—En mi defensa, el comenzó a insultarme.
—Bien, ¿pero qué le hiciste tú? —inquiere con molestia. Lo miro fijamente, nerviosa por tener que responder.
Mi hermano es un hombre noble, pero desde que mi padre prácticamente niega que soy su hija, el tomó el rol paterno y cuando de mí y mis problemas se tratan, cambia su actitud.
—Lo golpeé, en la cara.
—¿Por qué mierda se harían algo así?
—Él... él se embriagó un poco.
—Sí, pero cuéntale por qué —de nuevo mi madre interviene.
—Jillian, déjate de rodeos y dime de una vez por todas que demonios está pasando —respiro hondo y tomo un minúsculo momento antes de decírselo. Opto por simplemente soltarlo.
—Por qué me vio con Leah —finalmente confieso. Las manos me sudan.
—Mierda —susurra Edna. Luego lleva su mano a la boca cuando se da cuenta de su imprudencia.
—¿Cómo que te vio con Leah? ¿Qué no estaba desaparecida?
—Sí, pero volvió.
— ¿Cómo? ¿En qué momento...?
—Mark fue a verme en el hospital, yo hablaba con Leah. Su padre está internado y no hace mucho que volví a verla. No pasó más y él hizo todo un drama. Lo encontré cuando llegue a casa, borracho, me insulto y yo solo me defendí. ¿Ya está? Estoy comenzando a cansarme por tener que contar esta puta historia —reniego, poniendo los ojos en blanco.
—Pero, es muy difícil imaginar a Mark haciéndote daño —Edna opina.
—Pues pasó. Yo tampoco lo creía, hasta ahora me cuesta reconocerlo.
—Jillian, te dijimos que no era buena idea, sabía que esto no terminaría bien.
—Lo mismo le dije yo —repite mamá. Entorno los ojos por los comentarios emitidos.
—Ya lo sé, ya sé que ustedes siempre los supieron y yo fui una idiota que se aferró. Pero no puedo volver al pasado.
—¿Y qué piensas hacer ahora?
—No lo sé, Jared.
—No puedes regresar a tu casa.
—Por eso estoy aquí.
De nuevo llaman a la puerta y esta vez Edna se ofrece para abrir. Cuando ella regresa a la sala viene acompañada de Mark. Todos nos quedamos viéndolo: su cara sigue morada y a lado del labio tiene una cortada con sangre seca. Jared se queda quieto pero lo ve con mucha rabia.
Mark me mira con arrepentimiento y se detiene a observar las marcas de sus manos en mis brazos. No dice nada.
—¿Qué quieres? —le pregunta Jared con voz tajante.
—Quiero hablar con Jillian —nadie dice nada pero todos me miran en espera de alguna respuesta.
Sé que sino hablo con él no se dará por vencido, además no podré prolongar por mucho tiempo esta discusión.
—De acuerdo —acepto nerviosa—. Déjenos solos por favor.
—¿Estás segura? —mi madre cuestiona.
—Sí, estaré bien.
Todos se disponen a salir de la sala, pero cuando Jared llega a la distancia de donde Mark está, se queda justo a su lado viéndolo con rencor.
—No te golpeo también, solo porque mi familia está aquí, pero si escucho que la lastimas, no me va importar y te romperé la cara.
—Entiendo —dice Mark manteniéndose apacible y viendo hacia el frente para no mantener contacto visual con mi hermano.
Todos se dirigen a la cocina donde escucho que murmuran cosas que no logro entender.
Mark termina por adentrarse a la sala y yo me pongo al otro lado para alargar la distancia entre nosotros.
—Yo, siento mucho lo qué pasó. No estaba en mis cabales.
—Me di cuenta —suelto con desdén. Se queda en silencio viéndome con ojos suplicantes.
Me da algo de lástima verlo con el rostro así y puedo presentir que a él también le da pena verme tan herida.
—Estuve pensando mucho y... no creo que sea buena idea irme de viaje. Estamos atravesando una crisis que debemos solucionar —su comentario me levanta sospechas.
—Espera, ¿qué? —Levanto una ceja en señal de desconfianza— ¿No quieres ir por esta supuesta crisis, o porque piensas que en cuanto te vayas iré por Leah? —A decir verdad, no suena mal la idea y puesto que nos sería la primera vez que lo haría, —e incluyendo mi malestar por este problema reciente—, no dudaría en hacerlo, sin embargo debo guardar las apariencias.
—Honestamente, es por ambas cosas.
—¿No estás hablando en serio?
—Lo siento, Jill. No es que no confíe en ti, lo que pasa es que no confío en ella y no creo que tenga buenas intenciones.
—Mark, su padre está internando al borde de la muerte, ¿realmente crees que tiene cabeza para algo más que solo la responsabilidad de cuidar de él?
—Eso no lo sé —dice, apretando la mandíbula y los puños. Me impresiona su frialdad, pero no puedo negar que está en todo su derecho de desconfiar de mí. Yo misma no confío en mí.
—Mira, Mark, sino quieres ir de viaje está bien, pero no pienso regresar a casa. No confías en mí y yo no confío en ti. El hecho de que no quieras irte y dejarme sola por qué tu retorcida imaginación hace que creas cosas que no son, no me hace sentir segura. Hasta que no pienses que es lo que quieres y no me demuestres confianza, no pienso volver —pronuncio casi mordiéndome la lengua por hipócrita.
Sé que suena a chantaje, pero espero que esto me sirva para ganar tiempo y pensar en otra estrategia que logre posponer mi regreso a esa casa.
—Es que, también debes tratar de entenderme.
—Lo haría si te hubiera dado algún motivo —hay razones de sobra, pero eso solo yo lo sé.
Con tanto ajetreo, había enterrado en mi mente mi aventura con Amy, recordarlo en este preciso instante hace el estómago se me hunda en el interior del cuerpo.
Si al verme hablar con Leah le afecto tanto, no sé qué es lo que haría si se llega a enterar de mi engaño. Posiblemente me mataría.
—¿Estás bien? —pregunta sacándome de mi trance.
—Sí. Como te decía, no voy a regresar si insistes en desconfiar de mí —no sé cómo es que estoy teniendo tanta valentía para decirle esto en su cara. No merezco su confianza y aun así tengo el descaro de exigirla.
—Está bien, pero por favor, regresa hoy.
Que haya aceptado tan pronto me impresiona, no consideré que respondería en este mismo instante, pero yo no me siento lista para regresar por ahora.
—No hoy. Necesito aclarar la situación y supongo que tú igual. Hay que darnos un par de días —a Mark no parece agradarle mi idea, pero supongo que sabe que no tiene opción.
—De acuerdo. Será como tú digas.
—Bien.
Siento que es un momento muy incómodo para ambos. Realmente creí que no accedería tan rápido a mis condiciones y que tendría más tiempo en pensar sobre lo sucedido, pero sé también que no puedo irme así como así y decidir abandonarlo de la noche a la mañana.
El hecho de que Leah haya regresado no significa que algo más vaya a pasar. Mark es quien ha estado a mi lado incondicionalmente y el que haya cometido este error, no quiere decir que se repita. Al menos eso quiero creer.
—Bueno, me voy.
—Está bien.
Mark intenta acercarse a mí pero retrocedo como acto de reflejo, él nota mi rechazo y se detiene en seco.
—Te amo —susurra con nostalgia.
Soy completamente incapaz de responderle o de decir algo, así que me quedo quieta evadiendo su mirada. La decepción se hace presente en su cuerpo.
Sin mencionar algo más, solo se retira. Suspiro aliviada por que finalmente se haya ido.
Cuando voy a la cocina veo que toda mi familia clava sus miradas en mí, algo desconcertados.
—¿En serio piensas regresar? —Jared me pregunta molesto.
—No podré evadirlo por siempre; además, esto ha pasado solo una vez —intento justificar. Antes dije que este podría ser un momento oportuno para una separación, pero realmente se torna muy difícil considerarlo de verdad.
—No es solo por eso Jillian, es porque no lo quieres y jamás lo has querido.
Me quedo en silencio, mi madre solo asiente y Edna posa su mano en mi hombro en señal de solidaridad.
Realmente estoy muy confundida. Quiero liberarme de alguna manera y me sentía convencida de aprovechar esta situación como una razón y un pretexto, pero definitivamente no es fácil una vez teniendo a la otra persona involucrada de frente. Ahora puedo imaginar cómo fue para Leah separarse de mí, a pesar de no tratarse de las mismas circunstancias.
Las separaciones duelen como si te arrancaran una parte fundamental del cuerpo, el dolor del alma es tan real que casi se considera como algo tangible dentro de la anatomía humana, que ha sido capaz de experimentar un suceso tan traumatizante, y yo no deseo causarle eso al hombre que me ama, pero no sé qué tanto tiempo seré capaz de soportarlo.
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